lunes, 19 de febrero de 2018

HOMILIA Segundo Domingo de CUARESMA cB (25 de febrero 2018)

Segundo Domingo de CUARESMA cB (25 de febrero 2018)
PrimeraGénesis 22, 1-2.9.10-13; Salmo: Sal 115, 10. 15-19; Segunda: Romanos 8, 31-34; Evangelio: Marcos 9, 2-10
Nexo entre las LECTURAS
El amor de Dios al hombre y del hombre a Dios, compendia la liturgia de hoy. El amor de Dios a los discípulos que, después del primer anuncio de la pasión, les revela el esplendor de su divinidad (Evangelio). Amor misterioso, de Dios a Abraham, al infundirle una absoluta confianza en su providencia, frente al mandato de sacrificar a su hijo Isaac (primera lectura). Amor de Dios que no perdonó a su propio Hijo, antes bien lo entregó a la muerte por todos nosotros (segunda lectura). Amor, por otra parte, de Abraham a Dios, al estar dispuesto a sacrificar a su hijo único en obediencia amorosa (primera lectura). Amor de los discípulos en la disponibilidad para obedecer al Padre que les dice: Éste es mi Hijo muy amado. Escúchenlo (Evangelio). Amor de Jesús que nos salvó mediante su muerte e intercede por nosotros desde su trono a la derecha de Dios (segunda lectura).
Temas...
Amor de Dios. Dios es un misterio infinito. Su modo de actuar y de amar está también lleno de misterio.  Misterio para nuestra mente y para nuestra lógica humana. Sólo el corazón puede entreabrir la puerta del misterio y vislumbrar, por la fe, una mínima parte de su sobrecogedora grandeza. En efecto, a la lógica humana resulta ‘misterioso’ que Dios haya dado un hijo a Abraham, hijo de la promesa que Dios, para que luego le pida sacrificarlo sobre el monte Moria. Como parece igualmente misterioso que Dios ame a su Hijo Jesucristo con un amor de Padre y luego le pida sufrir la máxima ignominia muriendo en una cruz como un esclavo. Y no es menos paradójico que el hombre haya recibido la salvación de Jesucristo y luego se encuentre en el trabajo de cada día con tremendas fuerzas hostiles que le hacen dudar de dicha salvación. No deja, sin embargo, de ser verdad que Dios supera las paradojas y une los extremos aparentemente contradictorios con lazos inseparables de amor. No es que Dios ame menos en un caso que en otro. Más bien habrá que decir que su amor es diferente. El hombre, por su parte, no deberá tratar de racionalizar los caminos de la actuación divina, pues fracasará siempre con toda seguridad, sino más bien deberá dilatar el corazón y buscar "creer y comprender" con la esperanza y la caridad.
Formas de amar. La liturgia de hoy nos presenta tres de estas formas de expresar el amor.
A) Ver. Sobre el monte Moria "Dios provee" y de esta manera manifiesta su amor a Abraham. Por su parte, Abraham "vio" un carnero enredado en un matorral y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Así mostró su amor agradecido al Señor. En el texto evangélico, Pedro, Santiago y Juan vieron a Jesús transfigurado con el esplendor de la divinidad y por los ojos les prendió el deseo de morar allí contemplando y gozando amorosamente de esa experiencia inefable. Pedir a Dios, con humildad y paciencia, la gracia de ‘verlo’ vivo y presente entre nosotros.
B) Escuchar. Es dulce al oído escuchar la voz de la persona amada. Por eso, Abraham que ama a Dios, escucha su voz que le llama y enseguida responde: "Aquí estoy", en un gesto de disponibilidad desde el amor. Por eso, el Padre invita a los discípulos a escuchar a Jesús para que a través de sus palabras lleguen a sus oídos las revelaciones del amor hasta la locura de la cruz. Escuchar la voz del amado entraña una actitud de obediencia. De ahí que la auténtica obediencia cristiana coincida con la escucha de la voz divina, que pone en movimiento el deseo de hacer lo que quiera el amado.
C) Experimentar. Estamos llamados a hacer experiencia  del amor del Señor y del prójimo. El amor que pasa por la experiencia del servicio y de la entrega-ofrenda supera el sentimentalismo y el solo ‘me gusta’ o ‘no me gusta’. Abraham experimentó el amor fiel de Dios, por eso su amor permaneció firme en el momento de la prueba. Jesús experimentó el amor del Padre y el amor a los hombres, por eso pudo abrazar la cruz con decisión y libertad. Y a Pablo, que ha experimentado de modo fuerte el amor de Cristo, ¿quién le podrá separar de ese amor?
Sugerencias...
Un camino difícil pero necesario... Los  evangelios nos presentan el progresivo descubrimiento (fe) de los  apóstoles. Los discípulos, ayudados por Jesús de Nazaret, van descubriendo su actuación y la presencia de Dios en Él. Pero este progresivo descubrimiento es difícil, es un  camino de fe (catequesis) que exige ir siguiendo al Maestro, paso a paso. De esta manera van creciendo en la fe y en el amor. Este camino de  progresivo descubrimiento, no lo podemos evitar. Aunque muchos (tal vez todos) tendemos a ahorrárnoslo. Para algunos hasta hay que sacarse las catequesis de encima. Es como que tendemos a  creer que ya conocemos a Jesucristo, que ya sabemos bien quién es. Pero lo que sucede a menudo es que nos contentamos con una imagen parcial, desfigurada de Él. Hemos de buscar unos momentos privilegiados (esto es la Cuaresma) que  nos permitan transfigurar esta realidad, no para evadirnos sino, por el contrario, para  poder encontrarnos, cara a cara, con Dios y con el prójimo… amor y servicio, amor y compromiso, amor y ofrenda.
Un camino de descubrimiento: se llega a la Vida pasando por la muerte... la fe (camino que hacen los Doce) incluye el creer que la acción de Dios, en Jesucristo, conduce a la humanidad hacia la plenitud de la Vida –por eso aparecen Moisés y Elías, que muestran que Jesús Glorificado es la plenitud–. Creer que vamos  hacia aquello que en el Credo rezamos "la resurrección de la carne y la vida eterna", es decir, definitivos, de total realización humana por la comunicación del amor de Dios, –es lo que significan los símbolos de los vestidos blancos y  deslumbradores–. Pero esta afirmación básica de la fe cristiana, los apóstoles consiguen unirla con otra: el camino hacia la plenitud de vida pasa por la entrega diaria y por el sufrimiento, por la persecución, por el aparente fracaso. Creyeron y creemos que Jesucristo llegará a la gloria de la Resurrección pasando por la lucha e ignominia de la Pasión y Muerte.
Nuestro camino de cada día... Esta experiencia de fe de los apóstoles y lo que fue para ellos: ‘la difícil catequesis de Jesús’, la Iglesia quiere que la vivamos nosotros en la entrega de cada día, especialmente en este tiempo de Cuaresma, caminando hacia la  Pascua en el ayuno, la oración y la limosna (práctica de la caridad). Que no nos contentemos con una fe superficial, con una fe sin contenido, sin  camino. Que también nosotros sepamos unir la nuestra fe en que Dios está vivo-activo entre  nosotros para llevarnos hacia la plenitud de vida, con la afirmación de la necesidad de la entrega, lucha, con el reconocimiento de la fuerza liberadora del esfuerzo cotidiano, asistidos por el Espíritu Santo. Descubrir esta realidad más profunda de nuestra fe en nuestra vida, es una gracia de  Dios, una gracia de ‘transfiguración’, no para evadirnos del camino de cada día sino, por el contrario, para vivirlo plenamente. Pidámoslo en la Eucaristía de hoy.

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