lunes, 8 de abril de 2019

HOMILÍA DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR cC (14 de abril 2019)

DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR cC (14 de abril 2019) Primera: Isaías 50, 4-7; Salmo: Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24; Segunda: Filipenses 2, 6-11; Evangelio: Lucas 22, 14 – 23, 52 Nexo entre las LECTURAS ¡El dolor! Realidad histórica y designio de Dios. Aquí está el centro del mensaje del Domingo de Ramos. El Siervo de Yahvéh (primera lectura) sufre golpes, insultos y salivazos, pero el Señor le ayuda y le enseña el sentido del dolor. San Pablo, en el himno cristológico de la carta a los filipenses (segunda lectura), canta a Cristo que "se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo". En la narración de la pasión según san Lucas, Jesús afronta sufrimientos indecibles e incontables, a la manera de un esclavo, pero sabe que todo está dispuesto por el Padre y por ello confía al Padre su espíritu. Por eso decimos con fe que el dolor es redentor. Temas... HUMILDE y MANSO. Se abre la Semana Santa con el recuerdo de la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén, que se verificó exactamente el Domingo antes de la pasión. Jesús, que se había opuesto siempre a toda manifestación pública y que huyó cuando el pueblo quiso proclamarlo rey (Jn 6, 15), hoy se deja llevar “en triunfo”. Sólo ahora, que está para ser llevado a la muerte, acepta su aclamación pública como Mesías, precisamente porque muriendo en la cruz será, plenísimamente mostrado, Mesías, el Redentor, el Rey Vencedor. Acepta ser reconocido como Rey, pero como un Rey con características inconfundibles: humilde y manso, que entra en la Ciudad santa montado en un asnillo, que proclamará su realeza solo ante los tribunales y aceptará que se ponga la inscripción de su título de rey solamente en la cruz. La entrada jubilosa en Jerusalén constituye el homenaje espontáneo del pueblo a Jesús, que se encamina, a través de la pasión y de la muerte, a la plena manifestación de su Realeza divina. Aquella muchedumbre aclamante no podía abarcar todo el alcance de su gesto, pero la comunidad de los fieles que hoy lo celebramos (repetimos) sí podemos comprender su profundo sentido. «Tú eres el Rey de Israel y el noble hijo de David, tú, que vienes, Rey bendito, en nombre del Señor... Ellos te aclamaban jubilosamente cuando ibas a morir: nosotros celebramos tu gloria, ¡oh Rey eterno!» (MR). HONRAR LA PASIÓN DE CRISTO. La liturgia invita a fijar la mirada en la gloria de Cristo Rey eterno, para que los fieles estemos preparados para comprender mejor el valor de su humillante pasión, camino necesario para la exaltación suprema. No se trata, pues, de acompañar a Jesús en el triunfo de una hora, sino de seguirle al Calvario, donde, muriendo en la cruz, triunfará para siempre del pecado y de la muerte. Estos son los sentimientos que la Iglesia expresa cuando, al bendecir los ramos, ora para que el pueblo cristiano complete el rito externo «con devoción profunda, triunfando del enemigo y honrando de todo corazón la misericordiosa obra de salvación» del Señor. No hay un modo más bello de honrar la pasión de Cristo que conformándose a ella para triunfar con Cristo del enemigo, que es el pecado. La Misa nos introduce plenamente en el tema de LA PASIÓN. La profecía de Isaías y el salmo responsorial anticipan con precisión impresionante algunos de sus detalles: «Ofrecía la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos» (Is 50, 6). ¿Por qué tanto sumisión? Porque Cristo, bosquejado en el Siervo del Señor descrito por el profeta, está totalmente orientado hacia la voluntad del Padre y con Él quiere el sacrificio de sí mismo por la salvación de los hombres: «El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he rebelado ni me he echado atrás» (ib 5). Por eso le vemos arrastrado a los tribunales y de éstos al Calvario, y allí tendido sobre la cruz: «Me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos» (Sal 22, 17-18). A esto se reduce el Hijo de Dios por un solo y único motivo: el amor; amor al Padre… cuya gloria quiere resarcir, y amor a los hombres, a los que quiere reconciliar con el Padre. ANONADAMIENTO (Kénosis). Sólo un amor infinito puede explicar las desconcertantes humillaciones del Hijo de Dios. «Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo» (Flp 2. 6-7). Cristo lleva hasta el límite extremo la renuncia a hacer valer los derechos de su divinidad; no sólo, los esconde bajo las apariencias de la naturaleza humana, sino que se despoja de ellos hasta someterse al suplicio de la cruz, hasta exponerse a los más amargos insultos: «A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¡Es el Mesías, el rey de Israel! Baje ahora de la cruz para que lo veamos y creamos» (Mc 15, 31-32). Al igual que el Evangelista, la Iglesia no vacila en proponer a la consideración de los fieles la pasión de Cristo en toda su cruda realidad, para que quede claro que Él (según nuestra manera de hablar), siendo verdadero Dios, es también verdadero hombre, y como tal sufrió; y anonadado en su humanidad atormentada, tanto que no se cree su naturaleza divina, se hizo hermano de los hombres hasta compartir con ellos la muerte para hacernos partícipes de su divinidad. «Cristo por nosotros se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso, Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el “Nombre-sobre-todo-nombre”» (MR) Del máximo anonadamiento se deriva la máxima exaltación; hasta como hombre, Cristo es nombrado Señor de todas las criaturas y ejerce su señorío pacificándolas con Dios, rescatando a los hombres del pecado y comunicándonos su vida divina. Sugerencias... Hoy es Domingo de Ramos, hoy empieza la semana más importante para nosotros -los católicos- durante el presente año. En la culminación de esta semana tendremos la Vigilia Pascual, la magna solemnidad con la cual el pueblo creyente celebra la victoria de Jesucristo, victoria sobre la muerte, sobre el demonio, sobre el pecado. Agradecidos con Dios que nos permite llegar a este momento, tal vez lo primero que podamos hacer es evaluar cuál ha sido nuestra Cuaresma como verdadero examen de conciencia porque nuestra primera actitud en la Semana Santa debe ser de humildad… seguramente hemos podido practicar en alguna medida el ayuno, la oración y las obras de misericordia, pero si hemos fallado, si nos hemos quedado cortos, por favor que nuestra actitud sea humilde. El pueblo hebreo recibiendo a Jesucristo en Jerusalén mostró esa humildad arrojando sus capas ante Cristo que entraba a la ciudad sobre un humilde borrico, arrojando así esas capas ellos estaban mostrando la infinita superioridad del que entra como Rey glorioso, así también llega Cristo a nuestra vida y así también es necesario que nuestro corazón humilde se postre ante Él para proclamarlo Rey, “¡tú eres el Rey de mi vida!”; esta es la primera actitud a la que nos convoca el Domingo de Ramos. En segundo lugar en este Domingo se proclama integra la Pasión del Señor, es uno de los dos días en todo el año en que se lee completa la Pasión del Señor, el otro día es el Viernes Santo. La lectura de la Pasión del Señor hemos de recibirla como una gran declaración del amor divino, y a la vez como una denuncia clarísima del pecado del mundo. Leer la Pasión del Señor es encontrar la traición de los amigos del Señor, la virulencia y la sevicia de sus enemigos, la indiferencia de un sistema judicial que finalmente se hace cómplice, la gran capacidad de manipulación que tienen algunos líderes falsos y la gran irresponsabilidad de las multitudes que así se dejan seducir de los grandes líderes (es un año electoral y a esto lo experimentamos más que otras veces). Todos estos mensajes nos están mostrando hasta dónde llega el pecado del mundo, porque nosotros de muchas maneras también nos hemos dejado manipular, nosotros, como Pedro o como Judas, también hemos negado a Nuestro Maestro, nosotros, como Pilato, muchas veces nos hemos lavado las manos, no solamente ante el honor de Cristo sino también ante la gloria de Dios y ante el dolor de nuestros hermanos (recordemos y recemos por la Vida… queremos la Vida, las dos vidas). Por eso la Pasión de Cristo es un recorrido por lo que podríamos llamar “lo peor” dentro de la humanidad, pero a la vez es un canto a la bondad gratuita, a la misericordia inagotable del Dios que ha venido a nuestro encuentro. Domingo de Ramos, Domingo para agradecer las maravillas del amor de Dios, para leer la Pasión del Señor, Domingo para escuchar esta proclamación de fe, y Domingo por supuesto para preparar al GRAN DOMINGO, el próximo Domingo, el Domingo de la Pascua. Si es verdad que hoy encontramos a Cristo en su dolor, ese dolor no es el final de la historia, la victoria está cercana y por eso a lo largo de estos días de Semana Santa, vamos a caminar como pueblo creyente, hasta llegar al Cenáculo en la institución de la Eucaristía, del Sacerdocio y de la Caridad… hasta llegar al calvario en la acción litúrgica de la Pasión del Señor, pero sobre todo para llegar hasta las puertas del sepulcro y allí recibir a Cristo glorioso y resucitado. María, Madre de Cristo y de la Iglesia, ruega por nosotros.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...