lunes, 27 de junio de 2022

HOMILÍA Domingo Decimocuarto del TIEMPO ORDINARIO cC (03 de julio de 2022).

 Domingo Decimocuarto del TIEMPO ORDINARIO cC (03 de julio de 2022).

PrimeraIsaías 66, 10-14; Salmo: Sal 65, 1-3a. 4-7a. 16. 20; Segunda: Gálatas 6,14-18; Evangelio: Lucas 10, 1-12. 17-20

Nexo entre las LECTURAS…

Buscar en todo el fin: esta expresión puede ayudarnos a reunir el mensaje de los textos litúrgicos. El fin de la misión de los setenta y dos no es el éxito, sino que los llena de alegría saber que están colaborando con Dios en hacer un mundo diferente, están participando en la transformación del mundo y por eso "sus nombres están escritos en el cielo", (dice el evangelio) término de toda esperanza humana. También el texto del profeta Isaías, que tiene como característicos dos elementos: la fecundidad y abundancia, por una parte, y la consolación, por otra, ve anticipadamente el fin de todos sus sueños: la ciudad de Jerusalén que reúne a todos sus hijos, como una madre (primera lectura). A esto nos une el salmista, que dice: "¡Aclamen! ¡Celebren! ¡Canten! ¡Vengan! ¡Miren! ¡Den gracias! No, no estamos a merced de los poderes del mal. ¡Dios es Dios! Y "creemos" en la acción victoriosa de Dios. Decimos los cristianos ‘Creo en la Resurrección y en la vida eterna’. ¡"Bendito sea Dios que nos salva"! Y San Pablo con su palabra, dándonos consejos y recomendaciones (segunda lectura), nos anuncia que la existencia cristiana no tiene otro fin sino el de apropiarse la vida de Cristo en toda su realidad histórica, especialmente en el misterio de la cruz... para participar de la Vida junto a Él.

Temas...

Inscritos en el libro de la vida. Los 72 discípulos de Jesús, símbolo de los cristianos esparcidos por el mundo, en cuanto que 72 son todos los pueblos de la tierra (ver en Gén 10), están contentos de la misión cumplida y llegan a Jesús para contarle sus proezas misioneras. Jesús los escucha, pero a la vez les hace caer en la cuenta de algo importante: las hazañas misioneras no tienen valor en sí mismas, lo que realmente ‘vale y nos debe alegrar’ profundamente es nuestro destino eterno con el Dios de la vida. Esta búsqueda gozosa del verdadero fin de la existencia explica y da sentido a la alegría, en sí legítima y razonable, por los éxitos apostólicos, al igual que da sentido a los sufrimientos y adversidades en el desarrollo de la misión cristiana. El discípulo-misionero, en efecto, no predica realidades sensiblemente captables y atractivas… predica que el Reino de Dios ya ha llegado, predica la paz mesiánica, predica en medio de un mundo no pocas veces hostil y reacio a los valores del Reino, predica valiéndose y poniendo su confianza más que en los medios humanos en la fuerza misteriosa de Dios. Indudablemente, el éxito en términos temporales no es un elemento esencial en la vida del misionero.

Madre de consolación y de paz. Cuando el autor de este fragmento del libro de las profecías de Isaías escribe este bellísimo texto, la dispersión judía es una grandeza extendida por todo el imperio persa y por el mediterráneo. El profeta, bajo la acción del Espíritu divino, sueña con un pueblo unido y unificado en la ciudad mística de Jerusalén. Con ojo alerta en Dios mira hacia el futuro y prevé poéticamente el momento gozoso de la reunificación. Lo hace recurriendo a la imagen de una madre de familia que reúne, entorno a sí, a todos sus hijos, tiene tiernamente en sus brazos al más pequeño y le alimenta de su propio pecho. Todos, al reunirse de nuevo con la madre, se llenan de consuelo y se sienten como inundados por una grande paz. Esta Jerusalén, madre de consolación y de paz, simboliza al Dios del consuelo, simboliza a Cristo, que es nuestra paz, simboliza a la Iglesia en cuyo seno todos somos hermanos y de cuyo amor brota la paz de Cristo que dura para siempre. Muestra maravillosamente el lugar de la bienaventurada Virgen María en el plan de salvación. Y la Iglesia, está llamada a ser, como la Virgen, madre de consolación y de paz para todos los pueblos.

Llevo en mi cuerpo la marca de Jesús. Para un cristiano, nos dice San Pablo, carece de valor estar o no circuncidado, lo que vale es ser una nueva creatura. Todo ha de estar subordinado a la consecución de este fin. San Pablo es consciente de haberlo conseguido, pues lleva en su cuerpo la marca de Jesús. Es decir, lleva en todo su ser una señal de pertenencia a Jesús, como el esclavo llevaba una señal de pertenencia a su patrón, o como en otros grupos, en que los miembros llevaban en sí una señal de pertenencia. Como Pablo, así deben ser todos los cristianos, por eso puede decirles: "Sean imitadores míos, como yo lo soy de Cristo". Este es, además, el fin de la misión de Jesucristo: que el hombre se apropie la redención operada por Jesucristo y llegue así a ser y a manifestar a los demás que es pertenencia de Dios. ¿Llevas grabado, en tu mismo ser, la marca de Jesucristo?

Sugerencias...

Cristiano, o sea, misionero. La imagen del cristiano que va a Misa, cree en los dogmas de fe y cumple con los mandamientos, es incompleta… Ser cristiano es tener una misión y realizarla con celo y ardor en los quehaceres de la vida y en la amplísima gama de tareas eclesiales hoy existentes (Aparecida). Más aún, el sentido de misión es el estímulo más fuerte para creer y vivir la fe, para cumplir con los mandamientos de Dios y de la Iglesia. En el Catecismo se lee: "Toda la Iglesia es apostólica en cuanto que ella es ‘enviada’ al mundo entero; todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras, tienen parte en este envío. ‘La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado" (CIC 863). Si amamos filialmente a la Iglesia, no dudemos de que la mejor manera de expresarle nuestro amor sea mediante nuestro espíritu misionero. Y misionero significa conciencia viva de ser enviado y de discípulo; si bien este envío puede ser al vecino de casa, al cliente en el trabajo, al que encuentro en la parada del autobús o del semáforo, a la joven pareja que se prepara para el matrimonio... Hoy en día misionar no es únicamente marchar a un país lejano a predicar la fe y el estilo de vida de Cristo, es también una tarea que se lleva a cabo en el propio barrio, en las plazas de la ciudad e incluso entre las paredes del propio hogar. PERO sin dejar de ser “ir” a lugares donde el evangelio de Jesús no es conocido… nos alienta el ejemplo de los mártires del Zenta, el Padre Pedro Ortiz de Zárate, vicario de Jujuy, el sacerdote jesuita Antonio Solinas y sus acompañantes criollos y aborígenes que salieron y dejaron todo para mostrar el inmenso amor a Dios y de Dios y que esperaban participar de los bienes prometidos en el cielo.

La misión puede más que el miedo. Sigue siendo ejemplo lo sucedido en 1683 al norte de nuestra Patria y parafraseando a san Juan Pablo II podríamos decir: "No tengan miedo de ser misioneros". Porque, a decir verdad, algunas veces al menos nos atenaza el temor, el respeto humano, el ‘qué pensarán’ y el ‘qué dirán’, hasta a veces en el seno del presbiterio, en las mismas comunidades religiosas y hasta con el Obispo. Es propio de la naturaleza caída (decimos humano) sentir miedo, pero la misión ha de superar y sobrepasar nuestros temores. El futbolista ya no tiene miedo de hablar de fútbol, ni el médico o el maestro de hablar de realidades de su vocación/ profesión. Conociendo las distancias con los ejemplos: ¿Hemos de tener miedo, los cristianos, de hablar de Cristo: su persona, su vida, su verdad, su amor, su misterio?, decimos con san Pablo VI: “hablar de él es lo que más me gusta” La fe y la misión comienzan en el corazón, eso es verdad, pero han de terminar en los hechos y en los labios, afirmamos esto con santa Teresita y con san Francisco Javier.

Debemos orar mucho, mucho, mucho, porque todos, para la misión, debemos recibir la fuerza que viene de lo alto, el Espíritu Santo, y vencer, con la ayuda de la gracia, cualquier muestra de miedo ¡Es nuestra hora! ¿La dejaremos pasar?, nos interroga el Papa Francisco. También ustedes, maestros y educadores cristianos, que tienen en sus manos la niñez y la adolescencia, ¡sean misioneros en la escuela! ¿Podremos permitir que el miedo prevalezca sobre nuestra misión cristiana? Nuestra misión ha de ser nuestra corona y nuestra gloria.

lunes, 13 de junio de 2022

HOMILIA Solemnidad del SANTÍSIMO CUERPO y SANGRE DEL SEÑOR cC (19 de junio de 2022)


 Solemnidad del SANTÍSIMO CUERPO y SANGRE DEL SEÑOR cC (19 de junio de 2022)

PrimeraGénesis 14, 18-20; Salmo: Sal 109, 1. 2. 3. 4; Segunda: 1 Corintios 11, 23-26; Evangelio: Lucas 9, 11b-17

Nexo entre las LECTURAS

Las lecturas del ciclo C nos presentan a Melquisedec, el misterioso sacerdote de Salem (Jerusalén), que ofrece pan y vino a Abrahán, que vuelve de una batalla. El NT ve en Melquisedec una figura profética de Cristo Jesús, del que en el evangelio leemos que ofrece alimento a la multitud, cansada y hambrienta, multiplicando los panes y los peces. Este hecho Lucas lo cuenta con terminología "eucarística", aunque evidentemente todavía no se tratara del sacramento cristiano: lo hace para que sus lectores sepamos reconocer el alimento —"la fracción del pan"— que Jesús, ahora Resucitado, ofrece a su comunidad. Pablo nos cuenta cómo en la última Cena Cristo dejó como herencia este entrañable sacramento, memorial y participación de su muerte pascual, signo eficaz de su propia donación como alimento.

Estas lecturas nos hacen entender lo que significa la Eucaristía. En ella, Jesús, el Señor, presente continuamente a su comunidad, nos ofrece su propio Cuerpo y Sangre como alimento. Esto, en la celebración, nos lleva a comulgar con él. Y en el sacramento permanente del sagrario, en el que él prolonga su oferta, nos invita a continuar también nosotros la oración, la alabanza y la atención gozosa a esta presencia.

Cristo, nuestro alimento. Como Abrahán vendría cansado de su expedición; como la multitud, al caer de la tarde, estaría cansada y hambrienta; así nosotros, en nuestra vida, necesitamos alimento. Cristo mismo ha querido ser nuestro "viático", nuestro "alimento para el camino".

La fiesta de hoy nos debe llevar: a) a cuidar más la celebración de la Eucaristía; b) y, también, a no descuidar algunos de los signos, clásicos o más actuales, de adoración al Santísimo, personal y colectiva, que nos pueden ayudar: - a prolongar el clima de la celebración pasada; - a preparar la próxima con una actitud más consciente, y a dar a nuestra jornada o a nuestra semana el tono de comunión de vida con Cristo Jesús, que es la finalidad tanto de la celebración como del culto fuera de la celebración.

Temas...

«Jesús alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre los panes y los partió». El misterio de la festividad de hoy, como el de todas las grandes solemnidades que siguen a Pentecostés y a la Santísima Trinidad, es un misterio trinitario. El evangelio lo representa primero en la imagen de la multiplicación de los panes. Esta no es un truco de magia; para realizarla, Jesús levanta primero los ojos al cielo, en una oración de petición y acción de gracias (eucharistia) a un tiempo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado», pues su auto prodigalidad en los panes será un signo de cómo el amor del Padre entrega total e incondicionalmente su Hijo al mundo; después bendice el pan, pues el Padre ha confiado todo al Hijo, incluso el poder de pronunciar la bendición del cielo; y finalmente lo parte, gesto que alude tanto a su quebrantamiento en la pasión como a la infinita multiplicación de sus dones que el Espíritu Santo realiza en todas las celebraciones eucarísticas, y con ello se hace visible simbólicamente que el amor trinitario se hace presente en el don eucarístico de Jesús.

«Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes». En las concisas palabras de la institución de la Eucaristía, que se recogen en la segunda lectura, se encuentra oculta la inagotable plenitud del don del amor divino. Es como si se levantara una piedra y surgiera una fuente que jamás se agota. Pablo refiere aquí únicamente lo que ha oído a los primeros discípulos, pues en este punto no osaría añadir nada de su propia cosecha. El contexto de la acción de Jesús, en «la noche en que iba a ser entregado», es esencial; en último término es el Padre quien lo entrega: en la cruz por los hombres y en la Eucaristía, igualmente por nosotros. Por eso Jesús pronuncia la oración de acción de gracias: porque el Padre hace esto, porque él mismo puede hacerlo con él y porque el Espíritu Santo lo realizará continuamente en el futuro. Jesús no sólo distribuye el pan partido que es él mismo, sino que da a los que lo reciben, como supremo cumplimiento del don, la orden y el poder de repetirlo ellos mismos en el futuro. No al margen de su entrega, de su sacrificio, sino «en memoria suya», para que así su don nunca sea algo puramente pasado, algo que se recuerda sin más, sino que siga siendo un presente siempre nuevo por el que se dan gracias al Padre elevando los ojos hacia él, y en nombre del Hijo y con la fuerza del Espíritu Santo se parte y se come el pan. La partición del pan eucarístico es inseparable del desgarramiento de la vida de Jesús en la cruz: por eso toda celebración eucarística es «proclamación de la muerte del Señor» por nosotros. Pablo no necesita mencionar la resurrección, pues ésta está contenida como algo evidente en el hecho de que la muerte de antaño sólo puede hacerse presente si esa muerte era ya una obra de la vida del amor supremo.

«Melquisedec ofreció pan y vino». El gesto del rey de Salem en la primera lectura es un arquetipo sumamente significativo para judíos y cristianos. Pues antes de que se instituyera en Israel el ritual de los sacrificios, el ofrecimiento de plantas y animales, existió ya esta sencilla ofrenda de pan y vino por parte de un rey de Salem, que no era aún la Jerusalén que llegaría a ser después. Melquisedec es un misterioso rey—sacerdote que (según la carta a los Hebreos) preludia ya, más allá del sacerdocio pasajero de Leví, el sacerdocio de Jesús. Lo primigenio (alfa) remite a menudo más claramente a lo definitivo (omega) que los estadios intermedios, de los que no hace falta ser conscientes.

Sugerencias...

Hoy es el día más grande para el corazón de un cristiano, porque la Iglesia, después de festejar el Jueves Santo la institución de la Eucaristía, busca ahora la exaltación de este augusto Sacramento, tratando de que todos lo adoremos ilimitadamente. «atrévete todo lo que puedas»: ésta es la invitación que nos hace santo Tomás de Aquino en un maravilloso himno de alabanza a la Eucaristía. Y esta invitación resume admirablemente cuáles tienen que ser los sentimientos de nuestro corazón ante la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Todo lo que podamos hacer es poco para intentar corresponder a una entrega tan humilde, tan escondida, tan impresionante. El Creador de cielos y tierra se esconde en las especies sacramentales y se nos ofrece como alimento de nuestras almas. Es el pan de los ángeles y el alimento de los que estamos en camino. Y es un pan que se nos da en abundancia, como se distribuyó sin tasa el pan milagrosamente multiplicado por Jesús para evitar el desfallecimiento de los que le seguían: «Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que habían sobrado: doce canastos».

Ante esa sobreabundancia de amor, debería ser imposible una respuesta floja. Una mirada de fe, atenta y profunda, a este divino Sacramento, deja paso necesariamente a una oración agradecida y a un encendimiento del corazón. San Josemaría solía hacerse eco en su predicación de las palabras que un anciano y piadoso prelado dirigía a sus sacerdotes: «Trátenlo bien».

Un rápido examen de conciencia nos ayudará a advertir qué debemos hacer para tratar con más delicadeza a Jesús Sacramentado: la limpieza de nuestra alma —siempre debe estar en gracia para recibirle—, la corrección en el modo de vestir —como señal exterior de amor y reverencia—, la frecuencia con la que nos acercamos a recibirlo, las veces que vamos a visitarlo en el Sagrario... Deberían ser incontables los detalles con el Señor en la Eucaristía. Luchemos por recibir y por tratar a Jesús Sacramentado con la pureza, humildad y devoción de su Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos.

lunes, 6 de junio de 2022

HOMILIA Solemnidad de la SANTÍSIMA TRINIDAD cC (12 de junio 2022) P. ANGEL



Solemnidad de la SANTÍSIMA TRINIDAD cC (12 de junio 2022)

PrimeraProverbios 8, 22-13; Salmo: Sal 8, 4-5. 6-7. 8-9; Segunda: Romanos 5, 1-15; Evangelio: Juan 16, 12-15

Nexo entre las LECTURAS.

Los textos litúrgicos nos muestran la Trinidad en “acción”. Una revelación que se va desplegando, poco a poco, desde la personificación de la Sabiduría (primera lectura) ... después, Jesucristo, en el evangelio, nos adentra en la revelación de la Trinidad contándonos la interacción entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y, por último, el texto de la carta a los Romanos muestra las consecuencias de la obra de Dios Trino en la vida de los cristianos, por obra –sobre todo– del Espíritu.

Temas...

Dios SE nos revela. Ninguna inteligencia humana, incluso la más elevada y perfecta, puede conocer por sí misma el misterio de la vida trinitaria. Ninguna filosofía puede desvelar por vía especulativa que Dios es simultáneamente uno y trino. Ninguna religión puede descorrer el velo del santuario en el que mora la realidad misma de Dios, Verdad, Amor y Vida. Lo que sabemos del Dios vivo y verdadero nos viene por autorrevelación: "Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a Sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad" (Dei Verbum 2). En la historia de la salvación, Dios se ha revelado primeramente como creador y como providencia sobre todas sus criaturas (primera lectura). El texto evangélico nos enseña que Jesucristo, en cuanto Hijo de Dios, nos ha revelado sobre todo la paternidad divina. El Espíritu Santo, por su parte, nos llevará a la verdad completa, es decir, nos hará entender y experimentar mejor y en mayor profundidad la realidad de la vida trinitaria y las consecuencias de esa realidad para nuestra vida en este mundo: la paz con Dios Padre, el estado de hijos de Dios en que nos hallamos por el bautismo, la posesión del amor de Dios con el cual superar cualquier tribulación y vivir en la esperanza que no engaña. Dios no se revela como un anciano solitario y justiciero, sino como un Padre con una intensa vida familiar, sellada toda ella por la Verdad y por el Amor.

Dios NOS revela e interpela. Al revelarse Dios a sí mismo en su vida más íntima, revela al hombre su más profunda identidad y su quehacer más importante en la existencia histórica. Por eso, no es ni puede ser indiferente al cristiano el misterio de la Trinidad. Como nos dice el catecismo, el misterio trinitario es la luz que nos ilumina (CIC 234). Ilumina nuestra inteligencia de la creación, pues el Padre ha creado al universo y al hombre con las sabias manos del Hijo y del Espíritu (primera lectura), y así nos revela no sólo nuestra condición de criaturas sino también nuestra condición contemplativa y casi mística. Ilumina nuestra comprensión de las relaciones dentro de la familia divina (evangelio), y mediante ellas nos revela nuestra participación en esa vida divina y nuestra vocación de reflejo de la misma. Nos revela sobre todo nuestra condición de oyentes del Espíritu, a quienes el Espíritu de la Verdad comunica todo lo que ha oído en el seno del Padre y todo lo que ha recibido del Verbo, hecho carne. Nos revela, por acción del Espíritu, nuestra condición de hombres de la esperanza, frente a los hombres sin esperanza, que son los no creyentes; una esperanza sólida, que no engaña (segunda lectura). Esta revelación que el Dios vivo y trinitario nos hace de nuestra identidad, nos interpela al mismo tiempo a fin de que la vida divina adquiera formulación y expresión histórica en cada uno de los cristianos: la unidad de la fe, el amor como esencia del cristianismo, la docilidad a la presencia y acción del Espíritu Santo en nuestras almas, el papel magisterial del Espíritu de la Verdad divina, la multiplicidad de expresiones culturales de la misma y única fe.

Sugerencias...

Tendríamos tantas cosas para decir, tantos problemas que proponer, tantos gozos y dolores que comunicar; pero hoy debemos querer hablar del “tema” más alto y más difícil, y al mismo tiempo más hermoso que ninguno: “el tema de Dios”, el tema religioso por excelencia, el tema de nuestra fe, el tema de nuestra vida. Sí, hablar de Dios es nuestro primer deber y nuestra dicha.

Sabemos que el pensamiento moderno se declara ateo; es decir, sin Dios, en algunos de los niveles oficiales; y sabemos que precisamente de esta postura negativa nace la noche del hombre; si la negación de Dios se inserta en las raíces de la inteligencia y en lo profundo del corazón humano, la luz y la lógica del pensamiento no resisten; el ser y la vida carecen entonces de su suprema razón de existir; en cambio nosotros sabemos que ¡Dios existe!, y que sin El no podemos razonar de verdad ni tener concepto aceptable del orden y del bien; motivos para orar y para amar… para que sea “santificado” su nombre y que se haga su voluntad en la tierra como en el Cielo.

Misterio de fe y amor. Es decir, un misterio en el que no sólo tenemos que creer sino también amar. Creo, creemos en un único Dios que nos da la vida como Padre, que como Hijo nos llama a vivir a fondo la experiencia filial de la que Él nos hace partícipes, y que en cuanto Espíritu se define como intercambio de amor entre el Padre y el Hijo y nos enseña que en el amor está la esencia de Dios y de toda criatura. Me fío de este Dios Vida, Comunión, Verdad, Amor. Creo y confío en que en la apropiación de estos grandes valores Adivinos encuentro mi plena realización humana y cristiana. Como cristiano expreso mi fe amando la grandeza y belleza del Dios unitrino. Con mi amor a cada una de las personas divinas pretendo subrayar que el Dios trinitario no es una abstracción, no es un mundo mental hermoso y bien construido, no es un juego de conceptos con los cuales entretener la reflexión de los teólogos, sino un Dios tripersonal, al que amo como hijo, al que obedezco como creatura, y al que adoro por ser mi Dios y Señor. Considero algo sumamente positivo y necesario que desde la primera catequesis se introduzca a los niños en una relación personal y adorante con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu. Para esta catequesis trinitaria puede ayudarnos una explicación elemental de la santa Misa, que comienza y termina en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. En ella, Jesucristo, Hijo de Dios, nos habla a los hombres (a los niños, y a los adultos) desde el Evangelio. En ella todas las oraciones y plegarias nuestras se dirigen a Dios Padre, fuente de todo don y gracia. En ella está presente y activo el Espíritu Santo de manera muy especial en el momento de la consagración, para hacer que el pan y el vino se conviertan en el cuerpo y la sangre de Cristo, y para transformar nuestra pobre existencia mediante el cuerpo de Cristo que en la misa recibimos. Si Dios es un misterio de amor, ¿no será el amor la mejor manera de entrar por la puerta del misterio?

La gloria de la Trinidad. La gloria de la Trinidad es que el hombre viva y, por medio de él, toda la creación adquiera sentido y cumpla su finalidad. ¿Qué quiere decir que el hombre viva? Que sea lo que tiene que ser. Que sea plenamente hombre y, si ha sido llamado a la vocación cristiana, que sea plenamente cristiano. Aquí está el drama (si se permite la expresión) de la Trinidad que es por igual el drama del hombre: No pocas veces la gloria de la Trinidad es opacada, entenebrecida por el hombre. El hombre no es lo que es, cuando se cree un demiurgo (diosito) autónomo en lugar de una criatura dependiente, y manipula la vida y la creación a su antojo. El hombre no es lo que es, cuando se olvida de haber sido creado a imagen de Dios y piensa que su imagen más perfecta se halla en el reino animal. El hombre no es lo que es, cuando piensa que no ha sido creado por amor y para amar, sino más bien que su realización personal está en proporción a la medida de su poder y de su dominio sobre los demás. El hombre no es lo que es, cuando se cree dueño de la vida que puede hacer con ella lo que quiere, en lugar de ser un receptor agradecido, que la administra sabiamente por haberla recibido del mismo Dios.

Gloria al Padre y gloria al Hijo y gloria al Espíritu Santo.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...