lunes, 26 de agosto de 2019

HOMILIA Domingo Vigesimosegundo del TIEMPO ORDINARIO cC (1 de septiembre de 2019).

Domingo Vigesimosegundo del TIEMPO ORDINARIO cC (1 de septiembre de 2019). Primera: Eclesiástico 3, 17-18.20.28-29; Salmo: Sal 67, 4-5a. c. 6-7b. 10-11; Segunda: Hebreos 12, 18-19.22-24; Evangelio: Lucas 14, 1.7-14 Nexo entre las LECTURAS… La primera lectura y el salmo subrayan, con la exhortación sapiencial la primera, y con la referencia histórica del éxodo el Salmo, la actitud de Dios para con los pobres y humildes. Así se orienta el contenido de las conversaciones de Jesús hacia la descripción de las actitudes de humildad que hacen posible la glorificación, que es el tema final de la liturgia de este Domingo. En el mundo actual es urgente que los discípulos-misioneros seamos testigos, ante los demás, de la existencia de ese mundo distinto (nuevo), diverso y joven, bello y pacífico en el que Cristo nos introdujo con su muerte (segunda lectura) y solo seremos testigos si somos servidores especialmente de los más humildes y sencillos. Temas... Los fariseos eran expertos en observar a la gente. Como ellos conocían tan bien la Ley de Moisés, y como tenían tantas tradiciones y costumbres y normas, entonces estaban muy atentos a ver quién cumplía y quién no cumplía. Y hoy hemos proclamado el evangelio y nos encontramos con otra de las muchas discusiones que Jesús tuvo con los fariseos. Para ellos, todo era problemático, todo era pecado, eso… todo era problema. Y Jesús trae un anuncio, una lógica distinta, precisamente muestra cómo es de ancho su corazón en el hecho de que, aunque Él no compartía el modo de obrar de los fariseos, no por eso dejaba de compartir con los fariseos. Es lo que nos enseña la obra de misericordia: soportar con paciencia los defectos de los demás… también las bienaventuranzas: de la mansedumbre, de los que tienen un corazón paciente, manso, misericordioso. Jesús tiene el corazón abierto, amplio y en verdad… por eso, si es verdad que ellos lo están observando a Él, Él también los está observando a ellos y no va al banquete como un tímido comensal sino que va como lo que es, un Maestro y el que quiera oír que lo oiga; y por eso, ahí delante de todos y de los fariseos, da la enseñanza: “…todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado”. En la Liturgia, hoy nos está invitando a la humildad. Es valioso aprovechar estos minutitos en la iglesia (homilía)… aprovechemos, porque lo que oímos hablar de humildad lo oiremos tan solo de la puerta para adentro… PUES de la puerta para afuera… ni se oye, ni parece útil, ni parece provechoso, ni parece posible la humildad. Y, con dolor, lo decimos… muchas veces nosotros mismos (los que predicamos) no lo practicamos. De modo que, ya que estamos en la Iglesia, ya que nos reunimos para la Eucaristía, oigamos a Jesús, nuestro Maestro, y meditemos -por un momento- qué es esto de la humildad y… con los ritos de la Celebración, la practiquemos... seamos obedientes/humildes al Misal y a la Liturgia… eso es verdad y eso es humildad… los ritos nos ponen en verdad delante de Dios y de los demás. Y como en el mundo sirve más bien la suficiencia, la dureza, el sentirse uno capaz de todo, el egoísmo… hagamos lo que Dios nos pide en la Iglesia y esa oración nos dará la fortaleza del mismo Dios para ser sus hijos practicando los mandamientos y obras de misericordia en el mundo… en las cosas de cada día. Y… ¿Qué es la HUMILDAD?: Podemos escuchar a Santa Teresa de Jesús que nos dice: "la humildad es la verdad". Resulta que la verdad de uno es una cosa, y lo que uno dice de uno y lo que uno se imagina de uno y lo que uno aparenta de uno, eso son “otras” cosas. La humildad no es negar lo bueno que uno tiene, ni mucho menos. La humildad lo conserva a uno en la verdad de uno, que es bastante pequeña, pero también bastante prometedora que esas fantasías en las que uno suele vivir y en lo que uno suele aparentar. Hoy la Liturgia muestra la relación muy estrecha que hay entre la humildad y la sabiduría… por algo la primera lectura -hermosa- del libro Eclesiástico, capítulo tercero, habla de la humildad y de la sabiduría. Lo podemos poner en un ejemplo: cuando uno se encuentra con un verdadero científico, es una persona humilde, es una persona discreta que reposa sus declaraciones, que da sus posiciones de una manera muy sencilla, muy modesta. El verdadero científico es modesto, es humilde y, ¿por qué? Porque el verdadero científico sí sabe todo lo que no sabe. En cambio, el fanfarrón, el que se ha leído dos o tres libritos por ahí, el que se ha leído en una revista de divulgación, entonces de pronto se siente súper seguro de su ciencia… lo mismo podíamos decir de la filosofía, de la teología o de la fe, de los de la Iglesia… conocer un poquito a Cristo nos puede volver fanáticos. Cuando conocemos mucho de Cristo descubrimos que todos necesitamos de la gracia que Él promete y seguramente no vamos a hacer ni presuntuosos ni aplastantes con las otras personas, porque nosotros mismos hemos descubierto todo lo que no somos. La humildad nos hace sabios porque nos pone en contacto con todo lo que nos hace falta… es la soberbia la que nos hace ciegos. El creer que se tiene la respuesta completa o el estilo completo, o la única modalidad POSIBLE… nos hace incapaces de creer y nos hace incapaces de crecer, nos congela en lo que somos… y no nos deja estar con los demás. Llenarse de soberbia es matarse, porque la persona que está llena de soberbia hasta ahí llega. No puede saber más y no puede hacer espacio en su corazón para que entren los demás… por eso debemos rezar cada vez más la jaculatoria: Corazón de Jesús, manso y humilde, haz nuestro corazón semejante al tuyo, también tenemos que crecer en la devoción al Corazón de María, como Maximiliano Kolbe, Antonio María Claret y tantos otros… para que en nuestro corazón HAYA lugar para TODOS. Sin esta humildad, en tu vida no va a suceder todo lo que Dios quiere para Ti, todo lo que podrías ser. La verdadera devoción (vida devota) nos ayuda a rezar para ser humildes, porque la vida mostrará los errores. Es mejor, es más sensato ser humildes porque a medida que va pasando el tiempo, van apareciendo las consecuencias de todas las fanfarronadas y todas las salidas orgullosas (de poder) y todas las altanerías de uno. Qué bien nos hace la devoción, tan recomendada por la Iglesia, de San José: hombre justo, obediente, humilde… Sugerencias… Humildad, o sea, la verdad. Lo que Jesucristo en el evangelio pretende darnos no es una clase de cortesía y buena educación. Jesús va más a fondo, a lo esencial, al sustrato íntimo de la persona. Y allí, ¿qué encuentra? Encuentra un letrero que dice: "todo es don, todo es gracia". El hombre que no sea capaz de admitirlo, está en la mentira, se autoengaña y procurará de muchos modos engañar también a los demás. Por ejemplo, complaciéndose con sus éxitos, hablando de sus triunfos, exaltando sus muchas cualidades, creyéndose y haciéndose el importante... Aquel que sea capaz de admitir que todo es Don y Gracia, está en la verdad, y será profundamente humilde. Porque la humildad es la verdad con la que nos vemos a nosotros mismos delante de Dios. Por sí mismo el hombre es polvo, viento, nada (Eclesiástico). Por la gracia de Dios es su imagen y es su hijo. Que podamos decir como san Pablo: "Por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia de Dios no ha sido vana en mí". ¡Qué manera tan distinta de vivir cuando se vive en la verdad! El hombre humilde vive la verdad en el Amor: la verdad sobre sí mismo, la verdad sobre los demás y la verdad sobre Dios. No puedo no afirmar que una Iglesia de humildes será una Iglesia más auténtica, más fiel al designio original de su Fundador (San Pablo VI, Papa). Cada uno, en humildad, contribuye en algo para bien y salvación de los demás. ¡Atención a la ‘falsa humildad’! Hemos dicho que la humildad es la verdad, como enseña santa Teresa de Jesús. Existen, sin embargo, formas aparentes de humildad. Al faltarles la verdad, esas formas no pueden ser humildad auténtica. Recordemos algunas formas de falsa humildad. Un claro caso es el complejo de inferioridad: "Yo no valgo para ese encargo", "Yo no puedo hacer ese trabajo", "Yo no tengo esa cualidad". A veces detrás de esas frases se oculta una ingente pereza o un deseo de poder. La mayoría de las veces se esconde una astuta soberbia que quiere evitar a toda costa el hacer un mal papel o el quedar mal ante los demás pero le encantaría ocupar ese lugar. Humilde es aquel que reconoce sus cualidades, su valía, sus buenos resultados, y lo atribuye a Dios como a su fuente. Otro ejemplo de falsa humildad es no aceptar la alabanza de los demás, rechazar cualquier reconocimiento público, aparentar indiferencia ante la opinión de los demás. En el fondo muchas veces es sólo una pose para saborear de nuevo la alabanza escuchada, o para que vuelvan a insistirte en los buenos resultados obtenidos, o para adular sus oídos con la buena opinión de que goza ante los demás (lo hacen para ser vistos, dice el Señor). Humilde, al contrario, es quien acepta la alabanza, pero la eleva hasta Dios; acepta el reconocimiento público por una buena obra o la buena opinión de los demás sobre él, pero descubre en ello un gesto de caridad fraterna y una acción misteriosa de Dios. Un último caso, es el de quien cree que todo le sale mal, que ha nacido ‘con esa mala estrella’, y que no hay nada que hacer. En un tal individuo la soberbia es tan grande que le ciega para ver cualquier cosa buena que haga; sólo tiene ojos para las cosas malas, o para los límites e imperfecciones de las cosas buenas. El humilde, más bien, sabe ver la bondad en las cosas, incluso en aquellas que le salen mal. Y dice con san Pablo: "Para los que aman a Dios todas las cosas contribuyen a su bien". María, Virgen humilde y obediente, ruega por nosotros. Área de archivos adjuntos

miércoles, 14 de agosto de 2019

Solemnidad de la Asunción de la VIRGEN MARÍA (15 de agosto de 2019)

Solemnidad de la Asunción de la VIRGEN MARÍA (15 de agosto de 2019) Primera: Apocalipsis 11, 19a; 12, 1-6a. 10ab; Salmo: Sal 44, 10bc. 11-12. 15b-16; Segunda: 1Corintios 15, 20-26; Evangelio: Lucas 1, 39-56 Nexo entre las LECTURAS Toda la celebración de hoy tiene un color de victoria y de esperanza que nos va muy bien en medio de un mundo sin demasiadas perspectivas del bien, de la verdad, de lo definitiva. Más bien este mundo es confuso en muchos aspectos y especialmente por la dictadura del relativismo reinante y los cristianos hacemos un alto para celebrar la victoria de María, la Madre de Jesús y de la Iglesia, y nos dejamos contagiar de su alegría. El nexo de las lecturas y centro de la Solemnidad es entonces la alegría en la victoria cierta. Teniendo en cuenta que ésta es una de las fiestas más grandes de la Virgen, todo el estilo de la celebración, de las moniciones y de la homilía y las actividades de los cristianos el 15, deberían mostrar nuestra alegría por la obra que Dios ha hecho en la Virgen y por lo que esto supone de esperanza para nosotros. ¡Vivamos de manera muy festiva esta Liturgia y este día! Temas... 1. «Una señal grandiosa apareció en el cielo: una mujer con el sol por vestido, la luna bajo sus pies y en la cabeza una corona de doce estrellas» (Entrada). Así saluda la Liturgia a María asunta al cielo aplicándole las palabras del Apocalipsis (12, 1) que se leen hoy también en la primera lectura. En la visión profética de Juan esa mujer excepcional aparece esperando un hijo y en lucha con el «dragón», el perpetuo enemigo de Dios y de los hombres. Este cuadro de luz y de sombras, de gloria y de guerra lleva a pensar en la realización de la promesa mesiánica contenida en las palabras dirigidas por Dios a la serpiente engañadora: «Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te aplastará la cabeza» (Gn 3, 15). Todo esto se realizó por medio de María, la Madre del Salvador, contra el que se precipitó Satanás, pero del que éste fue definitivamente vencido. Cristo, hijo de María, es el Vencedor… sin embargo, para que la humanidad pueda gozar plenamente de la victoria conseguida por Él, es necesario que, como Él, sostenga la lucha. En este duro combate, el hombre es sostenido por la fe en Cristo y por el poder de su gracia; pero también lo es por la protección materna de María que desde la gloria del cielo no cesa de interceder por cuantos militan/participan en seguimiento de su Hijo divino. Ellos vencerán en virtud de la sangre del Cordero (Ap. 12, 11), la sangre que le fue dada por la Virgen Madre (Sor Lucí de Fátima). María dio el Salvador al mundo; por medio de ella, pues, «llega la victoria, el poder y el reino de nuestro Dios, y el mando de su Mesías» (ib 10). Así sucedió porque tal ha sido la voluntad del que ha establecido que lo tuviésemos todo por medio de María» (S. Bernardo, De aquaed. 7). Mientras la visión apocalíptica muestra al hijo de la mujer arrebatado y llevado junto al trono de Dios -alusión a la ascensión de Cristo al cielo-, presenta a la mujer misma en fuga a «un lugar preparado por Dios» (Ap. 12, 5-6), figura de la asunción de María a la gloria del Eterno. María es la primera en participar plenamente en la suerte de su Hijo divino; unida a él como madre y «compañera singularmente generosa» que «cooperó de forma enteramente impar» a su obra de Salvador (LG 61), comparte su gloria, asunta al cielo en alma y cuerpo. 2.El concepto expresado por la primera lectura es completado por la segunda (1 Cr 15, 20-26). San Pablo hablando de Cristo, primicia de los resucitados, concluye que un día todos los creyentes tendrán parte en su glorificación. Pero en diferente grado: «Primero Cristo como primicia: después, todos los cristianos» (ib 23). Y entre «los cristianos» el primer puesto pertenece sin duda a la Virgen, que fue siempre suya porque jamás estuvo atada por el pecado. Es la única criatura en quien el esplendor de la imagen de Dios nunca fue ofuscado; es la «Inmaculada Concepción», la obra intacta de la Trinidad, en la que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han podido siempre complacerse, recibiendo de ella una respuesta total a su amor. La respuesta de María al amor de Dios resuena en el Evangelio de este día (Lc 1, 39-59), tanto en las palabras de Isabel que exaltan la gran fe que ha llevado a María a adherirse sin vacilación al querer divino, como en las de la misma Virgen que entona un himno de alabanza al Altísimo por las cosas grandes que ha hecho en ella. María no se mira a sí misma sino para reconocer su pequeñez, y de ésta se eleva a Dios para glorificar su dignación y misericordia, su intervención y su poder en favor de los pequeños, de los humildes y de los pobres, entre los cuales se coloca ella con suma sencillez. Su respuesta al amor inmenso de Dios que la ha elegido entre todas las mujeres para madre de su Hijo divino es invariablemente la dada al ángel: «Aquí está la esclava del Señor» (ib 38). Para María ser esclava significa estar totalmente abierta y disponible para Dios: Él puede hacer de ella lo que quiera. Y Dios, después de haberla asociado a la pasión de su Hijo, la ensalzará un día realizando en ella las palabras de su cántico: «derriba del solio a los poderosos y enaltece a los humildes» (ib 52); pues la humilde esclava, en efecto, «fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial..., con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores» (LG 59). En María asunta al cielo la cristiandad entera tiene una poderosa abogada y también un magnífico modelo. De ella aprenden todos a reconocer la propia pequeñez, a ofrecerse a Dios en total disponibilidad a sus quereres y a creer en el amor misericordioso y omnipotente con fe inquebrantable Sugerencias... La Asunción es un grito de fe en que es posible esta salvación. Es una respuesta a los pesimistas y a los perezosos. Es una respuesta de Dios al hombre materialista y secularizado que no ve más que los valores económicos o humanos: algo está presente en nuestro mundo, que trasciende de nuestras fuerzas y que lleva más allá. El destino del hombre es la glorificación en Cristo y con Cristo. El hombre, cuerpo y alma, está destinado a la vida. Esa es la dignidad y futuro del hombre. Por eso en la Misa de hoy pedimos repetidamente que también a nosotros, como a la Virgen María, nos conceda "el premio de la gloria" (oración de la vigilia), que "lleguemos a participar con ella de su misma gloria en el cielo" (oración del día). Estamos celebrando nuestro propio futuro (optimistas) realizado ya en María. Nuestro Magníficat: la Eucaristía. Los Domingos, y también otros días (preceptos) como hoy que la Iglesia considera muy importantes, la comunidad cristiana se reúne y entona a Dios su alabanza y su acción de gracias. Como la Virgen prorrumpió en el canto del Magníficat, así nosotros expresamos nuestra alegría, con fe y esperanza, por lo que Dios hace, en cantos, en aclamaciones y, sobre todo, en la Plegaria Eucarística. Es nuestra respuesta a la acción de Dios: nuestro "Magníficat" continuado. Y no sólo damos gracias, sino que en la Eucaristía participamos del misterio pascual, la Muerte y Resurrección de Cristo, del que la Virgen ha participado en cuerpo y alma, y así tenemos la garantía de la vida: "quien come mi Carne y bebe mi Sangre tendrá la vida eterna, y yo le resucitaré el último día" (Jn 6.). La Eucaristía nos invita a mirar y a caminar en la misma dirección en la que nos alegra hoy la fiesta de la Asunción. María, Hija de Sión, Madre de misericordia, ruega por nosotros.

miércoles, 7 de agosto de 2019

¿Es pecado votar por un político que promueve el aborto? - Por: Germán Sánchez Griese | Fuente: catholic.net

¿Es pecado votar por un político que promueve el aborto? Al referirse a políticos y promoción me imagino que estamos hablando de democracia. Vamos a enmarcar esta pregunta en el caso de un país democrático en donde los habitantes ejercen su derecho de voto para elegir a las personas que los representarán en el quehacer político. Una democracia no se define por la ciega aplicación de la regla de la mayoría, como comúnmente se cree. Imagínese usted donde quedaríamos los gordos, los flacos, los calvos si la mayoría decidiese una acción penal contra todos los que adoleciéramos de alguna de las situaciones (no voy a llamar defectos) antes mencionados. Una democracia se define por la voluntad de desterrar privilegios y discriminaciones en nombre de una dignidad que es igual para todos los hombres. Podemos entonces decir que toda democracia se basa en el hecho de que reconoce una misma dignidad para todos los seres humanos, simplemente por el hecho de que son eso: seres humanos. Esta dignidad le da a las personas unos derechos y el Estado democrático debe reconocerlos y respetarlos. Esos derechos no están subordinados ni a los políticos, ni a los padres, ni tampoco son una concesión de la sociedad o del Estado: pertenecen a la naturaleza humana. Uno de estos derechos es el del respeto a la vida. Por el hecho de ser concebido, ese pequeño embrión, microscópico, insignificante, contiene en sí una vida humana y por lo tanto debe ser respetada y protegida. Cuando un Estado democrático decide eliminar una porción de seres humanos está negando la igualdad de todos ante la ley. Si el Estado no pone su poder al servicio de los derechos de todos los ciudadanos y particularmente de quien es más débil, quebranta entonces los fundamentos mismos del derecho. De ahí al totalitarismo, no hay más que un paso. ¿Cuál es la diferencia entre eliminar judíos o niños no nacidos? ¿Existe alguna justificación para deshacerse de hombres y mujeres de la tercera edad improductivos para el Estado o niños que vengan al mundo con algún defecto genético? ¿Bajo qué argumentos se decide quién vendrá o no vendrá al mundo? ¿Sólo los niños rubios de ojos azules? Cuando un partido político o un hombre que hace política promueve el aborto bajo cualquier justificación, está atentando contra las mismas bases del Estado, pues queriendo o no queriendo, pone a los niños no nacidos en una categoría aparte, en una categoría diferente a la de los demás seres humanos. Podrá justificarse diciendo que el no nacido es parte del cuerpo de su madre, que el no nacido no es un ser humano completo porque aún no puede valerse por sí mismo, que la eliminación de los no nacidos es el único camino viable para reducir el alto índice demográfico de su país y así alcanzar altos niveles de bienestar, que es un camino de conmiseración para la mujer que ha sido violado y que no quiere el hijo fruto de un acto violento. Podrá decir lo que quiera para atraer el mayor número de votos, pero en última instancia está poniendo en una segunda categoría de seres humanos a los niños no nacidos. Un católico deberá estar siempre a favor de la vida por el hecho mismo de que la vida es un don de Dios y no está en manos de ningún hombre el darla o quitarla. Dar su voto por alguien que promueve el aborto, en igualdad de circunstancias, equivale a cooperar con el aborto, por lo tanto se iría en contra del mandamiento “No matarás”. Pero habrá que analizar bien cada situación. ¿Cuál es la propuesta alternativa de los otros partidos? ¿Las otras posturas no estarán atentando contra otros derechos fundamentales del hombre? ¿Solamente ese partido es el que atenta contra la vida a través de la promoción del aborto? Hubo en la historia contemporánea el caso de un hombre que supo ser fiel a su conciencia y no emitió su voto a favor del aborto. Se trata del Rey Balduino de Bélgica. El 6 de noviembre de 1989 el Senado de su país había aprobado una de las leyes más laxas sobre el aborto y el 29 de marzo del siguiente año, la aprobó también la Cámara. Faltaba únicamente la firma de él para que la ley pudiera aplicarse. En un hecho sin precedentes el Rey Balduino, el 30 de marzo de 1990 envió una carta al Primer Ministro de su país explicando las razones de conciencia por las cuales no podía firmar dicha ley. “Temo que este proyecto provoque una disminución sensible del respeto de la vida de aquellos que son más débiles. Comprenda usted porqué, por todo ello, no quiero asociarme a esa ley (...) pues estimo que asumiría una cierta corresponsabilidad”.

lunes, 5 de agosto de 2019

HOMILIA Domingo Decimonoveno del TIEMPO ORDINARIO cC (11 de agosto de 2019).

Domingo Decimonoveno del TIEMPO ORDINARIO cC (11 de agosto de 2019). Primera: Sabiduría 18, 3.6-9; Salmo: Sal 32, 1. 12. 18-20. 22; Segunda: Hebreos 11, 1-2.8-19; Evangelio: Lucas 12, 32-48 Nexo entre las LECTURAS… "En confiada y vigilante espera", así puede resumirse el contenido principal del mensaje litúrgico de hoy. Esta es la actitud de Abraham y Sara, y de todos aquellos que murieron en espera de la promesa hecha por Dios (segunda lectura). Esta es la actitud de los descendientes de los patriarcas, esperando con confianza, en medio de duros trabajos, la noche de la liberación (primera lectura). Esta es la actitud del cristiano en este mundo, entregado a sus quehaceres diarios, esperando con corazón vigilante la llegada de su Señor (evangelio). Es lo que rezamos gozosos con el salmo, feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia… nuestra alma espera en el Señor: Él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Temas... Los textos de esta celebración nos exigen vivir en movimiento, en tensión, en un continuo éxodo, desinstalados, en estado de peregrinación; en una palabra: vivir en vela, en razón de la promesa de Dios, en razón de las cuentas que habremos de rendir... «La fe es seguridad de lo que se espera». La segunda lectura llama a esta existencia desinstalada simplemente «fe». La fe se apoya en una palabra recibida de Dios que anuncia una realidad invisible y futura. Esto se muestra en la existencia de Israel, que comienza con el éxodo de Abraham y se continúa a través de los siglos; esta fe puede ser sometida a duras pruebas, como cuando se exige a Abraham que sacrifique a su hijo, como demuestra también el hecho de que todos los representantes de la Antigua Alianza «murieron sin haber recibido la tierra prometida». Estos aprendieron, casi más drásticamente que los cristianos, lo que significa vivir «como huéspedes y peregrinos en la tierra», y buscar una Patria que está más allá de toda su existencia perecedera. Porque en el misterio de Jesús y en la recepción del Espíritu Santo los cristianos no solamente «hemos visto y saludado de lejos» la Patria Celeste, sino que, como dice Juan, «han oído, visto y palpado la Palabra que es la vida eterna», y según Pablo: hemos recibido el Espíritu Santo como prenda, como arras o garantía de lo que esperan, por lo que pueden y deben ir al encuentro del cumplimiento de la promesa con mayor seguridad, y por ello, también, con mayor responsabilidad. «La noche de la liberación se les anunció de antemano». La primera lectura muestra que ya en la Antigua Alianza la fe no estaba desprovista de signos, de toda garantía: hubo anuncios que se cumplieron, como el de la noche de la comida pascual o la promesa de Dios al rey David, como la predicción de los profetas sobre el exilio y su duración. Todo hombre atento recibe tales/muchas señales. Dios muestra así, de alguna manera, que se está en el buen camino; y exige de él la fe. Dios no nos deja en la incertidumbre, aunque a veces sea sometido a una dura prueba como Abraham o algunos profetas, pues en último término su fe no puede apoyarse sobre señales y milagros, sino sobre la fidelidad de Dios, que mantiene su palabra de modo inquebrantable. «Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá». En el evangelio aparecen múltiples variantes de la exigencia dirigida a los cristianos de vivir siempre preparados, en vela/atentos. Y esto tanto más cuanto mayores son los dones y tareas que Dios nos ha dado (y encomendado). Las tareas encomendadas por Dios se cumplen de la mejor manera cuando el criado no pierde de vista que en cualquier momento puede ser llamado a ‘rendir cuentas’. Por tanto, cada uno de los momentos temporales deben ser vividos y configurados de cara a la eternidad. Si el cristiano olvida esta inmediatez, olvida también el contenido de su tarea terrena en el amor y el servicio, también olvida el de la justicia que esto implica («empieza a pegarles servidores y a las sirvientas»); ahora queda claro que el cristiano no practicará la caridad y la justicia, si no es capaz de mirar más allá del mundo para poner sus ojos en las exigencias de la justicia eterna, que no es una sola «idea», sino el Señor viviente cuya aparición gloriosa esperamos. Sugerencias... Mirar el presente con ojos de fe. El discípulo-misionero no es un soñador desconectado del presente… sino que vive el realismo del presente, con las pequeñas tareas de cada día, con los pequeños o grandes proyectos, con las luchas por la vida y la supervivencia de tantos hombres, con la crónica negra de las noticias, con las pequeñas sorpresas que de vez en cuando llaman a la puerta. En realidad, la vida se vive en presente y servicio o no se vive. El presente es lo único a nuestra disposición, porque el pasado ya no está y hay que dejarlo a la misericordia infinita de Dios y el futuro carece todavía de consistencia propia y hay que prepararlo con esperanza. El presente es el hoy en el que se me da la tarea de amar y servir -a Dios y al prójimo- para gozar con Dios después de santa muerte. No hemos de tener miedo al presente, hemos de trabajar con la paz que nos da el Señor para que vivamos practicando las virtudes, practicando las obras de misericordia. El presente, así vivido, está abierto al futuro que, paso a paso, se convierte en presente… por eso hay que mirar el presente con ojos lejanos. El presente abierto ve ya la espiga dorada en la semilla apenas arrojada en la tierra. El presente abierto y cristiano lanza su mirada hacia adelante, cada vez más y más hasta hacerla entrar en la morada misma de Dios. Miremos las cosas de cada día (la tierra) con la enseñanza del Cielo y miremos el Cielo haciendo la voluntad de Dios en la tierra. La vigilancia no es opcional. El hombre prudente, sensato, no considera la actitud vigilante algo simplemente posible, una entre otras muchas opciones. La vigilancia es la mejor opción. Vigilar para que el futuro no nos sorprenda… ¿quieres saber si te salvarás?, ¡obra como salvado y te salvarás! (San Agustín). Vigilar para ser capaces de dominar los acontecimientos, en lugar de ser dominados por ellos. Vigilar para no perder jamás la paz, ni siquiera ante el desencadenamiento más duro de pruebas y experiencias adversas. En realidad, quien vigila ya ha mirado hacia la meta, y está preparado para llegar al fin. Vigilar para descubrir la escritura de Dios en las páginas de la historia. Vigilar para saber descubrir la acción del Espíritu en tu interior, en el interior de los hombres. Vigilar para mantener íntegras la fe, la esperanza y la caridad, "cuando Él venga". La vigilancia no es opcional, es necesaria para vivir. Nuestra Señora de la espera, ruega por nosotros. ...

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...