miércoles, 18 de mayo de 2022

HOMILIA DOMINGO SEXTO DE PASCUA cC (22 de mayo 2022)


DOMINGO SEXTO DE PASCUA cC (22 de mayo 2022)

PrimeraHechos 15, 1-2.6.22-29; Salmo: Sal 66, 2-3. 5-6. 8; Segunda: Apocalipsis 21, 10-14. 22-23; Evangelio: Juan 14, 23-29

Nexo entre las LECTURAS

En la sinfonía de los textos litúrgicos un tema predominante es la “correspondencia” entre Pascua y Trinidad. La venida (Inhabitación) de la Trinidad al creyente es una revelación nueva para los discípulos y para nosotros.  En el texto evangélico, tomado del discurso de la Última Cena pero con los verbos en futuro, el Padre y el Hijo "harán su morada en el creyente" y el Espíritu Santo aparece como "el que les enseñará todo" de la vida y mensaje de Jesús. En virtud del misterio trinitario que es misericordioso, la Iglesia tiene que ser un ejemplo de paz y misericordia en el mundo. Entonces, con la ayuda de la gracia (preveniente, concomitante y subsiguiente) hay que superar, en nuestro interior, ciertos problemas que provocan tensiones y que sólo pueden resolverse bajo la guía del Espíritu Santo (1 Lectura) en la oración y en la obediencia a sus designios. Con la luz del Espíritu decidieron no imponer a los cristianos gentiles más cargas de las indispensables (1lectura). La nueva Jerusalén, venida junto con Dios, no tiene templo, porque el Señor, el Dios todopoderoso, y el Cordero, son su templo (2 lectura). A Dios le damos gracias y lo alabamos porque tiene piedad y nos bendice (salmo).

Temas...

«Mi paz les doy». En el evangelio, que remite de nuevo a su salida de este mundo, ya muy próxima, Jesús inculca a su joven Iglesia una palabra: la paz. Se trata expresamente de la paz que proviene de él, que es la única auténtica y duradera, pues una paz como la da el mundo por lo general no es más que un convenio precario o incluso una guerra fría. Los discípulos poseen el arquetipo de la verdadera paz en Dios mismo: el que guarda la palabra de Jesús por amor, ése es amado por el Padre. El Padre viene junto con el Hijo al creyente para hacer morada en él, y el Espíritu Santo le aclara en su corazón todo lo que Jesús ha hecho y dicho, toda la verdad que Jesús ha traído. Dios Trino es la paz verdadera e indestructible. En esta paz los discípulos deben dejar marchar a su amado Señor con alegría, porque no hay más alegría que el amor trinitario, y éste se debe desear a cualquiera, aun cuando haya que dejarle marchar.

«Hemos decidido por unanimidad». La Iglesia tiene que ser un ejemplo de paz en el mundo sin paz. Pero ha de superar en su interior ciertos problemas que provocan tensiones y que sólo pueden resolverse bajo la guía del Espíritu Santo, en la oración y en la obediencia a sus designios. El problema quizá más grave se le planteó a la Iglesia (como muestra la primera lectura) ya en vida de los apóstoles: la convivencia pacífica entre el pueblo elegido, que poseía una revelación divina milenaria, y los paganos que empezaban a incorporarse a la Iglesia, que no aportaban nada de su tradición. Conseguir una convivencia verdaderamente pacífica exigía renuncias por ambas partes, y las largas deliberaciones de los apóstoles debían conducir necesariamente a exigir estas renuncias: los paganos no tenían necesidad de seguir importantes costumbres judías, por ejemplo la circuncisión; pero en contrapartida debían hacer algunas concesiones a los judíos en lo referente a ciertos usos alimentarios y a los matrimonios entre parientes. Estos compromisos, que quizá hoy pueden parecernos sobremanera extraños, eran entonces de palpitante actualidad, y debemos tomar ejemplo de ellos para todo aquello a lo que nosotros hemos de renunciar necesariamente aquí y ahora para que entre las diversas tendencias de la Iglesia reine la verdadera paz de Cristo, y no nos contentemos con un simple armisticio. Nunca un partido tendrá toda la razón y el otro ninguna. Hay que escucharse mutuamente en la paz de Cristo, sopesar las razones de la parte contraria, no absolutizar las propias. Esto puede exigir verdaderas renuncias hoy como ayer, pero solamente si aceptamos estas renuncias se nos dará la paz de Cristo.

«Los nombres de las doce tribus de Israel... los nombres de los doce apóstoles del Cordero». La figura de la definitiva «ciudad de la paz», de la Jerusalén celeste, confirma en la segunda lectura la paz traída por Dios entre el Antiguo Testamento de los judíos y el Nuevo Testamento de los cristianos, la curación de la peor herida que ha desgarrado al pueblo de Dios desde los tiempos de Jesús. Mientras las puertas llevan grabados los nombres de las doce tribus de Israel, los cimientos llevan escritos «los nombres de los apóstoles del Cordero», y el número de los que aparecen delante del trono de Dios es de veinticuatro. Quizá esta escisión que se produjo con motivo de la venida de Jesús no se supere del todo hasta el final de los tiempos, pero nosotros debemos intentar superarla ya dentro de la historia en la medida de lo posible. Aunque la unidad en la fe no sea del todo realizable, la unidad en el amor es siempre posible. La unidad es estar para el otro y los demás y no un solo estar con el otro o con los demás.

Sugerencias…

El rostro trinitario del cristiano. La fiesta de la Pascua está en íntima conexión con el bautismo, ya que por el bautismo somos sumergidos en el misterio pascual de Jesucristo. En el bautismo el cristiano es sellado por la Trinidad: "Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", y por el bautismo cada uno se convierte (nos convertimos) en pertenencia de la Trinidad a título de hijo de Dios, hermano de Cristo y discípulo del Espíritu, viviendo el señorío sobre la creación. Nosotros, como discípulos-misioneros, estamos llamados a hacer eficaz en nuestra vida, entre nuestros contemporáneos el rostro trinitario de Dios. Como cristiano estoy llamado a madurar mi experiencia filial con Dios, de modo que pueda mostrar a los hombres, con obras y palabras el rostro paterno-misericordioso de Dios (Sermón de la montaña). Llamados a vivir la fraternidad con Cristo, hermano mayor, Él ha de ser efectivamente modelo de vida y comportamiento. Como Él, dar testimonio ante los demás, del amor auténtico a todos los hombres, porque somos hermanos y a todos tenemos que amar (Papa Francisco, intenciones de enero de 2016).

Fieles al Espíritu Santo, fortalecernos para escuchar la Palabra de Dios presente en la Iglesia y en el mundo (Papa Francisco, inicio de las sesiones del Sínodo) y no escuchar voces seductoras del relativismo, ni seguir otros maestros que susurran en mi interior otros criterios y otras doctrinas (Papa Benedicto). Nuestro maestro y guía es el Espíritu del Padre y de Cristo, que hace resonar en nosotros el único Evangelio de Dios.

Rezando y meditando, compartiendo con otros, podríamos examinarnos: ¿Soy consciente de que, por ser cristiano, tengo que hacer visible la presencia trinitaria en medio de los hombres, en nuestros quehaceres y ocupaciones diarios? ¿Tengo una relación íntima con cada una de las personas de la Santísima Trinidad? ¿Reflejo el rostro de la Trinidad en lo cotidiano? ¿evito reducir la fe a un puro concepto, sin incidencia en la vida humana?. ¿Dejo que el Espíritu Santo me recuerde de vez en cuando estas cosas tan sencillas y esenciales? Oremos para que Dios trinitario (único y verdadero) sea para todos: presencia vivificante y transformadora. Que nos acompañe la Siempre Virgen María que nos dice: ¿NO ESTOY YO AQUÍ, QUE SOY TU MADRE? y que nos proteja san José, custodio del Redentor, esposo de la Virgen Madre y patrono de la Iglesia

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

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