lunes, 3 de julio de 2017

DOMINGO DECIMOCUARTO "VENGAN A MI LOS QUE ESTÁN AFLIGIDOS"

Domingo decimocuarto del TIEMPO ORDINARIO cA (09 de julio de 2017)
En Argentina, día de la Declaración de la Independencia Nacional
Primera: Zacarías 9, 9-10; Salmo: Sal 144, 1-2. 8-11. 13c-14; SegundaRomanos 8, 9. 11-13; Evangelio: Mateo 11, 25-30
Nexo entre las LECTURAS
Las lecturas de este Domingo nos plantean algunas paradojas: El rey mesías que se encamina hacia Jerusalén humilde y montado en un asno (primera lectura); Jesús, maestro y señor, que se llama a sí mismo sencillo y humilde de corazón, y que además afirma que su yugo es suave y su carga ligera (Evangelio); san Pablo que, en la carta a los Romanos, razona, siguiendo las huellas de Cristo, de un modo nuevo, que se resume en ‘morir para vivir’: "si hacen morir las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán".
Temas...
La paradoja es algo sorprendente y desconcertante para nosotros, es como que se escapa a la lógica de la razón, y esto nos "martiriza" al hacernos perder las riendas del pensamiento. La paradoja es del ámbito del pensamiento, pero pertenece a un ámbito diverso del lógico-racional, al ámbito de lo emotivo, de lo intuitivo, a la lógica del corazón y, si es paradoja cristiana, al ámbito además de la revelación y de la fe. En este sentido, el punto de partida de nuestra homilía puede ser la realidad de la paradoja cristiana y la conciencia de dicha realidad. A partir de aquí podemos reflexionar sobre los textos litúrgicos:
La paradoja del mesías. El mesías esperado en el AT es el mesías rey, descendiente de David, que habría de entrar en Jerusalén como un gran monarca, después de haber conquistado de nuevo el entero reino davídico. Zacarías menciona un rey, justo y victorioso sí, pero humilde y montado en un asno, en un joven borriquillo. El cristianismo ha visto realizada esta profecía en Jesús, el mesías esperado por Israel y por todos los pueblos, un mesías rey, pero que reina –¡qué misterio! – desde el trono de la cruz, en medio del sufrimiento más atroz (podemos hacer memoria del Domingo de Ramos).
La paradoja del amor. El texto de san Mateo reproduce, como en un cuadro, el amor paradójico de Jesús. Esa paradoja que supone la humillación más anonadante de la grandeza más sublime y consciente, la del Hijo de Dios, por medio de la encarnación. La paradoja del Señor y del Maestro que, en su sencillez y humildad de corazón, pone sobre sus hombros la carga y el yugo, a fin de que, a nosotros, sus siervos agobiados ante el peso, nos resulte la carga más ligera y a nosotros, sus discípulos fatigados por leyes y preceptos, se nos haga más suave su yugo (podemos hacer memoria del Viernes Santo).
La paradoja de la gracia. En la existencia cristiana los términos "morir - vivir" son correlativos, es decir, hay que morir para vivir. Es la muerte a las obras de la carne, para que resucite el hombre nuevo, que vive según el Espíritu. Es la muerte en sentido ascético y místico, y, si Dios lo quiere y nos da la gracia, también en sentido real, hasta el martirio cruento, para que viva Cristo en nosotros con un modo de vivir que pertenece a otra realidad diversa del mundo, por más que esté plenamente incrustada en él, pues el cristiano no es del mundo, pero está en el mundo como levadura y como luz (aquí se puede hacer memoria del Triduo Pascual y de la Eucaristía -Jueves Santo-). Volvamos a hablar de la alegría pascual, pues no hay cristianismo sin FE PASCUAL.
– Entre los hombres hay la tendencia marcada a clasificar a los demás, a etiquetarlos según categorías opuestas. Se es de izquierda o de derecha, tradicional o progresista, carismático o institucional, católico o laicista, liberal o conservador, de antes o de mañana, y así por el estilo. El discípulo-misionero no encaja en ninguna de esas categorías, es simplemente ‘cristiano’. Ello le da libertad para discernir y pertenecer, a TODOS, según lo exija el servicio misericordioso en cada caso. En nuestra vida pastoral-comunitaria hemos de tenerlo muy en cuenta, y quitar espacio a las oposiciones y a las negaciones arbitrarias. A veces el cristiano aparecerá como progresista, porque eso es lo que le pide su fe y su conciencia, y otras veces será visto como tradicional, pero siempre ha de ser audaz en ‘salir y evangelizar’ (Papa Francisco). No son las categorías las que cuentan, sino los valores (virtudes) que se quieren promover y salvaguardar; y ante los valores, puede saltarse cualquier clasificación, importa tener un corazón de discípulo-misionero (Doc. de Aparecida). Valores como la vida, la moralidad pública, la salvaguarda del ambiente, la dignidad de la persona, la libertad en general y particularmente la libertad religiosa, la defensa del niño por nacer... no elegimos pertenecer a alguna categoría ni nos supeditamos a clasificaciones partidistas... amamos y servimos al hombre, y habrá que protegerlos y fomentarlos siempre, en cualquier parte, y en cualquier situación, especialmente en y con los pobres, débiles y sufrientes,
– Pedir la gracia de no tener miedo a ser clasificados, a que nos pongan un apelativo que no nos gusta, que nos hace perder amistades, que incluso ponga en cierto peligro nuestra fama y nuestro honor y ser fuertes en la perseverancia como discípulos-misioneros cuando nos enteramos que fuimos clasificados, catalogados con expresiones o dichos desagradables y no ciertos. El primero en ser clasificado por los hombres de su tiempo fue Jesús y no con mucha fortuna: amante de la buena mesa, borracho, glotón, amigo de publicanos y pecadores, rebelde a las leyes de su pueblo... Jesucristo no se ocupó de tales clasificaciones. Lo que cuidaba con interés – y era su verdadera ocupación – es la gloria del Padre y la instauración del Reino de Dios, en el arrepentimiento y la conversión interior y en la fe para tener acceso a dicho Reino. Todo lo demás "lo deja". Nosotros como Pastores, sacerdotes y fieles cristianos laicos comprometidos hemos de tener la misma actitud de Jesucristo, aunque no ‘se nos pinte’ en modo alguno fácil y aunque nuestras tendencias naturales quieran seguir otra invitación. Además, hemos de inculcar esta misma actitud a nuestros amigos y vecinos, compañeros de trabajo y estudio, con sencillez de razonamiento, con convicción sincera, con fuerza persuasiva. Cuando se rompe ese miedo, que tanto ata y paraliza, el cristiano logra una gran libertad de espíritu para actuar delante de Dios y no delante de los hombres (cfr.: Papa Francisco), o delante de los hombres dando gloria a Dios.

Temas... (Otra posibilidad)
– Todo procede del Padre: Jesús, el revelador, da gracias al Padre por poder serlo (revelador). Y ya está previsto en el plan de Dios que Jesús esconderá estas cosas a los «sabios y entendidos», pues éstos creen que ya lo saben todo y que lo saben mejor que nadie, y se las revelará a la «gente sencilla», es decir, a los que no son expertos en la doctrina de los doctores de la ley y que son los mismos que los «pobres en el espíritu», los «enfermos» que tienen necesidad de médico, los que están «maltrechos y derrengados» como ovejas sin pastor. Estos pobres tienen un espíritu abierto, un espíritu que no está completamente obstruido con mil teorías; aunque sean despreciados por los sabios y entendidos, Dios los ha elegido como destinatarios de su revelación. Se mostrará muy profundamente que el Hijo, en su humildad y abajamiento, sólo puede ser comprendido, tanto como mediador de las intenciones del Padre como en razón de sus propios sentimientos, por la gente sencilla a la que se dirige… ¿vamos a las periferias a anunciar el Reino?
– Precisamente porque Él -y nadie más que Él- conoce las intenciones del Padre, puede pronunciar esta frase solemne y soberana: «Todo me lo ha entregado mi Padre». La consecuencia es que nadie sino el Hijo conoce a fondo al Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre: esta declaración levanta el velo del misterio trinitario; y la comunicación de los sentimientos del Hijo a los hombres, que viene a continuación, remite al Espíritu Santo, que pone en nuestros corazones los sentimientos de ambos, del Padre y del Hijo, algo que la segunda lectura subrayará expresamente. Al poder contemplar esa íntima relación recíproca que existe entre Padre e Hijo, descubrimos aún algo decisivo: que el Hijo no es un mero ejecutor de las órdenes del Padre, sino que tiene, como Dios que es, su propia voluntad soberana: Él revela al Padre y se revela a sí mismo sólo a los que ha elegido para ello. La parte final del evangelio nos dice quiénes son estos elegidos. ¿Hacemos habitualmente memoria de la fiesta de Pascua, Pentecostés, Santísima Trinidad, Corpus… etc.?
– Están invitados todos los cansados, agobiados u oprimidos por la razón que sea; sólo a ellos se les promete alivio, descanso (los que no están cansados no tienen necesidad de Él). Y ahora viene la paradoja: los que vienen a Jesús llevan «cargas pesadas», pero el «yugo» de Jesús es «llevadero» y «su carga ligera». Sin embargo, su carga, la cruz, es la más pesada que hay. Y no se puede decir que la cruz sólo sea pesada para Él, y no para los que la llevan con Él. La solución se encuentra en la actitud de Jesús, que se designa en el evangelio como «manso y humilde de corazón», que no gime bajo las cargas que se le imponen, no se queja, no protesta, no mide ni compara sus fuerzas. «Aprendan de mí», y enseguida experimentarán que la pesada carga se torna «ligera». No en vano, en la primera lectura, el Mesías viene cabalgando en un asno, en una bestia de carga tan humilde como Él. Y no en vano, en la segunda lectura, se nos insta a tener en nosotros el «Espíritu de Dios» (el Padre) y el «Espíritu de Cristo», y a dejarnos determinar por Él. El hombre carnal gime bajo su carga; nosotros, por el contrario, «estamos en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente», pues la carne conduce a la muerte, sino que podemos alegrarnos, por el Espíritu que habita en nosotros, el Espíritu del amor entre Padre e Hijo, de que el Hijo nos permita llevar con Él parte de su yugo, de su cruz. Así se nos concederá en el Espíritu el descanso y la paz de Dios. ¿Vamos con alegría anunciando el Reino de Dios, o andamos con cara de velorio, como escribe el Papa en Evangelii Gaudium?.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...