jueves, 31 de octubre de 2019

Homilia día de todos los santos

TODOS LOS SANTOS, solemnidad. Viernes, 01 de noviembre de 2019santos Primera: Apocalipsis 7, 2-4.9-14; Salmo: Sal 23, 1-6; Segunda: 1Juan 3, 1-3; Evangelio: Mateo 5, 1-12a Nexo entre las LECTURAS… Temas... Sugerencias… La antífona de entrada es quien nos sugiere el nexo y el tema y las sugerencias: «Alegrémonos todos en el Señor al celebrar este día de fiesta en honor de todos los Santos. Los ángeles se alegran de esta solemnidad y alaban a una al Hijo de Dios» (Entrada). 1. La Liturgia de la Iglesia peregrina se une hoy a la de la Iglesia celestial para celebrar a Cristo Señor, fuente de la santidad y de la gloria de los elegidos, «muchedumbre inmensa que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas» (ib 9). Todos están «marcados en la frente» y «vestidos con vestiduras blancas», lavadas «en la sangre del Cordero» (ib 3, 9.14). Marca y vestidos son símbolos del bautismo que imprime en el hombre el carácter inconfundible de la pertenencia a Cristo y que, purificándolo del pecado, lo reviste de pureza y de gracia en virtud de su sangre. Pues la santidad, de nuevo lo dice el Papa Francisco, no es otra cosa que la maduración plena de la gracia bautismal, y así es posible en todos los bautizados (Conc. Vat. II). Los Santos que festeja hoy la iglesia no son sólo los reconocidos oficialmente por la canonización, sino también aquellos otros muchos más numerosos y desconocidos que han sabido, «con la ayuda de Dios, conservar y perfeccionar en su Vida la santificación que recibieron» (LG 40). Santidad oculta, vivida en las circunstancias ordinarias de la vida, como dice el Papa “santos de la casa de al lado, sin brillo aparente, sin gestos que atraigan la atención por lo esplendoroso, pero real y preciosa. Mas hay una característica común a todos los elegidos: «Estos son -dice el sagrado texto los que vienen de la gran tribulación» (Ap 7, 14). «Gran tribulación» es la lucha sostenida por la defensa de la fe, son las persecuciones y el martirio sufridos por Cristo (el Papa en la Misa de canonización del Domingo 14.10), y lo son también las cruces y los trabajos de la vida cotidiana. Los Santos llegaron a la gloria sólo a través de la tribulación, la cual completó la purificación comenzada en el bautismo y los asoció a la pasión de Cristo para asociarlos luego a su gloria. Llegados a la bienaventuranza eterna, los “elegidos” no cesan de dar gracias a Dios por ello y cantan «con voz potente»: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono y del Cordero» (ib 10). Y responde en el cielo el «Amén» eterno de los ángeles postrados delante del trono del Altísimo (ib 11-12); y debe responder en la tierra el «Amén» de todo el Pueblo de Dios que camina hacia la patria celestial esforzándose en imitar la santidad de los elegidos. «Amén», así es, por la gracia de Cristo que abre a todos el camino de la santidad. 2. La segunda lectura (1 Jn 3, 1-3) reasume y completa el tema de la primera lectura poniendo en evidencia el amor de Dios que ha hecho al hombre hijo suyo y la dignidad del mismo hombre que es realmente hijo de Dios. «Miren qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!» (ib 1). Don que no se reserva para la vida en el cielo (que llamamos eterna), sino que se otorga ya en la vida presente, realidad profunda que transforma interiormente al hombre haciéndolo partícipe de la vida divina. Con todo, aquí en la tierra es una realidad que permanece velada; se manifestará plenamente en la gloria; entonces «seremos semejantes a Dios, porque le veremos tal cual es» (ib 2). La gloria que contempla hoy la Iglesia en los Santos es precisamente la que se deriva de la visión de Dios, por la cual están revestidos e incluidos de su resplandor infinito. 3. En el Evangelio (Mt 5, 1-123) Jesús mismo ilustra el tema de la santidad y de la bienaventuranza eterna mostrando el camino que conduce a ella. Punto de partida son las condiciones concretas de la Vida humana donde el sufrimiento no es un incidente fortuito, sino una realidad conexa a su estructura. Jesús no vino a anularlo, sino a redimirlo, haciendo de él un medio de salvación y de bienaventuranza eterna. La pobreza, las aflicciones, las injusticias, las persecuciones aceptadas con corazón humilde y sumiso a la voluntad de Dios, con serenidad nacida de la fe en Él y con el deseo de participar en la pasión de Cristo, no envilecen al hombre, antes lo ennoblecen; lo purifican, lo hacen semejante al Salvador doliente y, por ende, digno de tener parte en su gloria. «Bienaventurados los pobres..., bienaventurados los que lloran… bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia..., bienaventurados los perseguidos..., porque de ellos es el Reino de los Cielos» (ib 3-4.6.10). También las otras cuatro bienaventuranzas, aunque no digan relación directa al sufrimiento, exigen un gran espíritu de sacrificio. Pues no se puede ser manso, misericordioso, puro de corazón o pacífico sin luchar contra las propias pasiones y sin vencerse a sí mismo para aceptar serenamente situaciones difíciles y sembrar doquiera amor y paz.   El itinerario de las bienaventuranzas es el recorrido por los santos; pero de modo especialísimo es el recorrido por Jesús que quiso tomar sobre sí las miserias y sufrimientos humanos para enseñar al hombre a santificarlos. En él pobre, doliente, manso, misericordioso, pacifico, perseguido y por este camino llegado a la gloria, encuentra el cristiano la realización más perfecta de las bienaventuranzas evangélicas. También, el itinerario de las bienaventuranzas es el de la Virgen María, Madre del Amor Hermoso y Madre nuestra, de toda la humanidad. ¡Feliz día!

lunes, 28 de octubre de 2019

HOMILIA Domingo Trigésimo primero del TIEMPO ORDINARIO cC (03 de noviembre de 2019).

Domingo Trigésimo primero del TIEMPO ORDINARIO cC (03 de noviembre de 2019). Primera: Sabiduría 11, 22 – 12,2; Salmo: Sal 144, 1-2. 8-11. 13c-14; Segunda: 2 Tesalónica 1, 11 – 2, 2; Evangelio: Lucas 19, 1-10 Nexo entre las LECTURAS… La Liturgia presenta el amor de Dios como el motivo más profundo y cimiento de la confianza y de la esperanza cristianas. Primero, el amor de Dios a todas las criaturas, porque todas tienen en el amor de Dios su razón de ser (Primera lectura). Y después, el amor de Dios por todos los hombres, sin distinción alguna, porque todos son sus hijos (Evangelio). Finalmente, se habla del amor de Dios hacia los discípulos-misioneros (Aparecida), "para que el nombre de Jesús sea glorificado en ustedes, y ustedes en Él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo" (Segunda lectura). Temas... «A todos perdonas, porque son tuyos». La maravillosa afirmación de la primera lectura es que Dios ama todo lo que ha creado, pues si no, no lo habría creado. Muchos hombres, incluso muchos cristianos, no pueden o no quieren creer esto porque los males que existen en el mundo son innumerables. Pero la prueba que aporta el libro de la Sabiduría, para sostener su afirmación, es tan simple y clara que no se la puede rechazar y por eso necesitan negar a Dios o, al menos, de acusarlo de contradicción interna para no obedecerle y seguirlo. «[Tu, Señor] Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado». Ciertamente existe el pecado, que debe ser necesariamente amonestado… pero, como el pecador también pertenece a Dios, no es ‘castigado’ según la pura justicia, sino que es «perdonado» y amonestado de manera que puede reconocer, en ello, al mismo tiempo una exhortación a la conversión. La admirable sabiduría de este libro del Antiguo Testamento se encuentra en la declaración por la que se nos anuncia que Dios ama a todos los seres y por eso sólo amonesta a los pecadores por amor y para propiciar su conversión al amor, ser felices y poseer la Vida. «No pierdan fácilmente la cabeza». Parece como si la segunda lectura quisiera recordar la enseñanza de la primera. Dios, que «corrige, poco a poco a los pecadores», nos da tiempo para cumplir todos «los buenos deseos y la tarea de la fe». Por eso no hay que «alarmarse» por el anuncio del fin inminente del mundo, aunque esto se asegure mediante «supuestas» revelaciones o profecías, sino que hay que proseguir con tranquilidad y sin pánico alguno la tarea cristiana, el discipulado misionero. El Señor no es solamente el que viene hacia nosotros desde el futuro como una amenaza, sino que es el que vino (el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros) y el que nos acompaña constantemente en nuestro camino hacia el Cielo, nos ilumina con su presencia (como a los discípulos de Emaús) y nos libra de todo miedo que pudiera haber en nosotros. «Zaqueo, baja en seguida». El Evangelio nos presenta una escena del todo singular: un hombre rico que se sube a una higuera para ver a Jesús. Zaqueo es considerado como un gran pecador, pues no en vano es «jefe de publicanos»; pero es precisamente en su casa donde Jesús quiere hospedarse. Y Jesús sabe que allí donde va, lleva consigo su gracia: «Hoy ha sido la salvación de esta casa». Y esto «porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido». Jesús quiere entrar en casa de Zaqueo porque allí hay algo que salvar. Es decir, no porque allí se practiquen las buenas obras y haya que recompensarlas, sino porque «también este hombre es un hijo de Abrahán» que no está excluido de la fidelidad y del amor de Dios. Por eso resulta inútil tratar de esclarecer si, cuando Zaqueo asegura que «da la mitad de sus bienes a los pobres», se está refiriendo a algo anterior o es una consecuencia de la gracia que le ha sido manifestada ahora. El evangelista no está interesado en eso, sino únicamente en la salvación que Jesús trae a esta casa. Es bueno saber que Jesús entra también en las casas de los ‘ricos’ cuando debe llevarles la salvación cristiana. Hay pobres que son ricos en el espíritu (de codicia) y hay ricos que son pobres en el espíritu (y que «ayudan con sus bienes»: Lc 8,3). Que el testimonio de vida pobre y entregada de san José Gabriel, de beato Ceferino (Príncipe de la Patagonia) nos estimulen a vivir mejor nuestra respuesta de hijos de Dios y hermanos de todos. Sugerencias... Rezar el proceso del encuentro entre Zaqueo y Jesús y aplicarlo a nosotros: Jesús pasa (¡Jesús siempre pasa!). Zaqueo tiene interés (no sólo pura curiosidad) en verlo. Jesús toma la iniciativa del encuentro, y una iniciativa tan fuerte como es entrar en casa de un publicano (un pecador público, un colaboracionista, un extorsionador). Y Zaqueo responde generosamente a la iniciativa de Jesús. Rezamos: Primero, preguntarnos qué interés tenemos nosotros, cristianos de toda la vida, en ver "pasar" a Jesús, en escucharlo, en sentir que continúa siendo una "novedad" para nosotros, en notar que continúa teniendo muchas cosas que decir a nuestra vida. Segundo, darnos cuenta que la iniciativa de venir a nuestra casa es suya, siempre es suya, y gratuita; ante esta iniciativa, Zaqueo se siente infinitamente sorprendido y agradecido, a veces nosotros lo tenemos como la cosa más normal del mundo (comulgar, ir a Misa, visitar el Templo, leer la Biblia) y, a veces no tan normal encontrarlo en la práctica de las obras de misericordia, y allí también nos visita. ¿Queremos esta constante iniciativa salvadora de Jesús que quiere renovarnos como renovó a Zaqueo? Y tercero, nuestra respuesta ¿es generosa? ¿Es nuestra respuesta generosa? El Domingo pasado, con el publicano expresamos la confesión de nuestros pecados y de nuestra debilidad… hoy nos pide el Señor un paso más… “la conversión”. La conversión de Zaqueo puede ser rezada en dos partes: primero (caridad), independientemente de la legalidad de las ganancias, da la mitad a los pobres (toda acumulación de riqueza, mientras haya pobres, es inmoral, por más que sea legal); después (justicia), se dispone a restituir con creces todas las estafas cometidas. La Iglesia, casa y escuela de Comunión. El evangelio de Zaqueo es un texto típico de las Misas de dedicación de una Iglesia. Y sin que tengamos que explicar necesariamente esa ‘peculiaridad’ litúrgica a la asamblea, sí que se puede plantear el valor que tienen las Iglesias, las "casas de la Iglesia". Son nuestra casa comunitaria, y Jesús entra y permanece en ella. Sería bueno preguntarnos si valoramos el tiempo de oración personal ante el Santísimo, o todo tiempo de plegaria privada… y, sobre todo, si valoras el momento en el que la Iglesia realiza más su misterio: la celebración de la Eucaristía… preguntarnos si la vivimos como una presencia de Jesús en medio de nosotros, a través de la Palabra, del Pan y el Vino consagrados… ¿valoramos la posibilidad de silencio interior vivido en comunidad?, ¿valoramos el momento de los cantos...? ¿Preguntarnos si respondemos a la visita que Jesús nos hace en la Eucaristía como Zaqueo respondió: con ansias de vivir más auténticamente el camino del Evangelio…? ¿es nuestra comunidad, casa y escuela de Comunión y es vivida así frente a todos en el barrio o pueblo? Área de archivos adjuntos

lunes, 21 de octubre de 2019

HOMILIA Domingo Trigésimo del TIEMPO ORDINARIO cC (27 de octubre de 2019).

Domingo Trigésimo del TIEMPO ORDINARIO cC (27 de octubre de 2019). Primera: Eclesiástico 35, 12-14. 16-18; Salmo: Sal 33, 2-3. 17-19. 23; Segunda: 2Timoteo 4, 6-8. 16-18; Evangelio: Lucas 18, 9-14 Nexo entre las LECTURAS… Para darnos a conocer cuál ha de ser la actitud que debemos de tener para con Dios y los hombres, la Liturgia de este Domingo presenta la "justicia y oración", que se unen muy bien en las lecturas de hoy y unifican la enseñanza del Señor en su palabra de amor y salvación (de misericordia). Estamos llamados a ser orantes y justos. En la parábola, del Evangelio, tanto el fariseo como el publicano oran en el templo, y Dios muestra su justicia (amor) y sólo el último es justificado. El autor de la primera lectura, aplica la justicia divina a la oración y enseña que Dios, justo juez, no tiene acepción de personas y por eso escucha la oración del oprimido... así lo rezamos (también) con el salmista: “Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha”. Finalmente, san Pablo confía en Timoteo manifestándole sus sentimientos y deseos más íntimos: "Me aguarda la corona de la justicia que aquel Día me entregará el Señor, el justo juez" (Segunda lectura). Temas... Actitudes del ORANTE ante Dios. La oración, que es un “estar y conversar” entre personas que se aman. Hace bien tanto al que ora como a Dios a quien se dirige la plegaria. Fijemos la atención en el ORANTE que está ante Dios. ¿Cuáles son las actitudes orantes que muestra la liturgia? En primer lugar, una observación de traducción. Tanto el fariseo como el publicano oran de pie, aunque la traducción litúrgica no lo diga del publicano. Era ésta la postura que adoptaban los judíos para dirigirse a Dios. No es, pues, la postura lo que hace cuestionable la actitud del fariseo. El adjetivo "erguido" de la traducción litúrgica no parece exacto. Por lo que respecta ya al texto, su sentido es muy claro desde que el propio autor ha explicitado la finalidad de la parábola. Se trata de una parábola crítica, dirigida a los que son buenos y ‘se lo creen’. Se mueve dentro del terreno de la oración, cuya necesidad veíamos el Domingo pasado. De nuevo un fariseo y un publicano, es decir, un bueno y un malo en la apreciación social. De nuevo un cambio de papeles en la apreciación divina. "Hay últimos que son primeros y primeros que son últimos". Otra cosa sorprendente en la historia que Jesús cuenta es que tanto el fariseo como el publicano se sirven de los salmos a la hora de hacer su oración. Este hecho hace más profunda y compleja la enseñanza misericordiosa del Señor. Seguimos... desde hace varios Domingos nos las tenemos que ver con textos ‘exclusivos de Lucas’, es decir, que no existen en los otros evangelistas. Y un denominador común a muchos de ellos es la actuación positiva de personas social y religiosamente descalificadas (ambos aspectos estaban estrechamente relacionados). Son los marginados, los etiquetados, los excluidos, los de la periferia, diría el Santo Padre. ¡Qué actualidad tiene esta enseñanza! y corremos el riesgo de echar por tierra el alcance de este hecho cuando consideramos a fariseos y publicanos como personas de un pasado judío. Perdemos fácilmente de vista que Lucas no escribía sólo mirando hacia atrás sino también hacia adelante. Fariseo y publicano son también personajes, encarnan tipos de religiosidad continuamente reeditables. El fariseo encarna al personaje consciente de su buen comportamiento, que compara y enjuicia en base precisamente a su cumplimiento. No es tanto un personaje orgulloso cuanto un personaje “que reza y se comporta desde sus derechos”. Exige porque cumple. Los mismos salmos, formas tradicionales de oración, parecen darle la razón: se sirve de ellos para dirigirse a Dios. Verdad y humildad… Nada de lo que se le dice a Dios es mentira. El fariseo, en definitiva, es el personaje de los derechos, de la necesidad, de la rigidez y cortedad de mente. El fariseo parece que quiere que Dios sea fariseo no Dios. El publicano encarna al personaje consciente de su mal comportamiento. Por ello mismo ni compara ni enjuicia, sencillamente pide perdón sirviéndose también de los salmos. El publicano es el personaje de la súplica arrepentida, de la entrega y la espontaneidad, de la fluidez de corazón. El publicano quiere que Dios sea Dios y se alegra vivamente de eso y confía en Él. No es él el problemático, como tampoco lo era el hijo menor o pródigo, ni el mismo Lázaro que estaba a la puerta del rico… el problemático y difícil es el fariseo, el hijo mayor o cumplidor, el rico de espléndidos banquetes. El texto de hoy nos descubre unas áreas de la personalidad religiosa mucho más hondas que las de la simple soberbia o humildad. Nos asoma el complejo e intrincado mundo de las motivaciones… de lo que hay en el corazón (pues eso es lo que sale de cada uno), aquello que de verdad se esconde tras lo que pensamos o decimos cuando oramos. La oración es ciertamente necesaria, pero ¡atención a la oración! Lo que rezamos es lo que creemos. Por eso, la corona que Pablo espera no es fruto del mérito personal, sino justicia de Dios para con él y para con todos los que son imitadores suyos en el servicio al Evangelio (Segunda lectura). Sugerencias... - La parábola de los dos hombres que subieron al templo a orar, el fariseo y el publicano, nos muestra cuál es la oración que une con Dios. Ya el lugar que ocupa cada uno de ellos en el templo muestra la diferencia. Uno en la parte delantera, como si el templo le perteneciera, el otro en cambio se queda «atrás» como si hubiese traspasado el umbral de una casa que no es la suya. El primero ora «junto a sí» (aquí traducido y suavizado con la expresión «en su interior»): en el fondo no reza a Dios, sino que se hace a sí mismo una enumeración de sus muchas virtudes, presumiendo que, si él mismo las ve, Dios no podrá dejar de verlas, de tenerlas en cuenta y de admirarlas. Y hace esto distinguiéndose precisamente de «los demás hombres», que no han alcanzado su presunto grado de perfección. Transita por un camino que conduce directamente al encuentro de sí mismo, pero ése es precisamente el camino que lleva a la pérdida de Dios. El publicano, por el contrario, no encuentra en sí más que pecado, un vacío de Dios que en su oración de súplica («ten compasión de este pecador») se convierte en un vacío para que lo llene Dios. El hombre que tiene como meta última su propia perfección, no encontrará a Dios; el que tiene la humildad de dejar que la perfección de Dios actúe en su propio vacío -no pasivamente, sino trabajando con los talentos que se le han concedido- será siempre un «amigo» para Dios. - El pobre en este caso (textos del Domingo) no es el que no tiene dinero, sino el que sabe, con la ayuda de la gracia, que es pobre en virtud, que no corresponde a lo que Dios quiere de él. Pero, de nuevo, este vacío no basta, sino que más bien se precisa: el pobre que sirve a Dios «consigue el favor del Señor». Se trata de un servicio en la humildad del «siervo pobre», pero no de la espera ociosa del «negligente y holgazán» que esconde bajo tierra su talento. Es el servicio que se presta sabiendo que se trabaja con el talento regalado por Dios, y que se confía para que realmente produzca frutos para el Señor. A este pobre Dios le hará «justicia» como «juez justo/misericordioso» que es. - Si tomamos la segunda lectura, que muestra a Pablo en prisión y ante los tribunales, él es el pobre que no tiene ya ninguna perspectiva terrena, porque su muerte es inminente, y que sin embargo «ha combatido bien su combate», no sólo cuando era libre, sino también ahora, en su pobreza actual, pues todos le han abandonado (como el testimonio de vida que conocimos en el santo Cura Brochero y otros muchos). La autodefensa de Pablo ante el tribunal se convierte precisamente en su último y decisivo «anuncio», el mensaje que oirán «todos los gentiles». Al dar gloria sólo a Dios (como el publicano del templo), el Señor le «salvará y le llevará a su reino del cielo». El publicano que sube al templo a orar queda «justificado», Pablo recibe la «corona de la justicia», y ciertamente, como él mismo repitió incansablemente, no de su propia justicia, sino de la justicia de Dios. Virgen Purísima, ruega por nosotros.

lunes, 7 de octubre de 2019

HOMILIA Domingo Vigesimoctavo del TIEMPO ORDINARIO cC (13 de octubre de 2019).

Domingo Vigesimoctavo del TIEMPO ORDINARIO cC (13 de octubre de 2019). Primera: 2Reyes 5, 10. 14-17; Salmo: Sal 97, 1-4; Segunda: 2Timoteo 2, 8-13; Evangelio: Lucas 17, 11-19 Nexo entre las LECTURAS… "La obediencia de la fe" nos ayuda a leer unitariamente los textos de este Domingo. Los diez leprosos se fían de la palabra de Jesús y se ponen en camino para presentarse a los sacerdotes, a fin de ser curados de la lepra (Evangelio)… lo nuevo -de otras veces que han ido a los sacerdotes- es que ahora van en el nombre del Señor Jesús y por eso alcanzan la salud. Naamán el sirio obedece las palabras de Eliseo, a instancias de sus siervos, sumergiéndose siete veces en el Jordán, con lo que quedó curado (Primera lectura). La obediencia de la fe hace que Pablo termine en cadenas y tenga que sufrir no pocos padecimientos (Segunda lectura). Una maravilla la oración que la Iglesia nos hace rezar con el Salmista: "Canten al Señor un canto nuevo, porque Él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria"… ¡¡¡a rezarla con gozo!!! Temas... El poder de la obediencia. Los dos milagros de que nos hablan los textos destacan el lugar maravilloso de la obediencia en la vida de la fe. No hay gestos curativos ni de Eliseo ni de Jesús. No se mencionan fórmulas terapéuticas, dirigidas al enfermo, como sucede en otros relatos de milagros. Hay solamente un mandato. El de Eliseo a Naamán suena así: "Ve y báñate siete veces en el Jordán". A los leprosos Jesús les dice: "Vayan y preséntense a los sacerdotes". Tanto Naamán como los diez leprosos todavía no han sido curados, ni siquiera saben si lo serán. Pero se fían y obedecen. Y la fuerza de su confianza y de su obediencia fue la disposición necesaria para la actuación extraordinaria de Dios de favor de cada uno y de su pueblo. La obediencia es un grado de fe-confianza en la persona a la que se obedece. La fe que no está exenta de tropiezos y dificultades: Esto es patente en la historia de Naamán. Él tenía otra concepción y otras expectativas sobre el milagro y sobre el modo de realizarse: "¡Saldrá seguramente a mi encuentro, se detendrá, invocará el nombre de su Dios, frotará con su mano mi parte enferma, y sanaré de la lepra!". Nada de esto ocurrió. Ni siquiera vio a Eliseo, pues el mensaje del profeta le llegó por un intermediario… por la expectativa no cumplida Naamán estaba hecho una furia, y regresaba a su casa, habiendo perdida toda esperanza de curación… en el camino, persuadido por sus siervos, obedeció, se bañó en el Jordán y "su carne volvió a ser como la de un niño pequeño, y quedó curado". Naamán, por fin, se dio cuenta de que no son las aguas las que curan la lepra, sino el Espíritu de Dios que se sirve del Jordán, como de otros muchos medios, para hacer el bien y salvar al hombre. Los diez leprosos, ante el mandato de Jesús, se pusieron en camino hacia el templo de Jerusalén. Tenían que caminar unos buenos kilómetros. Seguían siendo leprosos y... ¿cómo subir así hasta Jerusalén y presentarse a los sacerdotes? ¿No sería mejor esperar hasta constatar que estaban realmente curados? Vencieron estas dificultades y, en el camino sintieron que su carne se renovaba y quedaba sanada. La obediencia de la fe dispone lo necesario para el milagro. ¿No es acaso también la obediencia de la fe la que hace que Pablo esté encarcelado por el Evangelio? ¿La que permite a Pablo soportar cualquier sufrimiento para que la salvación llegue a todos? Puede ayudarnos a meditar aquello que dicen los testigos de la vida y del ministerio de san José Gabriel del Rosario Brochero: “Vivía según la fe” … de ahí su caridad pastoral y su muerte en cruz (cieguito y leproso) y por eso pudo decir antes de morir: “Yo me fío de la misericordia de Dios”. La "curación" total. Naamán quedó curado de lepra, pero seguía enfermo de ceguera espiritual. Como hombre bien educado retorna a casa de Eliseo y le ofrece, en señal de agradecimiento, ricos regalos. Eliseo los rehúsa. Ahora, ante el hombre de Dios, comienzan a abrírsele los ojos sobre el verdadero Dios, hasta el punto de llegar a decir: "Tu siervo no ofrecerá ya holocausto ni sacrificio a otros dioses más que a Yahvé". Algo semejante le sucede a uno de los leprosos al quedar curado. Nueve de ellos prosiguen su marcha hacia Jerusalén, se presentan al sacerdote y regresan felices a la casa familiar, olvidándose de Jesús e imposibilitando con ello el que Jesús les otorgue la salvación que Él ha venido a traer a los hombres. El último, un samaritano, al verse curado, siente interiormente el impulso de volver a Jesús para agradecérselo. Se postra a sus pies en adoración agradecida. Y Jesús le concede no sólo verse libre de la lepra, sino también del pecado, de todo aquello que le impedía obtener la salvación. "Vete, tu fe te ha salvado". A Pablo el encuentro con Jesús en el camino de Damasco le ha abierto los ojos a la fe en Cristo, liberándole de su mentalidad estrictamente farisaica, de su odio a los cristianos, incluso de las mismas debilidades humanas, hasta el punto de soportar serenamente las cadenas de la prisión y de mantenerse firme en el seguimiento y anuncio del mensaje evangélico. Jesucristo en verdad es el gran médico de cuerpos y almas. Sugerencias... Razones para obedecer. Todo hombre, desde el nacimiento hasta el fin de la vida temporal e ingreso a la pascua definitiva, está llamados a una vida de obediencia. Como hombres y como cristianos resulta provechoso que tengamos buenas razones para obedecer, como disposición necesaria para alcanzar la plenitud. - La obediencia agrada a Dios. Dios no es un extraño, es nuestro Padre. ¿Cómo no buscar agradarle? - Jesús, nuestro modelo, es un testigo supremo de obediencia. Obedeció a Dios en los largos años pasados en Nazaret, sometiéndose a sus padres. Obedeció a Dios durante su vida pública, teniendo como su alimento diario la voluntad de su Padre. Le obedeció hasta la muerte y tuvo una muerte de cruz. - El Espíritu Santo nos acompaña y fortalece interiormente, de modo que al obedecer no nos sintamos solos. - El "SI" de María nos impulsa, en nuestra obediencia solícita, sencilla y constante, a la vocación y misión que Dios nos ha confiado. El "hágase en mí según tu palabra" generoso de María, que recordamos tres veces cada día (Ángelus), es un aliento en la conciencia cristiana. Así lo comprendió san Juan Pablo II y en su lema pontificio lo dejó estampado con la expresión “Totus tuus” - El carácter social del hombre y el carácter comunitario de la fe hablan por sí mismos de la necesidad de una ‘organización’, de una autoridad, y, por consiguiente, de la necesidad de la obediencia para vivir la caridad y la justicia (cfr.: Benedicto XVI, 16 de dic, 2012). - La obediencia, cuando se hace con fe y con amor, infunde una gran paz en el que obedece. El lema episcopal del San Juan XXIII lo pone de manifiesto: “Oboedientia et pax”. - La obediencia creyente y amorosa contribuye poderosamente a la maduración de la personalidad cristiana, que tiene como programa, por encima de todo, la voluntad de Dios. "Ante todas las cosas, tu Voluntad, Señor", para la mayor gloria de Dios y salvación del género humano (San Ignacio de Loyola). - La eficacia que la obediencia proporciona a una institución civil o eclesiástica en la consecución de sus fines propios. De la unión y de la obediencia viene la fuerza… y si por Cristo y con Él hacemos las cosas de cada día, el mundo se irá transformando de fe en fe hasta alcanzar la plenitud y madurez en el tiempo y en la eternidad (cfr. León XIII, consagración del mundo al Sagrado Corazón de Jesús). Corazón Inmaculado de María, ruega por nosotros Área de archivos adjuntos

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...