lunes, 30 de noviembre de 2020

HOMILIA Segundo Domingo de ADVIENTO cB (06 de diciembre 2020)

Segundo Domingo de ADVIENTO cB (06 de diciembre 2020) Primera: Isaías 40, 1-5. 9-11; Salmo: Sal 84, 9-14; Segunda: 2 Pedro 3, 8-14; Evangelio: Marcos 1, 1-8 Nexo entre las LECTURAS La imagen del "desierto" aparece en la primera lectura y en el evangelio y en ella se compendia el mensaje litúrgico de este Domingo de Adviento. En el exilio babilónico, a punto ya de que se acabe, una voz grita: "Preparen en el desierto un camino al Señor" (primera lectura). En el evangelio la voz que así grita es la de Juan Bautista, el precursor del Mesías, cuya venida está ya cerca. También en el "desierto" el hombre debe prepararse para la Última Venida del Señor, en la que "esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva, en que habite la justicia" (segunda lectura). Temas... Un "desierto" necesario. En el mundo hay fenómenos nada evangélicos, nada cristianos. Como los judíos exiliados de Babilonia estaban encandilados por la grandeza del imperio y por la fastuosidad de sus ritos religiosos, los hombres de hoy sienten la seducción del progreso técnico, el prurito de otras religiones que no son cristianas, el reclamo de paraísos alucinantes en que reinan la droga, el dinero, el poder, el sexo y el alcohol, la dulce y adormecedora inconciencia del pecado incluso ante las exigencias básicas de los diez mandamientos... (cfr. Francisco). En estas circunstancias surge la necesidad del "desierto": lugar o estado del espíritu donde recrear el ambiente propicio y favorable para encontrarse con Dios y con la propia dignidad de imagen e hijo de Dios, mediante el silencio interior y el recogimiento de los sentidos, mediante la meditación y la plegaria asiduas. Ante la pérdida del sentido de Dios y del sentido del pecado se requieren "espacios", exteriores y/o interiores, de recuperación de sentido, de readquisición de principios, valores y convicciones anclados en el mismo ser del hombre y del cristiano. La intervención divina. Dios desea intervenir en la historia y en la vida del hombre, día a día y lo hace. El espíritu del mundo no acepta la intervención divina, es más, la niega, la rechaza y hasta parece lograrlo y hace propaganda de esto (sobre todo en el relativismo reinante). Por eso se nos llama a una actitud interior de "desierto", abandonarnos en las manos de Dios con confianza y fortalecer el deseo de la conversión. Sólo así nos daremos cuenta —como los judíos de Babilonia— que hay ‘valles que elevar’, ‘colinas que abajar’ y ‘caminos torcidos que enderezar’, y podremos encaminarnos a la tierra prometida (primera lectura) que ya no es en este mundo, sino en el Cielo. Sólo en este abandono en la Divina Providencia podremos escuchar la Palabra que nos llama a convertirnos y recibir el bautismo y, los ya bautizados, renovar las promesas bautismales. Dios continúa interviniendo en nuestros días —nos da su gracia— en la vida de cada uno y de los pueblos. No podemos reconocer y aceptar Su presencia si no vivimos la experiencia purificadora y meditativa del "desierto". El "desierto" florece. En el ambiente sereno y silencioso de "desierto" nos vamos empapando de la verdad de Dios, del sentido del tiempo, de la norma suprema de la existencia. Dios es nuestro rey que viene con poder y brazo dominador para liberarnos del pecado y de sus secuelas; Dios es nuestro Señor que trae consigo su salario de vida y salvación eternas; Dios es nuestro pastor, que reúne al rebaño y lo cuida amorosamente (primera lectura). En el "desierto" conoceremos que el día del Señor llega como un ladrón y que el cómputo del tiempo que Dios hace no coincide con el de los hombres. En el "desierto" sabremos que Dios no quiere que alguien se pierda, sino que todos se conviertan. En el "desierto" veremos con claridad que la espera de la venida del Señor debe llevar al hombre a una conducta santa y religiosa, es decir, al cumplimiento perfecto de la voluntad santísima de Dios (segunda lectura). Sugerencias... Juan Bautista. Juan, el pariente de Jesús, el hijo de Zacarías e Isabel, el mismo que por su oficio ha sido llamado "el Bautista," es una figura central de adviento. Es apenas natural: adviento es "espera, en una presencia comenzada". Tiempo de preparación (continuar y profundizar la preparación de siempre), y toda la vida y la misión de Juan Bautista fueron eso: preparar al pueblo de Dios para recibir al Mesías. Juan, pues, está con nosotros en este tiempo litúrgico signado por la esperanza. ¿Cómo se prepara uno para recibir a Jesucristo? Las recomendaciones de Juan en el evangelio de hoy conservan pleno valor: Juan predicó con su ejemplo, austeridad y oración, y predicó con su palabra insistiendo en el arrepentimiento y que seamos justos. Esas cuatro cosas son las que necesitamos: una vida sobria, sin apego a lujos ni vanidades; una vida orante, que devuelva a Dios el lugar que le corresponde; una vida humilde, que reconozca que hemos fallado muchas veces, y una vida justa, que preste atención especialmente a los derechos de los más pequeños y de los desposeídos. Los Dos Bautismos. Un dato que mucha gente no sabe es que la santidad y la virtud de Juan sobrevivieron mucho tiempo en la memoria de sus contemporáneos. No faltaron incluso los que consideraron que Juan era mayor que Jesús, pues al fin y al cabo fue Jesús el bautizado y Juan el que lo bautizó: un signo que podría interpretarse como que el menor estaba recibiendo del mayor. Además, la vida de penitencia de Juan era notabilísima mientras que Jesús era, para estos efectos, un personaje mucho más "común" y la gente tiende a pensar que ser muy anormal debe parecerse a ser muy santo. Todo esto viene a la frase final del Evangelio de hoy, frase que el evangelista ha conservado porque es uno de los varios testimonios que los cristianos sin duda utilizaron para aclarar el tema de los ‘dos bautismos’, o sea, ¿si era más importante (o poderoso) bautizarse con el bautismo de Juan o con el bautismo cristiano? El Bautista —dice en el texto de este Domingo—: "Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo." Esta frase aclara lo esencial: que Juan reconoce en Jesucristo a uno "más fuerte" pero que esa fuerza proviene de lo que Cristo trae a nuestra vida. Juan representa arrepentirse del mal que uno ha hecho, y eso es clave, pero no es todo. Más importante incluso es recibir un impulso, una vida nueva, que haga posible que de aquí en adelante uno obre de otra manera. Eso es lo que trae la efusión del Espíritu Santo, que es lo que finalmente viene a darnos Jesús. Un "desierto" en tu vida. La vida es movimiento, acción, ir y venir, hacer, proyectar, progresar, cambiar. El hombre contemporáneo, desde la mañana a la noche, está lleno de trabajos y tareas, de citas y reuniones, de contactos y relaciones, de ruido, smog, tensión nerviosa... (cfr. San Juan Pablo II). A veces se puede pensar que, más que vivir, uno es "vivido" por las cosas de cada día. ¿Cómo hay que vivir? ¿Cómo ser plenamente humano (cristiano)? ¿Cómo infundir espíritu cristiano a lo cotidiano -materialista-? Tenemos necesidad de “estar con Quien sabemos que nos ama” (Santa Teresa de Ávila). Pidamos la gracia de la paciencia, para vivir el "desierto" y nos será posible vivir bien y prepararnos para una buena celebración de Navidad. Tal vez conviene también recordar aquello de Santa Teresa de Calcuta… “que para cambiar el mundo hay que empezar por el corazón de cada uno”. ¿Sabes quién viene? La respuesta catequética: "El Verbo de Dios que se hizo hombre y nació de María la Virgen en Belén de Judá". La respuesta espiritual, la debe dar cada uno examinando como incide Jesucristo en su vida (pensamientos, decisiones, ideales, proyectos) y en la relación personal con Dios; y finalmente, la respuesta moral, la debo dar con los comportamientos virtuosos diarios según el estilo de Cristo, aceptando que Cristo modele mi forma de vivir y de actuar, que es practicando los mandamientos y las obras de misericordia: todos los días, hasta el fin de los días.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...