martes, 14 de noviembre de 2017

Domingo trigésimotercero del TIEMPO ORDINARIO cA (19 de noviembre de 2017)

Domingo trigésimotercero del TIEMPO ORDINARIO cA (19 de noviembre de 2017)
Primera: Proverbios 31, 10-13. 19-20. 30-31; Salmo: Sal 127, 1-5; Segunda: 1 Tesalónica 5, 1-6; Evangelio: Mt 25, 14-30
Nexo entre las LECTURAS
Trabajar para dar fruto -en el Reino de Dios-, en esta frase puede condensarse la Liturgia de este Domingo. Hacer fructificar los talentos recibidos para realizar el encargo del que se nos pedirá luego cuenta (Evangelio). Trabajar para hacer el bien en el temor de Dios, como la mujer buena y hacendosa del libro de los Proverbios (primera lectura). Trabajar, no dormir, puesto que somos hijos del día y de la luz (tiempo en el que se puede trabajar), y no de la noche ni de las tinieblas (segunda lectura).
Temas...
La espiritualidad del trabajo. El trabajo es un don de Dios para que el hombre madure plenamente hasta alcanzar la Vida Eterna. El trabajo no es, entonces, opcional, sino un deber y derecho, una ley inscrita por Dios en nuestra dignidad de hombres y de bautizados. El cristiano trabaja, a imagen de Dios y a imagen de Jesucristo, que siempre trabajan (Jn 5,17). De Jesús nos dirá el Concilio Vaticano II: "Trabajó con manos de hombre". Así es como el trabajo señala la superioridad y el señorío del hombre sobre la creación, y la subordinación de la creación al bien material y espiritual del hombre; es pecado anteponer la creación al hombre. Es verdad que el hombre ha de actuar sobre la creación con responsabilidad y teniendo en cuenta el bien integral del hombre y de la humanidad presente y futura. Si el trabajo es un don, también lo son los instrumentos (cualidades, habilidades, aptitudes, circunstancias, relaciones...) que Dios otorga a cada uno para llevar a cabo el propio trabajo. La espiritualidad del trabajo permite que veamos la vida como misión, para realizar la tarea que Él nos ha encomendado, que en común es ‘amar y servir’. El hombre dignifica el trabajo, no el trabajo al hombre.
Las dimensiones del trabajo. Está la dimensión creyente del trabajo: trabajo porque creo. Creo en que Dios me ha dado una labor que realizar para vivir; creo sobre todo en el valor redentor del trabajo, unido al misterio de Cristo redentor. Otra dimensión es la psicológica: el trabajo es el camino de desarrollo de las propias aptitudes y cualidades, es camino de satisfacción después de la labor bien hecha, es, en definitiva, camino de realización personal. No puede faltar la dimensión ética, es decir, la sumisión voluntaria y, si es posible, gozosa, a la ley "natural" del trabajo, al deber de poner en juego todos nuestros "talentos" para servir mejor a la sociedad y a nuestros hermanos, los hombres, sin distinción de credos ni de etnicidades. Finalmente, tengamos en cuenta la dimensión espiritual. El trabajo no es sólo habilidad y fatiga, es antes que nada fuente de virtud y camino de santidad. Mediante el trabajo, el espíritu humano se afina más y más, se abre a la providencia divina que no deja de actuar en el mundo, reconoce su competencia y al mismo tiempo su limitación y pequeñez ante la grandeza de la obra de Dios creador y de Jesucristo redentor.
Sugerencias...
- Todo hombre, todo cristiano con más razón, tiene que rechazar la pereza. Pereza entendida como no hacer lo que se tiene obligación de hacer, como pérdida voluntaria e irresponsable del tiempo, como dejarse arrastrar por la inclinación a la inactividad: ‘ese descansar por estar cansado de haber descansado’. Una cosa es el legítimo descanso, que cada uno ha de procurarse, y otra la pereza, que cada uno ha de tratar de rechazar con decisión. El legítimo descanso es voluntad de Dios, la pereza es un vicio. El legítimo descanso restaura las fuerzas gastadas por el trabajo, la pereza no hace sino incrementar la tendencia a la pereza.
- Somos tentados a dejarnos arrastrar por la pereza: los estudiantes sobre todo cuando no quieren estudiar y rendir bien; en una familia, cuando sus miembros están poco dispuestos a efectuar los trabajos domésticos; los funcionarios y profesionales: cuando llegan tarde al trabajo, cuando hacen lo menos posible y quieren ‘ganar’ lo más posible; cuando ponemos excusas o depositamos la culpa de lo que no sale bien en los demás…
- Se trabaja para compartir, ante todo, con la propia familia la paga recibida o los bienes producidos. Además, se puede compartir y ayudar a la sociedad, sobre todo en los más necesitados y abandonados por las instituciones sociales. Trabajar, también, estudiando, instruyéndose, haciendo cursos de catequesis u otros para compartir la propia fe (algo a lo que no pueden renunciar sin daño para los hijos los padres de familia, los educadores de los niños y adolescentes...). Trabajar en la parroquia, que es la familia de todos los que a ella pertenecen, y en la que todos son necesarios y tienen una tarea que llevar a cabo. Trabajar en grandes y en pequeños proyectos, propios o de otras personas, para cambiar en mejor nuestro entorno mediante un esfuerzo común y constante por lograr el nivel de ecología moral y espiritual que se desea. Trabajar para buscar, crear fuentes de trabajo para tantos jóvenes que no lo encuentran y están deseando tener su primer trabajo. Trabajar por la santidad y conversión de todos y para llegar a todos con el anuncio del Reino.
Nuestra Señora del Trabajo y del Si, ruega por nosotros.

HOMILIA Domingo trigésimotercero del TIEMPO ORDINARIO cA (19 de noviembre de 2017)

Domingo trigésimotercero del TIEMPO ORDINARIO cA (19 de noviembre de 2017)
Primera: Proverbios 31, 10-13. 19-20. 30-31; Salmo: Sal 127, 1-5; Segunda: 1 Tesalónica 5, 1-6; Evangelio: Mt 25, 14-30
Nexo entre las LECTURAS
Trabajar para dar fruto -en el Reino de Dios-, en esta frase puede condensarse la Liturgia de este Domingo. Hacer fructificar los talentos recibidos para realizar el encargo del que se nos pedirá luego cuenta (Evangelio). Trabajar para hacer el bien en el temor de Dios, como la mujer buena y hacendosa del libro de los Proverbios (primera lectura). Trabajar, no dormir, puesto que somos hijos del día y de la luz (tiempo en el que se puede trabajar), y no de la noche ni de las tinieblas (segunda lectura).
Temas...
La espiritualidad del trabajo. El trabajo es un don de Dios para que el hombre madure plenamente hasta alcanzar la Vida Eterna. El trabajo no es, entonces, opcional, sino un deber y derecho, una ley inscrita por Dios en nuestra dignidad de hombres y de bautizados. El cristiano trabaja, a imagen de Dios y a imagen de Jesucristo, que siempre trabajan (Jn 5,17). De Jesús nos dirá el Concilio Vaticano II: "Trabajó con manos de hombre". Así es como el trabajo señala la superioridad y el señorío del hombre sobre la creación, y la subordinación de la creación al bien material y espiritual del hombre; es pecado anteponer la creación al hombre. Es verdad que el hombre ha de actuar sobre la creación con responsabilidad y teniendo en cuenta el bien integral del hombre y de la humanidad presente y futura. Si el trabajo es un don, también lo son los instrumentos (cualidades, habilidades, aptitudes, circunstancias, relaciones...) que Dios otorga a cada uno para llevar a cabo el propio trabajo. La espiritualidad del trabajo permite que veamos la vida como misión, para realizar la tarea que Él nos ha encomendado, que en común es ‘amar y servir’. El hombre dignifica el trabajo, no el trabajo al hombre.
Las dimensiones del trabajo. Está la dimensión creyente del trabajo: trabajo porque creo. Creo en que Dios me ha dado una labor que realizar para vivir; creo sobre todo en el valor redentor del trabajo, unido al misterio de Cristo redentor. Otra dimensión es la psicológica: el trabajo es el camino de desarrollo de las propias aptitudes y cualidades, es camino de satisfacción después de la labor bien hecha, es, en definitiva, camino de realización personal. No puede faltar la dimensión ética, es decir, la sumisión voluntaria y, si es posible, gozosa, a la ley "natural" del trabajo, al deber de poner en juego todos nuestros "talentos" para servir mejor a la sociedad y a nuestros hermanos, los hombres, sin distinción de credos ni de etnicidades. Finalmente, tengamos en cuenta la dimensión espiritual. El trabajo no es sólo habilidad y fatiga, es antes que nada fuente de virtud y camino de santidad. Mediante el trabajo, el espíritu humano se afina más y más, se abre a la providencia divina que no deja de actuar en el mundo, reconoce su competencia y al mismo tiempo su limitación y pequeñez ante la grandeza de la obra de Dios creador y de Jesucristo redentor.
Sugerencias...
- Todo hombre, todo cristiano con más razón, tiene que rechazar la pereza. Pereza entendida como no hacer lo que se tiene obligación de hacer, como pérdida voluntaria e irresponsable del tiempo, como dejarse arrastrar por la inclinación a la inactividad: ‘ese descansar por estar cansado de haber descansado’. Una cosa es el legítimo descanso, que cada uno ha de procurarse, y otra la pereza, que cada uno ha de tratar de rechazar con decisión. El legítimo descanso es voluntad de Dios, la pereza es un vicio. El legítimo descanso restaura las fuerzas gastadas por el trabajo, la pereza no hace sino incrementar la tendencia a la pereza.
- Somos tentados a dejarnos arrastrar por la pereza: los estudiantes sobre todo cuando no quieren estudiar y rendir bien; en una familia, cuando sus miembros están poco dispuestos a efectuar los trabajos domésticos; los funcionarios y profesionales: cuando llegan tarde al trabajo, cuando hacen lo menos posible y quieren ‘ganar’ lo más posible; cuando ponemos excusas o depositamos la culpa de lo que no sale bien en los demás…
- Se trabaja para compartir, ante todo, con la propia familia la paga recibida o los bienes producidos. Además, se puede compartir y ayudar a la sociedad, sobre todo en los más necesitados y abandonados por las instituciones sociales. Trabajar, también, estudiando, instruyéndose, haciendo cursos de catequesis u otros para compartir la propia fe (algo a lo que no pueden renunciar sin daño para los hijos los padres de familia, los educadores de los niños y adolescentes...). Trabajar en la parroquia, que es la familia de todos los que a ella pertenecen, y en la que todos son necesarios y tienen una tarea que llevar a cabo. Trabajar en grandes y en pequeños proyectos, propios o de otras personas, para cambiar en mejor nuestro entorno mediante un esfuerzo común y constante por lograr el nivel de ecología moral y espiritual que se desea. Trabajar para buscar, crear fuentes de trabajo para tantos jóvenes que no lo encuentran y están deseando tener su primer trabajo. Trabajar por la santidad y conversión de todos y para llegar a todos con el anuncio del Reino.
P. BETO

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...