lunes, 17 de julio de 2023

HOMILIA Domingo decimosexto del TIEMPO ORDINARIO cA (23 de julio de 2023)


 Domingo decimosexto del TIEMPO ORDINARIO cA (23 de julio de 2023)

Primera: Sabiduría 12, 13. 16-19; Salmo: Sal 85, 5-6. 9-10. 15-16a; Segunda: Romanos 8, 26-27; Evangelio: Mateo 13, 24-43 

Nexo entre las LECTURAS

Jesús nos pide que seamos pacientes y misericordiosos, es el nexo. El texto que escuchamos del Libro de la Sabiduría nos habla del infinito poder de Dios, y de lo bien que sabe administrarlo, siendo benigno e indulgente. Así, es ejemplo para que nosotros también sepamos gestionar el tiempo que tenemos para hacer el bien en el amor y en el servicio. En relación con esta reflexión del Libro de la Sabiduría, el salmista proclama el amor, la bondad y la clemencia de Dios, ante quien se postran todos los pueblos y a quien el propio salmista le pide fortaleza. La segunda lectura se toma de la Carta a los Romanos. San Pablo nos habla de cómo el Espíritu Santo, de un modo misterioso, nos ayuda a orar desde lo más hondo de nuestro corazón. Y Dios Padre escucha esta oración. Del Evangelio, según san Mateo, escuchamos un largo texto del capítulo 13 en el que Jesús cuenta tres parábolas sobre el Reino de Dios: la cizaña, el grano de mostaza y la levadura. A continuación, los discípulos le piden que les explique la parábola de la cizaña… Jesús nos pide que seamos pacientes y misericordiosos.

Temas...

Entra en escena la cizaña. El pasado Domingo la parábola del sembrador nos aportaba un mensaje de esperanza: no somos tierra abandonada. Somos tierra de siembra. Porque el Señor sale siempre a sembrar en nosotros.

Pero en la parábola que acabamos de escuchar hoy, las cosas se ‘complican’. Es como si, después de ofrecernos una visión de conjunto del campo, la cámara se acercará más y más al objetivo y nos ayudará a descubrir aquello que de lejos no podíamos distinguir, Resulta que en el campo no todo es trigo. Entremezclado con él, ha crecido también la cizaña, una hierba venenosa que sería capaz de alterar la harina. Ha pasado desapercibida porque tan sólo es posible identificarla cuando hecha espigas.

Es comprensible la alarma de los jornaleros al darse cuenta. Van corriendo al encuentro de su amo y le dicen: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Y se produce un diálogo entre criados y amo, en el que está contenida la lección esencial de la parábola. Fijémonos.

Después de mostrarse escandalizados por el hecho, como si no quisieran aceptarlo, los criados hacen una sugerencia insensata: "¿Quieres que vayamos a arrancar la cizaña?".

Por el contrario, el amo no se muestra escandalizado. Deja entender que ya sabe de qué va la cosa: "Un enemigo lo ha hecho". Y rechaza la propuesta de sus criados con un argumento de sentido común: "No, que podrían arrancar también el trigo. Déjenlos crecer juntos hasta la siega". Será entonces el momento de la separación.

Puesto esto… vayamos ahora al significado de la parábola.

El campo es el mundo. También, en el contexto de este capítulo 13 de Mateo, puede significar el Reino de Dios, la vida de la Iglesia. En el mundo hay mucho trigo, pero también abunda la cizaña. La vida de la Iglesia está llena de la buena semilla que en ella siembra el Hijo del hombre, pero el espíritu del mal también esparce en ella la cizaña del pecado. ¿Cuál debe de ser nuestra actitud, sobre todo cuando algún hecho especialmente doloroso nos hace caer en la cuenta de lo cruda que puede llegar a ser la vida real?

No nos escandalicemos. La parábola de hoy (trigo y cizaña) nos enseña, en primer lugar, a no escandalizarnos ante la presencia del mal. Hay quien encuentra motivos para dudar de Dios al percatarse de que la corrupción abunda más de lo que sospechaba. Hay también quien halla motivos de desánimo ante las debilidades y el pecado de los demás. O quien a partir de ahí tiene un pretexto para desentenderse de sus responsabilidades cívicas, ordinarias y/o las eclesiales. Incluso cuando nuestra apreciación es justa, cosa que no pasa siempre, porque a menudo las apariencias nos engañan, incluso entonces hemos de ser constructivos. Es muy peligrosa la actitud del todo o nada En eso consiste el peligro del puritanismo.

Existe el trigo y existe la cizaña, y la existencia de la cizaña no me debe ser excusa para dejar de ser trigo.

Paciencia contra intransigencia. La paciencia es la segunda lección de esta parábola. Paciencia contra intransigencia. Paciencia como la de Jesús en su pasión, contra el espíritu de cruzada que representa Pedro cuando, en el huerto de Getsemaní, comete ‘el error’ de desenvainar la espada. Recordemos la primera lectura de hoy: "Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia, porque puedes hacer cuanto quieres. Obrando así enseñaste a tu pueblo que el justo debe de ser humano...". Todos tenemos que convivir, poniendo el juicio en manos de Dios. En esto consiste el buen estilo evangélico. Y no olvidemos aquello que gustaba afirmar san Pedro Crisólogo: "La cizaña de hoy, puede convertirse mañana en trigo".

La fuerza del Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad. Todavía podemos destacar una tercera lección de la parábola de hoy: hemos de confiar en la fuerza del trigo, en la fuerza del bien, en la fuerza del "Espíritu que viene en ayuda de nuestra debilidad", como nos ha dicho san Pablo en la segunda lectura. Por más cizaña que haya, el trigo sigue creciendo, nunca para de crecer... Así lo veremos en el día de la siega.

Las dos breves parábolas intercaladas en la del trigo y la cizaña, también estimulan esta confianza: el grano de mostaza es pequeño pero crece más alto que todas las hortalizas... La levadura se diría que desaparece escondida en la harina, pero hace que la masa fermente... Ni el grano de mostaza ni la levadura necesitan que nadie les añada potencia artificial y pretenciosa. La tienen toda. Les viene del Espíritu.

Sugerencias...

Ser apóstoles del bien. No cerraremos los ojos al mal, mas ¿por qué casi nos volvemos ciegos para el bien? Casi que el bien no tiene apóstoles, sino más bien y con frecuencia críticos. En cambio, el mal, el crimen, el desorden moral está en las pantallas de la televisión y de las redes sociales, en los titulares de los periódicos y en los labios de muchos –que se dicen- cristianos. Muchos están ocupados por el medio ambiente y por la ecología del planeta, por las mascotas o las especies en extinción; habremos de interesarnos, al menos por igual, de la ‘ecología moral’ de nuestros medios de comunicación social, de la ‘limpieza ética’ de las calles de nuestras ciudades. Si el grado de contaminación atmosférica sube más allá de lo normal, enseguida se adoptan medidas para hacerlo descender, pero, ¿qué pasa si la contaminación inmoral sube más de lo decente y honesto? A cualquiera que ponga el dedo en la llaga, le lloverá un diluvio de críticas y no pocas veces de improperios. Ciertamente hay que aplacar el mal que se ve y que se propaganda; sepamos que es muy importante y eficaz acallar el mal con la proclamación del bien, desarraigar el mal a base de bien y de bondad, de paciencia y comprensión.

La Iglesia es de todos y hay lugar para todos. Hay santos y hay pecadores, hay líderes y hay liderados, hay trigo y hay cizaña, hay flaqueza del hombre y hay misericordia de Dios. Iglesia santa y pecadora. Así es nuestra Iglesia. Como la luna con fases de esplendor (llena) y ausencia de esplendor (nueva), con luz que no es propia, sino que nos viene del Sol, Jesucristo resucitado. Aquí está presente el profundo realismo que nos invade y nos envuelve. Por prolongación, podríamos también decir: "Parroquia santa y pecadora", "institución religiosa santa y pecadora". Seamos realistas con nosotros mismos y en nuestra actividad pastoral. Tengamos fe, con todo, en que puede crecer en medio de nuestra comunidad parroquial o religiosa y en la misma familia, la santidad y disminuir el pecado. Con la liturgia de hoy estemos seguros de que "Dios puede utilizar su poder cuando quiera" (primera lectura) y de que "el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza... e intercede por nosotros con gemidos inefables" (segunda lectura). Convenzámonos con el Evangelio de que la semilla del bien va a transformarse en un árbol gigante.

Es el tiempo de la siembra y el tiempo de la vida el Tiempo Ordinario. En invierno se nota más… pues, bajo una aridez aparente, fecundan las semillas. Parecería que no hay señales de vida porque la vida late bajo la tierra fértil. Día a día, semana tras semana, penetra en nosotros la semilla, la Palabra que Dios que el sembrador esparce en nuestra tierra, en las tierras diversas de las que Jesús hablaba (Mt 13, 1-8; 18-23). Mientras vivimos el “Tiempo Ordinario” atendemos a la profundidad de nuestras vidas personales, acogemos en nuestra entraña creyente la semilla; el Espíritu, la fecunda y van naciendo en nuestra entraña brotes de vida. El “Tiempo Ordinario” es tiempo de interioridad, de madurez, de silencio y contemplación, de lluvias y fríos y rocíos, de vida latente que crece y empuja. Tal vez es por eso (conveniencia), que el color verde sea el color de este Tiempo.

María, Virgen fecunda, ruega por nosotros.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...