lunes, 11 de abril de 2022

HOMILIA JUEVES SANTO DE LA CENA DEL SEÑOR (14 de abril 2022) P. ANGEL


 JUEVES SANTO DE LA CENA DEL SEÑOR (14 de abril 2022)

Primera: Éxodo 12, 1-8.11-14; Salmo: Sal 115, 12-13.15-16bc.17-18; Segunda: 1Corintios 11, 23-26; Evangelio: Juan 13, 1-15

Nexo entre las LECTURAS

El Jueves Santo es un canto a la liberación. Celebramos la Pascua cristiana: el paso liberador de Dios por la historia mediante la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, conmemorada en la celebración de la Eucaristía (segunda lectura). La Pascua cristiana revive y perfecciona otra pascua, otra liberación, llevada a cabo por Dios mediante su siervo Moisés: la liberación de los israelitas de la esclavitud egipcia (primera lectura). El texto evangélico nos sitúa ante una liberación interior, la liberación de nuestro egoísmo para ser libres, amar y servir a nuestros hermanos, siguiendo el ejemplo de Jesucristo… libertad interior que se expresa en gestos concretos en el exterior que nos hace amar de una manera nueva y hasta el fin (ejemplo de los mártires).

Temas...

Jesús nos deja un testamento, una consigna. "Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros, como yo los he amado". Esta noche sentimos bien vivas las palabras de Jesús. Son su testamento. Hoy, esta noche, cuando Jesús sabe, y nosotros sabemos, que aquella vida tan rebosante de amor acabará destruida en la cruz, sus palabras resuenan muy claras en nuestra asamblea. Tan claras como resonaron en el cenáculo, cuando los discípulos, en aquella “última cena”, no sabían qué decir ni qué hacer para detener el drama que veían que se les acercaba: el drama inconcebible de la muerte del Maestro.

Jesús llega hoy al final de su camino. Ha querido mostrar, a lo largo de todo el tiempo que ha ido recorriendo su tierra de Palestina, cuál era la voluntad de Dios para los hombres: cuál era la felicidad que Dios quería para los hombres, cuál era el estilo de vida capaz de dar realmente gozo y paz. Mucha gente, muchos hombres y mujeres, pequeños y ancianos, se entusiasmaron con Jesús, sintieron que la vida se les iluminaba: eran los sencillos, los que no tenían intereses que mantener. Otros, en cambio, se encontraron incómodos, y empezaron a mirarlo mal: estaban demasiado bien acostumbrados, vivían demasiado tranquilos con su religión o con su poder político y Jesús les trastornaba aquella tranquilidad. Ahora, al final de todo, cuando aquellos a quienes Jesús estorbaba ya han conseguido cercarlo y muy pronto lo detendrán y lo matarán, Jesús cena con sus discípulos, sus amigos más cercanos, y les da como una consigna, un resumen de todo lo que él ha hecho y quiere que sus amigos continúen. Aquellos amigos suyos, y todos los que vendrán después: nosotros.

¿Qué quiere decir la consigna de Jesús? La consigna nos la sabemos de memoria, y haríamos bien en repetírnosla cada mañana al levantarnos y meditarla: "Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros, como yo los he amado". Jesús empieza diciendo que esto es un mandamiento nuevo. Y era nuevo entonces, y podemos decir muy bien que lo es también ahora, y lo será siempre. ¿Por qué? Porque no es nuestro criterio común de actuación, ni el de nuestro mundo. Porque seguir el mandamiento de Jesús siempre comporta cambiar, convertirse, romper las maneras de vivir que llevamos metidas en nuestro interior. Comporta un volver a empezar continuamente, empezar siempre de nuevo. Nos iría muy bien, levantarnos cada mañana diciendo: Tenemos un mandamiento nuevo. Y recordar que este mandamiento nos lo dio Jesús el día en que se disponía a ‘morir’ por nosotros, el día en que se disponía a darlo todo a nuestro servicio. Si pensáramos esto, seguro que tendríamos muchas ganas de ser fieles a este mandamiento. El mandamiento de Jesús, el mandamiento nuevo, es: "Que se amen unos a otros". Amar quiere decir querer la felicidad del otro, y ser capaz de renunciar a cosas y posiciones mías para que el otro pueda ser feliz. Y cuando decimos "el otro", no pensamos sólo en los que tenemos más cerca, o en los que nos caen bien. Cuando decimos "el otro", nuestros ojos deben ir más allá, deben superar las barreras de la familia, o de los amigos, o del mismo país. Y han de saber descubrir, para combatirlas, muchas cosas: las envidias de nuestro corazón, las ganas de tener razón, las ganas de vivir bien sin pensar en nada más...; y las situaciones de injusticia, y las malas condiciones de trabajo de mucha gente, y las desigualdades, y el racismo y la guerra en Ucrania. Cuando Jesús nos llama a amar, nos llama a esto.

Y al final de todo, el mandamiento de Jesús acaba con unas palabras definitivas: "Como yo los he amado". Y él nos ha amado así: dándolo todo, dando la vida. Cuando hoy lo vemos lavando los pies de sus discípulos como señal de su entrega total, cuando esta noche lo podremos contemplar orando en Getsemaní, cuando mañana fijaremos nuestra mirada en su cruz, comprenderemos con mayor claridad que nunca lo que quieren decir sus palabras. ¿Y cómo seríamos nosotros capaces de llamarnos cristianos si no quisiéramos amar como él nos ha amado?

Jesús nos acompaña con la Eucaristía. Hoy, Jesús nos ha dejado un mandamiento nuevo. Pero nos ha dejado, a la vez, bien lo sabemos, el sacramento de su presencia por siempre entre nosotros. Su presencia que es alimento, fuerza, Espíritu de vida que nos ayuda a caminar, que nos hace amar. Cada domingo, semana tras semana, él viene a nosotros, él se nos da. Y nosotros, recibiéndolo, sentimos renovarse en nuestro interior las ganas de seguirle, la voluntad de amar como él nos ha amado. Celebremos, pues, esta Eucaristía del Jueves Santo con un gran espíritu de agradecimiento. Porque Jesús nos quiere como continuadores de su camino. Porque Jesús está por siempre con nosotros para alimentarnos y hacernos caminar. Porque Jesús también eligió a algunos como sus ministros para hacerse presente en su Cuerpo y Sangre, pan y vino consagrados. Por eso también HOY rezamos por las vocaciones sacerdotales.

Sugerencias...

Pasado, presente, futuro. La Eucaristía es a la vez el recuerdo más entrañable que tenemos de Jesús, y la presencia más intensa de su amor incalculable, y la promesa más cierta de nuestro futuro junto a él. La Eucaristía es memoria, presencia y profecía. Resumen perfecto de todas las ofrendas del Viejo Testamento; síntesis adorable de todas las finezas de Jesús con nosotros; pregustación suavísima de los gozos que sólo serán mejores en la eternidad.

Descanso. La Eucaristía es descanso para la vista, el oído, el paladar, el corazón y la mente. Descansa nuestra vista mirando al que es bello y fuente de belleza. Descansa nuestro oído recibiendo el eco de su palabra de gracia. Descansa nuestro paladar encontrando un sabor de amor que está lejos del hambre y del hastío. Descansa el corazón amando en la certeza de nunca ser defraudado. Descansa la mente descubriendo que la verdad última de nuestro ser es que hemos sido amados antes de ser creados, y amados para ser perdonados, y amados para tener vida eterna.

Comunión. La Eucaristía es comunión con Dios y con los hermanos. Comunión significa más que "común unión", es “común misión”. Tener comunión es entender el lenguaje del otro; saber de qué ríe, por qué llora, qué le preocupa y cómo se le consuela. Estar en comunión con Dios es vibrar con su amor por los pequeños, los pobres y los tristes; es llorar con las lágrimas de Jesús por los pecadores, los endurecidos y los crueles; es padecer con el corazón del Señor y derramar sobre el mundo gracia como la suya y mirada como la suya también. Estar en comunión es saber ir y volver del corazón del Amado. Es tener siempre una puerta abierta para el Amigo. Es cantar sus canciones y darle nuestras poesías. Es sentir que el tiempo se muere y que la eternidad amanece.

Inmaculada Madre Del Divino Corazón Eucarístico, ruega por nosotros.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...