domingo, 8 de mayo de 2022

HOMILIA DOMINGO QUINTO DE PASCUA cC (15 de mayo 2022)

 DOMINGO QUINTO DE PASCUA cC (15 de mayo 2022)

Primera: Hechos 14, 21b-27; Salmo: Sal 144, 8-13a; Segunda: Apocalipsis 21, 1-5a; Evangelio: Juan 13, 31-33a. 34-35
Nexo entre las LECTURAS
La Iglesia nace de la Pascua. En este Domingo los textos litúrgicos pueden ‘concentrarse’ en torno al tema de la Iglesia como Pueblo convocado por Dios para recibir su AMOR y dar a todos este AMOR. Ante todo, en el evangelio se nos ofrece la caridad, el amor, como sustancia, como centro de la Iglesia (Amoris Laetitia): "En eso conocerán que son mis discípulos". Esta Iglesia, amor y comunión, se realiza históricamente en las pequeñas comunidades de los orígenes cristianos, por ejemplo, en las comunidades fundadas por Pablo y Bernabé durante su primer viaje misionero (primera lectura). La Iglesia, nuestra Iglesia recibe un impulso de Dios para que practique la CARIDAD hasta llegar a la Iglesia Celeste, morada definitiva, comunión plena con Dios  y entre los hombres salvados (segunda lectura). El salmista nos muestra el amor-misericordia del Padre: “El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas”, mientras lo rezamos pedimos la gracia de ser misericordiosos (amor) como el Padre.
Temas...
La Pascua sigue ascendiendo. Hace cuatro semanas que inauguramos la gran fiesta cristiana: la Pascua. Nos quedan todavía tres para concluirla con Pentecostés (5 de junio). En el tono de nuestras celebraciones -y de nuestra vivencia espiritual fuera de ellas- se debe seguir notando que celebramos Pascua, que nos estamos dejando «contagiar» de su energía y de la novedad de su Espíritu en esta Pascua del 2022, aún con la marca de la guerra y de la pandemia del covid.
Primavera universal. Primavera espiritual. Para ejemplo, un paralelo interesante: No nos cansamos de ver florecer la naturaleza, que florece, no por mera poesía, sino de cara a la madurez y los frutos del verano. No nos debemos cansar tampoco de la primavera de la Pascua -crecer en fe, en esperanza, en entrega por los demás, en novedad de vida- que nos quiere conducir hacia Pentecostés, la plenitud de los frutos del Espíritu, para que así quedemos llenos de fuerza para el resto del año.
A muchos cristianos nos ayudará, también, el recuerdo de la Virgen en este mes de mayo, Luján y Fátima y viene la Auxiliadora y la Visitación. Ella aparece ante la comunidad cristiana como el mejor fruto de la Pascua del Señor, la que se dejó llenar de su nueva existencia, la totalmente disponible al Espíritu. Si María de Nazaret aparece como la que mejor celebró el Adviento y la Navidad, también es la que más cerca estuvo de su Hijo en el camino de la Cruz y en la alegría de su Pascua. Ella es la Maestra de Pascua y de Pentecostés para la comunidad cristiana de todos los tiempos.
Pascua: opción por el optimismo. La historia de cada uno y de la lglesia -como también de la sociedad en la que vivimos- puede no ser demasiado consoladora en estos momentos. A muchos, por ejemplo, les produce dolor contemplar la increencia que se ha adueñado de la sociedad, la dictadura del relativismo, la locura de la guerra. Otros tienen problemas en la familia o en su propia vida personal. Sea cual sea nuestra situación, Pascua nos invita a hacer un «ejercicio» de visión positiva de la historia y de las personas.
Así parecen tratar de convencernos las lecturas de hoy:
-una comunidad que recibe de su Señor, en su despedida (a partir de hoy los evangelios serán de la Ultima Cena) la mejor de las herencias y de los distintivos: el amor fraterno,
-una comunidad, la apostólica (1ª lect.) que rebosa actividad y se siente satisfecha, a pesar del ambiente hostil en que se mueve, por lo que Dios está haciendo en ella: la apertura a los no creyentes, los frutos del trabajo misionero, y que tiene como perspectiva futura «un cielo nuevo y una tierra nueva», con un Dios cercano, que mora en medio de ella y que enjuga las lágrimas de todos (2a lect.).
En Pascua hay permiso para soñar. Pascua es un acto de fe en que sí es posible ese cielo nuevo y esa tierra nueva: porque el Señor ha resucitado, y su Espíritu actúa, y, por poco que le dejemos, quiere transformarnos a cada uno de nosotros, y a nuestras comunidades. Un voto de confianza a Dios. Un voto de confianza a la sociedad y a la Iglesia. Hay muchas fuerzas escondidas, medio dormidas, en las personas y en la comunidad, que sí pueden despertar y mejorar nuestra historia. De modo que la Pascua de Jesús sea este año 2022 un poco más la Pascua de su comunidad.
Claro que hay dificultades: «Hay que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios» (1ª lect.). Somos conscientes de ello. Pero a pesar de todo, seguimos haciendo opción por Pascua, porque hemos creído lo que ha dicho el que estaba sentado en el trono, Dios: «Ahora hago el universo nuevo», y lo que ha prometido: que enjugaría las lágrimas y nos llevaría a un reino futuro en que ya no habrá muerte ni luto ni llanto ni dolor. ¿En el futuro? ¿o ya desde ahora? La oración poscomunión pedirá que vivamos ya «desde ahora la novedad de la vida eterna».
Tareas realistas, camino de la imaginación. Todo esto no es una huida hacia delante. Es compromiso y tarea para la comunidad cristiana hoy y aquí, según las lecturas:
-el Maestro nos ha encomendado un testamento difícil, el amor fraterno: «que se amen unos a otros como él nos ha amado»; es el único camino hacia el ideal; si crecemos cada uno en verdadero amor por los demás, la Pascua ya se está cumpliendo;
-la primera comunidad aparecía corresponsable, unida, informada, sinodal: «reunieron a la comunidad y les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos»; comparten, se animan los unos a los otros; así se puede realizar lo que individualmente es imposible;
-en esa comunidad hay ministros que predican, viajan, fundan comunidades, presiden la oración: en este caso Pablo y Bernabé; ojalá nuestras comunidades estén animadas por ministros ordenados cada vez más numerosos y santos, en colaboración con toda la comunidad. Rezamos, cada vez más, por las Vocaciones.
Así es posible la utopía (ideal/imaginación de un futuro mejor). En medio de un mundo egoísta, unos cristianos que aman. En medio de una sociedad fragmentada, un espacio de fraternidad activa. Cuando todo invita al interés personal, nosotros queremos asumir el servicio de la animación de la comunidad y en la caridad. La Eucaristía debería ser como una fotografía de la comunidad pascual. Unas personas que creemos en Jesús, escuchamos su Palabra, oramos y cantamos, damos gracias y participamos en la mesa eucarística, que nos sentimos unidos y a la vez enviados misioneramente a mejorar este mundo. Y todo ello, animados visiblemente por los ministros ordenados que representan al Señor.
Sugerencias…
El verdadero rostro de la Iglesia. ¿Qué es lo que hace brillar ante los hombres el verdadero rostro de la Iglesia? Indudablemente la caridad, el amor y servicio. En una manera humana y tal vez no tan propia podemos decir que la Iglesia “docente” es necesaria pero que lo haga amando y sirviendo. La Iglesia que “celebra” los sacramentos es importantísima, pero que lo haga con amor misericordioso, que sea Iglesia Madre como lo es el Padre. La Iglesia en cuanto “institución”, será verdadera y creíble si es pobre y servidora. El verdadero rostro de la Iglesia nos lo da la Iglesia-Caridad, comunión, la Iglesia que realmente ama y se dedica a practicar el amor, la caridad, mediante todos y cada uno de sus hijos y para todos los hombres. Conocemos el canto que dice: "Donde reina la caridad y el amor, allí está Dios", frase que podría parafrasearse de otra manera: "Donde hay caridad y amor, ahí está la Iglesia". Esa caridad que en Dios tiene su manantial y en Dios termina su recorrido de amor por la vida de los hombres. Dios, alfa y omega (Vigilia Pascual) de la caridad… entre estos dos extremos, mostrados en el Cirio Pascual, se hallan todas las demás ‘consonantes y vocales’ con las cuales expresar de todo corazón nuestro amor a Dios y al prójimo. Es nuestra misión unir siempre la caridad con la fe, el dogma, la liturgia, las instituciones, para mostrar al mundo el rostro bello, genuino y verdadero de la Iglesia. Que nuestra manera de vivir sea el rostro de la caridad verdadera y del amor sincero. Recordemos, de nuevo, lo que san Pablo dice en el himno a la caridad: "Si no tengo caridad, nada soy".
María, Madre de Misericordia, ruega por nosotros.
San José, patrono de la Iglesia, ruega por nosotros.
P.ANGEL 

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...