lunes, 12 de junio de 2023

HOMILIA SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. Solemnidad cA (16 de junio 2023)


 SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. Solemnidad cA (16 de junio 2023)

PrimeraDeuteronomio 7, 6-11; Salmo: 102, 1-4. 6-8. 10; Segunda: 1 Jn 4, 7-16; Evangelio: Mateo 11, 25-30

Nexo entre las LECTURAS… y Temas...

La solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús es la celebración del amor de Dios a los hombres, que culmina en el don de su Unigénito, el cual ha amado al mundo con «corazón de hombre» (GS 22), un corazón tomado para instrumento de amor infinito. La primera lectura (Dt 7, 6-11) sube a la consideración del amor de Dios en el Antiguo Testamento, manifestado sobre todo en las relaciones con Israel. Dios eligió a ese pueblo, no porque tuviese méritos especiales, sino por elección libre de su amor: «Si el Señor se enamoró de ustedes y los eligió, no fue por ser ustedes más numerosos que los demás –porque son el pueblo más pequeño–, sino por puro amor» (ib 7-8). La historia de Israel tiene una sola explicación: el amor de Dios. Por amor lo eligió Dios, lo libró de Egipto, pactó con él una Alianza, le dio en posesión la tierra prometida, hizo nacer de su estirpe al Salvador. Es la historia de todo hombre: Con amor eterno te he amado –le dice el Señor–; por eso he reservado gracia para ti» (Jr 31, 3). Dios llama a la existencia por amor, por amor gobierna y dirige la vida de cada criatura, deseando hacerla partícipe de su bienaventuranza eterna. En verdad que «él nos amó primero» (1 Jn 4, 19).

Sobre esta verdad se detiene la segunda lectura (ib 7-16): verdad que se origina en otra más excelsa aún: «Dios es amor» (ib 8.16). Siendo Él amor, todas sus obras son amor; y la obra que lo demuestra principalmente es «que Dios mandó al mundo a su Hijo único, para que tengamos la vida por medio de él» (ib 9). Para crear al hombre de la nada bastó un simple acto de la voluntad de Dios: para redimirlo del mal, Dios comprometió a su Hijo a que asumiese un cuerpo humano y lo inmolase «como propiciación por nuestros pecados» (ib 10). Fijando su mirada en el Hijo de Dios que se anonadó hasta tomar «condición de siervo» (Flp 2, 7), hacerse siervo de los hombres y morir en cruz por ellos, todos los hombres pueden repetir: «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4, 16). La profundización del misterio hace al hombre capaz de amar en plenitud, ante todo a Dios que nos amó primero y, en Dios, a los hermanos, objeto como nosotros del mismo amor: «Queridos hermanos: si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros» (ib 11).

El Evangelio (Mt 11, 25-30) descubre más aún el amor de Dios al hombre, mostrándolo en el comportamiento de Jesús «manso y humilde de corazón» (ib 29). Jesús tiene una compasión inmensa de todos los sufrimientos y miserias de la humanidad, y dice: «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados y yo los aliviaré» … ¡gran misterio, es éste! y nos anima a acercarnos más que nunca al Sagrado Corazón en los días de dolor (por ejemplo con el COVID-19,  la guerra en Ucrania y todo dolor). PERO no olvidar que lo que más oprime el corazón del hombre es el pecado y para librarlo de este peso Jesús lo tomará sobre sí, lo llevará a la cruz y lo destruirá con su muerte. Por eso no se cansa de ir en busca de pecadores que salvar, de hijos pródigos (varones y mujeres) que devolver al amor del Padre y extraviados que poner de nuevo en el camino del bien. Como única condición pone, para ir con Él, creer en Él y sustituir el peso oprimente del pecado por el liviano de su ley: «Carguen con mi yugo..., porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera» (ib 29-30). La ley de Cristo es «yugo», porque exige disciplina de las pasiones y negación del egoísmo y de la ambición desmedida, pero es yugo «llevadero y ligero» porque es ley de amor. Cuanto más imiten los hombres la mansedumbre y humildad de Cristo, tanto más experimentarán lo dulce que es seguirlo en obediencia al Padre, lo dulce que es amar como Él ha amado, aun cuando el amor exija los mayores sacrificios. «Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso» (ib 29). El Corazón de Cristo es fuente inagotable de consuelo y de salvación, y juntamente escuela de santidad. Y si vamos al MAGISTERIO de su Corazón… de Él aprenderemos como andar los días de nuestra vida peregrinando hacia la eternidad … Recordemos que ¡LOS HOMBRES ANDAMOS MAS CON EL CORAZÓN! que con los pies (cfr.: San Agustín) y por eso seguimos aunque somos tentados de abandonar a Dios y perseguidos por este mundo que pasa.

 

Sugerencias...

Se podría pensar que después de la solemnidad de la Santísima Trinidad, terminaría el Año Litúrgico, las celebraciones restantes sólo podrían significar un declive. Pero esto sería desconocer que el misterio trinitario de Dios sólo se nos revela mediante la entrega perfecta de Jesús. PRIMERO es la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Jesús y DESPUÉS la del Sagrado Corazón de Jesús COMO concreciones últimas del modo como se nos revela el Dios trinitario: el Padre nos da al Hijo en la Eucaristía realizada por el Espíritu; el corazón traspasado del Hijo nos da acceso al corazón del Padre; y el Espíritu de ambos brota de la herida para el mundo.

 

- El evangelio designa a Jesús como «humilde de corazón", pero en un contexto eminentemente trinitario: la afirmación de que al conocimiento recíproco del Padre y del Hijo sólo tienen acceso aquellos a los que el Hijo se lo quiera revelar, y éstos son precisamente los pequeños, «la gente sencilla» o, en el sentido de Jesús, los «humildes»; aquellos, por tanto, que tienen ya sentimientos afines a los del Hijo. Pero el Hijo no tiene estos sentimientos únicamente a partir de su encarnación, sino que los tiene, (podríamos decir) como «Hijo» que es, desde toda la eternidad: su actitud frente al Padre, al que, como origen de la divinidad, designa como «más grande» que Él mismo, su actitud de perfecta obediencia y disponibilidad, no es más que la respuesta a la actitud del Padre, que no oculta nada a su Hijo, sino que le da y le revela todo lo que Dios tiene y es, hasta lo último, hasta lo más profundo e íntimo de sí mismo. Es casi como si la «herida del costado» más original, de la que brota lo último, fuese la herida de amor del propio Padre, de la que hace brotar lo último que tiene. Cuando el Hijo encarnado invita a los que están cansados y agobiados a encontrar su alivio en Él, está siendo en el mundo la imagen perfecta del Padre y nos exhala el Espíritu como OTRO Paráclito.

- La primera lectura (del Deuteronomio), que todavía no conoce el misterio de la Trinidad de Dios, pero sabe ya, por la alianza pactada entre Dios e Israel, que en Dios hay un misterio de amor insondable. Aquí se prescinde de todas las razones lógicas que podrían explicar por qué debía elegirse precisamente a Israel y únicamente queda el amor como motivación de semejante condescendencia y elección divinas. Se recuerda ciertamente que con ello Dios se mantiene fiel al juramento hecho a los padres, pero de este modo la elección amorosa de Dios simplemente se traslada al tiempo de estos padres, en el que en el fondo Dios tenía aún menos motivos para preferir de una manera tan particular a unos pocos hombres, los patriarcas. Con la mirada puesta en el amor insondable de Dios, Israel pudo formular el «mandamiento principal», la respuesta de amor incondicional del pueblo a Dios.

- Con la mirada puesta en el amor del Dios unitrino, manifestado en Jesucristo y demostrado en su pasión, puede Juan, en la segunda lectura, designar a Dios simplemente como «amor». Juan es ciertamente el testigo privilegiado que ha visto el corazón traspasado de Cristo en la cruz, confirmando el hecho de una manera triple y solemne; y en su carta repite una vez más el acontecimiento en el que ha leído su afirmación de que Dios es amor: «Nosotros hemos visto y damos testimonio», dice Juan como testigo ocular, que puede decir enseguida con la comunidad: «Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él». En la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús celebramos la prueba última y definitiva de que el Dios trinitario no es sino amor: en un sentido absoluto e inconcebible que nos supera infinitamente.

Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío… es la súplica que brota de nuestro corazón, humilde y sencillo, que tiene miedo, se asusta y te pide ayuda… entre muchas intenciones… por la salud de todos y para que podamos volver en santidad, si es tu voluntad, al cumplimiento de nuestros deberes acostumbrados. PROMETEMOS hacerlo, con tu ayuda, obedeciendo los mandamientos y practicando las obras de misericordia.

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