martes, 25 de septiembre de 2018

HOMILIA Domingo Vigesimosexto del TIEMPO ORDINARIO cB (30 de septiembre de 2018)

Domingo Vigesimosexto del TIEMPO ORDINARIO cB (30 de septiembre de 2018) Primera: Números 11, 16-17a.24-29; Salmo: Sal 18, 8. 10. 12-14; Segunda: Santiago 5, 1-6; Evangelio: Marcos 9, 38-43. 45. 47-48 Nexo entre las LECTURAS Los textos de hoy hacen referencia a la vida comunitaria, sea en el pueblo en marcha hacia la tierra prometida, sea en la comunidad eclesial… es una invitación NUEVA del Señor para que vivamos la vida nueva del Reino en nuestras Comunidades. La primera lectura habla de la donación del Espíritu de Dios a los setenta jefes del pueblo en camino por el desierto. En el evangelio se reflejan ciertos aspectos de la vida de los discípulos y de los primeros cristianos en sus relaciones internas y en las relaciones con los que no pertenecen a la comunidad. Santiago se dirige al final de su carta a los miembros ricos de la comunidad para recriminar su conducta y hacerles reflexionar sobre ella a la luz del juicio final. Temas... La herida del pecado. Las lecturas muestran que la vida en comunidad está marcada por la limitación e imperfección… marcados estamos de tal modo que enfermos o débiles no hacemos el bien que queremos o hacemos el mal que no queremos… muchas veces tenemos buenos propósitos… pero poca fuerza o posibilidades de hacer ese bien propuesto. Por eso a veces es evidente la intolerancia exclusivista respecto a quienes no pertenecen al propio grupo, como leemos en el caso de Josué: "Mi señor Moisés, prohíbeselo" (primera lectura)… algo parecido leemos que hicieron los cercanos a Jesús (Juan): "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo" (evangelio). Otro punto es el escándalo que algunos miembros de la comunidad dan a los pequeños, poniendo en peligro su fe sencilla y su misma pertenencia a Cristo (evangelio). Entre quienes causan un escándalo importante están los ricos, que ponen la seguridad en sus riquezas… y, además, se aprovechan de los pobres, no pagando diariamente el salario a los obreros, entregándose al lujo y a los placeres, pisoteando, en perjuicio del pobre, la ley y la justicia (segunda lectura). Deberíamos aprender que no hay comunidad exenta de imperfecciones, debilidades y miserias. El Papa (ahora en Lituania… el convenio con China) ante esta realidad nos invita, de cara al pasado a purificar la memoria, y de cara al presente al arrepentimiento y a la renovación y humildad para fortalecernos en la cultura del encuentro. Debemos vivir más conscientes de que es el ESPÍRITU DE DIOS, y no el hombre, quien nos vivifica y santifica con su presencia y sus dones. Unidos, reflejamos a Cristo. Jesucristo muestra, frente a la comunidad creyente, que tiene amor para los que no pertenecen al grupo. "No se lo impidan", dice a Juan y a los discípulos. Este comportamiento de Jesús halla su prefiguración en el de Moisés, al saber que su espíritu ha sido comunicado a Eldad y Medad que no estaban con el grupo de los setenta: "¿Es que estás tú celoso por mí? ¡Ojalá que todo el pueblo de Yahvéh profetizara porque Yahvéh les daba su espíritu!". Jesús motiva su postura con dos reflexiones: 1) Quien invoca mi nombre para hacer un milagro, no puede luego inmediatamente hablar mal de mí. La persona de Jesús ejerce un influjo universal, no puede quedar encerrada dentro de los límites institucionales. 2) Quien no está contra nosotros, está con nosotros. Y esto es verdad incluso cuando no se pertenece a la misma comunidad de fe. También, dentro de la comunidad, las relaciones entre los diversos miembros han de estar animadas por el mandamiento de la CARIDAD. Como dice el mismo Santo Padre: en el Señor Jesús, tenemos que dar los pequeños pasos de la caridad, como dar un vaso de agua, un poco de alimento, un abrigo o un techo con la única intención de vivir la caridad cristiana. Por amor hacia el “pequeño” hay que estar dispuesto a acabar con aquello que lo pueda dañar. En las relaciones intraeclesiales debe reinar la justicia y la caridad en el servicio. Los “ricos”, los “poderosos” por su parte, han de ser muy conscientes de que sus riquezas no son tanto para gozarlas y despilfarrarlas cuanto para ponerlas al servicio de los necesitados. Cada uno vea de ponerse al servicio de los demás, siendo, con la ayuda de la gracia, el último de todos imitando al Señor, que se rebajó incluso hasta la muerte y muerte de Cruz (San Pablo de la Cruz). Sugerencias... Hacer el bien. Alejarse del mal. Posiblemente, este Evangelio nos lleva a rezar, reflexionar y discernir para descubrir ¡qué tenemos! que no nos permite ir hacia Dios, —y todavía más— qué nos aleja de Él... y es el pecado… eso mismo se lo tenemos que ofrecer a Dios como nuestro regalo y pedirle que nos bendiga abundantemente con sus gracias celestiales para que podamos alcanzar la paz y la unidad (San Roberto Belarmino). El mismo Jesús nos orienta para que, con su ayuda, podamos saber cuál es el pecado en el que caemos para que practiquemos la virtud opuesta a ese vicio. Jesús habla —también— de los que escandalizan a los pequeños que creen en Él (cf. Mc 9,42). “Escandalizar” es alejar a alguien del Señor. Por lo tanto, valoremos en cada persona su proximidad con Jesús (Francisco). Jesús nos enseña que no hace falta ser de los Doce o de los discípulos más íntimos para estar con Él: «El que no está contra nosotros, está por nosotros» (Mc 9,40), como nos muestra la reflexión que ofrece el Papa en Gaudete et exsultate. Podemos comprender que Jesús lo salva todo y a todos. Es una lección del Evangelio de hoy: hay muchos que están más cerca del Reino de Dios de lo que pensamos, porque hacen el bien, amando y sirviendo humildemente, en nombre de Jesús. Como confesó santa Teresita del Niño Jesús: «El Señor no me podrá premiar según mis obras (...). Pues bien, yo confío en que me premiará según las suyas». Autoridad y riqueza en la Iglesia. En la Iglesia sólo algunos han sido llamados por Dios para ejercer la autoridad institucional, pero TODOS tenemos el derecho y el deber de ejercer la autoridad de (en) la santidad. Puesto que el cristiano concibe la autoridad como servicio, la jerarquía practica su servicio mirando por la buena marcha de la comunidad eclesial en la caridad, en la unidad, en la paz, en la doctrina, en la vida moral, y en las acciones litúrgicas. Por su parte, los fieles cristianos laicos ejercen su autoridad sobre la comunidad eclesial entregando con generosidad sus vidas a Dios y a los hombres, atrayendo hacia Dios y hacia el Espíritu a muchos con su comportamiento y testimonio de vida. Son dos modos diversos de ejercer la autoridad, ambos al servicio de toda la Iglesia para gloria de Dios (San Ignacio de Loyola). En la Iglesia hay ricos de bienes, y muchos de ellos son a la vez ricos de amor verdadero. En la Iglesia se dan también los pobres en bienes, pero que poseen una riqueza extraordinaria de fe, de amor y de esperanza. Hay también los otros, los ricos de bienes y pobres de amor, los pobres de bienes y ricos en ansias de lucro y de riquezas. No nos engañemos. Los verdaderos ricos en la Iglesia son los santos y la verdadera riqueza son los pobres, débiles y sufriente. Recemos y ofrezcamos sacrificios espirituales agradable al Padre para que seamos ricos en santidad… y si alguno es rico en bienes materiales, que sepa que puede ser mejor, perfecto poniendo esos bienes al servicio de la humanidad para gloria de Dios y salvación de todos. Virgen del amor y del servicio, de la humildad y de la pobreza: ruega por nosotros y alcánzanos paz y unidad.

martes, 18 de septiembre de 2018

Papa Francisco en Santa Marta Martes 18 de septiembre de 2018

Homilía del Papa Francisco en Santa Marta Martes 18 de septiembre de 2018 En el Evangelio de hoy (Lc 7,11-17), que recoge el milagro de la resurrección del hijo de la viuda de Naín, vemos que Jesús tenía autoridad ante el pueblo, pero no por la doctrina que predicaba, que era casi la misma que los demás, sino porque era manso y humilde de corazón. No gritaba, ni decía “yo soy el Mesías” o “soy el Profeta”; no hacía tocar la trompeta cuando curaba a alguien o predicaba a la gente o hacía un milagro, como la multiplicación de los panes. No. Era humilde. Simplemente hacía y era cercano a la gente. Los doctores de la Ley, en cambio, enseñaban desde la cátedra y se alejaban de la gente. No les interesaba la gente, o solo para imponerles mandamientos, que multiplicaban hasta más de 300. Pero no eran cercanos a la gente. En el Evangelio, cuando Jesús no estaba con la gente, estaba con el Padre, rezando. Y la mayor parte del tiempo de la vida de Jesús, de su vida pública, la pasó en la calle, con la gente. Esa cercanía: la humildad de Jesús, lo que da autoridad a Jesús, le lleva a la cercanía a la gente. Tocaba a la gente, abrazaba a la gente, miraba a la gente a los ojos, escuchaba a la gente. ¡Cercano! Y eso le daba autoridad. San Lucas destaca en el Evangelio la lástima, la gran compasión que sintió Jesús viendo a la madre viuda, sola, y al hijo muerto. Tenía esa capacidad de padecer con. No era teórico. Se puede decir que pensaba con el corazón, no separaba la cabeza del corazón. Y hay dos rasgos de esa compasión que me gustaría subrayar: la mansedumbre y la ternura. Jesús dice: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”: manso de corazón. La mansedumbre. Era manso, no gritaba. No castigaba a la gente. Era manso. Siempre con mansedumbre. ¿Se enfadaba Jesús? ¡Sí! Pensemos cuando vio la casa de su Padre convertida en una tienda para vender cosas, y a los que cambiaban el dinero…; ¡y allí se enfadó, cogió un látigo y los echó a todos! Pero porque amaba a su Padre, porque era humilde ante el Padre, y tenía esa fuerza. Y luego la ternura. Jesús no le dijo: “No llore, señora”, estando distante. No. Se acercó, quizá le tocase el hombro, o la acarició. “No llores”. Ese es Jesús. Y lo mismo hace con nosotros, porque es cercano, está en medio de la gente, es pastor. El otro gesto de ternura es levantar al hijo y entregárselo a su madre. En definitiva, humilde y manso de corazón, cercano a la gente, con capacidad de compadecerse y con esos dos rasgos de mansedumbre y ternura. Ese es Jesús. Y hace con todos nosotros, cuando se acerca, lo que hizo con el chico y su madre viuda. Esa es la imagen del pastor, y de esa debemos aprender los pastores: cercanos a la gente, no a los grupitos de los poderosos, de los ideólogos… ¡Esos nos envenenan el alma, no nos hacen bien! El pastor debe tener el poder y la autoridad que tenía Jesús, de la humildad, de la mansedumbre, de la cercanía, de la capacidad de compasión, de la ternura. Y cuando luego las cosas le fueron mal a Jesús, ¿qué hizo? Cuando la gente lo insultaba, aquel viernes santo, y gritaba “crucifícalo”, se quedó callado porque tenía compasión de aquella gente engañada por los poderosos del dinero, del poder… Estaba callado. Rezaba. El pastor, en los momentos difíciles, en los momentos en que se suelta el diablo, cuando el pastor es acusado, pero acusado por el Gran Acusador a través de tanta gente, tantos poderosos, sufre, ofrece la vida y reza. Y Jesús rezó. La oración le llevó también a la Cruz, con fortaleza; y también allí tuvo la capacidad de acercarse y curar el alma del buen ladrón. Releamos hoy este texto de Lucas, capítulo 7, para ver dónde está la autoridad de Jesús. Y pidamos la gracia de que todos los pastores tengamos esa autoridad: una autoridad que es una gracia del Espíritu Santo.

lunes, 17 de septiembre de 2018

HOMILIA Domingo Vigesimoquinto del TIEMPO ORDINARIO cB (23 de septiembre de 2018)

Domingo Vigesimoquinto del TIEMPO ORDINARIO cB (23 de septiembre de 2018) Primera: Sabiduría 2, 12.17-20; Salmo: Sal 53, 3-6. 8; Segunda: Santiago 3, 16 – 4,3; Evangelio: Marcos 9, 30-37 Nexo entre las LECTURAS Jesucristo, Palabra del Padre, con su persona, su enseñanza y su vida, ha traído una enseñanza revolucionaria al mundo, a los hombres. En esta enseñanza se centran (una posibilidad) los textos litúrgicos de este Domingo. Al impío, que no entiende ni acepta la vida del justo se le pide, decididamente, un cambio de actitud (primera lectura), se le enseña que se puede responder con amor y benevolencia y no con odio o rencor, como Caín. Los discípulos de Jesús necesitan cambiar de mentalidad ante las enseñanzas sorprendentes de su Maestro (evangelio) y deberán comprender en su corazón que el amor y el servicio, la entrega y la donación es lo mejor y es lo que Dios quiere… ¡nunca más el odio ni la venganza! Dirá san Juan Pablo II. Santiago (segunda lectura) propone a los cristianos un programa espiritual que implica un “cambio” en el estilo de vida que llevaban antes de conocer a Jesús. La verdadera revolución es entregar la vida por el otro (Papa Benedicto). Temas... Empezar con una actitud nueva. Según el libro de la Sabiduría, el impío piensa que el justo es un fastidio para él, porque es la conciencia crítica de su obrar; en lugar de maravillarse e imitarlo, como debería, prefiere someterle a prueba; incluso a la prueba de la muerte para ver si el Dios -en quien confía- le protege y le salva. En los versículos 21 y 22 del mismo capítulo se añade: "Así piensan, pero se equivocan... No conocen los secretos de Dios". Se equivocan. Su actitud no corresponde a la que Dios quiere. Hay, por tanto, que cambiar y empezar bien. El justo, el fiel, el santo ha de ser contemplado y propuesto como modelo digno de imitación. Es verdad que el hombre fiel es un reclamo a la conciencia, pero esto debe ser causa de alegría y de gratitud. ¿Por qué no acudir a Dios con la confianza del justo en lugar de ponerle a prueba incluso con la muerte? Obrar con NUEVA mentalidad. A los discípulos de Jesús no les entra en la cabeza que su Maestro tenga que pasar por el sufrimiento… no les parece bien que para ser el primero se deba ser el servidor de todos… que, en las nuevas categorías del Reino de Cristo, el niño ocupe un lugar primordial. No es fácil, para ellos y para nosotros, dejar la concepción común. Pero, si queremos ser discípulos misioneros, tenemos que cambiar. Hay que aceptar que el sufrimiento es camino de redención para Jesucristo y para los cristianos. Hemos de creer vitalmente que el servir no es un favor que se hace alguna vez, sino el estilo habitual del discípulo misionero y del vivir en cristiano. Hay que llegar a la certeza de que, acoger a quien no cuenta, al marginado, al débil, al necesitado es acoger a Cristo y por Él al Padre celestial. El trato y la compañía de Jesús, por un lado, y la acción del Espíritu, por otro, realizarán el milagro. Cambiar de vida. Si cambiar el modo de pensar es difícil, mucho más lo es el cambio de vida. El Bautismo y la Eucaristía reestructuran al hombre por dentro con la gracia santificante, es Cristo mismo quien infunde un nuevo modo de ser y un principio nuevo de actuación. En ello y con Él está la base del cambio de vida. Este “empezar de nuevo”, “empezar bien”, requiere la gracia de Dios y el trabajo humano, la respuesta creyente y confiada del hombre. Será posible con paciencia y mansedumbre para que las nuevas estructuras sean vitalmente asimiladas y configuren día tras día, acción tras acción, el comportamiento humano nuevo. Sólo cuando se haya logrado la nueva configuración existencial, "la sabiduría que viene de arriba, que es pura, pacífica, indulgente, dócil, llena de misericordia y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía" guiará el obrar humano y cada uno de nuestros actos. Sin esta configuración que requiere gracia, esfuerzo y tiempo, las viejas estructuras seguirán vigentes y con ellas el actuar conducido por las contiendas, las codicias, los deseos de placeres, las envidias, los odios y las venganzas… Cambiar la vida es la gran tarea, llevada a cabo con constancia y entusiasmo. Debemos recurrir a la Virgen María, Madre buena que nos sostenga en la decisión de vivir la vida nueva del Reino. Sugerencias... Lo NUEVO empieza desde Dios. El cambio al que la liturgia nos invita es una gracia de Dios. Es decir, la novedad del Reino que Dios quiere y espera del hombre para que sea más hombre, para que viva mejor y más plenamente su dignidad humana es DON de Dios y TAREA del hombre. La vida nueva que Dios nos pide es de la injusticia a la justicia, del abuso al servicio de los demás, de la infidelidad a la fidelidad, del odio al amor, de la venganza al perdón, de la cultura de muerte a la cultura de la vida, del pecado a la gracia y a la santidad (oración de san Francisco de Asís) y también el programa de vida que se llamó Civilización del Amor en el Jubileo de la Alegría del año 1975 promovido por el preconizado santo Papa Pablo VI, que quedó plasmado en el canto UN NUEVO SOL.. Nuevo programa de vida. La Civilización del Amor con mayor o menor claridad nos enseña que todo hombre se debe trazar un NUEVO proyecto de vida. El Papa Francisco diariamente nos pide recemos, que hagamos un discernimiento para conocer, con la ayuda de Dios, lo que Él me pide y pedir la gracia para querer hacerlo. Preguntarse: ¿Qué quiero ser, qué quiero hacer, a qué valores no puedo renunciar, de qué medios, buenos y santos, debo servirme? Todo cristiano debería tener un pequeño proyecto o programa de vida en su condición precisamente de cristiano. Rezar cada mañana (Gaudete et exsultate) para encontrarme con el plan de Dios para mi vida: ¿Qué voy a hacer por Cristo y por mis hermanos? ¿Qué valores voy a proponer a mis hijos/hermanos/cónyuge/feligreses? ¿Por qué valores voy a luchar en mi vida personal, familiar, social, laborar, como Cura Párroco o Consagrado? ¿Cuánto tiempo voy a dedicar a mi misión de apóstol de Jesucristo dentro de mi comunidad parroquial, diocesana, dentro del movimiento al que pertenezco… o en los lugares donde se desenvuelve mi vida personal y/o laboral? ¿Qué iniciativa, pequeña o grande, voy a proponer para fomentar el sentido de Dios, para promover las vocaciones al sacerdocio o a la vida consagrada, para visitar y atender a los enfermos o a los que viven SOLOS, en mi barrio, en mi parroquia? No es necesario que sea un programa grande, completo. Haz un pequeño programa posible. Un programa que te ayude a crecer en tu vida espiritual: dedicar, por ejemplo, un tiempo diario a la oración, o confesarte con más frecuencia y regularidad, o luchar con más decisión y energía contra el vicio del alcohol o de la droga… el que tengas, que a veces es la intolerancia o el fanatismo o la dureza de corazón… Un programa que te mantenga activo en tu misión eclesial: catequesis, prestar más atención a la educación espiritual y moral de los más jóvenes. Al final del día, o al menos de la semana, hacer un examen de conciencia. ¡Cuánto bien puede hacer un pequeño programa! (san Benito). Virgen de la escucha y del discernimiento: ruega por nosotros.

martes, 11 de septiembre de 2018

El Papa a los esposos: ‘Haced apuestas fuertes, para toda la vida. ¡Arriesgad!’

El Papa a los esposos: ‘Haced apuestas fuertes, para toda la vida. ¡Arriesgad!’ Escrito por Giovanni Tridente Publicado: 11 Septiembre 2018 Durante el reciente Encuentro Mundial de las Familias 2018 que ha tenido lugar en Irlanda En el Encuentro Mundial de las Familias 2018 celebrado en tierras de Irlanda, el Santo Padre alentó a los esposos a realizar “apuestas fuertes, para toda la vida”, y pidió a las familias que sean “un faro que irradie la alegría de su amor en el mundo”, a través de “pequeños gestos cotidianos de bondad”. Un congreso, un festival, varias citas con la participación del Papa Francisco, decenas de miles de parejas de esposos de varios países, con sus hijos: la familia y su alegría para la Iglesia y para el mundo han vuelto a ser actualidad en las últimas semanas, gracias al Encuentro mundial de las familias 2018 que ha tenido lugar en Dublín. Ha servido como hilo conductor del evento la entera exhortación Amoris laetitia, estudiada en todos sus aspectos en las reflexiones comunes, con relatores de varias proveniencias, laboratorios, seminarios, testimonios y debates. Había gran expectación, obviamente, por las palabras del Papa Francisco, habida cuenta de la especificidad del país que acogía la iniciativa, que un Pontífice ha visitado por primera vez después de casi cuarenta años (san Juan Pablo II había visitado Galway en 1979) y todavía sacudido por el gran drama de los abusos, que en los últimos años ha debilitado con fuerza la credibilidad de la Iglesia irlandesa y de sus ministros. Por eso precisamente estos temas han acompañado muchas de las intervenciones del Santo Padre y han catalizado, como era obvio, la atención de los medios mundiales de comunicación. Pero en el centro del Encuentro debían estar, y efectivamente han estado, las familias. Y las palabras del Papa han sido inequívocas, resaltando sin medios términos la importancia de la primera célula de la sociedad y la belleza de testimoniar al mundo compromiso duraderos, que pueden incluso ayudar a superar conflictos y contradicciones de nuestro mundo desilusionado. Ha hecho también referencias a la indisolubilidad del matrimonio y contra el aborto. Testimonio profético La primera cita pública del Papa Francisco, una vez aterrizado en tierra de Irlanda, ha sido con las autoridades y la sociedad civil. En esa ocasión ha destacado la iniciativa del Encuentro mundial de Dublín como “testimonio profético” y a la familia como “aglutinante de la sociedad”, cuyo bien ha de ser “promovido y custodiado con todos los medios oportunos”. Ante las sacudidas sociales y políticas el Papa ha recordado la necesidad de recuperar “el sentido de ser una verdadera familia de pueblos”, sin perder jamás la esperanza; al contrario, perseverando con valentía “en el imperativo moral de ser constructores de paz, reconciliadores y protectores los unos de los otros”. Un planteamiento que requiere constante conversión y atención a los últimos, y entre ellos a los pobres, pero también a los “los miembros más indefensos de la familia humana, incluso de los no nacidos, privados del derecho a la vida”. Matrimonio único e indisoluble De fecundidad, unicidad e indisolubilidad del matrimonio ha hablado el Papa en el diálogo que ha mantenido en la pro-catedral de Santa María, en Dublín, con parejas de esposos jóvenes y de novios, donde ha resaltado la importancia del signo sacramental, que protege a los contrayentes y los sostiene en el curso de la vida “en el recíproco don de sí, en la fidelidad y en la unidad indisoluble”. Y aquí la exhortación: “Haced apuestas fuertes, para toda la vida. ¡Arriesgad!”, porque el matrimonio “es un riesgo que vale la pena. Para toda la vida, porque el amor es así”. El Papa acababa de escuchar los testimonios de unos esposos que celebraban 50 años de matrimonio y los de otras dos parejas más jóvenes, invitando a superar la cultura de lo provisional que no favorece decisiones “para toda la vida”, y ha recordado que “Dios tiene un sueño para nosotros y nos pide que lo hagamos nuestro”: “¡Soñad a lo grande! ¡Atesoradlo y soñadlo juntos de nuevo cada día!” Francisco ha señalado también la importancia de transmitir la fe a los hijos, y que “el primer y más importante lugar para transmitir la fe es la casa”, donde por medio de un típico “dialecto”, se aprende el “significado de la fidelidad, de la honradez y del sacrificio”. Luego ha regresado a la importancia de la oración en familia y a la necesidad de una “revolución de la ternura” para dar vida a “una generación más premurosa, amable, rica en fe, para la renovación de la Iglesia y de toda la sociedad irlandesa”. Cada uno de vosotros es Jesucristo “Cada uno de vosotros es Jesucristo. Gracias por la confianza que nos dais”: con estas palabras el Papa Francisco se ha dirigido a las familias de los sintecho que se hospedan en el Centro de acogida dirigido por los Padres Capuchinos en la capital irlandesa, que ha visitado el primer día. “Vosotros sois la Iglesia, sois el pueblo de Dios. Jesús está con vosotros”, ha añadido después, tras haber remarcado la importancia de la obra de apostolado que sacan adelante los religiosos franciscanos. Un faro que irradia alegría en el mundo “Qué bien se está aquí. Es hermoso celebrar, porque nos hace más humanos y más cristianos”. Así comenzó el Santo Padre en la colorida fiesta de las familias celebrada la tarde del 25 de agosto en el Croke Park Stadium, donde varios matrimonios han expuesto sus experiencias en los momentos más intensos y exigentes de su vida familiar. ¿Qué espera la Iglesia de las familias? Lo que Dios desea, ha dicho Francisco, a saber, que sea “un faro que irradie la alegría de su amor en el mundo”, a través de los pequeños gestos cotidianos de bondad, característica de aquella santidad “de la puerta de al lado” que ya había planteado en su última exhortación Gaudete et exsultate. Refiriéndose después a los testimonios escuchados, Francisco ha recordado que el perdón es “un regalo especial de Dios que cura nuestras heridas y nos acerca a los demás y a él”, mientras el amor y la fe en familia pueden ser “fuentes de fortaleza y paz incluso en medio de la violencia y la destrucción causada por la guerra y la persecución”. “Es hermoso tener diez hijos. Gracias”, ha añadido el Papa, conmovido por el testimonio de Mary y Damian, lleno “de amor y de fe”, capaz de trasformar “completamente vuestra vida”. En el centro del discurso del Papa estuvieron también los ancianos −los abuelos− y la necesidad de valorarlos siempre, porque “de ellos recibimos la identidad, los valores y la fe”. Entre otras cosas, si eso falta “la alianza entre generaciones terminará careciendo de lo que realmente importa, el amor”. Baluartes de fe y de esperanza En la explanada del santuario de Knock, muy querido por el pueblo irlandés, Francisco ha hablado de la importancia del Rosario, invitando a continuar con esta tradición y rezando a la Santísima Virgen −que es Madre− para que las familias sean “baluartes de fe y de bondad” ante un mundo que querría disminuir la dignidad del hombre. En la Misa de clausura en el Phoenix Park, en cambio, el Papa ha vuelto sobre la necesidad y sobre la llamada de la Iglesia en su conjunto “a ‘salir’ para llevar las palabras de vida eterna a las periferias del mundo”. Antes de despedirse de Irlanda, el Papa se ha reunido finalmente con los obispos del país en el convento de las Hermanas Dominicas, animándolos “en estos momentos de desafío” a perseverar en su ministerio como “heraldos del Evangelio y pastores del rebaño de Cristo” y subrayando que el Encuentro mundial apenas celebrado ha mostrado mayor conciencia por parte de las familias “de su papel irremplazable en la transmisión de la fe”. En cuando al próximo Encuentro Mundial de las Familias, la cita es en Roma en 2021. Giovanni Tridente, en revistapalabra.es.

HOMILIA Domingo Vigesimocuarto del TIEMPO ORDINARIO cB (16 de septiembre de 2018)

Domingo Vigesimocuarto del TIEMPO ORDINARIO cB (16 de septiembre de 2018) Primera: Isaías 50, 5-9a; Salmo: Sal 114, 1-6. 8-9; Segunda: Santiago 2, 14-18; Evangelio: Mc 8, 27-35 Nexo entre las LECTURAS Cristo revela (descubre) el hombre al hombre. La liturgia de hoy nos revela quienes somos, Dios tiene la amabilidad y ternura de contarnos quienes somos y para qué nos hizo, pues a Él pertenecemos. En la primera lectura, tres son los rasgos del hombre según el designio de Dios: el hombre es un ser que escucha, que sufre, que experimenta la presencia y ayuda de Dios. El evangelio presenta a Jesús como la perfecta realización del hombre: el Ungido de Dios, el Varón de dolores, el Siervo obediente hasta la muerte, el que pierde su vida para salvar las de los hombres, el Viviente que da vida. Finalmente, Santiago en la segunda lectura enseña que el hombre es aquel en quien fe y obras se unen de manera virtuosa para lograr la madurez humana, que es: comunión con Dios y con el prójimo. Temas... El hombre según Dios. La definición más auténtica del hombre la puede dar quien le ha creado y le ha llamado a ser, a vivir -en el tiempo y en la eternidad-. En la primera lectura (tercer canto del Siervo) se muestra una síntesis de antropología teológica. El primer rasgo, no proclamado en la lectura litúrgica, dice que el ser humano es quien recibe de Dios el don de hablar palabras de vida para los demás, sobre todo para el cansado y agobiado. Luego, aparecen en este canto, otros tres rasgos que si proclamamos en la Liturgia: 1) El hombre es el viviente a quien Dios le ha capacitado para "escuchar", igual que los discípulos. Ser discípulo de Dios implica no sólo la escucha teórica, sino a la vez la escucha que conduce a la práctica, a la realización de lo escuchado, de la voz originaria que le precede y que norma-organiza su vida. En otros términos, el hombre es verdaderamente hombre cuando es obediente de Dios y así es discípulo. 2) El sufrimiento es la situación real y misteriosa de la condición humana; es como ‘el altar’ en que se forja el hombre (Pío XI); es el molde en que se configura nuestra personalidad. 3) El hombre es el ser asistido por Dios, en quien Dios muestra su presencia constante y eficaz. Esa presencia, sobrenatural, es la roca en que se fundan todas las grandes certezas del hombre; es luz que orienta al hombre en la oscuridad; es auxilio que nos hace ser y hacernos hombres (varón y mujer), cada día, en el amor y en el servicio. Con los textos podemos decir que quien excluye la solidaridad, la escucha, el dolor, la presencia divina de la concepción del hombre, no sabe realmente quién es el hombre (meditaciones del Papa Francisco especialmente con ocasión de los inmigrantes, de los prófugos y de los cristianos perseguidos) y no valora a los demás… más todavía, el que no es verdaderamente hombre busca ‘eliminar’ a los demás, vemos por ejemplo el relato de Caín y Abel. Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Jesús es el Mesías, el Ungido de Dios, que llega, en la entrega y amor, hasta la obediencia de la cruz. Jesús es el Ungido y el Siervo del sufrimiento, no son dos títulos contrapuestos de su condición humana, sino como dos nombres del mismo misterio, Dios hecho Hombre. De hecho, cuando a Jesús se le compara con otras figuras en la Biblia (Moisés, Elías, Juan Bautista, Salomón, Jonás...), hay que reconocer que Él es distinto, como Él mismo dirá: "He aquí uno mayor que Jonás... he aquí uno mayor que Salomón". Por otra parte, en su condición de ‘sufriente’ Jesús mantiene una absoluta confianza en Dios, que le asistirá en medio del dolor y que le resucitará de entre los muertos. Por todo ello, Jesús llama a Pedro a ubicarse cuando éste intenta apartarlo de la voluntad de Dios. En Jesús se hace realidad, también, otro rasgo, el señalado por Santiago en la segunda lectura, la coherencia entre la fe y las obras. Sugerencias... Hombre y cristiano. Casi parece, a algunos, que no se puede ser plenamente hombre siendo perfectamente cristiano o que no se puede ser plenamente cristiano, siendo perfectamente hombre. Es un dilema planteado desde hace siglos entre fe y razón, entre ciencia y fe. En un nuevo clima cultural y espiritual, san Juan Pablo II, en continuidad con la doctrina católica, ha afirmado rotundamente: "La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad". Se puede afirmar: "El hombre y el cristiano son como las dos alas con las que el espíritu humano se eleva hacia la realización de su plena humanidad" (cfr.: Evangelii Gaudium). El Concilio Vaticano II declaró bellamente que Cristo revela el hombre al hombre, por eso meditamos: ¿Seguimos, en esto, todos los cristianos las huellas de Cristo? "Quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda su vida por mí y por el evangelio la salvará", nos dice Jesús. Jesucristo plantea el gran desafío y misión de la existencia humana que es vencer, con la ayuda de su gracia, el egoísmo y madurar la entrega, superar la seducción del yo y entregarnos al amor a Dios y al prójimo, entre el yo y mi personalidad y la verdadera humildad, amor y servicio. Muestra el Evangelio que nuestra vocación es vaciarnos de nosotros para llenarnos (llenarse) de Dios, darnos a los demás desinteresadamente sin buscar compensaciones, vivir en la profunda humildad de quien sabe y acepta que todo lo que es y tiene proviene de Dios y está llamado a ponerlo al servicio de los demás. Éste es el camino de la salvación. Éste es el camino de la auténtica realización del hombre. Éste es el camino del discípulo misionero. Santa María del Camino, ruega por nosotros.

lunes, 3 de septiembre de 2018

HOMILIA Domingo Vigesimotercero del TIEMPO ORDINARIO cB (09 de septiembre de 2018)

Domingo Vigesimotercero del TIEMPO ORDINARIO cB (09 de septiembre de 2018) Primera: Isaías 35, 4-7a; Salmo: Sal 145, 7-10; Segunda: Santiago 2, 1-5; Evangelio: Marcos 7, 31-37 Nexo entre las LECTURAS Unos de las verdades de fe es que Dios es el liberador. La Liturgia de este Domingo es toda ella un mensaje de esperanza en Dios-Salvador. Este mensaje está especialmente señalado en los textos litúrgicos de este Domingo. Dios libera a los hombres de su dolorosa condición de desterrados (primera lectura) y lo hace como si estuviera viendo la salvación en presente. Dios en CRISTO libera a los hombres de sus enfermedades del cuerpo y del espíritu: "Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos" (evangelio). Nos dice Santiago que Dios libera al hombre, sin acepción de personas, a todos, porque todos, ricos o pobres, somos iguales delante de Dios (segunda lectura). Temas... El poder curativo de Dios para con nuestros males. El profeta Isaías consuela a su pueblo, en horas difíciles, y le asegura -con un lenguaje al que estamos más acostumbrados en las semanas del Adviento- que Dios va a infundir fuerza a los cobardes, y la vista a los ciegos, y el oído a los sordos, y el habla a los mudos, y aguas abundantes al desierto. El salmo amplía todavía más el campo de esta salvación que nos concede Dios, porque habla de los oprimidos y hambrientos, de los cautivos y peregrinos. Y nos invita a elevar a Dios nuestra alabanza agradecida: "Alaba, alma mía, al Señor". Estas palabras del profeta y del salmista nos preparan para escuchar cómo Cristo, en una de esas escenas breves, plásticamente contadas por san Marcos, cura a un sordomudo, y le devuelve el oído y el habla. ¡Cuántas veces aparece Jesús en el evangelio atendiendo a los enfermos, dedicándoles tiempo y ánimos, y curándoles milagrosamente! Con razón comentaba la gente: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos". Los planes de Dios son planes de salud y de vida. A la miseria humana responde su inmensa misericordia, que se nos ha manifestado sobre todo en Cristo Jesús, que tiende su mano a toda persona que sufre, para curarla y darle esperanza. Todavía hoy hay quienes anuncian que la salvación está en planes nuestros o en organizaciones horizontales, como si el bien del hombre fuera lo material, como si el hombre fuera solo materia y ésta de índole animal… san Marcos nos avisa que la salvación viene de Dios y que nuestra grandeza viene de ser imagen y semejanza de Dios… ¡confiemos en Él! ¡pongamos nuestra vida y la de todos en las manos de Dios! Nos cura a nosotros. Jesús nos tiene que curar también a nosotros, porque a veces somos sordos y mudos. No oímos lo que tendríamos que oír: la Palabra de Dios, o también las palabras de nuestros hermanos. Y no hablamos lo que tendríamos que hablar: en la alabanza a Dios y también en nuestras palabras de ayuda a los hermanos. En el rito del Bautismo hay un gesto -libre, pero expresivo-, el del "effetá", o "ábrete", en el que el ministro toca los labios y los oídos del bautizado, mientras dice: "el Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo, escuchar su palabra y proclamar la fe...". Un cristiano tiene que saber escuchar y saber hablar a su tiempo. Debemos escuchar y en ocasiones hablar. Ayudar a los demás. Desde hace dos mil años la Iglesia, la comunidad de los seguidores de Jesús, los discípulos-misioneros, no sólo se goza en ser curada por su fuerza sanadora, que sigue eficazmente presente en los sacramentos, sino que ha recibido el encargo de curar a los demás, de transmitirles esa misma fuerza salvadora. La comunidad cristiana -cada cristiano- debemos ser los signos vivientes de Cristo. La comunidad cristiana, con la Palabra evangelizadora, con los Sacramentos, tiene que ir comunicando esperanza y atendiendo a los pobres y a los que sufren, también con palabras de gozo y de esperanza (Evangelii Gaudium). Atendiendo a los muchos "sordos" y "mudos", los que no se han enterado todavía de la Buena Noticia del amor de Dios. A los que no encuentran voz para hacerse oír, como cuentan que hacía el Obispo Angelelli. Ser seguidores de Jesús no sólo es saber y creer cosas sobre Él, sino imitar su estilo de actuación en la vida. Sugerencias... Todo lo ha hecho bien. Con estas palabras reaccionó la multitud cuando se dio cuenta de que Jesús había curado al sordomudo. Son muchos, por lo demás, los textos evangélicos que relatan las obras buenas de Jesús en favor del hombre. De modo que san Pedro dirá de Jesús, en uno de sus discursos a los primeros cristianos, que "pasó haciendo el bien". San Juan Pablo II nos dice que "la caridad de los cristianos es la prolongación de la presencia de Cristo que se da a sí mismo". Sí, Cristo desea seguir haciendo el bien entre nosotros y en nuestros días mediante los cristianos. Cristo desea seguir liberando al hombre de las necesidades materiales, de las enfermedades, de las calamidades naturales, de los males espirituales mediante los cristianos. De verdad que es hermoso constatar la generosidad de tantos discípulos misioneros que socorren, en cualquier parte del mundo, a los más necesitados. Como discípulos misioneros, sería bueno hacernos algunas preguntas: ¿Hago todo el bien que puedo? ¿Busco que otros, singular o comunitariamente, hagan el bien? ¿Cuál es el tipo de bien que más me gusta hacer: el material, el espiritual, ambos? ¿Estoy convencido de que Cristo glorioso continúa presente entre los hombres haciendo el bien? Recordar, finalmente que hacer el bien desinteresadamente a los hombres es una manera de liberarlos.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...