lunes, 15 de enero de 2024

HOMILIA Tercer Domingo del TIEMPO ORDINARIO cB (21 de enero 2024)

(IMAGEN DE IGLESIAACTUALIDAD) 5to Domingo de la Palabra de Dios, jornada instituida por el Papa Francisco. El lema de esta edición está tomado del Evangelio de Juan: "Permaneced en mi Palabra" (Jn 8,31) Primera: Jonás 3,1-5.10; Salmo: Sal 24, 4-5a. 6. 7b-9; Segunda: 1Corintios 7, 29-31; Evangelio: Marcos 1, 14-20 Nexo entre las LECTURAS Convertirse, esta puede ser la clave (nexo) de este Domingo. Los ninivitas, ante la predicación amenazante de Jonás, hacen penitencia y se convierten. Jesús, según el evangelio de Marcos, comienza su predicación en Galilea invitando a la conversión: "Conviértanse y crean en el Evangelio". En la segunda lectura se nos señalan las consecuencias de la verdadera conversión, porque el verdadero convertido vive con la conciencia de que la apariencia de este mundo pasa. El tema de los tres textos es, además, la urgencia de la conversión; ya no hay tiempo para nada más. Temas... Nuestra vida consiste en crecer sin parar. A lo largo de nuestra existencia quedamos sometidos a muchos cambios. Los que somos mayores podemos pensar, por ejemplo, en cómo éramos cuando teníamos diez, veinte, treinta años. Miren las diferencias con la situación actual. Los más jóvenes, seguro que tienen proyectos de futuro. Seguro que su vida de aquí a diez o veinte años será muy distinta a la actual. Dios nos libre de permanecer siempre como ahora. Por desgracia, alguna vez los cambios son para empeorar. Pero normalmente son para crecer, para ir a más, Incluso entre los ancianos. Recordemos aquel dicho de san Pablo: mientras nuestras fuerzas corporales decrecen, nuestro espíritu crece y se enriquece cada día más. Convertirse es crecer. Todas las lecturas bíblicas de hoy, cada una en un contexto diferente, coinciden en esta necesidad de promover el cambio positivo. Del pasar de lo peor a lo que es mejor. Tanto en el libro de Jonás como en el evangelio hallamos una invitación a convertirse, a pasar del pecado a la amistad con Dios. En cuanto a la carta de Pablo, por más que la palabra "convertirse" no salga, sí que está presente el concepto. Convertirse es cambiar de manera de pensar. Y san Pablo nos invita a relativizar las cosas de este mundo, incluso aquellas que son buenas. Porque este mundo que contemplamos con nuestros ojos pasa rápido y los bienes que intuimos con la fe y la esperanza, son inmensamente mejores. Los apóstoles crecen al cambiar de oficio. Así lo entendieron los cuatro primeros apóstoles de Jesús, todos ellos pescadores en el lago de Galilea, Por un lado, los hermanos Pedro y Andrés, y por otro Santiago y Juan, hijos de Zebedeo. De tener tan sólo el evangelio de Marcos, que hemos leído hoy, nos podría extrañar que, después de una indicación tan sencilla de Jesús, fueran capaces de dejarlo todo tan rápidamente para cambiar de vida de modo tan radical, Pero hemos de tener en cuenta que en el evangelio de Juan consta aquella escena que leímos el pasado Domingo, que nos describe el primer encuentro de estos discípulos con Jesús, anterior a éste. Ya en aquella primera ocasión surgió su admiración hacia el maestro. Por tanto, no debe extrañarnos tal prontitud de respuesta a la invitación de Jesús a seguirle. La idea de seguirle dejándolo todo por él, había ido fermentando con fuerza en su interior. Andrés y Juan poseían una fuerte inquietud espiritual. Ya habían dejado temporalmente el trabajo para ir a escuchar a Juan Bautista. Si recuerdan, fue éste quien les señaló a Jesús como un maestro mejor que él mismo. La influencia de Cristo iría en aumento, mientras que el Bautista quedaría retirado definitivamente debido a las circunstancias conocidas por todos. Andrés fue quien convenció a su hermano Pedro y lo presentó a Jesús; mientras que fue Juan quien habló con entusiasmo de Jesús a su hermano Santiago. También nosotros hemos de ser apóstoles ¿Qué nos dice todo esto a los que ahora estamos aquí? Todos tenemos múltiples experiencias de cambios positivos en el transcurso de nuestra vida: hemos crecido en plenitud humana y, quizás también, en estabilidad y en bienestar material. O dicho con palabras del evangelio aplicadas a Jesús cuando era joven: hemos crecido en sabiduría, edad y gracia. Y, a la vez, como consecuencia de este progreso espiritual, hemos aprendido a relativizar los bienes de este mundo que pasa y hemos descubierto que la oferta del Reino de Dios que nos hace Jesús, es la mejor Buena Noticia que jamás hemos oído; y la aceptación del evangelio la mejor garantía de un mundo futuro feliz y para siempre. Si nuestra experiencia de Jesús es ésta, ¿por qué no hacemos como los primeros discípulos Andrés y Juan, que en seguida comunicaron su experiencia a sus hermanos Pedro y Santiago y, dejándolo todo, se convirtieron en apóstoles para transmitir esta Buena Noticia a todo el mundo? El apostolado laical. En tiempos pasados parecía que era necesario cambiar de trabajo, como los apóstoles, para convertirse en "pescadores de hombres". Pero los movimientos de espiritualidad surgidos, particularmente durante todo el siglo XX, empezando por la Acción Católica, nos han enseñado cómo, sin cambiar de oficio ni de residencia, sin hacerse sacerdote o misionero, los laicos pueden y deben también consagrarse al apostolado, Hemos de procurar que la tolerancia y el respeto a las demás religiones no haga disminuir nuestro espíritu apostólico. Apreciando los valores positivos que hay en los no creyentes o en los que profesan otras religiones, nuestra fe nos asegura que el camino marcado por Jesucristo es el mejor. Hemos de ayudar a los demás a crecer. Sugerencias La predicación de Jonás. La primera lectura ha sido motivo de sorpresa para muchos. Jonás invita a la ciudad de Nínive a la conversión: «Dentro de cuarenta días Nínive será arrasada». La conversión se produce, la destrucción no. Está claro que lo que Dios quería era lograr esta conversión; en realidad la destrucción no le importaba. Y como se produjo la conversión deseada, no había necesidad de ninguna destrucción. Pero con la amenaza de destrucción Dios no pretende dar un simple susto a los habitantes de Nínive, la amenaza se pronuncia totalmente en serio y como tal la toman los ninivitas. Estos comprendieron quizá también su lado positivo: que Dios quiere siempre el bien y nunca la destrucción, y que solamente cuando no se produce la conversión, debe aniquilar el mal por amor al bien. -La indignación del profeta a causa de la inconstancia de Yahvé se debe al carácter más bien irónico del libro de Jonás: ¿Cómo puede un Dios amenazar con catástrofes y luego no llevarlas a cabo?- En la segunda lectura Pablo saca no pocas consecuencias de la brevedad del tiempo. No se trata de una «espera inminente», sino más bien del carácter general del tiempo terrestre. Este tiempo es de por sí tan apremiante que nadie puede instalarse en él cómoda y despreocupadamente. Todos los estados de vida en la Iglesia deben sacar las consecuencias; el apóstol se refiere aquí, más bien, solo a los fieles cristianos laicos: a todas sus actividades y formas de conducta se añade un coeficiente negativo: llorar, como si no se llorase; estar casado, como si no se tuviese mujer; comprar como si no se poseyera nada, etc. Todos los bienes que poseemos y necesitamos en este mundo debemos poseerlos y utilizarlos con una indiferencia tal que en cualquier momento podamos renunciar a ellos, porque el tiempo apremia y la frágil figura de este mundo se termina. Todo nuestro vivir es prestado y el tiempo nos ha sido dado con la condición de que en cualquier momento se nos puede privar de él. El evangelio muestra las consecuencias del plazo anunciado también por Jesús como «cumplido». Con este cumplimiento el reino de Dios se encuentra en el umbral del tiempo terrestre, y de este modo adquiere pleno sentido consagrarse enteramente, con toda la propia existencia, a esta realidad que comienza infaliblemente. Esto no se hace espontáneamente, se es llamado y equipado por Dios para ello. En este caso son cuatro los discípulos a los que Jesús invita a dejar su actividad mundana -y ellos obedecen a esta llamada sin hablar palabra- para ser equipados con la vocación que les corresponde en el reino de Dios: en lo sucesivo serán pescadores de hombres -pescar pueden ciertamente, ya que son pescadores de profesión-. Son, éstas, vocaciones ejemplares, pero no se trata propiamente de excepciones. También muchos cristianos que permanecen dentro de sus profesiones temporales son llamados al servicio del reino que Jesús anuncia; éstos fieles cristianos laicos necesitan, para poder seguir esta llamada, precisamente la indiferencia de la que hablaba Pablo en la segunda lectura. Al igual que los hijos de Zebedeo dejan a su padre y a los jornaleros para seguir a Jesús, así también el cristiano que permanece en el mundo debe dejar mucho de lo que le parece irrenunciable, si quiere seguir a Jesús seriamente. «El que pone la mano del arado y sigue mirando atrás, no vale-sirve para el reino de Dios» (cfr.: Lc 9,62). Miremos a la Virgen y tiernamente le pidamos que nos lleve a Jesús. El Año de la Oración Se espera que el Domingo de la Palabra, el Papa lance oficialmente el Año de la Oración, en preparación del Jubileo de 2025. Después de promover la reflexión sobre los documentos y el estudio de los frutos del Concilio Vaticano II en 2023, por voluntad del Papa Francisco, 2024 se dedicará, en las diócesis del mundo, a redescubrir la centralidad de la oración.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...