lunes, 30 de enero de 2023

HOMILIA Domingo Quinto del TIEMPO ORDINARIO cA (05 de febrero de 2023) P. ANGEL

 

Domingo Quinto del TIEMPO ORDINARIO cA (05 de febrero de 2023)

Primera: Isaías 58, 7-10; Salmo: Sal 111, 4-9; Segunda: 1Corintios 2, 1-5; Evangelio: Mateo 5, 13-16

Nexo entre las LECTURAS

"Obras, no palabras", tal podría ser ‘el mensaje’ de la liturgia de este quinto Domingo del TO. "Comparte tu pan...alberga al pobre, viste al desnudo...", éste es el ayuno que agrada a Dios, según el profeta Isaías en la primera lectura. Jesús en el Evangelio dice a los discípulos: "brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo". San Pablo, muy consciente de la esencia de la fe cristiana, centra su predicación no en razonamientos humanos sino en la obra de Cristo por excelencia: su muerte en Cruz por nuestra salvación, no en la elocuencia y capacidad de persuasión, sino en la acción y poder del Espíritu (segunda lectura). Recordamos, al rezar con el salmista, que "Para los buenos brilla una luz en las tinieblas" y que "El justo no vacilará jamás, su recuerdo permanecerá para siempre. No tendrá que temer malas noticias: su corazón está firme, confiado en el Señor".

Temas...

La verdadera fe, es la unida a la caridad. Ambas cosas son imprescindibles e inseparables. Todo cristiano ES sal de la tierra, luz del mundo, ES ciudad sobre la cumbre de un monte. Y, gracias a su fe, gracias a sus obras (caridad) será fiel discípulo si vive las consecuencias/exigencias de este maravilloso don de Dios: sal y luz. La sal es símbolo de la sabiduría, y el cristiano tiene la sabiduría del Evangelio. La sal además tiene la cualidad de preservar de la corrupción, y el cristiano –en cuanto sal– conseguirá preservar el medio en el que vive mediante el testimonio de sus obras (amor y servicio). La luz es para iluminar, y el cristiano es luz que con la Palabra de Dios ilumina las mentes y las situaciones humanas. Pero no se enciende una lámpara para taparla, y el cristiano es esa lámpara cuyas buenas obras no pueden ocultarse, porque sería tanto como dejar al mundo en la oscuridad. Como una ciudad sobre un monte orienta al viajero en su travesía, así el cristiano orienta a los hombres con sus palabras, con la doctrina de la fe (Benedicto XVI). En la ciudad el hombre encuentra refugio, protección, seguridad, y eso es el cristiano con su ejemplo para los demás: un signo de seguridad en medio de las penalidades e incertidumbres de la vida. Recordemos el testimonio de vida de san José Gabriel, de beata Madre Teresa, los beatos Esquiú y Angelelli y los santos de devoción de cada uno o de cada Comunidad …

— La primera lectura ejemplifica algunas de esas obras, por las que el cristiano vivirá su vocación de ser “sal”, “luz” y “ciudad en lo alto” para los hombres: satisfacer el hambre del necesitado, dar albergue a quien no tiene techo, proporcionar ropa a quien no tiene para cubrirse, apartar del alma y de la conducta cualquier muestra de opresión, vencer la tentación de la calumnia y de la acusación gratuita... En definitiva, las obras cristianas son obras de justicia, de solidaridad, de respeto, de caridad hacia los demás (Papa Francisco).

— Nadie tiene más amor que el que da la vida por el amado. Esta es la obra suprema del amor, esa es la obra de Cristo que Pablo presenta a los corintios como la verdaderamente eficaz, por encima de cualquier filosofía o de cualquier retórica persuasiva. Ellos abrazaron la fe justamente por la acción misteriosa de esta obra en el interior de sus corazones, y por el poder del Espíritu que hace eficaz la obra redentora de Jesucristo.

Sugerencias...

El lugar del cristiano en el HOY. Podrán darse acentuaciones, como en todo, pero el papel del cristiano es el de proclamar su fe en Jesucristo tanto con palabras como con obras (San Pablo VI). No basta creer, porque la fe sin obras es una fe muerta, y una fe muerta es como la sal que ha perdido su fuerza de salar (sosa e insípida), y no posee vigor de atracción ni de convencimiento. ¿Se da este tipo de creyentes entre nosotros? Gente (pueblo y ministros consagrados) que ‘va’ a Misa y no celebra, y luego habla mal de los demás, de la misma celebración; como que se cree ferviente cristiano, y soporta malamente y a disgusto a los marginados o los cree objetos de trabajo o destinatarios de nuestras limosnas de lo que nos sobra o sencillamente ya no usamos; hay quienes conocen bien la doctrina cristiana sobre el sexto y noveno mandamiento, pero se ha olvidado vivir el quinto no pagando los impuestos o sustrayendo una parte de los mismos... hasta a veces cristianos con “cara de velorio” (Papa Francisco).

Tampoco es suficiente obrar, porque las obras sin la fe no pueden salvarnos. No es genuino espíritu cristiano trabajar por los demás, entregarse totalmente a obras de asistencia, y luego olvidarse de orar o de ir a Misa los Domingos, rezar el Rosario, orar con la Palabra, adorar a Jesús sacramentado. No lo es, quien da limosna al pobre, ayuda generosamente a obras sociales, pero le resulta "imposible" creer en la resurrección de la carne y en la vida futura... Hay que hacer lo uno, sin omitir lo otro, como nos enseña Jesucristo (Civilización del Amor, San Pablo VI).

Cultivar la fe, practicar las obras de caridad. Es necesario, en la situación actual de muchos fieles, que las parroquias directamente, o con la ayuda de otras instituciones (congregaciones religiosas, movimientos eclesiales, asociaciones de fieles laicos... acompañamiento del Obispo), ofrezca y promueva cursos y actividades para crecer en la fe, para afianzarla, para defenderla ante los posibles peligros. Es también aconsejable que las mismas parroquias promuevan la "caridad organizada" (Benedicto XVI), a nivel parroquial y/o diocesano, para lograr mayor eficacia en el servicio a los necesitados. Las formas pueden ser variadísimas: recolección de ropa o de alimentos para damnificados o para Caritas, el teléfono amigo, la visita a los ancianos y a los enfermos, etc… ayuda frente al flagelo de la droga y toda forma de Trata… y evitar los escándalos.  «Todos deseamos la paz; muchas personas la construyen cada día con pequeños gestos; muchos sufren y soportan pacientemente la fatiga de intentar edificarla». En el 2023 (desde los primeros días de febrero, cercanos al Miércoles de Ceniza, 22 de feb.), comprometámonos con nuestra oración y acción a ser personas que aparten de su corazón, de sus palabras y de sus gestos la violencia, y a construir comunidades no violentas, que cuiden de la casa común. «Nada es imposible si nos dirigimos a Dios con nuestra oración. Todos podemos ser artesanos de la paz» (Francisco, mensaje para el 1 de enero, 2017).

Jesucristo, Señor de la historia, TE NECESITAMOS.

Virgen María y san José, rueguen por nosotros.

martes, 24 de enero de 2023

HOMILIA Domingo Cuarto del TIEMPO ORDINARIO cA (29 de enero de 2022)

 Domingo Cuarto del TIEMPO ORDINARIO cA (29 de enero de 2022)

PrimeraSofonías 2, 3; 3, 12-13; Salmo: Sal 145, 7-10; Segunda: 1Corintios 1, 26-31; Evangelio: Mateo 4, 25 – 5, 12

Nexo entre las LECTURAS

La felicidad es la vocación del cristiano. Este es el mensaje de la liturgia. A la vez, nos muestra dónde está la verdadera felicidad. La liturgia de hoy nos ilumina claramente sobre esto: "Yo dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde... Se alimentarán y reposarán sin que nadie los inquiete" (primera lectura). "Felices los pobres en el espíritu, los afligidos, los humildes..." nos dice el Evangelio. Y san Pablo en la segunda lectura, tomada de la primera carta a los corintios: Dios ha elegido lo que el mundo considera necio, débil, vil, despreciable, nada... por eso, el que quiera gloriarse, que lo haga en el Señor, que es la fuente de la verdadera felicidad.

Temas...

El hombre busca la felicidad. Lo hace por llamado interno, del corazón, allí donde reside Dios. El mundo dice que lo hacemos por instinto, PERO nosotros decimos con la Liturgia de este Domingo que buscamos la felicidad por destino, por vocación, Dios nos llama a SER FELICES… es nuestra vocación, nuestra misión. Para un no creyente o con una fe apagada, la búsqueda de la felicidad es un acto natural, un impulso, casi una necesidad que hay que satisfacer y por eso mismo no alcanza la plenitud de la felicidad. Para un discípulo misionero, la felicidad es una llamada, una tarea, una misión, que compromete toda la vida en la búsqueda y posesión de ella. Quien cree, encuentra en la fe la raíz de su felicidad, busca con paz y alegría que las raíces de la felicidad ahonden en su corazón, sabe que esa búsqueda no es ilusoria, sino que le lleva a poseer la dicha que busca, pero sabe también que la felicidad de la fe no tiene residencia definitiva en la tierra sino sólo en la eternidad.

Un no creyente no sabe dónde buscar la felicidad que su corazón anhela. Son muchos los caminos que se abren ante su mirada expectante y muchos los "profetas" que le dicen: "Por aquí…", "Por aquí…", "Sígueme y te llevaré a la felicidad"… Por otra parte, siente en sí mismo instintos y pasiones fuertes... y cree que en su satisfacción será feliz. Siente también ideales nobles, tiene pensamientos generosos y altruistas… y a veces emprende la búsqueda por ese camino. Siente con fuerza irresistible el "yo" y sus exigencias, el ansia de éxito y de triunfo… ¡"Este es el verdadero camino"!, siente que le dice una voz interior. Lo emprende… y tras diversos intentos, se da cuenta de que todos esos caminos eran engañosos...Y ahora, ¿qué hacer?, el que desconoce que la felicidad está en Dios… se fatiga como quien quiere atrapar humo y, gracias a Dios, Dios le da la gracia de sorbos de felicidad para que encuentre el recto camino y alcance la felicidad.

A los discípulos del Reino el Evangelio de Jesucristo nos ofrece el único camino de felicidad aquí y en el Banquete del Reino definitivo. Es un camino sencillo, seguro: La pobreza de espíritu, la humildad de corazón, la sencillez de vida, el abandono confiado en Dios, el desprendimiento de las creaturas, la sabiduría de la cruz… Camino fácil y seguro, que tiene la apariencia de un camino desagradable, duro y contrario a la naturaleza del hombre, según el relativismo reinante. Ciertamente, las bienaventuranzas no son slogans que se vendan bien en el mercado de la publicidad. Las bienaventuranzas son POR ESENCIA fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Sólo Dios nos puede enseñar el lugar donde está la verdadera felicidad. La felicidad es don, no conquista; es posibilidad real, no ilusión. Y, sobre todo, la felicidad está en Él y en la comunión con Él.

Este don maravilloso Jesucristo lo ha recibido de su Padre. Él ha vivido primeramente lo que ha predicado después en el sermón de la montaña. Él ha sido dichoso en la pobreza, en la humildad, en la pureza de corazón, en la persecución, en la misericordia, en la sed de justicia, en la construcción de la paz desde pequeño y en familia con la Virgen María y con San José. Detrás de Jesús. La Virgen y san José vivieron este misterio de las bienaventuranzas de manera plena en Nazareth, ya previamente en Egipto, en Belén… es como si Jesús, al proclamarlas, iba describiendo con ternura el corazón de su Madre y el de su Esposo. Y también los santos… ellos han entrado en el reino de las bienaventuranzas vividas y predicadas por Jesús y por la Virgen, y una vez allí han pedido y logrado quedarse en Él, ser admitidos en la Bodas del Cordero como ciudadanos de ese misterioso Reino. Cristo invita también hoy a los cristianos a ser felices, como Él, como la Virgen y como los santos…

Sugerencias...

El “Sermón de la montaña” traza el mapa de nuestro viaje. Las ocho bienaventuranzas son las señales de tránsito que nos indican el camino. Es un camino cuesta arriba, pero Jesús lo ha caminado antes que nosotros. Un día dijo: “el que me siga no caminará en la oscuridad” (Jn 8,12) y en otra ocasión agregó: “Les he dicho esto, para que mi gozo esté en ustedes, y el gozo de ustedes será colmado (Jn 15,11) Caminando con Cristo podemos encontrar la alegría, ¡la verdadera alegría! Precisamente por esta razón, hoy Jesús nos hace nuevamente un anuncio de alegría: “Bienaventurados...”

Reunidos alrededor del Altar (la Cruz) del Señor, dirigimos nuestra mirada hacia Él: Jesús no se limitó a proclamar las Bienaventuranzas ¡las vivió! Al recorrer de nuevo su vida, el releer el Evangelio quedamos sorprendidos: Jesús es precisamente el más pobre entre los pobres, el más dócil entre los mansos, la persona con el corazón más limpio y más misericordioso. Las bienaventuranzas no son más que la descripción de un rostro ¡su rostro!

Al mismo tiempo las bienaventuranzas describen lo que un cristiano debería ser: son el retrato del discípulo de Jesús, la fotografía de quienes han aceptado el Reino de Dios y quieren que su vida esté en sintonía con las exigencias del Evangelio. Jesús se dirige a este hombre, llamándole “bienaventurado”.

La alegría que prometen las Bienaventuranzas es la misma alegría de Jesús: una alegría buscada y encontrada en la obediencia al Padre y en la entrega de sí mismo al prójimo.

Cristianos, al mirar a Jesús aprenderemos lo que significa ser pobres de espíritu, mansos y misericordiosos; lo que significa buscar la justicia, ser limpios de corazón, trabajadores por la paz.

Con su mirada fija en Él, TODOS descubriremos el sendero del perdón y la reconciliación en un mundo a menudo devastado por la violencia y el terror.

... Hoy la voz de Jesús resuena en medio de nosotros. Su voz es una voz de vida, de esperanza, de perdón, una voz de justicia y de paz. ¡Escuchémosla! Buenos amigos, la Iglesia nos mira con confianza y espera que cada uno seamos gente de las Bienaventuranzas.

Bienaventurados TODOS si, como Jesús, somos pobres de espíritu, buenos y misericordiosos; si realmente buscamos lo que es justo y recto; si somos puros de corazón, si trabajamos por la paz, si amamos a los pobres y los servimos ¡Bienaventurados!

María, madre bienaventurada, ruega por nosotros. San José, ruega por nosotros.


HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...