miércoles, 23 de febrero de 2022

homilia Domingo Octavo del TIEMPO ORDINARIO cC (27 de febrero de 2022)

 

Domingo Octavo del TIEMPO ORDINARIO cC (27 de febrero de 2022)

Primera: Eclesiástico 27, 4-7; Salmo: Sal 91, 2-3. 13-16; Segunda1 Corintios 15, 51. 54-58; Evangelio: Lucas 6, 39-45

Nexo entre las LECTURAS… Sugerencias...

La fuerza de las palabras. La insistencia frecuente en la necesidad de ACTUAR más que HABLAR puede llevarnos a la falsa idea de que las palabras poco importan. Es un pensamiento trágicamente erróneo porque, en efecto, nuestras palabras pueden sanar pero también herir; pueden guiar o también desorientar. Las palabras tienen esa capacidad de impacto porque también brotan de muy adentro de nosotros. La primera lectura de hoy nos recuerda que en la manera de razonar cada uno revela lo que lleva por dentro. Y es muy cierto: al presentar nuestros argumentos estamos también revelando dos cosas claves: ¿qué tanto importa la verdad? ¿Cuáles son las propias prioridades en este caso?

Conocerse para superar prejuicios. Un buen ‘autoexamen’ es un modo honesto de buscar la verdad. Aquella famosa comparación de Cristo entre la paja y la viga hace ver de modo casi gracioso cómo lo que más nos perturba no es la información exterior sino los prejuicios y sesgos que interiormente llevamos a todas partes. Tomar conciencia de ello es un comienzo de libertad y una buena apuesta hacia la verdad. Una persona honesta de corazón modera sus palabras precisamente porque sabe que su percepción de las cosas todavía puede ser incompleta. La necedad en cambio es temeraria y arrogante. Dicho de otro modo: cuando escuchamos que alguien es consciente de sus "vigas" podemos esperar mucha más luz de esa persona.

Un llamado a la prudencia. La observación que hace Cristo en el Evangelio, en cuanto a los "frutos" como criterio de discernimiento, va en la misma línea de lo que venimos diciendo: ¿qué sale de cada persona? De seguro ello nos puede contar algo de lo que lleva por dentro. Pero esta observación conviene tomarla con una precaución especial. En efecto, en una cultura agraria, "los frutos" son un sinónimo de "la cosecha" es decir: todo lo que la tierra dio en aquella temporada. Fijarse en los frutos implica entonces ampliar la mirada y buscar un arco de comprensión suficientemente amplio. Una persona puede parecer agria el día que la tratamos pero era solo un día; o puede parecer muy bondadosa, y luego se demostró que era aduladora. Ver "los frutos" implica entonces fijarse en toda una cosecha y no solo en unas cuantas muestras. Así se avanza hacia la sabiduría!

Temas...

Contexto Litúrgico. Acaba hoy la primera parte del Tiempo Ordinario, porque el próximo miércoles iniciamos ya la Cuaresma. Además, tanto en la segunda lectura como en el evangelio, concluimos la lectura de los textos que íbamos leyendo a lo largo de las últimas semanas; así acabamos la lectura continuada de la primera carta de san Pablo a los cristianos de Corinto, y también el resumen del mensaje de Jesús que el evangelista Lucas ha recogido en el capítulo 6, y del que hoy leemos el tercer y último fragmento.

Por tanto, toda la liturgia de hoy nos invita a cerrar un período, una etapa del Año Litúrgico, durante la cual hemos ido siguiendo los inicios del ministerio de Jesús, para iniciar otra la próxima semana: la Cuaresma, un tiempo fuerte, con todo lo que comporta.

Estilo sapiencial. La primera lectura de hoy está tomada del libro del Eclesiástico y es el típico texto de la literatura sapiencial con sabor poético. A partir de varias imágenes (la criba, el horno, el fruto del árbol) se nos dice que la bondad del hombre se manifiesta auténticamente después de haber sido probada, después de haber sido examinada. Tan sólo entonces se constata si es algo sólo superficial o si es algo que mana de lo hondo del corazón: "No alabes a nadie antes de que razone, porque ésa es la prueba del hombre". El evangelio de hoy usa este estilo, con una serie de máximas e imágenes del mismo tipo de las que hemos visto en la primera lectura, algunas incluso calcadas: el ciego y el hoyo, el discípulo y su maestro, la paja y la viga en el ojo, el árbol y sus frutos, el corazón y la boca.

El valor de lo interior. También el mensaje de este fragmento de Lucas empalma con el de la 1ª lectura. El núcleo de este mensaje de hoy consiste en valorar lo interior. Jesús invita a la profundidad y a la sinceridad de corazón; a no quedarse con la imagen exterior, que sólo es, al fin y al cabo, un reflejo de la interioridad de la persona. El evangelio tiene dos partes: la primera consiste en una llamada a la humildad, a la sencillez, a la hora de valorarnos a nosotros y a los demás. A partir de las imágenes del ciego que no puede ser guía de otro ciego, y del discípulo que no está tan instruido como su maestro, Jesús hace una llamada a ser conscientes de la propia limitación, a la capacidad de autocrítica. Este pensamiento culmina con el ejemplo de la viga en el propio ojo y la paja en el del vecino: "¿Por qué te fijas en la paja que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?"

Y a partir de la falsa situación del que pretende enseñar siendo ciego o un simple discípulo, y del que pretende corregir a los demás cuando él está aún más cargado de faltas, Jesús invita, en la segunda parte del texto de hoy, a descubrir al hombre en su propia realidad. Una realidad que halla su aspecto más auténtico en lo que hay en el fondo del corazón. Lo que vale en cada persona no es lo que dice, ni lo que hace, sino lo que hay en su corazón. Y lo que hay en el fondo del corazón se expresará después en sus palabras y en sus obras. Con todo esto Jesús nos invita a cultivar la dimensión interior de la persona, aquello que constituye la parte más profunda y auténtica de su ser. Una dimensión interior que Jesús ve en positivo, al decir que "El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien". Pero este tesoro de bondad que cada cual guarda en su corazón se ha de cultivar para que dé su fruto. Por eso es tan importante trabajar la vida interior de las personas, su capacidad de reflexión, de escucha, de meditación, de silencio.

La vida interior del cristiano. Y en concreto, el cristiano ha de ir modelando su corazón según Dios y siguiendo el estilo de Jesús. El mensaje del evangelio, que hemos ido recordando estas últimas semanas, pide interiorización, exige poder arraigar en el corazón del cristiano para poder vivirlo de verdad.

El salmo de hoy nos recuerda precisamente que, cuando las raíces son hondas y están agarradas en el Señor, "El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor. En la vejez seguirá dando fruto... ". Y en la segunda lectura san Pablo nos recuerda dónde se encuentra el fundamento de nuestra esperanza: la victoria de Cristo que ha engullido la muerte. Si arraigamos profundamente nuestro corazón en esta convicción, nuestra vida será un auténtico testimonio de la fe que profesamos. "¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo! Por eso, queridos hermanos, permanezcan firmes e inconmovibles, progresando constantemente en la obra del Señor, con la certidumbre de que los esfuerzos que realizan por Él no serán vanos.

Se trata, en definitiva, de buscar la renovación del corazón. Los cristianos la encontraremos en la lectura del evangelio, bien fundamentados en Cristo muerto y resucitado. La ya inmediata Cuaresma nos ayudará todavía más a avanzar en esta línea de interiorización y de renovación.

Nuestra Señora del diálogo y del discernimiento, ruega por nosotros.


VAYAN A JOSÉ

 


Ponerse bajo el manto paternal de San José es una gran bendición en la vida espiritual. En las representaciones artísticas de San José dentro de la tradición carmelita, su manto es un tema muy importante, El manto de San José es símbolo de seguridad y protección paternal. Así como María protege a sus hijos bajo su manto, San José también protege amorosamente a sus hijos bajo su manto paternal.

En la devoción católica, quienes aman a San José rezan en ocasiones la Novena al Sagrado Manto de San José.

Novena al Sagrado Manto de San José

Oh glorioso patriarca San José, que fuiste elegido por Dios sobre todos los hombres para ser la cabeza terrenal de la más sagrada de las familias, te suplico que me recibas en los pliegues de tu sagrado manto, y que seas el guardián y custodio de mi alma.

A partir de este momento te elijo como mi padre, mi protector, mi consejero y mi patrono, y te suplico que pongas bajo tu custodia mi cuerpo, mi alma, todo lo que soy, lo que poseo, mi vida y mi muerte.

Mírame como a uno de tus hijos; defiéndeme de la traición de mis enemigos, visibles o invisibles, ayúdame en todo momento en todas mis necesidades; consuélame en las amarguras de mi vida y especialmente en la hora de mi muerte, y aunque sea una sola palabra, háblale de mí al Redentor Divino, a quien fuiste digno de sostener entre tus brazos, y a la Santísima Virgen María, tu castísima Esposa. Pide para mí las bendiciones que me llevarán a la salvación. Inclúyeme entre aquellos que te son más queridos, y yo procuraré mostrarme digno de tu especial patrocinio. Amén.

Por lo general las novenas son de nueve días, pero la Novena al Sagrado Manto consiste en 30 días de oración en honor a los 30 años que San José vivió con Jesús. La Novena al Sagrado Manto está considerada una de las novenas más eficaces del tesoro de la Iglesia.

Resguárdate bajo el manto paternal de San José. Abre tu corazón a la paternidad espiritual de San José y experimenta el amor del mejor de los padres.

 

Es, por tanto, conveniente y sumamente digno del bienaventurado José que, lo mismo que entonces solía tutelar santamente en todo momento a la familia de Nazaret, así proteja ahora y defienda con su celeste patrocinio a la Iglesia de Cristo.

Papa León XIII

 

Glorioso San José, esposo de la Virgen María, te rogamos por el corazón de Jesucristo, nos concedas tu paternal protección. 14

— San Francisco de Sales

 

¡Ite ad Ioseph!

Si quieres estar cerca de Cristo, también hoy te repetimos “Ite ad Ioseph”: “Acude a José

— Ven. Papa Pío XII

 

¿Cuál es la forma de estar más unido a Jesús en esta vida? La respuesta es fácil: recibirlo en la Santa Comunión. No existe mayor intimidad con Jesús en esta vida, que cuando lo recibimos en la santa Eucaristía durante la Misa. El Santísimo Sacramento es el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesucristo.

¿Sabías que sin la paternidad terrenal de San José no podrías recibir el Pan de Vida? A San José se le dio la misión de mantener y proteger al sagrado Pan de Vida para ti.


Permíteme explicarlo.

Probablemente conozcas la historia del Libro del Génesis sobre los hijos de Israel que vendieron a uno de sus hermanos a la esclavitud. El hermano vendido a la esclavitud se llamaba José. Los nuevos dueños de José se lo llevaron a Egipto, muy lejos de sus familiares. Lo que aquellos hombres le hicieron a su hermano fue horrible y vergonzoso, pero Dios tenía un plan.

Increíblemente (designio de la Providencia), el Faraón, rey de Egipto, adoptó a José como miembro de su propia familia, por lo que se tenía a José como hijo del Faraón. El rey le dio gran autoridad a José poniéndolo al frente de todos los silos de Egipto, que en aquella época era considerado como el granero del mundo. José realizó un trabajo muy eficiente almacenando cereales.

 

De esa manera, José acumuló una enorme cantidad de cereales, tanto como la arena del mar, hasta tal punto que dejó de llevar un control, porque superaba toda medida.

— Gen 41, 49

 

Aunque los hermanos de José lo habían vendido a la esclavitud, Dios tenía planes maravillosos para José. Después de que José había almacenado una cantidad inconmensurable de cereal, una terrible hambruna azotó Egipto y los territorios circundantes. Como resultado de la escasez de comida, el Faraón instruyó a todos en Egipto: “¡Vayan a José y hagan lo que él les diga!” (Gen 41, 55) Como la Virgen en Caná de Galilea. La hambruna llegó a tal extremo, que los propios hermanos de José, los que lo habían vendido, viajaron a Egipto buscando comida.

Cuando los hermanos conocieron al hombre encargado de los graneros de Egipto, había pasado tanto tiempo que no se dieron cuenta de que estaban parados en presencia de su propio hermano a quien habían vendido como esclavo años atrás. Como todos los demás, ellos también consideraron que José era miembro de la realeza egipcia, y se dirigieron a él como a su señor. Sin embargo, José sí los reconoció.

Resumiendo, José ocultó su identidad, pero fue amable y misericordioso con sus hermanos llenándoles sus sacos de granos para que pudieran llevar bastante a su padre, Israel. Oportunamente, José les reveló su identidad y perdonó a sus hermanos, Gracias a José y su función como administrador del cereal, incontables vidas se salvaron de la hambruna y la muerte. Y protegió la PROMESA de Dios que la salvación venía de la dependencia de Abraham.

La historia del Antiguo Testamento es verídica y es una prefiguración de un José más grande aún que mantendría seguro a su Hijo, el Pan del Cielo, en Egipto, ¡San José protegió una comida capaz de salvar a todo el mundo!

San José, nuestro padre espiritual, es mucho más grande que el José del Antiguo Testamento. ¡Nuestro José fue el custodio del Pan del Cielo! ¡Su deseo en el Cielo es que todos sus hijos coman el Pan de Vida Eterna!

 

El primer José (del Antiguo Testamento) era santo, recto, piadoso, casto, pero este José lo sobrepasa en santidad y perfección, como el sol eclipsa la luna.

— San Lorenzo de Brindis

 

Dios envió a San José a Egipto para que de allí San José pudiera llevar el Pan de Vida a las naciones. San José salvó de Herodes a Nuestro Pan; lo protegió y lo cuidó en Egipto; y ahora él quiere que recibamos el Pan de Vida en la Santa Misa. A diferencia del de José en el Antiguo Testamento, el Pan Celestial de San José es más numeroso que las arenas del mar. Este Pan celestial puede alimentar a todas las multitudes y satisfacer a cada alma.

 

El Faraón, el poderoso rey de Egipto, exaltó a José y lo hizo el príncipe más encumbrado de su reino porque almacenó el trigo y el pan salvando a la gente de todo su reino, Así José salvó y protegió a Cristo que es el Pan vivo y da vida eterna al mundo.

— San Lorenzo de Brindis

 

El (San José) diligentemente crió a Aquel a quien los fieles recibirían como el Pan que bajó del Cielo para que pudieran obtener la vida eterna.

— Beato Papa Pío IX

 

Si quieres hacerte una idea de la grandeza de San José, considera que por un privilegio divino mereció el título de “Padre de Jesús”, dijo la Virgen: “Tu padre y yo te buscábamos” …

 

 Reflexiona también en lo que su propio nombre "José" significa: aumento. Teniendo en cuenta al gran patriarca José vendido por sus hermanos en Egipto, comprende que nuestro santo ha heredado no sólo su nombre, sino más aún, su poder, su inocencia y su santidad. Así como el patriarca José almacenó el trigo no para sí mismo sino para la gente en tiempo de necesidad, así José ha recibido la comisión celestial de custodiar el Pan Vivo no para sí mismo, sino para el mundo entero.

— San Bernardo de Claraval

 


Sin José no tendríamos el Pan Vivo de la Eucaristía. María "amasó la masa" en su sagrado vientre; San José amorosamente resguardó el Pan en Egipto, y continúa custodiando y preservando el Pan de Vida en cada tabernáculo del mundo. San José hizo posible que todos sus hijos recibieran el Pan de Vida eterna.

 

¡A (San) José se le sigue atribuyendo la custodia del Pan Vivo!

— ven. Fulton J. Sheen

 

Actualmente hay hambruna espiritual y moral en todo el mundo. Las almas están muriendo por falta de alimento espiritual. Los corazones están destrozados, los matrimonios arruinados, las vidas destruidas, los niños son asesinados en el vientre de sus madres, y la verdad y el sentido común son escasos. La hambruna espiritual y moral del mundo está devastando a todas las naciones y arrasando con la humanidad. No hay un solo país que no se haya visto afectado por eso. ¿Qué debemos hacer? ¿A quién podemos acudir para encontrar alimento para nuestras almas?

 

¡Vayan a José y hagan lo que él les diga!

— Gen 41, 55

 

P. Donald H. Calloway, MIC

jueves, 3 de febrero de 2022

Este es el libro que el demonio nunca quiso que se difundiera


Este es el libro que el demonio nunca quiso que se difundiera: En el pasado, el demonio intentó evitar la difusión del “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen (VD)” de San Luis María Grignon de Montfort, que propone un método de consagración a Jesucristo por medio de la Virgen María, que ha sido adoptado por grandes santos como San Juan Pablo II o San Pío X.

martes, 1 de febrero de 2022

HOMILIA La Presentación del Señor. Fiesta (02 de febrero de 2022)

La Presentación del Señor. Fiesta (02 de febrero de 2022) Primera: Malaquías 3, 1-4; Salmo: Sal 23, 7-10; Segunda: Hebreos 2, 14-18; Evangelio: Lucas 2, 22-40 


 Nexo entre las LECTURAS. Temas... Sugerencias… Aunque esta fiesta del 2 de febrero cae fuera del tiempo de navidad, es una parte integrante del relato de navidad. Es una chispa de fuego de navidad, es una epifanía del día cuadragésimo. Navidad, epifanía, presentación del Señor son tres paneles de un tríptico litúrgico. Es una fiesta antiquísima de origen oriental. La Iglesia de Jerusalén la celebraba ya en el siglo IV. Se celebraba allí a los cuarenta días de la fiesta de la epifanía, el 14 de febrero. La peregrina Eteria, que cuenta esto en su famoso diario, añade el interesante comentario de que se "celebraba con el mayor gozo, como si fuera la pascua misma"'. Desde Jerusalén, la fiesta se propagó a otras iglesias de Oriente y de Occidente. En el siglo VII, si no antes, había sido introducida en Roma. Se asoció con esta fiesta una procesión de las candelas. La Iglesia romana celebraba la fiesta cuarenta días después de navidad. Entre las iglesias orientales se conocía esta fiesta como "La fiesta del Encuentro" (en griego, Hypapante), nombre muy significativo y expresivo, que destaca un aspecto fundamental de la fiesta: el encuentro del Ungido de Dios con su pueblo. San Lucas narra el hecho en el capítulo 2 de su evangelio. Obedeciendo a la ley mosaica, los padres de Jesús llevaron a su hijo al templo cuarenta días después de su nacimiento para presentarlo al Señor y hacer una ofrenda por él. Esta fiesta comenzó a ser conocida en Occidente, desde el siglo X, con el nombre de Purificación de la bienaventurada virgen María. Fue incluida entre las fiestas de Nuestra Señora. Pero esto no era del todo correcto, ya que la Iglesia celebra en este día, esencialmente, un misterio de nuestro Señor. En el calendario romano, revisado en 1969, se cambió el nombre por el de "La Presentación del Señor". Esta es una indicación más verdadera de la naturaleza y del objeto de la fiesta. Sin embargo, ello no quiere decir que infravaloremos el papel importantísimo de María en los acontecimientos que celebramos. Los misterios de Cristo y de su madre están estrechamente ligados, de manera que nos encontramos aquí con una especie de celebración dual, una fiesta de Cristo y de María. La bendición de las candelas antes de la misa y la procesión con las velas encendidas son rasgos extraños de la celebración actual. El misal romano ha mantenido estas costumbres, ofreciendo dos formas alternativas de procesión. Es adecuado que, en este día, al escuchar el cántico de Simeón en el evangelio (Lc 2,22-40), aclamemos a Cristo como "luz para iluminar a las naciones y para dar gloria a tu pueblo, Israel". Significado de la fiesta. La fiesta de la Presentación celebra UNA LLEGADA Y UN ENCUENTRO; la llegada del anhelado Salvador, núcleo de la vida religiosa del pueblo, y la bienvenida concedida a él por dos representantes dignos de la raza elegida, Simeón y Ana. Por su provecta edad, estos dos personajes simbolizan los siglos de espera y de anhelo ferviente de los hombres y mujeres devotos de la antigua alianza. En realidad, ellos representan la esperanza y el anhelo de la raza humana. Al revivir este misterio en la fe, la Iglesia da de nuevo la bienvenida a Cristo. Ese es el verdadero sentido de la fiesta. Es la "Fiesta del Encuentro", el encuentro de Cristo y su Iglesia. Esto vale para cualquier celebración litúrgica, pero especialmente para esta fiesta. La liturgia nos invita a dar la bienvenida a Cristo y a su madre, como lo hizo su propio pueblo de antaño: "Oh Sión, adorna tu cámara nupcial y da la bienvenida a Cristo el Rey; abraza a María, porque ella es la verdadera puerta del cielo y te trae al glorioso Rey de la luz nueva". Al dramatizar de esta manera el recuerdo de este encuentro de Cristo con Simeón, la Iglesia nos pide que profesemos públicamente nuestra fe en la Luz del mundo, luz de revelación para todo pueblo y persona. En la bellísima introducción a la bendición de las candelas y a la procesión, el celebrante recuerda cómo Simeón y Ana, guiados por el Espíritu, vinieron al templo y reconocieron a Cristo como su Señor. Y concluye con la siguiente invitación: "Unidos por el Espíritu, vayamos ahora a la casa de Dios a dar la bienvenida a Cristo, el Señor. Le reconoceremos allí en la fracción del pan hasta que venga de nuevo en gloria". Se alude claramente al encuentro sacramental, al que la procesión sirve de preludio. Respondemos a la invitación: "Vayamos en paz al encuentro del Señor"; y sabemos que este encuentro tendrá lugar en la eucaristía, en la palabra y en el sacramento Entramos en contacto con Cristo a través de la liturgia; por ella tenemos también acceso a su gracia. San Ambrosio escribe de este encuentro sacramental en una página insuperable: "Te me has revelado cara a cara, oh Cristo. Te encuentro en tus sacramentos". Función de María y la maravillosa presencia de san José. La fiesta de la presentación es, como hemos dicho, una fiesta de Cristo antes que cualquier otra cosa. Es un misterio de salvación. El nombre "presentación" tiene un contenido muy rico. Habla de ofrecimiento, sacrificio. Recuerda la auto oblación inicial de Cristo, palabra encarnada, cuando entró en el mundo: "Heme aquí que vengo a hacer tu voluntad". Apunta a la vida de sacrificio y a la perfección final de esa auto oblación en la colina del Calvario. Dicho esto; tenemos que pasar a considerar el papel de María en estos acontecimientos salvíficos. Después de todo, ella es la que presenta a Jesús en el templo; o, más correctamente, ella y su esposo José, pues se menciona a ambos padres. Y preguntamos: ¿Se trataba exclusivamente de cumplir el ritual prescrito, una formalidad practicada por muchos otros matrimonios? ¿O encerraba una significación mucho más profunda que todo esto? Los padres de la Iglesia y la tradición cristiana responden en sentido afirmativo. Para María y para san José, la presentación y ofrenda de su hijo en el templo no era un simple gesto ritual. Indudablemente, ellos no eran conscientes de todas las implicaciones ni de la significación profética de este acto. Fue un acto de ofrecimiento verdadero y consciente. Significaba que ofrecían a su Hijo para la obra de la redención con la que él estaba comprometido desde un principio. Renunciaba a sus derechos y a toda pretensión sobre él; y lo ofrecían a la voluntad del Padre. San Bernardo ha expresado muy bien esto: "Ofrece a tu hijo, santa Virgen, y presenta al Señor el fruto bendito de tu vientre. Ofrece, para reconciliación de todos nosotros, la santa Víctima que es agradable a Dios'. Hay un nuevo simbolismo en el hecho de que María pone a su Hijo en los brazos de Simeón. Al actuar de esa manera, ella no lo ofrece exclusivamente al Padre, sino también al mundo, representado por aquel anciano. De esa manera, ella representa su papel de madre de la humanidad, y se nos recuerda que el don de la vida viene a través de María. Existe, también, una conexión entre este ofrecimiento y lo que sucederá en el Gólgota cuando se ejecuten todas las implicaciones del acto inicial de obediencia de María: "Hágase en mi según tu palabra". Por esa razón, el evangelio de esta fiesta cargada de alegría no nos ahorra la nota profética punzante: "He aquí que este niño está destinado para ser caída y resurgimiento de muchos en Israel; será signo de contradicción, y una espada atravesará tu alma, para que sean descubiertos los pensamientos de muchos corazones" (Lc 2,34-35). El encuentro futuro. La fiesta de hoy no se limita a permitirnos revivir un acontecimiento pasado, sino que nos proyecta hacia el futuro. Prefigura nuestro encuentro final con Cristo en su segunda venida. San Sofronio, patriarca de Jerusalén desde el año 634 hasta su muerte, acaecida en el año 638, expresó esto con elocuencia: "Por eso vamos en procesión con velas en nuestras manos y nos apresuramos llevando luces; queremos demostrar que la luz ha brillado sobre nosotros y significar la gloria que debe venirnos a través de él. Por eso corramos juntos al encuentro con Dios". La procesión representa l
a peregrinación de la vida misma. El pueblo peregrino de Dios camina penosamente a través de este mundo del tiempo, guiado por la luz de Cristo y sostenido por la esperanza de encontrar finalmente al Señor de la gloria en su reino eterno. El sacerdote dice en la bendición de las candelas: "Que quienes las llevamos para ensalzar tu gloria caminemos en la senda de bondad y vengamos a la luz que brilla por siempre". La candela (vela) que sostenemos en nuestras manos recuerda la vela de nuestro bautismo. Y la admonición del sacerdote dice: "Ojalá guarden la llama de la fe viva en sus corazones. Que cuando el Señor venga salgan a su encuentro con todos los santos en el reino celestial". Este será el encuentro final, la presentación postrera, cuando la luz de la fe se convierta en la luz de la gloria. Entonces será la consumación de nuestro más profundo deseo, la gracia que pedimos en la poscomunión de la Misa: “Por estos sacramentos que hemos recibido, llénanos de tu gracia, Señor, tú que has colmado plenamente la esperanza de Simeón; y así como a él no le dejaste morir sin haber tenido en sus brazos a Cristo, concédenos a nosotros, que caminamos al encuentro del Señor, merecer el premio de la vida eterna”.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...