viernes, 9 de febrero de 2018

HOMILIA Sexto Domingo del TIEMPO ORDINARIO cB (11 de febrero 2018)

Sexto Domingo del TIEMPO ORDINARIO cB (11 de febrero 2018)
PrimeraLevítico 13, 1-2.45-46; Salmo: Sal 31, 1-2. 5. 11; Segunda: 1Corintios 10, 31–11, 1;  Evangelio: Marcos 1, 40-45
Nexo entre las LECTURAS
En lo que llamamos ‘tiempo de Jesús’, y ahora, HAY marginación social y religiosa, como los leprosos. A esta marginación hace referencia la primera lectura de este Domingo. Jesucristo, sin respetar las normas existentes respecto a los marginados, toca al leproso, lo cura y lo reintegra a la sociedad y a la vida civil (Evangelio). San Pablo, siguiendo las huellas de Cristo, propone a los cristianos de Corinto evitar todo motivo de división y de marginación consiguiente, teniendo cuidado de no escandalizar a nadie y de hacerse todo a todos para gloria de Dios (segunda lectura). El Papa Francisco nos invita y alienta a imitar vivamente a Jesús en esta forma de vivir.
Temas...
La marginación es un fenómeno social que ha existido en las culturas más antiguas y continúa existiendo en las más modernas y actuales, es una de las consecuencias del pecado original. Los motivos de dicha marginación pueden recibir nombres diferentes: la raza, la nacionalidad, el estrato social, la religión, el nivel cultural, la enfermedad. La lepra para los antiguos, y hasta no hace mucho tiempo como lo evidencia la isla de Molokai, era un tabú, casi como que hoy lo puede ser, para muchos, el HIV-Sida. Las sociedades humanas se defienden de tales tabúes (las enfermedades contagiosas) mediante el aislamiento del enfermo y una serie de medidas que lo excluyen de la sociedad. Las medidas de que habla el libro del Levítico en la primera lectura, medidas que se aplicaban en la sociedad israelita, son: no tener acceso a los poblados, vestir de una determinada manera, cubrirse la barba, gritar ante la vista de otra persona: "(Inmundo, inmundo)". Son signos de luto, y es que realmente el leproso era considerado prácticamente como un muerto, un cadáver ambulante; la tradición judía lo llegaba a equiparar a un niño nacido muerto, y su curación equivalía a una resurrección. Si a esto se añade el nexo que en el mundo judío existía entre enfermedad y pecado, sobre la espalda del leproso cargaba un gravísimo delito por el que Dios le castigaba de esa manera. Los leprosos tenían prohibido, no sólo el entrar en Jerusalén, sino hasta el mismo acercarse a las murallas de la ciudad santa. La pesadilla social y religiosa de la lepra es decisiva para comprender el drama humano y espiritual del leproso del que nos habla el Evangelio.
Jesús no considera la enfermedad en abstracto, la ve en la carne, en el dolor y en la angustia del hombre (varón o mujer) que tiene delante. No teoriza sobre la lepra, a distancia. Tiene en frente, a sus pies, a un leproso, y en sus manos está el reintegrarlo a la vida social o el dejarle allí en su soledad y angustia. El comportamiento de Jesús en éste, tirado a sus pies, pone de relieve que la ley suprema del cristiano, a la que se han de someter todas las demás leyes, es el amor, la caridad hacia el necesitado, como hizo Francisco saliendo de su camino y visitando a los marginados, ayudando la mujer que se cayó en Chile o a la mujer que no podía ver en Perú y quería tocarlo. Jesús instaura un modo de actuar y comportarse nuevos, que rompe con la marginación del leproso, y lo conduce a la posesión de todos sus derechos civiles, y por tanto a la reintegración social y religiosa. En primer lugar, Jesús, al ver al leproso en su dolor, se compadece de él, con más precisión, "tiene entrañas de ternura" para con él, le trata con el afecto de una madre, en lugar de alejarlo, rechazarle y recriminarle el haberse acercado demasiado.En segundo lugar, extiende la mano, como Yahvé extendió la mano para liberar al pueblo en el paso del Mar Rojo, como se narra en varios textos del Éxodo. Extiende la mano, para señalar su poder divino, porque incluso en el mundo griego la divinidad se definía como "aquel cuya mano suaviza el dolor". Jesús extiende la mano sobre este leproso para liberarlo de sus cadenas de soledad, angustia, miseria, marginación, y para mostrar la bondad y la misericordia de Dios que actúa poderosamente en él. Más aún, Jesús lo toca y lo arranca del aislamiento total. Lo toca, y en lugar de ser contaminado por el enfermo, Él infunde en su carne su pureza, su salvación. Ahora, con su autoridad divina, grita a la súplica del enfermo: "Quiero, queda curado". La compasión, el amor maternal de Jesús, la misericordia del Padre que Él encarna, ponen en movimiento su poder eficaz sobre la enfermedad. Finalmente, lo envía al sacerdote (según la ley) para mostrar que no quiere ser tratado como un "curandero", y que ama y sabe cumplir la ley, aunque a veces parece que desobedece debido a un bien superior.
San Pablo invita a los corintios, y a todos nosotros, a ser imitadores suyos, como él lo es de Cristo. Imitar a Cristo es poner el amor por encima de la ley, es hacer de la caridad la ley suprema. Para Pablo no es el caso de la lepra, sino el no comer carne sacrificada a los dioses paganos y luego vendida en el mercado, cosa que podía ser ocasión de escándalo para algunos cristianos de Corinto, los así llamados "débiles". Esos débiles no pueden quedar marginados de la comunidad, dejados a un lado, sino que deben ser amados en Cristo como todos los demás cristianos. Hoy en día las circunstancias que causan el aislamiento o la marginación serán diferentes, lo importante es continuar aplicando el principio del amor por encima de todo, no por motivos pura o exclusivamente humanitarios, sino, según el decir y actuar de Pablo, para gloria de Dios.
Sugerencias...
Los campos de marginación hoy día existen y son muy numerosos: marginación de las minorías religiosas, culturales, raciales dentro de una nación o región; el aislamiento e incluso hostilidad hacia los extracomunitarios, obstaculizando su integración en el tejido social de una ciudad; la marginación de la vida que sufren tantas creaturas en el mismo seno materno (y más todavía cuando pretende mostrar como bueno matar a un niño indefenso -aborto-), o tantos ancianos olvidados y desamparados socialmente, o tantos enfermos terminales; la marginación económica de tantísimos millones de hombres sobre la tierra que viven bajo mínimos de dignidad humana y de subsistencia en todos los Continentes; la marginación de los gitanos, de los niños de la calle en tantas megalópolis, de los que a veces llamamos indígenas en tantas "reservas" creadas por los occidentales para que no se "extinga la especie" y sin oportunidades de elevación cultural y social; marginación de grupos o movimientos eclesiales dentro de una parroquia o una diócesis, por motivos no siempre legítimos; marginación de los minusválidos, de los incapaces, de los poco hábiles en medio de una sociedad gobernada por la competitividad y el lucro... Marginaciones laborales, políticas, vecinales… Como discípulos-misioneros -de Cristo- y siguiendo sus huellas, hemos de evangelizar (Civilización del Amor, decía el beato Pablo VI y está reunido el texto en el Himno ‘Un Nuevo Sol’) con valentía, AUDACIA Y CORAJE decía Bergoglio a los 30 años de la pascua de Mons. Angelelli, en todas estas realidades que tienen forma de marginación en nuestra sociedad. En esta marginación, aislamiento social, menosprecio en no pocas ocasiones, que Dios no quiere, porque todos los hombres somos sus hijos y todos los hombres somos hermanos, somos puestos como ‘otros cristos’. Ningún condicionamiento ideológico, político, educativo, social habrá de impedirnos el emplearnos a fondo en esta misión evangelizadora, como lo estamos haciendo en muchos lugares como Iglesia, mostrando en ello, verdadera heroicidad en la causa del hombre y del bien social de todos… entre otros tenemos como modelo a san José Gabriel del Rosario Brochero y beato Artémides Zatti.
Nuestra fe cristiana no nos encierra en un ‘grupito’, ni nos separa del hombre pecador, empantanado en la miseria física, espiritual o moral. Nuestra fe, siguiendo la Palabra de Dios en la liturgia de este Domingo, nos lleva a dejarnos acercar y a acercarnos al hombre necesitado, sumido quizá en estas soledades agobiantes. Como cristianos, hemos de acercarnos a todos para ganarlos a todos para Dios, para dar testimonio de que ser cristiano es también promover al hombre en todo su ser y dignidad. Nuestra fe nos induce además a no hacer distinción de personas a la hora de socorrer y prestar nuestro servicio de caridad: ninguna distinción ni a causa de la religión, de la lengua, del país, de la cultura... Jesús no distingue, respecto a los que se acercan a Él para ser ayudados, entre buenos y malos, ricos y pobres, nobles o gente del pueblo, encargado de la sinagoga, soldado o leproso. "Hace el bien mirando a Cristo en los demás", como dice santa Teresa de Calcuta. No cabe duda de que la Iglesia, los cristianos, a pesar de múltiples errores y fallos, somos llamados, en el pensamiento y en la acción, en la urgente tarea de configurar una sociedad más humanizada para todos, como dice el Papa Francisco en E. Gaudium y ahora invitándonos a vivir la Cuaresma que empezamos, con ayuno y abstinencia el próximo miércoles 14.
Área de archivos adjuntos

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...