lunes, 12 de febrero de 2018

HOMILÍA MIÉRCOLES DE CENIZA (14 de febrero 2018)



MIÉRCOLES DE CENIZA (14 de febrero 2018)
Primera: Joel 2, 12-18; Salmo: Sal 50, 3-6a. 12-14. 17; Segunda: 2Corintios 5, 20–6, 2; Evangelio: Mt 6,1-6.16-18
Nexo entre las LECTURAS
El miércoles de ceniza es un llamado a la interiorización de los actos de penitencia y de conversión. Así en la primera lectura Dios nos dice mediante el profeta Joel: "Desgarren su corazón y no sus vestiduras". En el evangelio Jesucristo, al enseñar sobre las tres prácticas de piedad del judaísmo: ayuno, oración y limosna, en las tres insiste: "No hagan el bien para que ser vistos por los hombres, y que ellos los recompensen". Finalmente, san Pablo exhorta a los corintios a que se dejen reconciliar con Dios para tener experiencia de la fuerza salvadora de Él, y a que no dejen pasar el tiempo favorable, el día de la salvación (segunda lectura).
Temas...
- Todos los cristianos y todos los hombres somos invitados a reproducir en nosotros, en cuanto es posible humanamente, la intimidad y la familiaridad de Jesucristo en sus relaciones con Dios, su Padre y, desde la Resurrección y Pentecostés, nuestro Padre. Sólo cuando hay una verdadera interiorización, las manifestaciones externas de la religiosidad y las diversas prácticas del culto y de la piedad dejan de ser objeto de manipulación por parte nuestra, como pura obligación "religiosa", para ser, en realidad, obediencia de corazón al Dios de la vida y por eso crecimiento en la dignidad humana. Es propio de la experiencia humana que, cuando algo ha calado profundamente en el alma, sienta la necesidad de manifestarlo y compartirlo. Sólo desde la fe (de alguna manera verdadera religión interior) el paso a las manifestaciones religiosas, a la piedad popular, es auténtica. En efecto, del corazón que ama a Dios y a los demás con amor verdadero nace el impulso interior a la penitencia, el ayuno, la oración, la limosna. Ese tal hombre nuevo no hace caso a los falsos profetas.
- Las prácticas religiosas son necesarias, pero si no surgen del corazón puro, de la conciencia como sagrario del Espíritu Santo, son fácilmente manipulables e instrumentalizadas por los hombres al servicio de objetivos egoístas. Jesucristo, en el evangelio, pone el dedo sobre este punto tan delicado. Ayunar, dar limosna, orar son prácticas buenas en sí, pero se instrumentalizan cuando se llevan a cabo sólo para ser vistos y alabados por los hombres, cuando se horizontaliza. A los ojos de los hombres, esos que dan limosna haciendo sonar una trompeta para que todos se enteren, o que oran en las esquinas de las plazas para que todos se den cuenta de que oran y de que saben de memoria largas oraciones, o que ponen cara triste para dar a entender que han ayunado, pueden pasar por hombres sumamente piadosos y hasta ser considerados ‘santos’, pero, Jesús anuncia que a Dios no lo engañamos, no se le puede engañar. Dios mira el corazón, lo ve, y sabe si somos egoístas o piadosos… sabe cómo es nuestro ayuno, limosna y oración.
- Todo hombre, en la conciencia, sabe cómo es su actuar y su vida… sabemos si no siempre estamos en paz o reconciliados con Dios. Nos damos cuenta, por Su amor y gracia, que a veces no estamos bien ligados a Dios, y otras tantas que hemos roto la relación con Él y también sabemos si vamos, con humildad, por el buen camino. Dejarse reconciliar es volver a aceptar nuestra condición de pecadores y mostrar que queremos establecer con Dios relaciones auténticas, nuevas y sanas: no de enemistad o de odio, sino de amor y servicio, no de separación o apartamiento sino de cercanía e intimidad. No somos nosotros quienes nos reconciliamos con Dios, más bien tenemos que dejarnos reconciliar; somos libres para aceptar la reconciliación, pero no para crearla o iniciarla. A nosotros, cristianos, quien nos reconcilia con Dios es nuestro Señor Jesucristo por medio de su cruz y de su gloriosa resurrección. Por eso, cada Domingo, en que conmemoramos tales realidades y misterios, es el tiempo propicio para que Jesucristo haga eficaz en nosotros la obra de su reconciliación con el Padre y, con Su ayuda, con nuestros hermanos.
Sugerencias...
Ya en los primeros escritos de los cristianos (siglo I) se habla de las prácticas penitenciales cristianas. Esas prácticas penitenciales y "religiosas" han estado siempre presente en la vida de la Iglesia, y lo continúan estando. Según las épocas y las costumbres de los pueblos, esas prácticas eran más rigurosas o menos, más numerosas o reducidas. Cuando, hoy, leemos sobre las penitencias de los monjes irlandeses o los gestos penitenciales de los hombres medievales, nos causan sorpresa y pensamos que eran exageradas; pero no parece ser que en esas épocas y lugares pensasen de la misma manera que nosotros, TAL VEZ nosotros dejamos de acercarnos a Dios de esa manera, pues los santos también hoy (Brochero, Jacinta, Francisco) hacían penitencia, y vaya que la hacían y mucha. En nuestro tiempo la Iglesia ha atenuado las prácticas penitenciales prescritas, y quedaron el ayuno, la abstinencia, la penitencia impuesta por el sacerdote al finalizar la celebración del sacramento de la reconciliación. COMO buena y verdadera Madre, la Iglesia no ha dejado de indicar otras prácticas de penitencia más acordes con nuestro tiempo y sobre todo la penitencia interior, es decir, de nuestras pasiones de orgullo, de vanidad, de deseo de tener y dominar, de la concupiscencia de la mente y del corazón, del afán de aparecer... Esta es la penitencia que sin duda alguna más agrada a Dios y además la que más nos beneficia espiritualmente a nosotros, pues nos conduce a desprendernos de nuestro yo y de todo aquello en que el ‘yo’ ocupa el lugar primero, incluso respecto al mismo Dios. Porque, ¿qué sentido tiene macerar el cuerpo, cuando el corazón está podrido de egoísmo? ¿Es la penitencia de nuestro egoísmo y de nuestro orgullo la que más practicamos los cristianos? En la parroquia, en la familia, en la escuela, hay que ir enseñando poco a poco a los niños y adolescentes este tipo de penitencia, en la que reside el verdadero sentido de la penitencia cristiana.
En la parroquia hay muchas celebraciones y actividades… y en el centro de la vida parroquial, está la celebración de la Eucaristía, de los sacramentos… pero están, también, las actividades de catequesis y de caridad, especialmente con pobres, enfermos, ancianos, emigrantes, desocupados; están las actividades de misión y las culturales, deportivas, sociales... No está mal preguntarse alguna que otra vez con qué intención las personas que animamos algunas de esas diversas actividades es que lo hacemos. Recemos para que siempre la intención sea pura delante de Dios... que no se mezclen intenciones desordenadas, y en tal caso que podamos convertirnos cuando estas aparezcan. Jesucristo nos repite de nuevo: "Conviértanse, Crean". El periodo de Cuaresma que iniciamos debe propiciar un examen de nuestra conciencia para ver más a fondo y con sinceridad cuáles son las intenciones de nuestros comportamientos, actitudes, actividades, proyectos y realizaciones.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

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