lunes, 29 de julio de 2019

HOMILIA Domingo Decimoctavo del TIEMPO ORDINARIO cC (4 de agosto de 2019).

Domingo Decimoctavo del TIEMPO ORDINARIO cC (4 de agosto de 2019). Primera: Eclesiastés 1, 2; 2. 21-23; Salmo: Sal 89, 3-6. 12-14. 17; Segunda: Colosenses 3, 1-5. 9-11; Evangelio: Lucas 12, 13-21 Nexo entre las LECTURAS… Los textos litúrgicos de este Domingo nos proponen dos modos de vivir (ser) y de estar en el mundo. Está el modo de vivir del hombre viejo y está el modo de vivir propio del hombre nuevo… existe el hombre que busca las cosas de la tierra y el que busca las cosas del cielo (segunda lectura), aquel para quien todas las cosas son vanidad y para quien todo es providencia de Dios (primera lectura). El evangelio, por su parte, opone la vida de quien cifra todo en el tener, y atesora riquezas para sí, y la vida de quien funda su existencia en el ser, en ser hijo de Dios y hermano de los demás… peregrino a la Patria celestial: es el que atesora riquezas delante de Dios. El salmo hace una severa advertencia de resistir a la tentación con una invitación positiva: “Hoy... todo es posible”. El pasado es pasado... el mal de ayer se acabó. Una nueva jornada comienza… ¿vas a empezar? Eh!. Temas... Vivir para sí. Este es un modo de estar en el mundo, de realizar la existencia en el arco de años entre el nacimiento y la muerte. Vivir para sí es un modo de pensar, de actuar, de relacionarse con los hombres y con las cosas. Para estos el punto de referencia de todo es el yo, son “autorreferenciales” y la autorreferencialidad es un pecado grave (Papa Francisco). Al fin y al cabo el saber, el trabajo, el esfuerzo con sus buenos resultados aparecen, ante estos: caducos y vanos. Pensando que el hombre es un ser para morir, viven creyendo que no sirve saber, ni trabajar, ni amar o servir… todo es vanidad, humo que se lleva el viento MENOS lo que quiero ahora para mí. Cuando el yo es el centro de la vida, tenemos al hombre viejo, incapaz por sí mismo de salir de la tiniebla de y a esto lo convierten en absoluto. Viven en su hermetismo, cada vez más sumergido en el fondo del vicio y del pecado, con la mirada cada vez más puesta en las cosas de la tierra sin la posibilidad de alzarla hacia las alturas. Hombre viejo, porque en cierta manera repite en su vida la historia antiquísima del primer Adán, del gusto del pecado y de la caída original. Por otra parte, el yo autorreferencial es sumamente pobre dejado en sus propias manos, porque privilegia el tener y el aparecer. ¿Hay algo más efímero y frágil que esas dos realidades? ¿Cómo se puede fundar una existencia sobre algo que hoy es y mañana desaparece? ¿Cómo se puede mirar de frente a la meta, cuando los grandes valores que han regido la vida han sido los bienes materiales y las apariencias, olvidando el umbral del más allá? Con razón se puede aplicar a quien vive así las palabras de Jesús en la parábola del texto evangélico: "¡Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?". Así es quien atesora riquezas para sí, quien centra en sí su propio vivir y actuar entre los hombres. Vivir delante de Dios. Hay que empezar diciendo que Dios no es el antagonista del yo, de la realización personal, como dicen los relativistas. ¡De ninguna manera!. La sabiduría eterna nos enseña que la propia realización consiste y se lleva a cabo por el camino del vivir para Dios, de vivir a los ojos de Dios, esto es lo que engrandece la dignidad de cada uno y por eso mismo la de los demás. El trabajo y el saber, a los ojos de Dios, tienen un sentido y un destino providenciales, más allá de los límites de la esfera mundana. Todo lo que uno hace por Dios, en este mundo, lo trasciende y habita -purificado y elevado- en la eterna morada de Dios. Vive bien el que vive ante Dios y para Dios… este es el hombre nuevo, el que ha sido rehecho por Cristo mediante el bautismo a su imagen y semejanza, el que ha sido circuncidado no en su carne sino en su corazón, y viviendo delante de Dios ESTE vive sin miedo a la muerte, más aún: cree que la muerte es la puerta a una existencia nueva de la que ya se participa, aunque sea de modo muy incipiente. Por eso, el hombre nuevo tiene los pies bien puestos en la tierra y en los quehaceres de este mundo, con la mirada y el corazón puestos arriba, en el cielo, hacia donde camina con fe, confianza y esperanza, amando y sirviendo como lo hizo el Señor Jesús. Quien vive para Dios no se enajena del mundo, no lo desprecia ni lo odia, porque es la casa que el Padre nos ha dado para que en ella habitemos mientras nos preparamos para llegar a la Patria definitiva. Trabaja como todos los demás, gasta sus fuerzas para producir riqueza, pero tiene un corazón puro y desprendido y sabe muy bien que los bienes de este mundo tienen un destino universal, y no pueden ser injustamente acaparados en pocas manos (Laudato Si). En vez de decirse a sí mismo: "Descansa, come, bebe, banquetea", piensa más bien en cómo ayudar para que los hombres todos, sobre todo quienes están más cerca (vecinos), tengan su oportuno descanso, dispongan de alimentos y puedan sanamente disfrutar de lo necesario para un banquete de fiesta, como María en Caná de Galilea… como el beato Enrique Angelelli que nos pedía tener un oído en el evangelio y el otro en el pueblo. Sugerencias... El hombre (horizontal) es el centrado en el dinero y en el bienestar. Hemos de afirmar que el hombre materialista carece de futuro. Hay gente que dice: "Con el dinero puedes hacer todo lo que quieras; el dinero abre todas las puertas". No es verdad. Con dinero no obtienes la felicidad, aunque a ratos (muchos ratos) puedas ser feliz. Con dinero no obtienes el amor, aunque puedas pagar para hacer cosas que el mundo llama amor. El dinero no te hace virtuoso, más bien abre con no poca frecuencia la puerta al antro del vicio. Lo reconozcamos o no, todos pretendemos un futuro más feliz, pero este futuro no lo encontraremos en una cuenta de dinero abundante… lo encontrarás dentro de ti, en el interior de tu conciencia, en la paz interior en comunión con Dios y con el prójimo. Sobre todo, el hombre materialista, no tiene futuro, porque el "hombre horizontal" no es ciudadano del cielo, le falta el pasaporte y, ante la muerte y el juicio de Dios, las cosas no cuentan. ¿Por qué no cambiar el "hombre horizontal" en "hombre espiritual", en hombre en gracia, guiado y configurado por la acción del Espíritu Santo? Sabemos que no es fácil, pero es posible con la ayuda de la gracia y es deseable por el Don de Dios. Son muchos quienes lo han hecho, los santos… consideremos su vida e imitemos su ejemplo. La segunda lectura entrega la conclusión general: «Aspiren a los bienes de arriba, no a los de la tierra». Pero el “Bien” no son los tesoros, los méritos o las recompensas que nosotros hemos acumulado en el cielo, sino simplemente «Cristo». Él es «nuestra vida», la verdad de nuestro ser, pues todo lo que somos en Dios y para Dios se lo debemos sólo a Él, lo somos precisamente en Él, «en quien están encerrados todos los tesoros» (Col 2,3). «Déjense construir» sobre Él, nos aconseja el apóstol (v. 7), aunque con ello el sentido esencial de nuestra vida permanezca oculto para los ojos del mundo. Debemos «dar muerte» a todas las formas de la voluntad de tener enumeradas por el apóstol (vicios), y que no son sino diversas variantes de la concupiscencia desordenada… y esta muerte es un nacimiento: un «revestirnos de una nueva condición», un llegar a ser hombres nuevos. En esta nueva condición desaparecen las divisiones que limitan el ser del hombre en la tierra («esclavos o libres»), mientras que todo lo valioso que tenemos en nuestra singularidad (Pablo lo llama carisma) contribuye a la formación de la plenitud definitiva de Cristo (Ef 4,11-16). Nuestra señora de las bodas de Caná, ruega por nosotros.

lunes, 15 de julio de 2019

HOMILIA Domingo Decimosexto del TIEMPO ORDINARIO cC (21 de julio de 2019).

Domingo Decimosexto del TIEMPO ORDINARIO cC (21 de julio de 2019). Primera: Génesis 18, 1-10a; Salmo: Sal 14, 2-5; Segunda: Colosenses 1, 24-28; Evangelio: Lucas 10, 38-42 Nexo entre las LECTURAS… La primera lectura y el evangelio hablan, claramente, de la hospitalidad. Se nos habla de Abraham que, descansando a la hora de más calor, ofrece un hospedaje espléndido a tres misteriosos personajes. Se nos habla de Marta de Betania que acoge a Jesús y a sus discípulos en su casa… y de María, su hermana, que acoge como discípula atenta la palabra de Jesús en su corazón. El texto de la carta a los colosenses presenta a Pablo que hospeda en su cuerpo y en su alma al Cristo Crucificado para completar las tribulaciones de Cristo en su cuerpo, que es la Iglesia. El salmista muestra que Dios es el Hospedero por excelencia y que nos invita a entrar, hagamos el bien con rectitud e imitemos a Dios hospedando a los demás. Temas... Hospitalidad y bendición. Es sabido que la hospitalidad era, entre los pueblos nómadas, la virtud por excelencia. En cierta manera, gozaba de un cierto carácter sagrado e inviolable, digno del máximo respeto. El relato de la primera lectura narra la hospitalidad de Abraham para con tres personajes algo misteriosos, pero se trata de una hospitalidad que va acompañada de una bendición sorprendente que supera las leyes naturales. Para Abraham, esos personajes, son mensajeros (ángeles) y vienen a anunciarle algo de parte de Yahvé. La narración tiene, por tanto, signos de ser una teofanía en la que Abraham acoge y hospeda generosa y gozosamente a Dios bajo el rostro de tres delegados suyos. El mensaje de Dios no se hace esperar, y es de bendición: "Volveré sin falta a ti pasado el tiempo de un embarazo, y para entonces tu mujer Sara tendrá un hijo". ¿Qué otra mejor bendición podría esperar Abraham que la descendencia, que hasta ahora le había sido negada por la esterilidad de su mujer? Ahora se le pide a Abraham acoger sin titubeos, con absoluta confianza, esta bendición de Dios. Y Abraham acogió de nuevo esta palabra de bendición y Dios le dio un hijo en su vejez. Hospedar generosamente nos hace entrar en el misterio de Dios… hospedar confiadamente la palabra de Dios nos trae la bendición a nosotros y por nosotros a todos los demás. Dos formas de hospedar al amigo. Estas dos formas están simbolizadas por Marta y María. Son dos formas buenas, aunque la segunda sea la necesaria (y no la primera). Marta hospeda a Jesús y a sus discípulos en su casa. De esta manera, les muestra primeramente su aprecio y amistad, les protege además del calor ardiente del desierto que acaban de atravesar para llegar hasta Betania, y les da de beber y comer para reparar sus fuerzas, gastadas por la larga y fatigosa caminata. María hospeda a Jesús escuchando su palabra, sentada a sus pies, como una discípula entusiasta que no quiere perderse ni ‘una gota’ de las enseñanzas del Maestro. Este hospedaje interior, espiritualmente activo, es estimado por Jesús de más valor que el hospedaje externo, centrado en la preparación de la mesa para una comida de hospitalidad. Por eso Jesús le dice a Marta: "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola". Jesús no desprecia la hospitalidad de Marta, la considera valiosa. Pero a la vez le recuerda que hay otra hospitalidad más importante e invita a Marta a practicarla. Pablo, anfitrión del Crucificado. María ha hospedado la palabra de Jesús. Pablo hospeda la cruz de Jesús, o mejor, al Crucificado. "Completo lo que falta a las tribulaciones de Cristo". Aunque el huésped sea un Crucificado, Pablo no se espanta ni se angustia, lo acoge con alegría porque sabe por experiencia que en Cristo crucificado está la esperanza de la gloria para él y para todos los cristianos. Para Pablo, Cristo crucificado no es un huésped obligado, molesto, sino la razón de su existir y de su misión. Dirá: "Estoy crucificado con Cristo. Vivo yo, pero ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí". Marta acoge en su casa al Amigo bueno y sumamente apreciado, María acoge al Maestro que tiene palabras de vida, Pablo hospeda al Redentor, a quien con su pasión, muerte y resurrección redime al hombre de sus pecados, lo salva de sí mismo. La hospitalidad de Pablo culmina, como en el caso de Abrahán, en bendición, en la bendición suprema. ¿Queres vivir el gozo de la amistad con Dios para traer la paz al mundo?. Sugerencias... Hospedar a Quien nos ha hospedado. Es importante que tomemos conciencia de que somos huéspedes en la Iglesia y en el mundo. Al venir a la vida hemos sido hospedados por Dios que es el Creador de esta gran casa que es la tierra; Sí… porque -toda- la tierra es la casa de Dios para todo hombre que viene a este mundo. Hemos sido hospedados en una familia: nuestros padres y hermanos, nuestros abuelos, nuestros tíos... Hemos sido hospedados en una sociedad, en una nación, en una cultura, en una institución política, educativa...Y sobre todo hemos sido hospedados por Dios en la Iglesia, la casa que Dios nos ha regalado a los creyentes en Cristo. La reciprocidad nos obliga. Hemos de hospedar a quien nos ha hospedado, sobre todo al Huésped por excelencia que es Dios Nuestro Señor. Hemos de dar el debido respeto al Huésped en nuestras palabras y acciones: practicar las virtudes y las obras de misericordia y hablar a todos de la Buena noticia del Reino. Hemos de dar el debido respeto a Dios en la Iglesia, ante el Santísimo Sacramento. Un respeto que se traduce en conciencia de la presencia de Dios en la Eucaristía, en adoración humilde y agradecida, en la oración y meditación, en el reconocimiento práctico del carácter sagrado de la Iglesia… y ayudar a otros para que hagan lo mismo. Hospitalidad hacia los emigrantes (Papa Francisco). Hoy la palabra hospitalidad puede traducirse por solidaridad. El cristianismo nos recuerda enseñándonos que todos somos hermanos, y que debemos ser solidarios unos con otros como Dios lo es con todos (conmigo y con los demás). Además… no hemos de olvidar que la solidaridad es y debe ser recíproca. El anfitrión se muestra solidario acogiendo al huésped, y éste hace patente su solidaridad acogiendo con agradecimiento y respeto la hospitalidad que se le brinda, y esto con tres expresiones sencillas: “permiso”; “gracias”; “perdón”. Por sobre todo hay que comprender (y creer) que el anfitrión acoge a Cristo en el huésped y éste acoge a Cristo en el anfitrión. Todo esto resulta de gran actualidad ante el problema no pequeño ni fácil de los emigrantes que, como oleadas constantes, llegan sobre todo a los países de Europa y de Asia. Ellos son nuestros hermanos en Cristo o, al menos, en humanidad, y por eso hemos de respetarles y acogerlos. Ellos, por su parte, no han de olvidar que nosotros somos sus hermanos, a quienes deben respeto y acogida en su corazón. Un especial examen de conciencia… ¿Cómo no pensar que, tras la pantalla de la emigración, se esconde en ocasiones la microcriminalidad, la ‘mafia’ de emigrantes clandestinos, la importación ilícita, entre otros: de tabaco y de droga, la mafia inhumana de secuestro de niños para vender sus órganos o el engaño de jovencitas que serán llevadas a diversos países de Europa y vendidas a la prostitución? Cuando el respeto mutuo falla, no se debe exasperar ni generalizar, dejándose caer en el racismo o el odio a todos los extranjeros, pero debemos colaborar, también, con la autoridad pública para intervenir y, cuando sea necesario, expulsar a los delincuentes. La hospitalidad tiene sus reglas humanas y cristianas, y todos hemos de cumplirlas con fidelidad, para que la convivencia sea provechosa para todos. Virgen María, que fuiste huésped en Egipto, ruega por nosotros.

lunes, 8 de julio de 2019

HOMILÍA Domingo Decimoquinto del TIEMPO ORDINARIO cC (14 de julio de 2019).

Domingo Decimoquinto del TIEMPO ORDINARIO cC (14 de julio de 2019). Primera: Deuteronomio 30, 10-14; Salmo: Sal 68, 14. 17. 30-31. 36-37; Segunda: Colosenses 1, 15-20; Evangelio: Lucas 10, 25-37 Nexo entre las LECTURAS… Moisés (Primera lectura), en nombre de Dios, otorga al pueblo, con el Decálogo y el Código de la Alianza, un “proyecto de vida diferente” para salir del caos vivido en Egipto y, todavía más, es para salir del caos del pecado hacia la libertad. Jesús, nos dice san Lucas, da un paso definitivo hacia el bien del hombre renovando el “proyecto civilizatorio” de Moisés, para la salvación, comprometiéndonos a vivir en el servicio, en el amor, la compasión, la generosidad, el desinterés y la misericordia (Evangelio). Pablo insta a los Colosenses a ser testigos de la centralidad de Jesús en medio de un mundo que tienta a la comunidad con ideologías falsas y religiones ambiguas. El Papa Francisco (6 de jun de 2016) nos ha invitado a vivir las bienaventuranzas, como si fuera el "GPS" para el camino correcto frente a los ídolos del egoísmo, el dinero y la saciedad de un corazón que se ríe con satisfacción ignorando a los otros. Por eso rezamos con el salmista y manifestamos nuestra confianza en Dios que nos ayuda: “Busquemos al Señor, y revivirá nuestro corazón”. Temas... «Anda, haz tú lo mismo». La parábola del buen samaritano es aparentemente una historia en la que Jesús no aparece. Y sin embargo lleva claramente su marca; nadie más que Él podía contarla en estos términos: que los que debían practicar la misericordia, el sacerdote y el levita, se muestren indiferentes y pasen de largo, y que sea precisamente el extranjero el que tenga compasión del malherido «medio muerto», que lo cure, que vende las heridas, lo cuide y, tras su marcha, el que sigue ocupándose de él. Sólo Jesús puede contar esto así, pero no por sus sentimientos humanitarios, sino porque lo que dice que hace el extranjero con el malherido, es lo que hace Él mismo (como extranjero, es Dios que viene de lo alto) y lo sigue haciendo por todos y más allá de toda medida. El samaritano es un pseudónimo/distintivo de Jesús, y cuando le dice al doctor de la Ley: «Haz tú los mismo», lo está invitando a imitar a Cristo, a estar en sintonía con Cristo, el Maestro. En la sobreabundancia de la obra de misericordia, narrada por san Lucas, se encuentra el sello de Cristo, algo que remite a la respuesta que Jesús había dado cuando se le preguntó ¿qué hay que hacer para heredar la vida eterna?: «Amarás con todo tu corazón», no sólo a Dios, sino también al prójimo… ¡AMARÁS! «Por Él quiso Dios reconciliar consigo todos los seres». Jesús, que se oculta tras el extranjero de la parábola del evangelio, es, en la segunda lectura «el primogénito» en el que «mantiene» toda la creación. Sin este primogénito, sin este Modelo (Jn 1,1-18), no habría creación alguna. La creación sólo existe porque «en Él quiso Dios que residiera toda plenitud y por Él quiso reconciliar consigo todos los seres». También la injusticia social de la que se habla en la parábola, que un hombre esté malherido en medio del camino, que las clases altas de la sociedad, los acomodados -espiritual y corporalmente-, pasen de largo sin hacer “nada”, también esto es expiado y reconciliado en la obra de CRISTO, el Buen Samaritano, que ha derramado su sangre por el mundo. Por lo demás, no conviene olvidar las palabras del final «Anda, haz tú lo mismo». Pero antes de esta acción, está la obra universal de reconciliación realizada por Jesús, y antes de ésta, su verdad como fundamento y arquetipo de la creación. Sugerencias... «El mandamiento está muy cerca de ti». La primera lectura de hoy, nos habla de los mandamientos de Dios y el Evangelio de hoy, tomado del capítulo décimo de San Lucas, nos habla de nuestro prójimo, pero hay algo que tienen en común la primera lectura y el Evangelio: en ambos casos se habla de lo que está cerca. Nos dice Moisés en el Deuteronomio: “El mandamiento está muy cerca de ti” (Dt 30,14); y nos dice el Evangelio, que el prójimo está muy cerca, aquel que tiene necesidad, aquel que requiere algo de ti, está muy cerca (cf. Lc 10,29-37). Esa cercanía es entonces el vínculo entre la primera lectura y el Evangelio: lo que Dios quiere no está lejos, nos dice Moisés; y el hermano que te necesita, no está muy lejos. Es decir, que el puente al que somos invitados hoy, es descubrir que el camino de la voluntad de Dios, es también el camino del servicio al prójimo. Moisés decía que el mandamiento de Dios no es algo que esté remoto, no es algo que está lejísimos, porque si estuviera muy lejos, sería inalcanzable; es que ¡no!, NO está tan lejos, el mandamiento está próximo (cf. Dt 30,11-14). Dios sabe que nosotros para poder cumplir su voluntad, necesitamos eso, lo que está cercano, lo que está próximo. Es lo mismo que sucede al caminar; al caminar para llegar allá, tengo que dar unos cuantos pasos desde acá… pero el primer paso que doy, está cerca de donde yo me encontraba, y el siguiente paso está cerca del primero. La vida “funciona” así: paso a paso; el amor “funciona” así: detalle a detalle; la fe “funciona” así: una obediencia tras otra; y el amor de Dios, “funciona” así. Dice San Juan en el Prólogo, que en Cristo hemos recibido gracia sobre gracia, paso a paso vamos caminando, y el camino del servicio a Dios, es también el camino del servicio a nuestros hermanos. Hay algo, sin embargo, que debemos destacar, y es que servir al prójimo, es precisamente servirlo de parte de Dios, en razón de Dios y para Dios. No limitemos la caridad únicamente a lo que ven nuestros ojos, porque el primero que nos mostró que la caridad va más allá de lo que ven los ojos, fue el mismo Cristo. Recuerda cómo, por ejemplo, en el caso de un paralítico, la parálisis la veían todos, pero Cristo fue el único que se dio cuenta que ese corazón estaba en pecado, lo cual quiere decir que el amor no debe limitarse únicamente a lo que ven nuestros ojos. En resumen podemos decir que el camino del servicio a Dios se implica/involucra con el camino del servicio al prójimo, entendiendo que el amor con el que amamos al prójimo, viene de Dios y a Dios quiere retornar. Y así, paso a paso aprendemos a ser discípulos del Señor. Área de archivos adjuntos

lunes, 1 de julio de 2019

HOMILIA Domingo Decimocuarto del TIEMPO ORDINARIO cC (07 de julio de 2019).

Domingo Decimocuarto del TIEMPO ORDINARIO cC (07 de julio de 2019). Primera: Isaías 66, 10-14; Salmo: Sal 65, 1-3a. 4-7a. 16. 20; Segunda: Gálatas 6,14-18; Evangelio: Lucas 10, 1-12. 17-20 Nexo entre las LECTURAS… Buscar en todo el fin: esta expresión puede ayudarnos a reunir el mensaje de los textos litúrgicos. El fin de la misión de los setenta y dos no es el éxito, sino que los llena de alegría saber que están colaborando con Dios en hacer un mundo diferente, están participando en la transformación del mundo y, como dice el Evangelio, "sus nombres están escritos en el cielo"… y el Cielo es el término de toda esperanza humana. El texto del profeta Isaías tiene como dos elementos característicos: la fecundidad y abundancia, por una parte, y la consolación, por otra. El profeta ve anticipadamente el fin de todos sus sueños: la ciudad de Jerusalén que reúne a todos sus hijos, como una madre (primera lectura). A esto nos une el salmista, que dice: "¡Aclamen! ¡Celebren! ¡Canten! ¡Vengan! ¡Miren! ¡Den gracias! No, no estamos a merced de los poderes del mal. ¡Dios es Dios! Y "creemos" en la acción victoriosa de Dios. Decimos los cristianos ‘Creo en la Resurrección y en la vida eterna’. ¡"Bendito sea Dios que nos salva"! Y San Pablo, dándonos consejos y recomendaciones (segunda lectura), nos anuncia que la existencia cristiana no tiene otro fin sino el de apropiarse la vida de Cristo en toda su realidad histórica, especialmente en el misterio de la cruz... para participar de la Vida junto a Él. Temas... Inscritos en el libro de la vida. Los 72 discípulos de Jesús, símbolo de los cristianos esparcidos por el mundo, en cuanto que 72 son todos los pueblos de la tierra (ver en: Génesis 10), están contentos de la misión cumplida y llegan a Jesús para contarle sus proezas misioneras. Jesús los escucha, pero a la vez les hace caer en la cuenta de algo importante: las hazañas misioneras no tienen valor en sí mismas, lo que realmente ‘vale y nos debe alegrar’ profundamente es nuestro destino eterno con Dios en la Vida. Esta búsqueda gozosa del verdadero fin de la existencia explica y da sentido a la alegría, en sí legítima y razonable, por los éxitos apostólicos, al igual que da sentido a los sufrimientos y adversidades en el desarrollo de la misión cristiana. El discípulo-misionero, en efecto, no predica realidades sensiblemente captables y atractivas… predica que el Reino de Dios ya ha llegado, predica la paz mesiánica, predica en medio de un mundo muchas veces hostil y reacio a los valores del Reino… predica valiéndose y poniendo su confianza más que en los medios humanos en la fuerza misteriosa de Dios. Indudablemente, el ‘éxito’ no es un elemento esencial en la vida del misionero. Madre de consolación y de paz. Cuando el autor de este fragmento del libro de las profecías de Isaías escribe este bellísimo texto, la dispersión judía es una grandeza extendida por todo el imperio persa y por el mediterráneo. El profeta, bajo la acción del Espíritu divino, sueña con un pueblo unido y unificado en la ciudad mística de Jerusalén. Con ojo alerta en Dios mira hacia el futuro y prevé poéticamente el momento gozoso de la reunificación. Lo hace recurriendo a la imagen de una madre de familia que reúne, entorno a sí, a todos sus hijos, tiene tiernamente en sus brazos al más pequeño y le alimenta de su propio pecho. Todos, al reunirse de nuevo con la madre, se llenan de consuelo y se sienten como inundados por una grande paz. Esta Jerusalén, madre de consolación y de paz, simboliza al Dios del consuelo, simboliza a Cristo, que es nuestra paz, simboliza a la Iglesia en cuyo seno todos somos hermanos y de cuyo amor brota la paz de Cristo que dura para siempre. Muestra maravillosamente el lugar de Santa María Virgen en el plan de salvación como Madre de Dios y Madre nuestra. Y la Iglesia, está llamada a ser, como la Virgen, madre de consolación y de paz para todos los pueblos. Llevo en mi cuerpo la marca de Jesús. Para un cristiano, nos dice San Pablo, carece de valor estar o no circuncidado, lo que vale es ser una nueva creatura. Todo ha de estar subordinado a la consecución de este fin. San Pablo es consciente de haberlo conseguido, pues lleva en su cuerpo la marca de Jesús. Es decir, lleva en todo su ser una señal de pertenencia a Jesús, como el esclavo llevaba una señal de pertenencia a su patrón, o como en otros grupos, el iniciado llevaba en sí una señal de pertenencia. Como Pablo, así deben ser todos los cristianos, por eso puede decirles: "Sean imitadores míos, como yo lo soy de Cristo". Este es, además, el fin de la misión de Jesucristo: que el hombre se apropie de la redención que obtuvo en la cruz y resurrección y llegue así a ser y a manifestar a los demás que estamos llamados a ser “pertenencia”, templos, de Dios. ¿Llevas grabado, en tu mismo ser, la marca de Jesucristo? ¿Celebras la fecha en que fuiste bautizado, confirmado? Sugerencias... Cristiano, o sea, misionero. La imagen del cristiano que se ‘conforma’ con ir a Misa, creer en los dogmas de fe y cumplir con los mandamientos o algunos de ellos… es incompleta… Ser cristiano es tener una misión y realizarla con celo y ardor en los quehaceres de la vida y en la amplísima gama de tareas eclesiales hoy existentes (Aparecida). Más aún, el sentido de misión es el estímulo más fuerte para creer y vivir la fe, para cumplir con los mandamientos de Dios y de la Iglesia, para vivir en la fe, esperanza y caridad. En el Catecismo se lee: "Toda la Iglesia es apostólica en cuanto que ella es ‘enviada’ al mundo entero; todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras, tienen parte en este envío. ‘La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado" (CIC 863). Si amamos filialmente a la Iglesia, no dudemos de que la mejor manera de expresarle nuestro amor es mediante nuestro espíritu misionero. Y misionero significa conciencia viva de ser enviado y de ser discípulo; y este envío es también ‘ser cristo’ para el vecino de casa, el cliente en el trabajo, el que encuentro en la parada del ómnibus o del semáforo, a la joven pareja que se prepara para el matrimonio... Hoy en día misionar no es únicamente marchar a un país lejano a predicar la fe y el estilo de vida de Cristo, es también una tarea que se lleva a cabo en el propio barrio, en las plazas de la ciudad e incluso entre las paredes del propio hogar… llamados a ser santos ‘de la casa de al lado’ (Francisco) La misión puede más que el miedo. Parafraseando a san Juan Pablo II podríamos decir: "No tengan miedo de ser misioneros". Porque, a decir verdad, algunas veces al menos nos atenaza el temor, el respeto humano, el qué pensarán y el qué dirán. Es humano sentir miedo, pero la misión ha de superar y sobrepasar nuestros temores para vivir en caridad (no enfrentándonos). El futbolista no tiene miedo de hablar de fútbol ni el médico o el maestro de hablar de su profesión. Conociendo las distancias con los ejemplos: ¿Hemos de tener miedo, los cristianos, de hablar de Cristo: su persona, su vida, su verdad, su amor, su misterio? La fe y la misión comienzan en el corazón, eso es verdad, pero han de terminar en los hechos y en los labios. Todos hemos de recibir la fuerza que viene de lo alto, el Espíritu Santo, y con Él ‘vencer’, con la ayuda de la gracia, cualquier muestra de miedo ¡Es nuestra hora! ¿La dejaremos pasar? (Papa Francisco) También ustedes, maestros y educadores cristianos, que tienen en sus manos la niñez y la adolescencia, ¡sean misioneros en la escuela! ¿Podremos permitir que el miedo prevalezca sobre nuestra misión cristiana? Nuestra misión ha de ser nuestra corona y nuestra gloria para que todos los pueblos tengan Vida en Cristo y la tengan en abundancia. Virgen Misionera, ruega por nosotros.