miércoles, 6 de marzo de 2019

HOMILÍA MIÉRCOLES DE CENIZA(06 DE MARZO DE 2019)

MIÉRCOLES DE CENIZA (6 de marzo de 2019) Primera: Joel 2, 12-18; Salmo: Sal 50, 3-6a. 12-14. 17; Segunda: 2Corintios 5, 20 – 6,2; Evangelio: Mateo 6, 1-6.16-18 Nexo entre las LECTURAS. Las tres lecturas de hoy expresan con claridad el programa de conversión que Dios quiere de nosotros en la Cuaresma: conviértanse y crean el Evangelio; conviértanse a mí de todo corazón; misericordia, Señor, porque hemos pecado; déjense reconciliar con Dios; Dios es compasivo y misericordioso... Cada uno de nosotros, y la comunidad, y todos, necesitamos oír esta llamada urgente al cambio pascual, porque todos somos débiles y pecadores, y porque sin darnos cuenta vamos siendo vencidos por la dejadez y los criterios de este mundo, que no son precisamente los de Cristo. Los "signos": ¿Qué hacemos con la ceniza y el ayuno-abstinencia? En sí ‘son’ nada. Las cosas, los ritos, los gestos, no valen por sí mismos, sino por el signo- significado, y por el espíritu con que los realiza la Iglesia. Es lo que bellamente nos enseña hoy Jesús en el evangelio. La limosna, para que no nos desordene el corazón la debemos practicar en la misericordia y el amor. La oración es buena si es fruto del Espíritu y el amor. El ayuno que agrada al Padre es el que se hace en humildad y caridad. Practiquemos ayunos, oraciones y limosnas para acercarnos a Dios y a los demás… Temas... LA CENIZA. «Eres polvo y al polvo volverás» (Gen 3, 19). Estas palabras, que el Señor pronunciara por primera vez dirigidas a Adán por razón del pecado cometido, las repite hoy la Iglesia a todo cristiano, para que podamos recordar algunas verdades fundamentales: nuestra ‘nada’, nuestra ‘condición’ de pecador, de heridos por el pecado y la realidad de la ‘muerte’, del límite. El polvo -|a ceniza colocada sobre la cabeza de los fieles-, algo tan ligero que basta un leve soplo de aire para dispersarlo, expresa muy bien cómo el hombre es ‘nada’. «Señor... mi existencia cual nada es ante ti» (Sal 39, 6), exclama el salmista. Cómo necesita hacerse añicos el orgullo humano delante de esta verdad. Y es que el hombre por sí mismo no sólo es nada, es también pecador; precisamente él, que se sirve de los mismos dones recibidos de Dios para ofenderle. La Iglesia hoy invita a todos sus hijos a inclinar la cabeza para recibir la ceniza en señal de humildad y a pedir perdón por los pecados; al mismo tiempo nos recuerda que en pena de nuestras culpas un día tendremos que volver al polvo. Pecado y muerte son los frutos amargos e inseparables de la rebeldía del hombre ante el Señor. «Dios no creó la muerte» (Sab 1, 13), ella entró en el mundo mediante el pecado y es su triste «salario» (Rom 6, 23). El hombre, creado por Dios para la Vida, la alegría y la santidad, lleva dentro de sí un germen de vida eterna (GS 18); por eso nos hacen sufrir ese pecado y esa muerte que amenazan impedirnos la consecución de nuestro fin y por lo tanto la plena realización de nosotros mismos. Y no obstante, la invitación de la Iglesia a meditar estas realidades dolorosas no quiere hundir nuestro espíritu en una visión pesimista de la vida, sino más bien abrir nuestros corazones al arrepentimiento y a la esperanza. Si la desobediencia de Adán introdujo el pecado y la muerte en el mundo, la obediencia de Cristo ha traído el remedio contra ellos, la salvación para nosotros. La Cuaresma prepara a los fieles a la celebración del misterio pascual, en el cual precisamente Cristo salva al hombre del pecado y de la muerte eterna y transforma la muerte corporal en un paso a la vida verdadera, a la comunión beatífica y eterna con Dios. El pecado y la muerte son vencidos por Cristo muerto y resucitado y tanto más participará el hombre de semejante victoria cuanto más participe de la muerte y resurrección del Señor. LA CONVERSIÓN. «Esto dice el Señor: Conviértanse a mí de todo corazón, en ayuno, en llanto y en gemidos. Rasguen sus corazones y no sus vestiduras» (Joel 2, 12-13). El elemento esencial de la conversión es en verdad la contrición del corazón: un corazón roto, golpeado por el arrepentimiento de los pecados. Este arrepentimiento sincero incluye de hecho el deseo de cambiar de vida e impulsa a ese cambio real y práctico. Nadie está libre de este empeño: todo hombre, aun el más virtuoso, tiene necesidad de convertirse. es decir, de volver a Dios con más plenitud y fervor, venciendo aquellas debilidades y flaquezas que disminuyen nuestra orientación total hacia Él. La Cuaresma es precisamente el ‘tiempo clásico’ de esta renovación espiritual: «Ahora es el tiempo propicio, ahora es el tiempo de la salvación» (2 Co 6, 2), advierte san Pablo; pertenece a cada cristiano hacer de él un momento decisivo para la historia de la propia salvación personal. «Les pedimos en nombre de Cristo: reconcíliense con Dios», insiste el Apóstol y añade: «los exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios» (ib 5, 20; 6, 1). No sólo el que está en pecado mortal tiene necesidad de esta reconciliación con el Señor; toda falta de generosidad, de fidelidad a la gracia impide la amistad íntima con Dios, enfría las relaciones con él, es un rechazo de su amor, y por lo tanto exige arrepentimiento, conversión, reconciliación. El mismo Jesús indica en el evangelio (Mt 6, 1-6; 16-18) los medios especiales para mantener el esfuerzo de la conversón: la limosna, la oración, el ayuno: e insiste de manera particular en las disposiciones interiores que los hacen eficaces. La limosna «expía los pecados» (Ecli 3, 30), cuando es realizada con la intención única de agradar a Dios y de ayudar a quien está necesitado, no cuando se hace para ser alabados. La oración une al hombre con Dios y alcanza su gracia cuando brota del santuario del corazón, y no cuando se convierte en una vana ostentación o se reduce a un simple decir palabras. El ayuno es sacrificio agradable a Dios y redime las culpas, si la mortificación corporal va acompañada de la otra, sin duda más importante, que es la del amor propio. Sólo entonces, concluye Jesús, «tu Padre que mira en lo secreto te recompensará» (Mt 6, 4. 6. 18), es decir, te perdonará los pecados y te concederá gracias siempre más abundantes. Sugerencias... Invitar a globalizar la reconciliación. Especialmente el Papa quiere que extendamos la reconciliación-misericordia a todos los hombres, en todas las latitudes y en cualquier estrato de la sociedad y con todas las culturas y religiosidades. Como católicos, hemos de reconciliarnos primeramente con nosotros mismos, con nuestra conciencia puesta delante de Dios y de su voluntad. A la vez, hemos de buscar la reconciliación dentro de la misma Iglesia católica, pues una persona o una comunidad no reconciliadas no podremos tampoco reconciliar a otros ni con otros. Bajo el impulso y la guía del Santo Padre y de nuestros Obispos hemos de promover la reconciliación con todas las comunidades cristianas separadas de la Iglesia católica: con nuestra oración, con nuestro testimonio, con nuestra solidaridad, con nuestra ayuda material o espiritual. Se ha de promover por igual la reconciliación con los miembros de otras religiones (judíos, musulmanes, budistas, hinduistas...). Es probable que dentro de nuestras mismas parroquias haya miembros de otras Iglesias cristianas, o de otras religiones: habrá que comenzar por ellos el impulso y el deseo de reconciliación. ¿Cómo? Tratando de realizar las formas que nuestros obispos o párrocos nos señalan; pero además, el Espíritu inspirará a cada uno otras formas concretas, personales o grupales de hacerlo. La reconciliación global abarca otros sectores de la vida, además del religioso: reconciliación en la vida laboral, barrial, vecinal, espacios de la vida sindical, política, entre diversos sectores económicos, reconciliación en los estadios de fútbol entre los hinchas de un equipo y de otro, del equipo nacional de diversos países... En Argentina, una reconciliación Nacional con ocasión del camino de la elección de nuestros gobernantes y legisladores. Recordemos que la globalización de la reconciliación es para un bien mayor, para la mayor gloria de Dios y la salvación de todos los hombres. La reconciliación permanente. Que no sea solo ocasional... además no nos reconciliamos de una vez para siempre, sino que necesitamos mantenernos en actitud ‘continua’ de reconciliación. En la reconciliación sucede lo que en el amor: si no se alimenta, se enfría, se arrutina, y muere. Día tras día hay que renovar la actitud del hombre hacia la reconciliación, y hay que ejercitarse en actos de reconciliación, por pequeños que parezcan o sean, para mantenerla viva y para hacerla crecer. ¿Cuántas ocasiones tienes al día de practicar la reconciliación?, ¿lo harás? No la dejes pasar, Dios te ama y te llama a practicar la misericordia. Aprovecha esta gracia. Para llegar a crear una actitud de reconciliación se requiere haberla practicado, sin cansancio, en muchas ocasiones. ¿Por qué no reflexionar, al final del día, si has tenido alguna oportunidad de reconciliarte con Dios, le has fallado en algo, has sido menos generoso con Él?, ¿has tenido alguna ocasión de practicar la reconciliación con los demás (familiares, vecinos, emigrantes, cristianos de otras Iglesias, mendigos...)? y, ¿la has sabido aprovechar? ¡Una reflexión que puede cambiar bastante nuestra vida y nuestro entorno! INVITACIÓN: Invitar para que tengamos una buena Cuaresma y una hermosa PASCUA. María, Madre de misericordia, ¡ruega por nosotros!

HOMILIA Primer Domingo de CUARESMA cC (10 de marzo 2019)

Primer Domingo de CUARESMA cC (10 de marzo 2019) Primera: Deuteronomio 26, 1-2. 4-10; Salmo: Sal 90, 1-2. 10-15; Segunda: Romanos 10, 5-13; Evangelio: Lucas 4, 1-13 Nexo entre las LECTURAS Las lecturas de hoy son toda una profesión de la fe, un "credo". Los israelitas profesan su credo en el templo: "Mi padre fue un arameo errante...Él (el Señor) nos introdujo en este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel. Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos que tú, Señor, me has dado". (Primera Lectura). Jesús responde tres veces a Satanás como reafirmación de lo que Él cree: "no sólo de pan vive el hombre". "Al Señor, tu Dios, adorarás y él solo darás culto" "No tentarás al Señor, tu Dios". Finalmente la segunda lectura contiene una antigua profesión de la fe cristiana: "Jesús es el Señor". Temas... «El Señor nos dio esta tierra». La ofrenda de las primicias aparece asociada en la primera lectura a una antigua confesión de fe de Israel, la cual narra en apretado resumen la acción salvífica de Dios: el arameo errante y sin patria debe ser Jacob, que había servido en Aram, en casa de Labán; venía del extranjero y se estableció en Egipto, una tierra aún más extranjera. Sólo la salida de Egipto merced a la fuerza de Yahvé y la tierra que Éste dio al pueblo proporcionaron a Israel el bienestar y la vida sedentaria. Por eso las primicias de los frutos del suelo pertenecen a Dios. La confesión es aquí reconocimiento. Los dones que se traen en la cesta no son más que la imagen simbólica de la actitud interior de fe. «Durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto». La actividad pública de Jesús comienza también, según el relato del evangelio de hoy, con un ‘vagar sin patria’ por el desierto, y aquí resuenan más fuertemente los cuarenta años que Israel anduvo errante por el desierto. Fue éste un tiempo de prueba y a menudo de verdadera tentación, a la que el pueblo sucumbió más de una vez. Fue también un tiempo de ejercicio solitario de su relación con Dios, del mismo modo que los confesores, los apóstoles y los santos cristianos con frecuencia sólo han comenzado su misión entre los hombres después de años de desierto y de estar con Dios a solas. Que durante este tiempo su fe se forjara definitivamente, muestra que han seguido el camino de su Señor, que también ayunó en el desierto y se vio sometido a las tentaciones relativas a su misión mesiánica. En modo alguno debemos poner en cuestión o subestimar la profundidad de estas tentaciones de Jesús. Él, que tomó sobre sí nuestro pecado, quiso también experimentar nuestras tentaciones, el maligno y engañoso poder de seducción. «Eva se dio cuenta de que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable porque daba inteligencia» (Gn 3,6). A Jesús, que no había probado bocado durante cuarenta días, un pan al alcance de la mano debió parecerle apetecible; la posesión de este mundo que Él debía llevar al Padre, deseable, y el milagro que se le propuso, muy útil para afirmar su posición ante el pueblo. Todo esto era tan plausible. ¿Por qué elegir un camino tan complicado de renuncia? Los tres versículos de la Escritura con los que Jesús replica y se opone al diablo, no son fórmulas aprendidas de memoria, sino respuestas “amargas y trabajosamente” conseguidas. Se las puede llamar, en un sentido más elevado, una confesión de fe existencial. "La fe del corazón y la profesión de los labios". Esta confesión (en la segunda lectura) no quiere decir que eso sea algo subjetivamente fácil: la palabra (de la fe que la Iglesia anuncia) «está cerca: en los labios y en el corazón» del creyente, porque esa palabra es en el fondo el mismo Cristo; pero es una palabra que el propio creyente ha de pronunciar y nadie puede pronunciar por él. Y esto de nuevo no como una fórmula aprendida de memoria, de todos conocida y sacada de la liturgia de la comunidad, sino como una afirmación que implica estar dispuesto a sacar las consecuencias para la propia vida: «Jesús es el Señor (Kyrios)» y «Dios lo resucitó» de entre los muertos. Las dos cosas se implican mutuamente: como el resucitado, Jesús es también el Kyrios que reina sobre el mundo entero, por tanto también sobre mí, sobre mi corazón, sobre mi vida; por ello también es el Kyrios «de todos, generoso con todos los que lo invocan», ya sean judíos o griegos, chinos o indios. La confesión de fe en este Señor, la entrega de sí que en ella se expresa, proporciona «justicia y salvación», y no otra cosa que podamos imaginar como instrumento de salvación o como mérito. Sugerencias... Confesar la fe -en un mundo relativista-. La tentación es una compañera inseparable de la vida humana. El tentador es uno solo, y tan orgulloso que no tiene reparos en tentar al mismo Hijo de Dios y tan creatura que siempre hace lo mismo, tienta de la misma manera. Las formas que adopta y los medios que utiliza para tentar a los hombres en cada tiempo, costumbres, y culturas, fundamentales son siempre las mismas: tener, poder, saber, placer. En cualquiera de las tentaciones imaginables se incluye alguno de estos ingredientes. Como creyentes en Cristo, es una gracia para nosotros y una gran oportunidad confesar nuestra fe en medio de este mundo relativista, que se ha propuesto olvidar a Dios y la vida sobrenatural, ahogar o marginar la verdadera felicidad, la piedad y la práctica de las virtudes. Las tentaciones serán, para nosotros, una ocasión importante para confesar a Jesucristo, nuestro Dios y Señor, y, mediante nuestra confesión de fe, vencer la tentación con la fuerza de Dios y mostrar al mundo la dignidad del hombre que solo se comprende de rodillas frente a Dios en actitud de adoración: "Ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe". No nos dejes caer en la tentación. Los cristianos somos débiles y lo sabemos. Pero también sabemos que tenemos la gracia de Dios y que si confiamos en Él podemos estar ‘seguros’ que los ataques del tentador, sin importar cuán poderosos sean, no pueden derrotarnos. ¿Por qué si no, pediríamos al Padre en nuestra oración diaria "No nos dejes caer en la tentación"? El supermercado de la religión y de lo sagrado está hoy día lleno de dioses y de ídolos que prometen de todo… y no pueden cumplir, y muchos escogen y eligen basándose en sus caprichos o gustos. Hay muchos católicos "culturales" que adoran el trabajo, la ciencia y la política más que a Dios. Como individuos y miembros de la Iglesia debemos rezar fervientemente el Padre Nuestro cada día, pidiendo al Señor humildemente "no nos dejes caer en la tentación". María, Medianera de todas las Gracias, ruega por nosotros.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...