lunes, 28 de agosto de 2023

HOMILIA Domingo vigesimosegundo del TIEMPO ORDINARIO cA (03 de septiembre de 2023)

Domingo vigesimosegundo del TIEMPO ORDINARIO cA (03 de septiembre de 2023)

Primera: Jeremías 20, 7-9; Salmo: Sal 62, 2-6.8-9; Segunda: Romanos 12, 1-2; Evangelio: Mateo 16, 21-27

Nexo entre las LECTURAS…

La Voluntad de Dios es la suprema norma del profeta Jeremías, de Jesucristo y de los cristianos. Jeremías siente el aguijón de la rebelión, de tirar todo por la borda; pero "(la Palabra de Dios) era dentro de mí como un fuego devorador encerrado en mis huesos; me esforzaba en contenerlo, pero no podía" (Primera lectura). El Evangelio de hoy sigue a la proclamación que Pedro hace de Jesús como Mesías e Hijo de Dios (Domingo anterior). Jesús quiere dejar bien sentado cuál es el sentido de su mesianismo según el designio de Dios: "Ir a Jerusalén y sufrir mucho por causa de los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley; morir y al tercer día resucitar" (Evangelio). San Pablo nos enseña que el auténtico culto consiste en ofrecerse como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (segunda lectura).

Temas...

Ser cristiano no es fácil. No es fácil ser cristiano. Nunca lo ha sido, pero ahora, tal vez, menos. A todos nos gustaría un cristianismo cómodo, consolador, compaginable con otras tendencias a las que nos estimula la sociedad de hoy. Pero no es eso lo que nos han dicho las lecturas de hoy: nos han hablado de cruz y renuncia.

En la primera lectura hemos escuchado unas palabras dramáticas del profeta Jeremías. La misión que Dios le encomendaba resultó muy difícil. Era muy joven –unos 19 años– cuando fue llamado a ser profeta, portavoz de Dios. En un momento muy conflictivo de la historia de Israel –al borde de la destrucción total y del destierro– él, que de por sí era tierno y pacífico, debía anunciar palabras incómodas al pueblo y denunciar a los poderosos de su época. Eso le valió la enemistad, la burla, la persecución. No es raro que le asaltase la duda: ¿no será que Dios le ha "seducido", o sea, que le ha engañado y luego abandonado? ¿no será mejor que abandone, que dimita, que se niegue a seguir hablando en nombre de Dios? Pero triunfó en él la obediencia: no podía negarse a lo que le pedía Dios. Seguirá dando testimonio, seguirá siendo su profeta, aunque nadie le haga caso.

Pero todavía es más difícil y radical la vocación y la fidelidad de Jesús. También a él le va a costar la misión que se le ha encomendado. También a él le asaltará, en algunos momentos que los evangelios nos han conservado, la duda y el cansancio: "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Él ya sabe –se lo anuncia a los suyos en el evangelio de hoy– que camina hacia la muerte. Y camina decidido, aunque los suyos no le ayudan precisamente con sus reacciones y aunque a él mismo le costará lágrimas y sudor de sangre. Porque una cosa es saber cuál es el camino y otra, seguirlo con fidelidad radical.

Aceptar el evangelio entero. La reacción de Pedro es, en cierto modo, explicable. De su amor a Cristo no se puede dudar. El Domingo pasado escuchábamos su hermosa profesión de fe: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios", Pero todavía no había entendido que el camino de Cristo es camino de renuncia y sacrificio, antes de ser de salvación y de gloria. A Pedro, como a nosotros, le gustaban los aspectos amables del seguimiento de Jesús, Pero el sacrificio, no. Le gustaba el monte Tabor, el de la transfiguración. Pero no el monte del Gólgota, el de la cruz.

Algo parecido nos pasa a nosotros, La historia de Jeremías y de Jesús es la historia de tantos y tantos cristianos que, a lo largo de los siglos, han experimentado la dificultad de vivir su fe en medio de una sociedad indiferente o incluso hostil. La historia de un cristiano de hoy, que quiere vivir su cristianismo con coherencia. Ser cristiano se va convirtiendo cada vez más en una opción explícita por Cristo y por su estilo de vida, por su mentalidad y criterios de actuación. Pero supone que se acepta a la vez el riesgo y la dificultad, porque la escala de valores de Cristo no coincide con la de ese mundo.

Sigue habiendo cristianos perseguidos por su fe, o porque denuncian injusticias y situaciones que no se pueden compaginar con el evangelio. Pero, sobre todo, hay cristianos que tienen que librar en sus vidas la diaria opción entre los criterios de este mundo –en pos del placer, o del dinero, o del poder– y los criterios de Cristo, de entrega por los demás, de renuncia a lo no ético, de apertura hacia lo espiritual y no sólo hacia lo material e inmediato. Cada uno sabe qué puede suponer para él en concreto ese "tomar su cruz y seguirle" que anuncia Jesús a los suyos, o a qué cosas le obliga a renunciar el ser cristiano. No se trata de buscar el sufrimiento en sí mismo, sino de aceptar el seguimiento de Cristo con coherencia. Pablo les dice a los cristianos de Roma, en la segunda lectura, que "no se ajusten a este mundo, sino que sepan discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto". Y que ese es el mejor culto a Dios. Este discernimiento cuesta, y conduce a decisiones que pueden resultar difíciles. Porque lo cómodo es acomodarse a este mundo.

Jeremías también pensó en abandonar el encargo profético para poder vivir tranquilo en su pueblo. Pero la Palabra de Dios le ardía dentro y escogió el camino difícil. A Jesús le apetecería más, sin duda, que Dios le ahorrara "el cáliz de su muerte", pero eligió el camino difícil: "No se haga mi voluntad, sino la tuya". A Pedro, que al principio "pensaba como los hombres y no como Dios" y prefería las cosas fáciles, también le vendrá el tiempo en que, madurado en su fe cristiana, dé valiente testimonio de su fe en Cristo ante el pueblo, ante las autoridades y, finalmente, ante Nerón en Roma, en su martirio.

También a nosotros el mundo de hoy nos ofrece caminos mucho más fáciles y "prometedores" a corto plazo. Pero Cristo nos dice que si queremos seguirle tenemos que tomar cada uno su cruz, como él tomó la suya. Lo que no podemos hacer es una selección de lo que nos gusta, evitando lo que nos parece más serio y exigente en el programa de vida de Jesús. No podemos "censurar" páginas del evangelio que no nos gusten,

La Eucaristía nos da la fuerza para poder seguir por ese camino, exigente pero coherente. Comulgar con Cristo, en la eucaristía, es comulgar también con Él a lo largo de la jornada y de la semana, Con todas las consecuencias, aunque a veces eso suponga dificultad y renuncia. Pero, a la larga, es lo que nos dará la más profunda alegría y felicidad. 

miércoles, 23 de agosto de 2023

HOMILIA Domingo vigesimoprimero del TIEMPO ORDINARIO cA (27 de agosto de 2023)


 Domingo vigesimoprimero del TIEMPO ORDINARIO cA (27 de agosto de 2023)

Primera: Isaías 22, 19-23; Salmo: Sal 137, 1-3. 6. 8bc; Segunda: Romanos 11, 33-36; Evangelio: Mateo 16, 13-20

Nexo entre las LECTURAS

La figura de Pedro, que confiesa a Jesús Mesías e Hijo de Dios, llena la escena litúrgica de este Domingo. Jesús lo constituye ‘Roca’ de la Iglesia, le da las llaves del Reino y le otorga el poder de atar y desatar (Evangelio). La primera lectura nos habla de Eliaquín, elegido por Dios para ser mayordomo de palacio, en tiempos del rey Ezequías, y que prefigura a Pedro: "El será padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá. Pondré en sus manos las llaves del palacio de David". San Pablo, en la segunda lectura, se asombra de las decisiones insondables de Dios y de sus inescrutables caminos respecto al pueblo de Israel. La liturgia nos permite maravillarnos y sobrecogernos ante el gran misterio de la elección de Pedro para ser Roca y Mayordomo de su Iglesia y desde él, poder pensar y rezar nuestra vocación. Recemos por el Papa Francisco, sus intenciones y necesidades, su salud y santidad.

Temas...

¿Quién dice la gente que es Jesús? Acabamos de escuchar una escena bien conocida de todos. Aquella ocasión en que Jesús pregunta a sus discípulos sobre la opinión que la gente tiene de Él: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?". Lo que le contestan está inspirado en las similitudes de Jesús con algunos personajes conocidos de sus seguidores: que si Juan el Bautista, o Elías, o Jeremías, o algún otro de los profetas. Piensan en alguien del pasado que vuelve a actuar. En el fondo, Jesús les recuerda a alguien.

Más allá de la escena que se nos ha recordado, es importante que nos fijemos en nuestro tiempo actual. Si Jesús nos hiciera hoy esta misma pregunta, ¿qué le contestaríamos? ¿Qué dice la gente que es Jesús? Quizás algunos dirían que es un personaje del pasado, importante en la historia; o que es un modelo ético, un modelo de comportamiento a imitar; o alguien a quien se recurre en la dificultad; o bien el amigo, alguien a quien se ama en profundidad; o alguien a quien tener en cuenta en la vida personal, pero sin necesidad de vivirlo y de celebrarlo comunitariamente; o alguien que no me dice nada en mi vida particular; o bien, que es el salvador de la humanidad; Muchas y distintas respuestas, entre otras que cada uno podíamos añadir.

Y para ti, ¿quién es Jesús? Pero Jesús quiere ir más allá. No le basta con conocer el estado de opinión de la gente, sino que busca una respuesta personal de cada uno de sus discípulos. Quiere que cada cual dé la suya: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?" Una vez más es Pedro quien toma la palabra y contesta: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". No se trata de una respuesta nueva ni original. Precisamente, poco tiempo antes, según leíamos hace dos Domingos en concreto, los discípulos al comprobar que Jesús andaba sobre las aguas, también proclamaron: "Realmente eres Hijo de Dios",

Se trata de respuestas que no hacen referencia al pasado, sino que hablan del presente, de quién es Jesús para cada uno de ellos. Una respuesta que Parte de su propia experiencia. Y, por encima de todo, parte de la acción del Padre que es quien revela que Jesús es su propio Hijo,

Y nosotros, ¿quién decimos que es Jesús? No consiste en buscar y dar una respuesta ya sabida, o en que otros contesten por mí. Cada cual, con sus propias palabras, a partir de su propia experiencia personal, debiera responder con sencillez y con sinceridad: ¿Quién es para mi, aquí y ahora, Jesús? Ojalá que, como Simón, mereciéramos que de la boca de Jesús volviera a surgir la bienaventuranza: "¡Dichoso, bienaventurado, tú, Simón!"

Ser piedra y encargarse de las llaves. A partir de su respuesta, Jesús le da dos atribuciones: ser piedra y encargarse de las llaves del Reino (mayordomo).

Ser piedra, buen fundamento para la construcción de la comunidad, hasta el punto de ser capaz de resistir contra el mal. A pesar de la debilidad, de las dificultades, de los temores, tenemos un fundamento firme en el que apoyarnos, porque tiene la garantía dada por la palabra del mismo Jesús.

encargarse de las llaves del Reino. El mismo poder que se da también a los otros discípulos, a la comunidad entera: "Lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo" Construir la fraternidad, la aceptación mutua, el perdón, la reconciliación, es una tarea que corresponde a Pedro, que corresponde a la Iglesia entera.

Pedro ha de ser piedra de fundamento para la Iglesia y ha de ayudar a construir la unidad y la reconciliación en su interior. Una tarea que también nos implica a cada uno de nosotros. Depende, en parte, de nosotros que nuestra comunidad siga viva, testimoniando a Jesús en medio de nuestro (pueblo, barrio, comunidad). Depende de nuestra colaboración que en su interior haya unidad, aceptación mutua, perdón, reconciliación. Todos nosotros somos portadores de estos dones allí donde tiene lugar nuestra vida: en casa, con los compañeros de trabajo y de estudio, con los vecinos...

Que nos acompañe siempre la gracia del Señor que recibimos en esta Eucaristía

lunes, 14 de agosto de 2023

HOMILIA Solemnidad de la Asunción de la VIRGEN MARÍA (15 de agosto de 2023)

 Solemnidad de la Asunción de la VIRGEN MARÍA (15 de agosto de 2023)

PrimeraApocalipsis 11, 19a; 12, 1-6a. 10ab; Salmo: Sal 44, 10bc. 11-12. 15b-16; Segunda: 1Corintios 15, 20-26; Evangelio: Lucas 1, 39-56

Nexo entre las LECTURAS

Toda la celebración de hoy tiene un color de victoria y de esperanza que nos va muy bien: en medio de un mundo sin demasiadas perspectivas, cuando, confuso en muchos aspectos y especialmente por la dictadura del relativismo reinante, los cristianos celebramos la victoria de María, la Madre de Jesús y de la Iglesia, y nos dejamos contagiar de su alegría, nexo de las lecturas y centro de la Solemnidad. Teniendo en cuenta que ésta es una de las fiestas más grandes de la Virgen, todo el estilo de la celebración, de las moniciones y de la homilía y las actividades de los cristianos el 15, deberían mostrar nuestra alegría por la obra que Dios ha hecho en la Virgen y por lo que esto supone de esperanza para nosotros. ¡Vivamos de manera muy festiva esta Liturgia y este día!

Temas...

La victoria de Cristo Jesús: Cristo Resucitado, tal como nos lo presenta Pablo, es el punto culminante de la Alegrémonos, hermanos. Hoy es fiesta para toda la Iglesia. Más aún, para toda la humanidad. En un mundo en que no abundan precisamente las buenas noticias, nosotros estamos celebrando esta: que Dios ha querido que María, una humilde mujer de Israel, fuera la madre del Mesías, del Hijo de Dios, y que después participara plenamente, en cuerpo y alma, de la gloria de su Hijo, en el cielo. Es una buena noticia para ella y también para todos nosotros.

Una victoria contagiosa. Ante todo, hoy es un día de victoria para Cristo Jesús. Tal como nos lo ha presentado Pablo, en su lectura, Cristo Resucitado es el motivo de nuestra fe y de nuestra fiesta, a lo largo de todo el año, y también hoy. Él es la primicia de toda la humanidad y de la creación, el primero que triunfa plenamente de la muerte y del mal, resucitando a una nueva existencia, después de haber cumplido la misión que Dios le encomendara. Él es el segundo y definitivo Adán, cabeza de la nueva humanidad, destinada a la salvación.

Pero hoy es fiesta también para la Virgen María, su madre. Ella es la primera salvada por Cristo. Ella es la primera cristiana: la mujer que creyó en Dios, la que se puso a su disposición con un "s?' total ("hágase en mí según tu Palabra"), la que le dedicó a Dios Padre la gozosa alabanza del Magnificat, la que estuvo siempre con su Hijo –en su nacimiento, en su vida, al pie de la cruz y en la alegría de la resurrección–, la que se dejó llenar del Espíritu, y la que ha sido glorificada como primer fruto de la Pascua de Jesús, asociada a su victoria en cuerpo y alma, al final de su vida mortal, gozando ya para siempre junto a él. En verdad "ha hecho obras grandes" en ella el Señor.

Y es también fiesta para nosotros, la Iglesia de Jesús y para la humanidad (Fratelli Tutti). María, miembro entrañable de la comunidad cristiana, la mejor seguidora de Jesús, la Hermana, la Madre, está presente en el camino de la Iglesia y del mundo, como lo estuvo en el de Jesús su Hijo. La figura de la "mujer" que da a luz al Salvador y triunfa contra el enemigo, como hemos leído en la primera lectura, el Apocalipsis, aunque se refiera directamente a la Iglesia misma, se cumple de modo privilegiado en María, prototipo de todo lo que la comunidad cristiana quiere llegar a ser en su camino de lucha contra el mal.

Lo que Dios ha realizado en María es también nuestra victoria. El de María a Dios fue de alguna manera nuestro "sí". El "sí' de Dios a ella es también un "sí' dirigido a todos nosotros, porque a todos nos prepara el mismo destino que a ella. Como diremos en el prefacio, "ella es la figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada: ella es consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra".

Fiesta mayor de la esperanza. Nos hacen falta fiestas como esta. No estamos viviendo tiempos fáciles. La imagen de una comunidad en lucha, tal como aparece en el Apocalipsis, la estamos viviendo también en nuestros tiempos. También a nosotros nos toca luchar contra los varios "dragones" que nos tientan en este mundo, y que hacen que sea cuesta arriba el vivir según el evangelio de Jesús.

Pero hoy, mirando a la Virgen María, que ya comparte la victoria de su Hijo, nos reafirmamos en nuestra confianza. La Asunción nos demuestra que el plan de Dios es plan de vida y salvación para todos. La Asunción es un grito de fe en que es posible esta victoria contra el mal. Que va en serio lo que Dios ha pensado para nosotros y para la humanidad. Que nuestro destino no es la muerte, sino la vida y la felicidad eterna. La fiesta de hoy es una respuesta de Dios a los pesimistas y a los perezosos, y también a los materialistas que no ven más que los valores económicos o humanos: algo está presente en nuestro mundo que trasciende nuestras fuerzas y nos lleva más allá. El destino de la humanidad, después de una vida plena y comprometida aquí abajo, es la glorificación en Cristo y con Cristo. Por eso en la Misa de hoy estamos pidiendo repetidamente a Dios que también nosotros lleguemos a participar con Cristo y con María de su misma gloria en el cielo. No sabemos cuándo y cómo sucederá. Pero sí nos alegramos de que ya haya sucedido en María de Nazaret.

Cada Eucaristía, Magníficat y Asunción. Cada vez que celebramos la Eucaristía suceden dos cosas muy hermosas. Ante todo, imitamos el Magnificat que entonó la Virgen María. Le elevamos a Dios nuestras alabanzas, sobre todo en la plegaria eucarística, la oración primordial de la Misa, que el sacerdote proclama en nombre de todos y apoyado por las aclamaciones de todos,

Pero además, la Eucaristía es también la garantía de nuestro triunfo final. Hacemos el memorial de la Pascua de Jesús, que es la raíz de la victoria de María y de la nuestra, y, al comulgar con fe en el Cuerpo y Sangre de Cristo, ya participamos de su vida. Él mismo nos aseguró: "Quien come mi Carne y bebe mi Sangre vive de vida eterna y yo le resucitaré en el último día".

Vamos por buen camino si, a lo largo de nuestra vida, celebramos bien la Eucaristía. Estamos en el mismo camino de la Virgen y de la victoria de su Asunción.

Sugerencias...

La Asunción es un grito de fe en que es posible esta salvación. Es una respuesta a los pesimistas y a los perezosos. Es una respuesta de Dios al hombre materialista y secularizado que no ve más que los valores económicos o humanos: algo está presente en nuestro mundo, que trasciende de nuestras fuerzas y que lleva más allá. El destino del hombre es la glorificación en Cristo y con Cristo.

El hombre, cuerpo y alma, está destinado a la vida. Esa es la dignidad y futuro del hombre. Por eso en la Misa de hoy pedimos repetidamente que también a nosotros, como a la Virgen María, nos conceda "el premio de la gloria" (oración de la vigilia), que "lleguemos a participar con ella de su misma gloria en el cielo" (oración del día). Estamos celebrando nuestro propio futuro (optimistas) realizado ya en María.

Nuestro Magníficat: la Eucaristía. Los Domingos, y también otros días (preceptos) como hoy que la Iglesia considera muy importantes, la comunidad cristiana se reúne y entona a Dios su alabanza y su acción de gracias. Como la Virgen prorrumpió en el canto del Magníficat, así nosotros expresamos nuestra alegría, con fe y esperanza, por lo que Dios hace, en cantos, en aclamaciones y, sobre todo, en la Plegaria Eucarística. Es nuestra respuesta a la acción de Dios: nuestro "Magníficat" continuado. Y no sólo damos gracias, sino que en la Eucaristía participamos del misterio pascual, la Muerte y Resurrección de Cristo, del que la Virgen ha participado en cuerpo y alma, y así tenemos la garantía de la vida: "quien come mi Carne y bebe mi Sangre tendrá la vida eterna, y yo le resucitaré el último día" (Jn 6.). La Eucaristía nos invita a mirar y a caminar en la misma dirección en la que nos alegra hoy la fiesta de la Asunción.

María, Hija de Sión, Madre de misericordia, ruega por nosotros.

HOMILIA DEL Domingo vigésimo del TIEMPO ORDINARIO cA (20 de agosto de 2023)

 Domingo vigésimo del TIEMPO ORDINARIO cA (20 de agosto de 2023)

Primera: Isaías 56, 1. 6-7; Salmo: Sal 66, 2-3. 5-6. 8; Segunda: Romanos 11, 13-15. 29-32; Evangelio: Mateo 15, 21-28

Nexo entre las LECTURAS

El salmo responsorial, que es la plegaria que sintoniza admirablemente con la primera lectura, nos ha hecho suplicar: "Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben". Una plegaria en consonancia con la misión universal de la Iglesia (Evangelio). Y es que Dios la ha pensado como sacramento de salvación para todos los hombres. El nuevo pueblo de Dios sería infiel a su vocación si se replegara en sí mismo. Cristo lo ha enviado a todo el mundo. He aquí una consecuencia lógica del querer de Dios y de la obra de Cristo. Hay que tener presente la gran afirmación: "Los dones y el llamado de Dios a Israel son irrevocables (segunda lectura) y Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad". La Iglesia es, en esta línea y siguiendo la afirmación de san Juan Pablo II, camino hacia el hombre para que el hombre camine hacia Dios.

Temas...

Los aquí reunidos para celebrar la Eucaristía hemos descubierto, en algún momento de nuestra vida, el amor entrañable que Dios nos tiene, su proyecto de salvación que su Hijo Jesucristo nos ha comunicado, y al que hemos querido responder intentando ser fieles, en nuestra vida, a esta llamada que hemos descubierto.

El largo camino de la propuesta salvadora de Dios. El camino de la salvación que Dios nos propone se ha ido mostrando poco a poco a la humanidad, desvelando progresivamente la grandeza y la radicalidad de su invitación.

En un primer momento, la relación de Dios con la humanidad tiene un destinatario especial. Dios establece un pacto, una relación única y especial, con el pueblo elegido, con el pueblo de Israel, a la espera de obtener una respuesta de fidelidad, Así, Israel será su pueblo, y el Señor será su Dios.

Con Jesús, esta propuesta de salvación queda también dirigida en concreto al pueblo de Israel, pero hallamos ya elementos que nos descubren un alcance más amplio: la salvación de Dios aspira a llegar a toda la humanidad. Dios, Padre de toda criatura humana, de todo hombre y de toda mujer, los quiere con amor entrañable y quiere proponerles su proyecto de salvación y de felicidad.

La alabanza de la fe. Si leemos con atención el evangelio, nos encontramos con llamadas de Jesús a creer en Él, a tener fe en sus gestos y en sus palabras, en lo que transmiten y en nombre de quien lo hace. Pero estas llamadas no siempre son correspondidas, Por eso a menudo se queja de la incredulidad o de la "poca fe" de los que le siguen, en especial del primer destinatario del proyecto de Dios: el pueblo de Israel,

Pero también podemos encontrar en otras ocasiones cómo Jesús alaba la fe de alguien. Hoy hemos escuchado una de esas alabanzas, la dirigida a aquella mujer cananea: "¡Mujer, qué grande es tu fe!" La otra alabanza va dirigida al centurión que le pide la curación de su criado: "En verdad les digo: En todo Israel no he hallado a nadie con tanta fe".

En dos ocasiones Jesús alaba la fe de alguien, Y en ambas ocasiones la persona elogiada no pertenece al pueblo de Israel, ambas son paganas.

Herederos de una historia, llamados a la fe. Después de su resurrección, Jesús encargó a sus discípulos que contagiaran la Buena Noticia que les había anunciado y que habían tenido la suerte de experimentar, por el mundo entero. Quiso que la salvación que Él había traído de parte de Dios llegara a todos; que todo el mundo se beneficiara de ella que todos participaran de ella. Todos nosotros somos herederos de aquel encargo misionero y evangelizador y en sinodalidad. Gracias a aquellos apóstoles y profetas, y a otras muchas personas, la fe en Cristo se ha extendido por todas partes, y muchos pueblos y personas hemos logrado conocer, celebrar, vivir y testimoniar nuestra fe en Jesús, muerto y resucitado.

Todos nosotros hemos de considerarnos de la descendencia de aquellos dos paganos y de muchos otros que, después de ellos, han conocido a Jesús, han aceptado su mensaje con fe profunda, convencida, proclamada sin temor.

Todos nosotros hemos sido agraciados con el conocimiento y la acogida de la Buena Noticia de Jesús en nuestra vida. Pero, si nos encontrásemos cara a cara con Él, ¿podría alabar nuestra fe, como alabó la de aquella mujer cananea o la del centurión? Acoger a Jesús y su gracia exige de nosotros una respuesta al amor entrañable de Dios, hecha de fidelidad, de confianza y, sobre todo, de fe.

La participación de esta Eucaristía, en la que acogemos el alimento de la Palabra de Dios y de su Cuerpo partido y compartido, nos ha de ser un estímulo para crecer en fidelidad, en confianza y en fe.

Sugerencias... (Lectio)

Contemplar la escena de la cananea: una mujer pagana, no israelita, que tenía la hija muy enferma, endemoniada, y oyó hablar de Jesús. Sale a su encuentro y con gritos le dice: «Señor, Hijo de David, ten piedad de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio» (Mt 15,22). No le pide ‘algo especial’, solamente le expone el mal que sufre su hija, confiando en que Jesús ya actuará.

Jesús ‘como que se hace el sordo’. ¿Por qué? Quizá porque había descubierto la fe de aquella mujer y deseaba acrecentarla (pasó con la Samaritana, con el Ciego, con Zaqueo y con Marta –hermana de Lázaro–). Ella continúa suplicando, de tal manera que los discípulos piden a Jesús que la despache. La fe de esta mujer se manifiesta, sobre todo, en su humilde insistencia, remarcada por las palabras de los discípulos: «atiéndela, porque nos persigue con sus gritos» (Mt 15,23).

La mujer sigue rogando; no se cansa. El silencio de Jesús se explica porque solamente ha venido para la casa de Israel. Sin embargo, después de la resurrección, dirá a sus discípulos: «Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16,15).

Este silencio de Dios, a veces, nos atormenta. ¿Cuántas veces nos hemos quejado de este silencio? Pero la cananea se postra, se pone de rodillas. Es la postura de adoración. Él le responde que no está bien tomar el pan de los hijos para echarlo a los perros. Ella le contesta: «Y, sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños» (Mt 15,26-27).

Esta mujer está muy despierta desde su humildad. No se enfada, no le contesta mal, sino que le da la razón: ‘Tienes razón, Señor’. Pero consigue ponerle de su lado. Parece como si le dijera: ‘Soy como un perro, pero el perro está bajo la protección de su amo’.

La cananea nos ofrece una gran lección: da la razón al Señor, que siempre la tiene. No hemos de querer tener la razón cuando te presentas ante el Señor (el libro de Job). No debemos ser quejosos sino, más bien, oferentes (esto dice la Virgen en Fátima a los pastorcitos) y, si te quejas, acaba diciendo: ¡Señor, que se haga tu voluntad!

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...