lunes, 27 de diciembre de 2021

Carta del Papa Francisco a los matrimonios por Año de la Familia Amoris Laetitia

Carta del Papa Francisco a los matrimonios por Año de la Familia Amoris Laetitia: El Papa Francisco escribió una carta para los matrimonios con ocasión del Año Familia Amoris Laetitia.

HOMILIA SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS. (01 de enero 2022).

SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS. (01 de enero 2022). P. ANGEL
55 Jornada mundial de la paz. Tres caminos hacia la paz: dialogo, educación y trabajo. Primera: Números 6, 22-2; Salmo: Sal 66, 2-3. 5. 6 y 8; Segunda: Gálatas 4, 4-7; Evangelio: Lc 2, 16-21 Nexo entre las LECTURAS… Hacer memoria, “memorial”, es lo propio del pueblo de Israel, de la bienaventurada Virgen María y, por lo tanto, del cristiano. El pueblo de Israel hace memoria, en el culto, de las maravillas que Dios ha realizado y se resumen en la bendición y en la paz (primera lectura). María recuerda los acontecimientos que ha vivido en torno al misterio de su maternidad divina (evangelio). La comunidad cristiana hace memoria de Jesús, como un ser enteramente humano (nacido de mujer, nacido bajo la ley), pero al mismo tiempo Hijo de Dios, capaz de liberar al hombre de toda esclavitud (segunda lectura). Avancemos con valentía y creatividad por estos tres caminos Finalmente, el Papa Francisco NOS INVITA a unir los esfuerzos para salir de la pandemia, y renueva su gratitud a cuantos se han comprometido y continúan dedicándose con generosidad y responsabilidad a garantizar la instrucción, la seguridad y la tutela de los derechos, para ofrecer la atención médica, para facilitar el encuentro entre familiares y enfermos, para brindar ayuda económica a las personas indigentes o que han perdido el trabajo. “A los gobernantes y a cuantos tienen responsabilidades políticas y sociales, a los pastores y a los animadores de las comunidades eclesiales, como también a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, hago un llamamiento para que sigamos avanzando juntos con valentía y creatividad por estos tres caminos: el diálogo entre las generaciones, la educación y el trabajo”. (mensaje del Papa Francisco para la jornada mundial de la Paz) Temas… Buenas noticias para empezar. Empezamos bien el año. Con buenas noticias, que no han aparecido en los medios, ni en las grandes cadenas, ni en la prensa, tal vez sí, en las redes sociales y por muchos de los mensajes nuestros: es lo que acabamos de escuchar en las lecturas de la fiesta de Santa María Madre de Dios. Todavía estamos en Navidad. Celebramos el Nacimiento de Cristo. Nuestra atención está centrada en Él, también hoy que recordamos a su Madre. Él se llama Jesús, que significa: Dios-salva. Y es Él el que ilumina nuestra existencia entera y nos ofrece la salvación de Dios. Según la primera lectura los sacerdotes del antiguo Israel invocaban en la liturgia, sobre todo en año nuevo, la bendición y la paz de Dios sobre todo el pueblo. TAMBIÉN nosotros los cristianos tenemos motivos mucho más plenos para alegrarnos y esperar que Dios bendiga nuestro nuevo año, haciendo prosperar la paz en torno nuestro. La razón es la misma que hemos ido escuchando en todo este tiempo. Y hoy nos la ha dicho Pablo: "Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, para que recibiéramos el ser hijos por adopción". Somos hijos. O sea, el Hijo de Dios se ha hecho hombre, en el seno de la Virgen María, para que nosotros, los hombres, seamos hijos adoptivos de Dios. Por eso podemos decir con confianza, o mejor aún, es el Espíritu de Dios el que puede gritar dentro de nosotros: Abbá, Padre. Somos hijos, no esclavos. Esa es la mejor perspectiva del año que empieza. A lo largo de sus doce meses podremos encontrarnos con dificultades de todo tipo. Podremos caer enfermos, sufrir las mil vicisitudes de la vida herida por el pecado. Pero no estamos solos. ¡Somos hijos! Pertenecemos a la familia de Dios. No podemos dejarnos dominar por el pesimismo o la angustia. Nos ha nacido Jesús, el-Dios-que-salva. Y Él nos ha enseñado quién es Dios para nosotros: a veces le llamamos Creador, Todopoderoso, Ser Supremo, Dios, Señor... Pero Jesús nos ha dicho que le podemos llamar Padre. Con buenos augurios y felicitaciones empezamos el 2022. Santa María Madre. El recuerdo de la Virgen María hace aún más agradable esta buena noticia. Ella, María de Nazaret, una humilde muchacha de pueblo, fue elegida de Dios para traer a este mundo al Salvador. Y hoy, primero de enero, los cristianos le dedicamos una de las fiestas más solemnes del año, recordando y celebrando su Maternidad: Santa María, Madre de Dios. Ciertamente es un recuerdo que a todos nos llena de alegría y de esperanza. Y que está plenamente centrado en el espíritu de estas fiestas navideñas: ella, nuestra mejor maestra en la celebración de la navidad. María, la Madre, la que dio a luz a Jesús. La que se alegró íntimamente de la presencia de los pastores y de las palabras que decían. La que le llevó al templo. La que junto con José su esposo, y siguiendo la indicación del ángel, le puso el nombre de Jesús. La que "meditaba todas estas cosas" que pasaban a su Hijo, "guardándolas en su corazón"... Más tarde ella será también la perfecta discípula de su Hijo, la primera cristiana, miembro de la comunidad apostólica de Jerusalén. Por eso no nos extrañamos que, junto a su entrañable título de Madre de Dios, sea invocada hoy gozosamente por los cristianos como Madre de la Iglesia, Madre de todos los que creen en Cristo Jesús. Así empezamos el año 20221 con una fe renovada en Jesús, como Dios Salvador. Y a la vez con un recuerdo filial hacia su Madre y nuestra Madre. La Eucaristía. Y lo empezamos celebrando la Eucaristía. Precisamente la Virgen es el mejor modelo de cómo tenemos que celebrar esta Eucaristía. Ella, la discípula de Cristo, guardaba estas cosas, las meditaba: y así nos enseñó la actitud de escucha de la Palabra. También fue ella la que mejor supo alabar a Dios, dándole gracias en su canto del Magnificat, por lo que había hecho en favor de todos. Y finalmente estuvo al pie de la Cruz, en comunión perfecta con su Hijo en el momento de la muerte, como lo había estado en el de su nacimiento. ¿No son estas tres actitudes las fundamentales en nuestra Eucaristía? Escucha de la palabra, acción de gracias, comunión con el Cuerpo entregado y la Sangre derramada de Cristo Jesús... Que la Virgen María, Madre, nos haga celebrar con fe esta Eucaristía y nos dé ánimos para empezar con optimismo cristiano el nuevo año, preparando, desde ahora las festas de Pascua, para el 17 de abril y Pentecostés para el 4 de junio. Sugerencias... Refiriéndome a la Iglesia, ¿se puede hablar de una amnesia cristiana? Al menos hay ciertos síntomas: existen hoy, bautizados que no conocen lo esencial del catecismo, a veces ni siquiera los diez mandamientos; bautizados que ignoran los grandes mojones de la historia de la salvación, incluso los grandes misterios de la vida de Jesucristo; bautizados que desconocen hasta los momentos más significativos de la historia de la Iglesia, las grandes verdades de los dogmas y de la moral cristiana... hasta de su propia historia de la fe, fecha de Bautismo, Confirmación… ¿Qué decir en estos casos, sino que la Iglesia ha perdido memoria en no pocos de sus hijos? Para recuperarla, no hay otro camino que crear el gusto del recuerdo, hacer valorar a las jóvenes generaciones el tesoro extraordinario de la tradición cristiana, ayudarles a hacer memoria de ella con la conciencia de que en el pasado ‘están las semillas que florecen’ en el presente y darán su fruto maduro en el futuro. Seria oportuno señalar que el cristiano con amnesia del catecismo comete pecado de omisión, que le perjudica a él en su identidad cristiana, pero que también hace daño a la comunidad eclesial porque la envejece, en lugar de renovarla y rejuvenecerla… uno de los lugares para verlo es la escasez de las vocaciones sacerdotales… dediquemos este año a rezar por el aumento de las “vocaciones”. Recordar rezando el rosario. Uno de los medios más eficaces que la Iglesia ofrece a la piedad cristiana para recordar es el rezo del santo Rosario. El Rosario se reza en honor y alabanza de María bienavneturada, pero el centro de los misterios que se recuerdan lo ocupan los acontecimientos principales de la vida de Jesucristo. En esta práctica de piedad, que ha caído en desuso en nuestro tiempo, al culto a María se une el recuerdo de las grandes verdades del misterio cristiano, realizándose de este modo una síntesis muy recomendable entre fe y piedad. Además antes de cada Ave María se puede enumerar los 10 mandamientos, los 7 Dones del Espíritu Santo y las 3 virtudes teologales, las obras de misericordia (son 7 y se pueden agregar intenciones en las otras 3 Ave María), los 7 Sacramentos (y 3 intenciones por las vocaciones al Sacerdocio, al Matrimonio cristiano y a la Vida Religiosa), se podría elegir los Libros de la Biblia, los nombres de los Apóstoles … Misterios del Rosario. En el recuerdo de estos acontecimientos nos acompaña María que los vivió de modo personal, y que ahora nos hace de guía y de modelo. Con ella y como a través de su memoria, recordamos los misterios gozosos, que tienen que ver con la llegada del Mesías entre nosotros, del Enmanuel, y en los que María tomó parte de un modo único y excepcional. Los misterios luminosos, que nos acerca a la vida y obra de Jesús preparando el gran don de la Eucaristía Recordamos también los misterios dolorosos, misterios que se refieren a los últimos días de la vida de Jesús entre los hombres, en los que consumó la obra de la Redención muriendo en una cruz, a cuyos pies María compartía su dolor y colaboraba de modo singular en la obra de la Redención. Recordamos, finalmente, los misterios gloriosos, en los que celebramos el triunfo de Jesucristo y, asociado a Él y por obra suya, el triunfo de María santísima, llevada en cuerpo y alma a la gloria celestial. ¿Habrá pasado de moda la práctica del rosario? ¿Cómo no rezar el rosario, individualmente o en grupo, para que sea memoria viva de los misterios de nuestra fe, tomados de la mano maternal de María y amparados por Ella? Nuestra Señora del Rosario, Virgen de la Paz, ruega por nosotros.

martes, 21 de diciembre de 2021

HOMILIA DE LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA y JOSÉ. Fiesta. cB (26 de diciembre 2021) P. ANGEL

LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA y JOSÉ. Fiesta. cB (26 de diciembre 2021) Primera: 1Samuel 1, 20-22.24-28; Salmo: Sal 83, 2-3.5-6.9-10; Segunda: 1Juan 3, 1-2.21-24; Evangelio: Lucas 2, 41-52 Nexo entre las LECTURAS…
¿Qué otro concepto puede aglutinar los textos de este Domingo sino el de la familia? Se habla de la familia de Dios: Dios Padre, el Hijo de Dios, y los hombres hechos hijos de Dios por la fe (segunda lectura, evangelio). En la primera lectura y en el evangelio se mencionan dos familias, entre las que parece darse un cierto paralelismo, con algunas semejanzas y con muchas diferencias. Son la familia de Ana y la de María. A ambas mujeres Dios les concedió un hijo de un modo singular: el profeta Samuel a Ana, Jesús de Nazaret a María. Temas… La familia de Dios. Cuando hablamos de la familia de Dios, no podemos hacerlo sino de modo análogo. En Dios, por ejemplo, no existe la sexualidad, y por eso no hay un padre por un lado y una madre por otro. Tampoco existe en Dios la multiplicidad de naturaleza, consiguientemente una misma y única naturaleza es participada por el Padre y por el Hijo. Con todo, la revelación nos habla de Dios como Padre, de Jesucristo como Hijo natural de Dios y de los cristianos como hijos adoptivos de Dios. Los rasgos más hermosos y plenos del padre y de la madre: su amor generoso, desinteresado, su capacidad de donación, su fecundidad, su dedicación a los hijos, su deseo ardiente de que crezcan sanos y sean felices, éstos y otros rasgos se hallan en Dios de modo eminente. Igualmente brillan en el Hijo de Dios el cariño y la obediencia filial, el agradecimiento, el querer y buscar lo que le agrada al Padre, la intimidad y la absoluta confianza con el Padre. El cristiano es hijo en el Hijo, y por ello, el Padre sólo reconoce como hijos aquellos que han encarnado los mismos rasgos filiales de Jesucristo, su Hijo. San Juan ante esta realidad de la familia divina exclama, como extasiado: "Miren qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!" (Segunda lectura). Y en el evangelio, Jesús, al ser encontrado en el templo después de tres largos días de búsqueda por parte de sus padres, les dice: "¿No sabían que yo debía estar en las cosas de mi Padre?". Es importante elevarse hasta la familia de Dios porque, en cierta manera, es el arquetipo (paradigma) de la familia humana. Las familias de Ana y María. ¡Dos familias de las que nos habla la Biblia! Una, la de Ana, pertenece al Antiguo Testamento, la otra, la de María al Nuevo. Ambas familias: Elcaná y Ana, José y María, eran justos a los ojos de Dios. Ana estaba casada y no podía tener hijos por ser estéril, María estaba prometida a José y era virgen. Ana pide a Yahvéh que le conceda un hijo, María le pide que se haga en todo su voluntad. Dios escucha la oración de Ana, haciendo fecundo su seno; Dios cumple su voluntad con María, haciéndola madre sin dejar de ser virgen. Samuel, hijo de Ana, ocupa un puesto relevante en la historia de la salvación; Jesús, hijo de María, ocupa su vértice y su plenitud. Elcaná es el padre natural de Samuel, José es sólo el padre legal de Jesús. Samuel, a los tres años, fue llevado al santuario de Silo, ante Yahvéh y consagrado a Él para toda la vida. Jesús fue consagrado a Yahvéh a los cuarenta días de su nacimiento, y vivió treinta años con sus padres en Nazaret. Samuel vivió al servicio de Yahvéh en el santuario; Jesús, a los doce años, se quedó en el templo sin saberlo sus padres, dejó estupefactos a los maestros por su inteligencia y sus respuestas, y a María y José les respondió con una pregunta enigmática: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que debía ocuparme de las cosas de mi Padre?" De la relación de Samuel con sus padres el libro sagrado no nos dice nada más; Jesús, sin embargo, vivió en Nazaret con sus padres hasta los treinta años, en actitud de obediencia filial. En los dos casos, se pone en evidencia un elemento común: Tanto en la familia de Ana como en la de María Dios cuenta y se cuenta con Dios. Las condiciones culturales y sociológicas de la familia pueden cambiar enormemente, pero el que Dios cuente y el que se cuente con Dios constituye un aspecto esencial de toda familia, en cualquier condición cultural, política o sociológica. Sugerencias... Ser y hacer familia. Ante todo, ser familia. Y esto quiere decir un padre, una madre y al menos, si Dios lo quiere, un hijo, (pero si más, mejor). Hay que poner por delante el respeto a todo ser humano, en cualquier estado o condición, pero a la vez hay que ser claros y llamar las cosas por su nombre. Por ello, iluminar para que se conozca que una mujer sola con un niño, no ES familia, como tampoco, un varón solo con un niño, ni aquello de dos mujeres o dos hombres y toda la ideología que rodea este invento de la dictadura del relativismo. Varios de estos temas de la cultura reinante deben ser iluminados, no agredir a quienes viven de esta manera o dicen creer… pero si pedir los Dones del Espíritu Santo para iluminar, con la fiesta de la Sagrada Familia, lo que es UNA FAMILIA. En estos casos (de las ideologías), la mayoría de las veces, si no todas, ni Dios cuenta ni se cuenta con Dios. En segundo lugar, siendo familia, hacer familia. Es decir, construir día tras día, ladrillo tras ladrillo, el edificio familiar. La familia se construye/edifica con la colaboración de todos sus miembros, y cumpliendo cada uno sus propias funciones de padre, madre e hijos (hermanos). Si las funciones o roles se trasponen o tergiversan, no se construye la familia. Por ejemplo, si los padres son los que obedecen los caprichos del hijo o de los hijos, o si los hijos sufren no pocas veces los caprichos de los padres (divorcio, una amante...). El edificio de la familia no se acaba nunca de construir, es una tarea de toda la vida. Es una tarea que exige el sacrificio de unos y otros (esposos, padres, hijos) para hacerse mutuamente todos felices. ¡Salvar la familia! Que la familia está siendo atacada por muchas partes, resulta algo obvio. Que, hasta ahora la institución familiar, aunque muchos hayan caído en la batalla, ha resistido bien los ataques, también es verdad. Parece cada vez más claro a politólogos, sociólogos, y a hombres de los medios, que la voz unánime de la Iglesia católica, desde siempre, pero más intensa a partir del siglo XX, de salvar la familia para salvar la sociedad y al hombre, es una voz profética y llena de sabiduría, que hay que escuchar, la Iglesia y todos los hombres rectos y justos, tienen que elevar su voz muy alto para gritar: "¡Salvemos la familia!". Hay que salvarla del lenguaje equívoco que por todas partes la acecha. Hay que salvarla de todos los virus que la destruyen: divorcio, infidelidad, mentalidad hedonista, individualismo egoísta. Hay que salvarla promoviendo el sentido de familia, valorando la riqueza humana y espiritual de la familia. Hay que salvarla formando a los jóvenes en el amor, en la responsabilidad, en la entrega y capacidad de donación. Hay que salvarla, ofreciendo diversos modelos de auténtica familia. Nadie se excluya. Cada uno tiene su parte en esta gran tarea de salvar la familia.

lunes, 20 de diciembre de 2021

HOMILIA NATIVIDAD DEL SEÑOR. Solemnidad. Misa de la Noche (24 de diciembre 2021)

NATIVIDAD DEL SEÑOR. Solemnidad. Misa de la Noche (24 de diciembre 2021) Primera: Isaías 9, 1-6; Salmo: Sal 95, 1-3. 11-13; Segunda: Tito 2, 11-14; Evangelio: Lucas 2, 1-14 Nexo entre las LECTURAS… "HOY LES HA NACIDO UN SALVADOR", es el mensaje central de la liturgia de esta noche santa. Un Salvador con unos rasgos extraordinarios profetizados por Isaías: Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz... (Primera lectura). Un Salvador que viene para todos, pero especialmente para los más pequeños y humildes, postergados como eran, por ejemplo, los pastores (evangelio). Un Salvador que nos enseña a renunciar a la impiedad y a las pasiones mundanas, y a vivir con sensatez, justicia y piedad en el tiempo presente (segunda lectura) aguardando la feliz esperanza y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. Por eso nos invita la Iglesia con el salmista a cantar con júbilo: "Canten al Señor un canto nuevo, cante al Señor toda la tierra; canten al Señor, bendigan su Nombre". La Liturgia, la Palabra, el Sacramento, los adornos, los símbolos nos introducen en el típico ambiente navideño que forma parte del patrimonio de nuestras comunidades: un ambiente de ternura, de compartir y de intimidad familiar. No vivamos una Navidad falsa, por favor, ¡una Navidad comercial!”. “Dejémonos envolver por la cercanía de Dios, esa cercanía que es compasiva, que es tierna; envueltos por el ambiente navideño que el arte, la música, las canciones y las tradiciones traen a nuestros corazones” (Papa Francisco) Temas… El rey prometido. Los textos de la Misa de la vigilia giran en torno a este tema: el salvador prometido a Israel será su rey. En el concepto de rey se incluyen dos elementos: el rey es el resumen representativo de todo el pueblo y, a la vez, el que le supera, el que le confiere sentido y orden. El árbol genealógico de Jesús, tal y como lo presenta Mateo en el evangelio, muestra tres peculiaridades. En primer lugar, se menciona a Jesús como descendiente de la estirpe de David, rey que desciende a su vez de Abrahán, el fundador del pueblo y de su fe. Después se mencionan los reyes de Israel según se fueron sucediendo, aunque se silencian los nombres de los que fueron especialmente impíos. Y finalmente aparece la extraña serie de nombres de mujeres y de madres: Tamar, Rut, Betsabé y María, la última de todas. El árbol genealógico de los descendientes de David termina con «José, el esposo de María», de la que nace el Mesías. Los judíos consideran como padre legal al que reconoce al niño. Es lo que hace José, por indicación del ángel. Esto coloca a Jesús dentro de la sucesión real: los Magos preguntarán por el «rey de los judíos que ha nacido». Las nupcias reales. El texto de la primera lectura, tomado de Isaías, insiste también en el tema y lo asocia con el de las nupcias de Dios con el pueblo elegido. Unas nupcias que brillan como una luz sobre el mundo entero, «todos los reyes verán tu gloria». Y en la entrega definitiva de Dios a su pueblo -que acontece en el envío de su Hijo-, Israel será «una corona fúlgida en la mano del Señor, una diadema real en la palma de tu Dios». Pero no se trata de una concesión externa de poder, sino de la creación de una íntima relación de amor, «como un joven se casa con su novia, como la alegría que encuentra el marido con su esposa». El poder divino que el pueblo recibe en Jesús, y que le hace partícipe del poder real de Dios, es el poder del amor, en el que Dios como Esposo confiere su poder supremo a la criatura, quien, de este modo, ella que era una simple esclava, se convierte ahora en reina: la humanidad de Jesús deviene así digna de ser adorada junto con su divinidad. Homenaje. En la segunda lectura Pablo describe el comportamiento del hombre elegido con respecto a esta gracia recibida de Dios. Sólo Dios ha «enaltecido» al pueblo elegido. Ya en tierra extranjera, en Egipto: «Con su brazo poderoso los sacó de allí». «Después suscitó a David por rey». Esta elevación procede exclusivamente de Dios, y se produce para que el hombre elegido pueda «cumplir todos mis preceptos»: la realeza por gracia divina es siempre puro servicio a Dios. El salvador de la estirpe de David consumará esto en cuanto que, como rey del universo, «no hará su voluntad, sino la voluntad del Padre». Este servicio se cumple en el gesto de homenaje del último precursor, que se declara indigno de «desatar las sandalias» al rey supremo que viene detrás de él. Todavía en el Apocalipsis, los elevados a la dignidad real son los que adoran más profundamente al Rey eterno. Sugerencias... La Navidad es un tiempo de especial alegría en la Iglesia y -también este año-, en medio de dificultades, no puede ser la excepción. Contemplar en Silencio. En Navidad Dios desconcertó al mundo: no dio a los padres de Jesús comodidades. Es más, la familia se vio obligada a huir a Egipto. Por eso somos invitados a contemplar en silencio la primera Navidad. “Navidad es preferir la voz silenciosa de Dios al alboroto del consumismo. Esta es la invitación para la Navidad: Tómate un poco de tiempo, ponte ante el pesebre y quédate en silencio”. Dejarse sorprender. Contemplar la primera Navidad ayuda a descubrir cosas como esta: la capacidad de María y José para aceptar los continuos cambios de planes que Dios les puso en el camino. Sintamos que Dios nos llama a imitar esa actitud de María y José. “Cada uno de nosotros tiene escondida en el corazón la capacidad de sorprenderse. Dejémonos sorprender por Jesús en esta Navidad”. Tiempo de esperanza. La llegada de Dios al mundo, que se celebra el día de Navidad, llena de fuerza la vida de los hombres. En Navidad, Dios nos da especiales gracias como una ayuda a seguir caminando a pesar de las dificultades. “La esperanza está siempre en camino y nos hace caminar. Y aquí nos podemos preguntar cada uno de nosotros. ¿Yo camino en la esperanza o mi vida interior está parada, cerrada? ¿Mi corazón es un cajón cerrado o un cajón abierto a la esperanza que nos hace caminar no solos, sino con Jesús? Es una buena pregunta para hacerse”. Aunque cada año y por dolores nuevo cada Navidad puede parecer distinta, recemos con algunas motivaciones especiales para vivir con intensidad estas fiestas navideñas: “Busquemos sacar también el bien de la difícil situación que nos está imponiendo la pandemia. Mayor sobriedad, atención discreta y respetuosa a los vecinos que puedan pasar por necesidad y algún momento de oración en familia, con sencillez. Estas tres cosas nos ayudarán mucho”. Contemplar en silencio la primera Navidad, dejarse sorprender y vivir la esperanza, son claves que pueden servir para vivir con fuerza y fe este tiempo, a pesar de las dificultades. P. ANGEL

HOMILIA NATIVIDAD DEL SEÑOR. Solemnidad. Misa de la Noche (24 de diciembre 2021)

NATIVIDAD DEL SEÑOR. Solemnidad. Misa de la Noche (24 de diciembre 2021) Primera: Isaías 9, 1-6; Salmo: Sal 95, 1-3. 11-13; Segunda: Tito 2, 11-14; Evangelio: Lucas 2, 1-14 Nexo entre las LECTURAS… "HOY LES HA NACIDO UN SALVADOR", es el mensaje central de la liturgia de esta noche santa. Un Salvador con unos rasgos extraordinarios profetizados por Isaías: Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz... (Primera lectura). Un Salvador que viene para todos, pero especialmente para los más pequeños y humildes, postergados como eran, por ejemplo, los pastores (evangelio). Un Salvador que nos enseña a renunciar a la impiedad y a las pasiones mundanas, y a vivir con sensatez, justicia y piedad en el tiempo presente (segunda lectura) aguardando la feliz esperanza y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. Por eso nos invita la Iglesia con el salmista a cantar con júbilo: "Canten al Señor un canto nuevo, cante al Señor toda la tierra; canten al Señor, bendigan su Nombre". La Liturgia, la Palabra, el Sacramento, los adornos, los símbolos nos introducen en el típico ambiente navideño que forma parte del patrimonio de nuestras comunidades: un ambiente de ternura, de compartir y de intimidad familiar. No vivamos una Navidad falsa, por favor, ¡una Navidad comercial!”. “Dejémonos envolver por la cercanía de Dios, esa cercanía que es compasiva, que es tierna; envueltos por el ambiente navideño que el arte, la música, las canciones y las tradiciones traen a nuestros corazones” (Papa Francisco) Temas… El rey prometido. Los textos de la Misa de la vigilia giran en torno a este tema: el salvador prometido a Israel será su rey. En el concepto de rey se incluyen dos elementos: el rey es el resumen representativo de todo el pueblo y, a la vez, el que le supera, el que le confiere sentido y orden. El árbol genealógico de Jesús, tal y como lo presenta Mateo en el evangelio, muestra tres peculiaridades. En primer lugar, se menciona a Jesús como descendiente de la estirpe de David, rey que desciende a su vez de Abrahán, el fundador del pueblo y de su fe. Después se mencionan los reyes de Israel según se fueron sucediendo, aunque se silencian los nombres de los que fueron especialmente impíos. Y finalmente aparece la extraña serie de nombres de mujeres y de madres: Tamar, Rut, Betsabé y María, la última de todas. El árbol genealógico de los descendientes de David termina con «José, el esposo de María», de la que nace el Mesías. Los judíos consideran como padre legal al que reconoce al niño. Es lo que hace José, por indicación del ángel. Esto coloca a Jesús dentro de la sucesión real: los Magos preguntarán por el «rey de los judíos que ha nacido». Las nupcias reales. El texto de la primera lectura, tomado de Isaías, insiste también en el tema y lo asocia con el de las nupcias de Dios con el pueblo elegido. Unas nupcias que brillan como una luz sobre el mundo entero, «todos los reyes verán tu gloria». Y en la entrega definitiva de Dios a su pueblo -que acontece en el envío de su Hijo-, Israel será «una corona fúlgida en la mano del Señor, una diadema real en la palma de tu Dios». Pero no se trata de una concesión externa de poder, sino de la creación de una íntima relación de amor, «como un joven se casa con su novia, como la alegría que encuentra el marido con su esposa». El poder divino que el pueblo recibe en Jesús, y que le hace partícipe del poder real de Dios, es el poder del amor, en el que Dios como Esposo confiere su poder supremo a la criatura, quien, de este modo, ella que era una simple esclava, se convierte ahora en reina: la humanidad de Jesús deviene así digna de ser adorada junto con su divinidad. Homenaje. En la segunda lectura Pablo describe el comportamiento del hombre elegido con respecto a esta gracia recibida de Dios. Sólo Dios ha «enaltecido» al pueblo elegido. Ya en tierra extranjera, en Egipto: «Con su brazo poderoso los sacó de allí». «Después suscitó a David por rey». Esta elevación procede exclusivamente de Dios, y se produce para que el hombre elegido pueda «cumplir todos mis preceptos»: la realeza por gracia divina es siempre puro servicio a Dios. El salvador de la estirpe de David consumará esto en cuanto que, como rey del universo, «no hará su voluntad, sino la voluntad del Padre». Este servicio se cumple en el gesto de homenaje del último precursor, que se declara indigno de «desatar las sandalias» al rey supremo que viene detrás de él. Todavía en el Apocalipsis, los elevados a la dignidad real son los que adoran más profundamente al Rey eterno. Sugerencias... La Navidad es un tiempo de especial alegría en la Iglesia y -también este año-, en medio de dificultades, no puede ser la excepción. Contemplar en Silencio. En Navidad Dios desconcertó al mundo: no dio a los padres de Jesús comodidades. Es más, la familia se vio obligada a huir a Egipto. Por eso somos invitados a contemplar en silencio la primera Navidad. “Navidad es preferir la voz silenciosa de Dios al alboroto del consumismo. Esta es la invitación para la Navidad: Tómate un poco de tiempo, ponte ante el pesebre y quédate en silencio”. Dejarse sorprender. Contemplar la primera Navidad ayuda a descubrir cosas como esta: la capacidad de María y José para aceptar los continuos cambios de planes que Dios les puso en el camino. Sintamos que Dios nos llama a imitar esa actitud de María y José. “Cada uno de nosotros tiene escondida en el corazón la capacidad de sorprenderse. Dejémonos sorprender por Jesús en esta Navidad”. Tiempo de esperanza. La llegada de Dios al mundo, que se celebra el día de Navidad, llena de fuerza la vida de los hombres. En Navidad, Dios nos da especiales gracias como una ayuda a seguir caminando a pesar de las dificultades. “La esperanza está siempre en camino y nos hace caminar. Y aquí nos podemos preguntar cada uno de nosotros. ¿Yo camino en la esperanza o mi vida interior está parada, cerrada? ¿Mi corazón es un cajón cerrado o un cajón abierto a la esperanza que nos hace caminar no solos, sino con Jesús? Es una buena pregunta para hacerse”. Aunque cada año y por dolores nuevo cada Navidad puede parecer distinta, recemos con algunas motivaciones especiales para vivir con intensidad estas fiestas navideñas: “Busquemos sacar también el bien de la difícil situación que nos está imponiendo la pandemia. Mayor sobriedad, atención discreta y respetuosa a los vecinos que puedan pasar por necesidad y algún momento de oración en familia, con sencillez. Estas tres cosas nos ayudarán mucho”. Contemplar en silencio la primera Navidad, dejarse sorprender y vivir la esperanza, son claves que pueden servir para vivir con fuerza y fe este tiempo, a pesar de las dificultades. P.ANGEL PARA MAYOR GLORIA DE DIOS. DIOS LOS BENDIGA FELIZ NAVIDAD!!!

lunes, 13 de diciembre de 2021

HOMILIA Cuarto Domingo de ADVIENTO cC (19 de diciembre 2021)

Cuarto Domingo de ADVIENTO cC (19 de diciembre 2021) P.ANGEL
Primera: Miqueas 5, 1-4; Salmo: 79, 2ac. 3b. 15-16. 18-19; Segunda: Hebreos 10, 5-10; Evangelio: Lucas 1, 39-48 Nexo entre las LECTURAS… Temas… Nexo, las RELACIONES interpersonales. La relación entre el Hijo con el Padre, la relación entre la Madre y el Hijo, la relación de María con santa Isabel, la de Jesús con el Bautista, la de Dios con los hombres y de los hombres con Dios… y la recta relación de los hombres entre sí. 1) "El tiempo en que la madre da a luz" (1a lectura). El profeta Miqueas, ocho siglos antes anuncia el nacimiento del Mesías en la pequeña aldea de Belén de Efrata. Será "el jefe de Israel". Cuando "la madre de a luz" todo cambiará para el pueblo elegido. Esa madre ‘dibujada’ por Miqueas es María de Nazaret, la Virgen. La Madre del que "pastoreará con la fuerza del Señor", aquel cuyo "origen es desde lo antiguo, de tiempo inmemorial", el Hijo eterno del Padre. Sus dones serán: la "tranquilidad" y la "paz". Este anuncio resuena con dulzura. 2) El salmo es la oración de Israel ante una gran desgracia. El enemigo ha invadido el territorio nacional y ha destruido la ciudad y el templo, y Dios parece mostrarse indiferente y callado ante tamaña desgracia: «Pastor de Israel, ¿hasta cuándo estarás airado?; mira desde el cielo, fíjate y ven a visitar tu viña, suscita, Señor, un nuevo rey que dirija las victorias de tu pueblo, fortalece un hombre haciéndole cabeza de Israel y que tu mano proteja, a éste, tu escogido.» Con este salmo podemos hoy pedir por la Iglesia y sus pastores. También el ‘nuevo Israel’ sucumbe frecuentemente ante el enemigo, y le falta mucho para ser aquella vid frondosa que atrae las miradas de quienes tienen hambre de Dios y a veces, por esto, deja de evangelizar. ¡Recemos! 3) "Aquí estoy" (2a lectura). ¡Cómo resuenan -sinceras y comprometidas- las palabras de la Carta a los Hebreos! Jesús a punto de entrar en el mundo (Encarnación-Navidad), expresa su ofrenda, en oferta gozosa (alegría) al Padre. Son palabras garantizadas por el Espíritu Santo y puestas en boca del Hijo eterno, que se desposa con la humanidad para rescatarla y elevarla: "... me has dado un cuerpo... Dios, aquí estoy, yo vengo (…) para hacer tu voluntad”. Palabras casi idénticas que dirá en Getsemaní, poco antes de aceptar la pasión (Lc 22,42). La Navidad ya encierra la Pascua. 4) "María se puso en camino y fue aprisa a la montaña" (evangelio). María es la gran figura del Adviento para la Iglesia. Ella, conocedora de la situación de Isabel, "se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá". Sale de su tranquilidad y presurosa, va a ayudar a su prima. Ejemplo de servicio, pero sobre todo figura de quien se deja conducir por el Espíritu, para llevar a Cristo a los demás. María modelo de evangelización, portadora del gozo de Dios. Dichosa por su fe; modelo privilegiado de las actitudes que pide el Adviento a la Iglesia. Así se está dispuesto y preparado para recibir a Dios en la Navidad. María es la aurora que anuncia la cercanía del nuevo día: Cristo-Jesús. Sugerencias... Saber relacionarse. En la conversación humana es frecuente escuchar: "Hay que saber relacionarse", ahora se agrega “sinodalidad”, como gran anhelo. Con ello se quiere decir que es bueno tener muchas relaciones, y sobre todo relaciones con gente influyente. La razón es evidente: así se tiene la posibilidad de que se abran muchas puertas en los diversos ámbitos de la vida humana: político, financiero, social, profesional, educativo, religioso... Nos invitemos, como discípulos-misioneros (clérigos y laicos), a relacionarnos con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, con la pura y bienaventurada Virgen María, nuestra madre y nuestra reina, con los ángeles y los santos, nuestros hermanos y protectores desde el cielo y con los que nos rodean en la ofrenda diaria de nuestra vida. Estas relaciones no te dan acceso, claro está, a un excelente puesto de trabajo, ni a un negocio redondo… más bien ejercen su acción en el interior, transformándonos, y nos da una nueva visión de las cosas y de la vida, haciendo que sea según Dios, y en la relación con los demás y con las cosas, de forma que esté siempre inspirada por el amor y por el servicio (cosas que el Papa pide muchas veces y de muchas maneras). También modifica para bien nuestra relación con la propia historia, convirtiéndola, tal vez, de una historia sin sentido a una historia de salvación. ¡Cuántos bienes nos pueden venir –y podemos obtener para los demás–, si sabemos relacionarnos con Dios, con la Virgen, con los santos! Podríamos decir: bienaventurados los que saben relacionarse, porque serán como un árbol que da frutos de bien, de felicidad, de servicio, de salvación. Relacionarse por el Reino. Los cristianos vivimos en el mundo, en el reino de este mundo perteneciendo, en verdad, al Reino de Dios. Y en el reino importa mucho que sean buenas las maneras y modos de relacionarnos. No al servicio de nuestros intereses egoístas, sino para la edificación del Reino de Dios. Hemos de relacionarnos con todos para que nos ayudemos en favor de los ‘pobres, débiles y sufrientes, los marginales y los de la periferia’ practicando virtuosamente las obras de misericordia, las corporales y las espirituales. Tenemos que encontramos, en Dios y según el evangelio, para crecer en la conciencia de que el Reino de Dios nos pertenece y nos invita a poner todos los medios para hacer más humana la existencia, más digna, más libre, más feliz (Papa Francisco). Hay que llegarse a todos para evangelizarnos y vivir el amor y el servicio en beneficio de los más necesitados. Si todos los cristianos utilizáramos nuestras relaciones para ponerlas al servicio del Reino, seguramente que el mundo caminaría más humanamente y por eso más cristianamente (E. Gaudium), y más marcados por nuestra fe en Jesucristo (Obispos de América) para que en Él todos nuestros pueblos tengan vida y la tengan en abundancia. Jesucristo entró en contacto con la historia para instaurar el Reino de su Padre. En el Año nuevo que estamos iniciando… ¿qué estamos dispuestos a hacer?

lunes, 6 de diciembre de 2021

HOMILIA Tercer Domingo de ADVIENTO cC (12 de diciembre 2021)

Primera: Sofonías 3, 14-18a; Salmo: Is 12, 2-3 4abc. 5-6; Segunda: Filipenses 4, 4-7; Evangelio: Lucas 3, 2b-3.10-18 Nexo entre las LECTURAS Los textos litúrgicos del tercer Domingo de Adviento son un himno a la alegría. Alegría para los habitantes de Jerusalén que verán alejarse el dominio asirio y la idolatría y podrán rendir culto a Yahveh con libertad (primera lectura). En el salmo responsorial, se multiplican los imperativos para cantar: "dar gracias, invoquen, cuenten, proclamen, repiquen, anuncien, griten". Alegría de los cristianos, una alegría constante y desbordante, porque la paz de Dios "custodiará sus mentes y sus corazones en Cristo Jesús" (segunda lectura). Alegría del mismo Dios que exulta de gozo al estar en medio de su pueblo para protegerlo y salvarlo (primera lectura). Alegría que comunica Juan el Bautista al pueblo mediante la predicación de la Buena Nueva del Mesías salvador, que instaurará con su venida la justicia y la paz entre los hombres (evangelio). Es bueno darse cuenta de que la alegría está unida a la conversión. Temas... Invitación a la Alegría. Las lecturas de hoy nos han invitado insistentemente a la ALEGRÍA. En el mundo de hoy, con tantos dolores de cabeza para la sociedad y para cada persona, no deja de ser extraño que se nos proclamen unas palabras tan optimistas y llenas de esperanza. Pero es que estamos oyendo en verdad la Buena Noticia, el Evangelio de Cristo Jesús, en la preparación de la Navidad. Sofonías, con un lenguaje poético, ha entonado un canto a la alegría, que hoy escuchan miles y miles de comunidades cristianas en todo el mundo: "regocíjate, Hija de Sión, grita de júbilo, Israel, alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén..." El motivo es claro: "el Señor estará en medio de ti, y no temerás... el Señor tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva: Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo, como en día de fiesta" Lo que el profeta veía como promesa, nosotros lo celebramos con la convicción de que Dios nos ha mostrado su cercanía y su amor enviándonos ya, hace dos mil años u un poco más, a su Hijo como nuestro Señor y Salvador. San Pablo, lo ha dice con más fuerza todavía: "estén siempre alegres en el Señor: se los repito, estén alegres... El Señor está cerca. Nada los preocupe... y la paz de Dios custodiará los corazones de ustedes". Repetimos las frases que habíamos escuchado en las lecturas, porque en verdad éste es un mensaje que vale la pena proclamar en medio de la comunidad cristiana y de la sociedad tan falta de esperanza y con tantas amarguras, entre las que pesa mucho el COVID, la cuarentena y las leyes deshumanizantes que proponen los gobiernos y la organización mundial de la salud. Hoy y aquí, a nosotros, Dios nos ha dirigido una Palabra de ánimo, diciéndonos que no tengamos miedo, que nuestro corazón esté en paz, porque Él nos está siempre cerca. La celebración de la Navidad, a la que nos estamos preparando, es todo un pregón de confianza y optimismo: nos asegura que Dios perdona, que ama. No estamos solos en nuestro camino, aunque muchas veces nos lo parezca. La situación de cada uno, o de la humanidad, puede ser preocupante. Al igual que la del pueblo de Israel en tiempos de Sofonías o la de la comunidad cristiana en los de Pablo. Y sin embargo a ellos y a nosotros nos ha sido proclamada una palabra de amor y de alegría. Cristo Jesús, desde su nacimiento en Belén, está con nosotros, en medio de nosotros, aunque no le veamos. El día de la Ascensión se despidió de los suyos con una promesa: yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo... Por eso lo que celebramos en estos días nos llena de serenidad y de esperanza. Junto a la Alegría, el Esfuerzo. Pero a la vez hemos escuchado otra voz también seria. El profeta precursor de Jesús, Juan el Bautista, que también anunciaba "la Buena Noticia" al pueblo, les propuso, y nos propone hoy a nosotros, un programa de vida exigente para preparar la venida del Mesías. El Bautista, a orillas del río Jordán, ha sido muy concreto en su exigencia: "el que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene, y el que tenga comida, haga lo mismo... no exijan más de lo establecido... no extorsionen a nadie..." Muchos esperan la Navidad por las vacaciones, por los regalos, por la fiesta; ojalá sea en verdad tiempo de felicidad para todos. Pero los cristianos vemos esos días con unos ojos especiales: celebramos la venida del Hijo de Dios a nuestra historia, y eso da una profundidad nueva a la fiesta. Y a la vez, esta mirada cristiana nos hace pensar: si queremos celebrar bien la Navidad, hemos de acoger / recibir a Cristo Jesús en nuestras vidas, en nuestro proyecto existencial: algo tiene que cambiar en nuestro estilo de vida. ¿No nos convendría pensar cómo cumplir estos días el programa del Bautista? ¿cómo compartiremos nuestros bienes con el más necesitado, cómo seremos más amantes de la justicia y de la verdad? Hoy se nos invita a la alegría, pero también al trabajo y a la seriedad en nuestro camino, como cristianos que quieren vivir conforme al evangelio de Cristo Jesús. Eucaristía y Vida. Que se note este tono de esperanza alegre en nuestra EUCARISTÍA, elevando a Dios, con más convicción que nunca, nuestra acción de gracias y nuestro canto de alabanza. Que se note también en nuestra VIDA este mayor optimismo, esta alegría y esta paz interior que nos da al sabernos salvados por Dios. Que se note sobre todo en nuestra actitud de mayor comprensión y cercanía para con los demás, como nos ha dicho el Bautista. Entonces, seguramente, la Navidad del año 2021 será para todos una gracia y una felicidad verdadera. Sugerencias... Alegrarse ya del futuro. Sofonías anuncia la liberación de Jerusalén y Judá, pero todavía no ha llegado. Con todo, ya el mismo anuncio debe ser causa de alegría. Juan Bautista goza ya por anticipado de la venida del Mesías, aunque todavía no se haya hecho presente. Los cristianos vivimos con alegría este período de Adviento, aun a sabiendas de que la Navidad no ha llegado todavía. Los cristianos estamos practicando el bien en el presente, pero con la mirada puesta en el futuro, que ha de ser siempre fuente de alegría. El cristiano, hombre de la esperanza, dice con su vida que todo tiempo futuro será mejor y esto le infunde una grande alegría y esperanza a todos -por la acción misteriosa y eficaz del Espíritu Santo- en la historia, en los hombres; en el progreso de los pueblos, en la verdad y en la justicia, y contribuye -de alguna manera- al reinado de Dios. Y ¿cómo no alegrarnos del futuro, si estamos convencidos de que está en manos de Dios, incluso en medio de la prueba y de la tribulación? Alegría y paz. Amor, alegría y paz son dones del Espíritu Santo. En cuanto dones del Espíritu santo sería un error identificar el amor con el sentimiento amoroso o con los amoríos, la alegría con los jolgorios y la paz con la ausencia de guerra, destrucción y muerte. Siendo frutos del Espíritu Santo, la alegría y la paz, únicamente quien las ha recibido por la fe, está en condiciones de experimentarlas, conocerlas, poseerlas, disfrutarlas, transmitirlas... La paz que habita en el alma del creyente inspira una alegría interior atrayente, que se manifiesta en la manera de vivir de la persona, y contagia hasta con la sola presencia. Por su parte, la alegría de la que el Espíritu dota transmite paz y orden en la vida, serenidad y armonía, y sobre todo una especie de imperturbabilidad espiritual, que ayuda a los demás. ¿Por qué no pedir al Espíritu Santo que nos conceda más abundantemente sus dones para prepararnos a la Navidad y para vivir mejor en espera del Cielo? Alegrémonos en el Señor. Vivamos la Paz de Dios. La Navidad está ya a las puertas. Un eco entrañable: la Virgen en el Adviento. Reciente todavía la fiesta de la Inmaculada, no deberíamos olvidar que, sobre todo san Pablo VI, el tiempo mariano por excelencia del año cristiano es el Adviento-Navidad. Las lecturas de hoy nos recuerdan, como un eco, la actitud de la Virgen frente al misterio del Dios que viene: la alegría de Sofonías o de Pablo está encarnada en ella ("se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador"); el "regocíjate, hija de Dios" del profeta parece tener un paralelo en el "alégrate, llena de gracia" del ángel a María; y la invitación del precursor a una actitud de caridad y solidaridad mutua, que luego se convertirá en labios de Jesús en el primer mandamiento cristiano, ha tenido una discípula excelente en María, la que tuvo tiempo (meses) para ayudar a su prima Isabel, o la que estuvo atenta al problema de los novios de Caná. Nuestra Señora de la alegría, Reina de la paz, ruega por nosotros. PADRE ANGEL

viernes, 3 de diciembre de 2021

HOMILIA Solemnidad de la INMACULADA CONCEPCIÓN (8 de diciembre de 2021)

Primera: Génesis 3, 9-15.20; Salmo: Sal 97, 1. 2-3b. 3c-4; Segunda: Éfeso 1, 3-6. 11-12; Evangelio: Lucas 1, 26-38 Nexo entre las LECTURAS… Temas... El plan original de Dios. La fiesta que estamos celebrando hoy es como para que todos nos llenemos de alegría y esperanza. No sólo es la fiesta de una mujer, María de Nazaret, concebida por sus padres ya sin mancha alguna de pecado porque iba a ser la madre del Mesías. Es la fiesta de todos los que nos sentimos de alguna manera representados por ella. La Virgen, en este momento inicial en que Dios la llenó de gracia, es el inicio de la Iglesia, o sea, el comienzo absoluto de la comunidad de los creyentes en Cristo y los salvados por su Pascua. Ya desde la primera página de la historia humana, como hemos escuchado en la lectura del Génesis, cuando los hombres cometieron el primer pecado, Dios tomó la iniciativa y anunció la llegada del Salvador, descendiente del linaje de Adán, el que llevaría a término la victoria contra el mal. Y junto a él ya desde esa página aparece la "mujer", su madre, asociada de algún modo a esta victoria. San Pablo nos ha dicho aún con mayor cercanía cuáles son estos planes salvadores de Dios: Él nos ha elegido, nos ha llenado de bendiciones, nos ha destinado a ser sus hijos, herederos de su Reino, como hermanos que somos de Cristo Jesús. San Pablo no ha nombrado a la Virgen en este pasaje, pero nosotros sabemos, y hoy lo celebramos con gozo, que ella fue la primera salvada, la que participó de manera privilegiada de ese nuevo orden de cosas que su Hijo vino a traer a este mundo. Lo hemos dicho en la oración primera de la Misa: "preparaste a tu Hijo una digna morada y en previsión de su muerte, preservaste a María de todo pecado". La primera cristiana. Pero si estamos celebrando el "sí" que Dios ha dado a la raza humana en la persona de María, también nos gozamos hoy de cómo ella, bienaventurada Virgen María, cuando le llegó la llamada de Dios, le respondió con un "sí" decidido. Su "sí" se puede decir que es el "sí" de tantos millones de personas que a lo largo de los siglos han tenido fe en Dios, personas que tal vez no veían claro, que pasaban por dificultades, pero se fiaron de Dios y dijeron como ella: hágase en mí según tu Palabra... María, la mujer creyente, la mejor discípula de Jesús, la primera cristiana. No era ninguna princesa ni ninguna matrona importante en la sociedad de su tiempo. Era una mujer sencilla de pueblo, una muchacha pobre, novia y luego esposa de un humilde trabajador. Pero Dios se complace en los humildes, y la eligió a ella como madre del Mesías. Y ella, desde su sencillez, supo decir "sí" a Dios. Hoy celebramos el recuerdo de esta mujer y nos alegramos con ella. La fiesta de todos. Pero a la vez se puede decir que esta fiesta es también nuestra. La Virgen María, en el momento de su elección primordial y en el de su "sí" a Dios, fue (como diremos en el prefacio de hoy) "comienzo e imagen de la Iglesia". Cuando ella aceptó el anuncio del ángel, de parte de Dios, se puede decir que empezó la Iglesia: la humanidad, representada en ella, empezó a decir sí a la salvación que Dios le ofrecía con la llegada del Mesías. Si Eva significa "madre de todos los vivientes", podemos gozarnos de que, en María, la nueva Eva, que iba a estar junto al nuevo y definitivo Adán, Jesús, estamos como condensados todos nosotros, los que a lo largo de los siglos formamos la comunidad creyente de Jesús. En ella quedó bendecida toda la humanidad: la podemos mirar como modelo de fe y motivo de esperanza y alegría. Tenemos en María una buena Maestra para este Adviento y para la próxima Navidad: Nosotros queremos prepararnos a acoger bien en nuestras vidas la venida del Salvador. Ella, la Madre, fue la que mejor vivió en sí misma el Adviento, la Navidad y la Manifestación de Jesús como el Salvador de Dios. Mirándola, y gozándonos hoy con ella, nos animaremos a vivir mejor este Adviento y esta Navidad. Que nuestra Eucaristía de hoy, sea, por todos estos motivos, una entrañable acción de gracias a Dios, porque ha tomado gratuitamente la iniciativa con su plan de salvación, porque lo ha empezado a realizar ya en la Virgen María, y porque nos da la esperanza de que también para nosotros su amor nos está cercano y nos quiere colmar de sus bendiciones. Sugerencias... El cultivo de la vida de gracia. Al contemplar a María “Inmaculada” apreciamos la belleza sin par de la creatura sin pecado: «Toda hermosa eres María». La Gracia concedida a María inaugura todo el régimen de Gracia que animará a la humanidad hasta el fin de los tiempos. Al contemplar a María experimentamos al mismo tiempo la invitación de Dios para que, aunque, heridos por el pecado original, vivamos en gracia, luchemos contra el pecado, contra el demonio y sus acechanzas. Los hombres tenemos necesidad de Dios, tenemos necesidad de vivir en gracia de Dios para ser realmente felices, para poder realizarnos como personas y ser verdaderamente humanos… y ser verdaderos humanos es ser cristianos (Papa Francisco). Y la gracia la tenemos en Cristo. En el misterio de la Redención el hombre es «confirmado» y en cierto modo es nuevamente creado. ¡Somos creados de nuevo! ... El hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo –no solamente según criterios y medidas del propio ser inmediatos, parciales, a veces superficiales e incluso aparentes– debe, con su inquietud, incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad, con su vida y con su muerte, acercarse a Cristo (san Juan Pablo II; Redemptor Hominis 10). Para vivir en gracia es necesario: orar y vigilar. La oración nos da la fuerza que viene de Dios. La vigilancia rechaza los ataques del enemigo. Vigilemos atentamente para rechazar las tentaciones que nos ofrece el mundo: el placer desordenado, el poder y la negación del servicio, la avaricia, el desenfreno sexual, las pasiones, toda clase de ideologías… es necesario invitar a rezar por el derecho del niño por nacer y rezar para que formemos una conciencia que busque, en todo, amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo en Dios. Nuestra participación en la obra de la redención. La peregrinación que nos corresponde vivir al inicio de este Año Litúrgico tiene mucho de peregrinación ascendente y de combate apostólico y de conquistas para la casa de Dios que es la Iglesia y el Mundo. Aquella enemistad anunciada en la primera lectura sigue siendo hoy en día una dramática realidad, se trata de una especie de combate del espíritu, pues las fuerzas del mal se oponen al avance del Reino de Dios. Vemos que, por desgracia, sigue habiendo guerras, muertes, crímenes, olvido de los más pobres, débiles y sufrientes y más todavía puesto que hoy se generan nuevas y más profundas clases de marginalidad y exclusión. Advertimos amenazas, en otro tiempo desconocidas, para el género humano: la manipulación genética, la corrupción del lenguaje, la amenaza de una destrucción total, el eclipse de la razón ante temas fundamentales como son la familia, la defensa de la vida desde su concepción hasta su término natural, el relativismo y el nihilismo que conducen a la pérdida total de los valores (san Pablo VI, Papa). Y podemos agregar el deterioro de la humanidad con las leyes de salud humana y el cuidado ambiental que no se centran en Dios y en sus mandamientos sino en los beneficios de los poderosos de turno. Nuestro peregrinar cristiano por esta tierra, más que el paseo del curioso transeúnte tiene rasgos del hombre que conquista terreno para su ‘bandera’ (cfr.: san José Gabriel Brochero). Nuestro peregrinar es un amor que no puede estar sin obrar por amor de Jesucristo, el Jefe supremo (san Ignacio de Loyola). Es anticipar la llegada del Reino de Dios por la caridad. No nos cansemos de sembrar el bien en el puesto que la providencia nos ha asignado… no desertemos de nuestro puesto, que las futuras generaciones tienen necesidad de la Semilla que hoy esparcimos por los campos de la Iglesia. Santa Teresa de Jesús –que experimentó también la llamada de Dios para tomar parte en el singular combate del bien contra el mal– nos dejó, en una de sus poesías, una valiosa indicación de cómo el amor, cuando es verdadero, no puede estar sin actuar, sin entregarse, sin luchar por el ser querido. María Inmaculada, ruega por nosotros y por el mundo entero.

lunes, 29 de noviembre de 2021

HOMILIA Segundo Domingo de ADVIENTO cC (05 de diciembre 2021)

Segundo Domingo de ADVIENTO cC (05 de diciembre 2021) Primera: Baruc 5, 1-9; Salmo: Sal 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6; Segunda: Filipenses 1, 4-11; Evangelio: Lucas 3, 1-6 Nexo entre las LECTURAS… Temas… Cada una de las lecturas de hoy trae una enseñanza espiritual de vida muy grande. Jerusalén se alegra por el retorno de sus hijos. Bendigamos a Dios y avancemos con ánimo atento, humilde y orante en el banquete que la Iglesia nos ofrece. La tónica, como en todo el Adviento, es de esperanza; mirada al futuro, certeza de un bien que ha de llegar y para el cual conviene estar preparados y purificados. La primera lectura, de Baruc, es un cántico de anuncio de gozo para Jerusalén. En su poesía proclama que el destierro no es eterno, que la última palabra no está en poder de los malvados, y, sobre todo: que lo que viene es mejor que lo que hubo. En este sentido hay algo que podemos aprender. Muchas veces caemos en lo que ya san Agustín denunciaba, esa ideología de que todo tiempo pasado fue mejor. Anclados en lo que una vez fue, llegamos a un punto en que parece que desconfiáramos de que Dios, que lo hizo, lo puede volver a hacer. La lectura de Baruc nos lanza hacia delante: los cautivos se fueron como prisioneros, ¡pero volverán como príncipes! Otro aspecto bello e interesante de esta lectura es cómo todo obedece a Dios: la creación visible se pliega ante los elegidos de Dios, de modo tal que la sombra, el perfume y el camino mismo son hechura de Aquel que todo lo hace según su designio. Con otras palabras: el triunfo de la redención es manifestación de la soberanía de Dios sobre su creación. Amar Mejor, Conocer Más. Cuando hablamos mucho de esperanza existe siempre el riesgo de considerar esta palabra sólo en su sentido pasivo. Esperar, en este sentido reducido, es sencillamente aguardar, resistir, aguantar. En la Biblia, la esperanza tiene en general un contenido más rico y dinámico. La esperanza está movida por el amor, y el amor es activo, de modo que activamente nos prepara para el encuentro con el Amado. Así entendemos mejor la cariñosa invitación que Pablo hace a los fieles de Filipos, con quienes sin duda tenía una cercanía particular: "esta es mi oración por ustedes: que el amor de ustedes crezca cada vez más en el conocimiento y en la plena comprensión, a fin de que puedan discernir lo que es mejor. Así serán encontrados puros e irreprochables en el Día de Cristo." Crecer en el amor y crecer en el conocimiento. El amor, acto propio de la voluntad, y el conocimiento, acto propio de la inteligencia, han de mantenerse en movimiento hacia Jesucristo. Es como decir: todo nuestro ser. Los cristianos nunca obramos "porque sí", ni por simple costumbre, por la presión de la mayoría o por la sugestión de la propaganda. Nuestro dinamismo vital, la dirección íntima de nuestras decisiones chicas y grandes lleva el sello de un encuentro, personal y comunitario a la vez, con el Rey de la Historia. "Vino la Palabra del Señor". El evangelio de hoy, por su parte, nos aproxima al borde del gran momento. La figura humilde y señera de Juan aparece en el horizonte. Se le nombra junto a hombres que la historia universal considera grandes: el emperador, el procurador romano, los tetrarcas y pontífices. Sin embargo, toda la grandeza de Juan no viene de su relación con estos poderosos de la tierra, sino con algo nuevo, algo que viene de los cielos: la salvación de Dios. Lo otro que llama nuestra atención es que todos aquellos grandes personajes, que se conocían entre sí, tenían su sede y gobierno en espléndidos palacios y buscaban las grandes ciudades; se rodeaban de fuerza y hacían alianzas de dinero, parentesco y ejércitos numerosos y feroces. Toda esta lógica resulta tan impactante como ridícula cuando vemos que "vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de Zacarías." Es bueno entonces que ya desde el Adviento sepamos que el que ha de venir tiene su propio estilo y no se paga mucho de las apariencias que suelen desvelarnos. Sugerencias... Pablo nos presenta un buen programa: llevar adelante la obra iniciada, seguir creciendo más y más en sensibilidad cristiana, apreciando los valores verdaderos, para que el día del Señor (¿la Navidad?, ¿el momento de nuestra muerte?, ¿el final de la historia?, ¿cada día porque siempre podemos encontrarnos con Dios?) nos encuentre limpios, irreprochables, cargados de frutos de misericordia, de justicia, de caridad. El Adviento y la Navidad no nos pueden dejar igual. Algo tiene que cambiar en nuestra vida personal y comunitaria. En ‘algo’ se tiene que notar que estamos madurando y creciendo en esos valores cristianos, en la práctica de las virtudes. Esto no es exclusivo de este tiempo sino que es el llamado de siempre del Señor en la Eucaristía, que con su doble mesa -de la Palabra y el Cuerpo y Sangre del Señor-, nos quiere ayudar a conseguir, ser santos como el Señor es santo. María, nuestra Señora del Adviento, ruega por nosotros. FDO. PADRE ANGEL
DESIDERIO

sábado, 27 de noviembre de 2021

HOMILIA Primer Domingo de ADVIENTO cC (28 de noviembre 2021)

Primera: Jeremías 33, 14-16; Salmo: Sal 24, 4-5a 8-10. 14; Segunda: 1Tesalonicenses 3,12 - 4,2; Evangelio: Lucas 21, 25-28.34-36 Nexo entre las LECTURAS El nexo es ‘la venida del Señor’. Mediante esta expresión, VENIDA, la liturgia quiere mostrarnos el sentido cristiano del tiempo y de la historia. Vienen días, se nos dice en la primera lectura, en que haré brotar para David un Germen justo. En el evangelio de san Lucas, Jesús dice que los hombres verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. En la segunda lectura, san Pablo, exhorta a estar preparados para la Venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos… es buenísimo darnos cuenta de que la venida del Señor es una realidad actual, cada día… EL QUE VINO, ESTÁ VINIENDO Y VENDRÁ. Es bueno imitar a san José Gabriel Brochero, por lo que fueron, los vienen y los que vendrán para que estemos, TODOS. en comunión con el Señor. Temas... "Vienen Días...", el Ejercicio de la Esperanza. Con la celebración de hoy iniciamos el tiempo litúrgico del Adviento. Las lecturas de este Domingo, así como todas las de este Tiempo, son una enseñanza profunda, coherente y bella sobre la esperanza en su sentido más alto y más profundo. Hemos de prepararnos entonces para descubrir la riqueza que se anuncia en eso que parece tan sencillo a veces y tan difícil otras veces: esperar. La primera lectura nos da una clave: "vienen días." Hay adviento allí donde hay una mirada al futuro. Cuando nos quedamos mirando sólo al tiempo pasado llegamos a volvernos incapaces de dar un rumbo a nuestra vida, como también sucede al manejar un auto: no es posible conducir hacia delante mirando sólo el espejo retrovisor. Y la vida, queramos o no, sigue, va hacia delante. El adviento es mirada hacia lo que viene. Pero no esperamos cualquier clase de día. Los días no vienen por sí solos. Hay Alguien que nos envía los días que vienen, hay Alguien que le da color y calor a la Historia. Tal es el núcleo de la fe judía y de la fe cristiana en cuanto ancladas en un mundo real y humano: hay Alguien que anuncia los días, pues hemos escuchado: "Vienen días, dice el Señor." Podemos decir más: Aquel que con su palabra que anuncia un futuro es Aquel que con su palabra selló con su promesa nuestro pasado. La Historia, pues, tiene como una sucesión de movimientos que se va repitiendo en un período de tiempo determinado, una dirección que va de la promesa al cumplimiento. La promesa está en el pasado; el cumplimiento está en el futuro. ¿Y en el presente? El presente se juega en el corazón de cada uno y se posa en la ‘cuerda tensa’ que va de la promesa al cumplimiento, y cuando se ha posado en esa línea de fuerza y de vida se llama ESPERANZA. ¿Y qué anuncia Dios para ese tiempo nuevo? Con ser tan breve el texto de la primera lectura, hay por lo menos cuatro cosas que encontramos ahí. Dios anuncia (1)el restablecimiento de la Casa de David, (2)la práctica de la justicia en la tierra, (3)la paz para Jerusalén y (4)la llegada de la salvación. Estas cuatro claves, que conforman como un "programa", nos orientan también sobre lo que será el tiempo del Adviento, desde estos anuncios más generales hasta la concreción en Cristo de toda nuestra esperanza y nuestra alegría. Aprender a Esperar. La segunda lectura está tomada de uno de los primeros documentos del Nuevo Testamento, tal vez el primero de todos en ser redactado. Y este dato es importante, porque sabemos bien que aquella primera generación de cristianos vivió de un modo singularmente intenso la esperanza. Aguardaban ellos el pronto, casi inmediato retorno de Cristo. Tal es el clima en el que surge esta Primera Carta a los Tesalonicenses. En ese sentido, la segunda lectura de este Domingo nos ofrece un perfil interior del alma cristiana en actitud de genuina esperanza. Entresaquemos algunos rasgos que servirán para nuestra propia preparación espiritual en este adviento. Pablo insiste -en primer lugar- en el amor mutuo. Y esto es interesante, porque de entrada quita la idea de una esperanza individualista, que sólo puede ser hija de una falsa idea de la salvación como un acto que sucede en solitario, aislado de la comunidad: como si fuera "Dios y yo en una botella." Toda esperanza genuina brota del deseo de un bien que nos llega de la Comunidad y apunta a un bien que se anhela para la Comunidad. Lo demás, no viene del Espíritu de Jesús. La segunda enseñanza del apóstol es la sobriedad. La conciencia del retorno del Señor es una invitación a tomar en serio toda su palabra, todo su legado, toda la fuerza de su luz. Es hacer conciencia de la gracia que ha bendecido nuestro pasado y la gloria que Él anuncia para nuestro futuro. Oración y Vigilancia. El evangelio, por su parte, nos trae el llamado apremiante de Cristo, en el contexto de la conmoción universal que habrá de preceder a su retorno glorioso. De ahí aprendemos varias cosas. Primero, que el adviento es algo más que la preparación para recordar la Navidad. De hecho, el tiempo litúrgico del adviento tiene dos fases bien diferenciadas, como hemos comentado en otras ocasiones: la primera, que empieza este Domingo, en realidad mira al retorno de Cristo, es decir a su llegada definitiva; la segunda, que empieza en la semana anterior a la Navidad (el 17 de diciembre), sí se centra en las circunstancias propias del nacimiento de Nuestro Señor, como una "prenda" que afianza nuestra esperanza en el cumplimiento definitivo de las promesas. Aprendemos también en este evangelio que, así como hay una historia marcada por la esperanza, que es la de los genuinos creyentes, hay también "historias", en un plural de disolución y confusión, que van selladas por la distracción y la dispersión. Cristo es claro: "el exceso de comida, las borracheras y las preocupaciones de la vida" pueden atontarnos, dispersarnos, distraernos hasta un punto en que ya no reconocemos ni la presencia de sus bendiciones ni la promesa de su salvación. Para quienes llegan a este estado, el retorno de Cristo será como una "trampa." De ahí los dos grandes consejos que protegen el don de la esperanza: orar y vigilar. Si recordamos, fueron también las dos recomendaciones de Cristo en el Huerto de Getsemaní. Aquella ocasión nos decía: "vigilen y oren" (Mc 14,38); hoy nos dice: "estén atentos, pues, y oren en todo tiempo" (Lc 21,36). Hay algo profundo aquí: el Adviento de la Iglesia, aunque marcado con una alegría inmensa, tiene también su aspecto de "Getsemaní." Mientras aguardamos al Señor, de algún modo hemos de recorrer el camino que Él anduvo y participar de su pasión para acoger con pleno corazón su pascua. Sugerencias... El sentido del tiempo. Él, Jesucristo, es el centro de la historia y de los corazones. La historia tiene en Él su punto de partida (Alfa, ponemos en el Cirio) y su punto de llegada (Omega). El tiempo y la historia culminan en Él, alcanzan en Él su plenitud y sentido pleno. Con Cristo, el tiempo y la historia son un designio de Dios, una historia de salvación, un lugar en el cual forjar nuestra decisión en la libertad y responsabilidad. Para nosotros el tiempo no es una sucesión de segundos, minutos y horas (lo explicitaremos el 1 de enero, en la solemnidad de María, Madre de Dios); no es una cadena de días meses y años; una sucesión y cadena sin rumbo, para nosotros, el tiempo, con sus siglos y milenios, es una historia dirigida y timoneada por Dios; para nosotros, el tiempo tiene un principio de unidad y armonía, de coherencia y cohesión, no en los imperios o en las ideologías, tan caducos como los mismos hombres, sino en Jesucristo, que es Ayer, Hoy y Siempre. Nuestra vida diaria forma parte del proyecto divino, es una incrustación dentro del gran mosaico de la historia de la salvación conducida por Dios. En el sentido del tiempo está incluido inseparablemente el sentido de mi tiempo, el de cada uno. ¿No da esta realidad de nuestra fe un gran valor a la vida de cada cristiano, a tu vida? Crecer y abundar en el amor. San Juan de la Cruz concluía una de sus poesías: "Que sólo en el amor es mi destino". La venida primera de Cristo en la Navidad es una venida de amor, y es igualmente venida de amor su retorno al final de los siglos, su parusía (Última venida). Entre el amor de Cristo que viene y que vendrá se intercala la vida humana que, como en una sinfonía, desarrollará el tema del amor con el que comienza y concluye la pieza musical. Crecer, resalta el aspecto dinámico del amor: crecer en el amor a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; en el amor a María y a los santos. Crecer en el amor a la propia familia, a los parientes, a los amigos, a los desconocidos, a los necesitados, a los enfermos, a los pecadores... ¿Cómo? Discerniendo para conocer qué es lo que Dios te pide, que sin duda serán muchas cosas. Dios te llama a ser generoso en el amor, ese rasgo típico de la existencia cristiana. ¿Eres generoso en el amor o lo andas midiendo con el metro de tu egoísmo? Bienaventurados los generosos en el amor porque ellos tomarán parte en el cortejo al momento de la parusía de Jesucristo. Nuestra Señora del Adviento, ruega por nosotros

I DOMINGO DE ADVIENTO (28 DE DICIEMBRE DE 2021)

I DOMINGO DE ADVIENTO Antífona de entrada Sal 24, 1-3 A ti, Señor, elevo mi alma; Dios mío, yo pongo en ti mi confianza. Que no tenga que avergonzarme ni se rían de mí mis enemigos. Ninguno de los que esperan en ti tendrá que avergonzarse. No se dice Gloria. Oración colecta Dios todopoderoso y eterno, te rogamos que la práctica de las buenas obras nos permita salir al encuentro de tu Hijo que viene hacia nosotros, para que merezcamos estar en el Reino de los cielos junto a Él. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Se dice CREDO Oración sobre las ofrendas Dios nuestro, acepta los dones que recibimos de ti y ahora te presentamos; que esta ofrenda realizada en el tiempo presente, sea para nosotros anticipo de la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Prefacio de Adviento I o II Antífona de comunión Sal 84, 13 El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos. Oración después de la comunión Te pedimos, Padre, que fructifique en nosotros la celebración de los santos misterios con los que tú nos enseñas a amar y adherirnos a los bienes eternos, mientras peregrinamos en medio de las realidades transitorias de esta vida. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Puede impartirse la bendición solemne. LECTURAS DOMINGO PRIMERO DE ADVIENTO AÑO C Haré brotar para David un germen justo Lectura del libro del profeta Jeremías 33, 14-16 Llegarán los días -oráculo del Señor- en que Yo cumpliré la promesa que pronuncié acerca de la casa de Israel y la casa de Judá: En aquellos días y en aquel tiempo, haré brotar para David un germen justo, y él practicará la justicia y el derecho en el país. En aquellos días, estará a salvo Judá y Jerusalén habitará segura. Y la llamarán así: «El Señor es nuestra justicia.» Palabra de Dios. SALMO 24, 4-5a 8-10. 14 R. A tí, Señor, elevo mi alma. Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos. Guíame por el camino de tu fidelidad; enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador. R. El Señor es bondadoso y recto: por eso muestra el camino a los extraviados; él guía a los humildes para que obren rectamente y enseña su camino a los pobres. R. Todos los senderos del Señor son amor y fidelidad, para los que observan los preceptos de su alianza. El Señor da su amistad a los que lo temen y les hace conocer su alianza. R. Que el Señor fortalezca vuestros corazones para el día de la venida del Señor Jesús Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica. 3, 12-4, 2 Hermanos: Que el Señor los haga crecer cada vez más en el amor mutuo y hacia todos los demás, semejante al que nosotros tenemos por ustedes. Que él fortalezca sus corazones en la santidad y los haga irreprochables delante de Dios, nuestro Padre, el Día de la Venida del Señor Jesús con todos sus santos. Por lo demás, hermanos, les rogamos y les exhortamos en el Señor Jesús, que vivan conforme a lo que han aprendido de nosotros sobre la manera de comportarse para agradar a Dios. De hecho, ustedes ya viven así: hagan mayores progresos todavía. Ya conocen las instrucciones que les he dado en nombre del Señor Jesús. Palabra de Dios. ALELUIA Sal 84, 8 Aleluia. ¡Manifiéstanos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación! Aleluia. EVANGELIO Está por llegar la liberación + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 21, 25-28. 34-36 Jesús dijo a sus discípulos: «Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación.» Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante del Hijo del hombre.» Palabra del Señor.

lunes, 15 de noviembre de 2021

homilia Domingo 34. Solemnidad de nuestro Señor Jesucristo REY del UNIVERSO cB (21 de noviembre de 2021)

Primera: Daniel 7, 13-14; Salmo: Sal 92, 1-2. 5; Segunda: Apocalipsis 1, 5-8; Evangelio: Juan 18, 33b-37 Nexo entre las LECTURAS El tema (nexo) es la realeza. Esta realeza está bien mostrada en el texto del profeta Daniel: «Le dieron poder, honor y reino... su reino no será destruido» (primera lectura). En el evangelio esta realeza se dice expresamente de Jesucristo y afirmada en términos categóricos: "Pilato le dijo: «¿Entonces Tú eres rey?» Jesús respondió: «Tú lo dices: Yo soy rey». La segunda lectura, tomada del Apocalipsis, confirma y canta la realeza de Jesús: «A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén». Se afirma, además, que el Rey, «hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su Padre». Temas... Sugerencias… Nuestro Señor. Dos visiones, la primera y segunda lectura, dan el marco preciso a la solemnidad de este Domingo, último del año litúrgico, la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, en el que confesamos que Jesús es Rey, Señor, Nuestro Señor, el Señor de la Historia. Ambas lecturas subrayan hermosamente el señorío de Jesús, su reinado. El profeta Daniel proclama que se le dio el poder, el honor y señorío, y la sumisión de pueblos, naciones y lenguas. Por su parte, Juan le llama Testigo fiel, Primogénito de entre los mortales, Príncipe de todos los reyes, alfa y omega, el que es, el que era y el que viene, el todopoderoso. Y es precisamente esa prerrogativa, EL QUE VIENE, la que subraya la liturgia de este Domingo, preludio del Adviento, a la espera del Señor que vuelve. Jesucristo, Rey. Prescindiendo de las circunstancias temporales del momento de la institución de esta fiesta (Papa Pío XI), en plena decadencia de las monarquías occidentales, a mediados del siglo pasado, hay sobrados motivos para, tras el Concilio, reconvertirla en fiesta de Jesucristo, Rey del Universo. Así se quieren evitar equívocos y ambigüedades, bien conocidas de todos nosotros. Aunque el equívoco viene de lejos. Ya, recién nacido, Herodes quiere matar al nacido en Belén, Rey de los judíos, según la noticia de los Magos. Rey quisieron proclamarle en el desierto los que habían sido saciados en la multiplicación de los panes y peces. Rey lo aclamaban entusiasmados el Domingo de Ramos, y Rey de los Judíos sería la causa, el I.N.R.I., por el que moriría en la cruz. Pero, a pesar de todos los malentendidos, Jesús es Rey, es el Señor, Nuestro Señor para los cristianos, que así reconocemos a Jesús como único Señor y nos desmarcamos de cualquier sometimiento a ningún otro Señor. Mi Reino no es de este mundo. Jesús, que fue puesto a salvo de la persecución de Herodes, y que supo eludir el fervor de las multitudes que le seguían, no quiso evitar el enfrentamiento con Pilato. Y así, preguntado, respondió con sinceridad que era Rey, aunque sabía que en ello se le iba la vida para entrar en la vida. Pero si estaba dispuesto a morir sin traicionar su misión -para esto he venido-, no estaba dispuesto a que se consumase el malentendido de su mesianismo. Mi Reino no es de este mundo. Jesús no es competidor de ningún rey, su misión no trata de suplantar los modos de hacer de los gobernantes. Además, su reinado no viene de que alguien se lo reconozca. Es Rey, y no va a tratar de imponer su doctrina o su dominio. Simplemente viene para ser testigo de la Verdad. Y la verdad no se impone por la fuerza de las armas ni con violencia o con engaños, se acepta o no amorosamente. Todo el que es de la verdad, o sea, el que ama la verdad y la busca, escucha la voz de Jesús, que es la verdad, el camino y la vida. Es bueno que nos ayude a comprender el llamado del Papa Francisco al Sínodo de “la sinodalidad”. Testigo de La Verdad. Jesús es rey y es testigo de la verdad. Pilato, desconcertado, preguntó ¿y qué es la verdad? Pero no esperó la respuesta, se limitó a dejar en el aire la pregunta y condenar a muerte al único que podía haberle respondido. Y la Pregunta de Pilato sigue inquietando a los hombres. ¿Qué es la verdad? En una sociedad libre y pluralista, como la que nos toca vivir, la pregunta es importante. Y por difícil y discutida que sea la respuesta, no podemos vivir de verdad sin vivir y testimoniar la verdad. Por eso creemos en la Verdad que es Jesús, que es Dios. Creer no es tener la verdad, es buscarla. Pero no podríamos buscarla si no creyésemos que existe. Eso es la fe, esa especie de intuición, que nosotros llamamos gracias y favor de Dios. Nosotros, creyentes, buscamos la Verdad, porque la Verdad, que es Dios, ya nos ha encontrado en la persona de Jesús. Por eso Jesús es nuestro Señor. Ante la Verdad reconocida, creída, sólo cabe la obediencia de la fe, la obediencia del amor, el gozo que nos llena de esperanza en la vida. El esplendor de La Verdad. Como Jesús, también nosotros estamos llamados a ser testigos de la Verdad, sobre todo en un mundo que languidece con tantas mentiras. No somos la Verdad, simplemente debemos ser testigos, una especie de resplandor de la Verdad que es Jesús. Tampoco debemos creernos poseedores en exclusiva de la Verdad. La Verdad, que es Dios, brilla para todos, aunque muchos se sientan ofuscados por tanta claridad y prefieren cerrar los ojos por comodidad. Debemos compartir la Verdad, que creemos, escuchando a los otros, que también pueden iluminar nuestra fe. El diálogo entre creyentes y con los no creyentes resulta enriquecedor para todos, aunque sólo sea para no absolutizar nuestra verdad. La única Verdad absoluta es Dios, no lo que nosotros sabemos y creemos de Dios. El que es de la verdad, dice Jesús, escucha mi voz. Y no sólo en la Biblia, no sólo en la Iglesia, sino también en los hermanos, creyentes o no creyentes, pero buscadores todos de la Verdad. La sinodalidad, gustar entre todos el encuentro en la verdad, debe ser el modo de vivir para mostrar a Dios y que el camino es el amor que nos lleva a la comunión definitiva. Confesamos que Jesús es Nuestro Señor. ¿Estamos a su servicio? ¿Seguimos el Evangelio? ¿O tratamos de acomodarlo a nuestras conveniencias y prejuicios? ¿Somos testigos de la Verdad? ¿De qué verdad? ¿De la nuestra, de la de nuestro grupo, de la de nuestros intereses... o de la de Jesús? ¿Se nos nota que seguimos a Jesús? ¿Se nos nota demasiado? ¿Somos fanáticos? ¿Somos como el esplendor de la verdad, luz que no deslumbra ni molesta? ¿Nos creemos en posesión de la verdad? ¿Estamos bien dispuestos a dialogar con creyentes de otras religiones y con no creyentes?

lunes, 25 de octubre de 2021

HOMILIA Domingo Trigésimoprimero del TIEMPO ORDINARIO cB (31 de octubre de 2021)

Primera: Deuteronomio 6, 2-6; Salmo: Sal 17, 2-4. 47. 51ab; Segunda: Hebreos 7, 23-28; Evangelio: Marcos 12, 28b-34 Nexo entre las LECTURAS "Amarás al Señor tu Dios..."; "amarás al prójimo...". Éste es el mensaje de la liturgia y la esencia del amor cristiano. AMAR es el mandamiento más grande de todos, nos dice Jesús en el evangelio. En la primera lectura, el pueblo de Israel confiesa su fe en el Dios único y, a partir de ella, profesa su amor total y exclusivo a Yahvéh. Jesucristo, nuestro sumo sacerdote (2 Lectura), manifiesta lo que enseña ofreciéndose a sí mismo al Padre para salvación de los hombres e intercediendo en el cielo a nuestro favor. Temas... Un amor "nuevo". La respuesta de Jesús al escriba que le ha preguntado sobre cuál de entre los 613 mandamientos que existían en su tiempo era el primero y más importante está tomada del Antiguo Testamento. La primera parte la toma del Deuteronomio, correspondiente a la primera lectura de este Domingo; la segunda, del libro del Levítico, referida al amor al prójimo (19,18). La novedad del amor cristiano no está en el contenido, ya conocido y revelado por Dios. Para ser cristiano, este amor (a Dios y al prójimo), debe llegar a constituir un único amor inseparable. Este amor cristiano es "nuevo" porque en él se resumen y estructuran todos los otros preceptos existentes en el mundo judío, como también todos los mandamientos, leyes y preceptos de la existencia cristiana en cada momento de la historia. El lazo del amor es el lazo de la perfección. Y desde el amor todos los preceptos se revisten de la hermosura y de la perfección misma del amor. El texto evangélico termina diciendo: "Y ninguno se atrevía a hacerle preguntas", para indicar que la respuesta ha dado en el centro, y por tanto cualquier otra pregunta sobra. Nosotros, los cristianos, a este amor "nuevo" lo descubrimos en la cruz de Cristo, donde nuestro sumo sacerdote se ofrece como víctima de amor al Padre por amor a los hombres pecadores (segunda lectura) y lo vivimos en la cruz en la que nos ofrecemos cada día. Un culto "nuevo". El escriba, haciéndose eco de las palabras de Jesús, replica: "El amor a Dios y el amor al prójimo vale más que todos los holocaustos y sacrificios" (evangelio). Un culto "nuevo" parece insinuarse en estas palabras; un culto, donde los holocaustos y sacrificios no valen por sí, sino sólo en cuanto expresión de amor y en cuanto predisposición para el amor sea a Dios sea al prójimo, o mejor quizá, a Dios en el prójimo y al prójimo en Dios. En este sentido, no importa que el templo de Jerusalén desaparezca, sea destruido, porque donde exista el amor verdadero, el amor "nuevo", podrá continuar el culto "nuevo", en el que las víctimas no serán los animales (toros y machos cabríos) sino el hombre en la profundidad interior de su ser y de su persona. Ese culto "nuevo" no necesita de muchos sacerdotes (en el templo de Jerusalén había diariamente cientos de sacerdotes ejerciendo su oficio), sino de uno solo, Jesucristo, sumo y eterno sacerdote ante el Padre para redimir a los hombres. Los sacerdotes de la nueva alianza no aumentan el número, sino que prolongan en el tiempo el único sacerdocio de Jesucristo. Parafraseando a san Agustín, el templo "nuevo" en espíritu y en verdad, exige un culto "nuevo" también en espíritu y en verdad; el culto "nuevo" reclama un corazón "nuevo", que cante con un cántico "nuevo" con los labios, pero sobre todo con la vida hasta que entremos en el cielo nuevo del Reino bienaventurado. Sugerencias... En la cruz de Cristo se unen para siempre el madero vertical, amor a Dios, y el madero horizontal, amor al prójimo. No existe la cruz sin la unión de ambos maderos. No existe el amor cristiano sin la unión de ambos amores en el único misterio de la cruz. Es importante esta afirmación porque no es pequeña la tentación de separar lo que Jesucristo ha unido para siempre. La tentación de amar tan exclusivamente a Dios que nos olvidemos de los hombres; o la tentación de amar tan exclusivamente a los hombres que nos olvidemos de Dios. Esta tentación, si no es vencida, trae consigo consecuencias bastante dañinas. Por ejemplo, se termina dejando la oración porque se cree que "la entrega a los demás y las actividades en favor de los demás son ya oración". O se ha llegado a tal "perfección" en el amor a Dios que se puede creer con derecho a murmurar y hablar mal del prójimo con la conciencia tranquila. Puesto que es mucho más difícil mantener unidos estos dos amores que separarlos, hemos de estar muy atentos sobre nuestras actitudes y nuestros comportamientos para con Dios y para con nuestros hermanos, vivir en continuo discernimiento. Si al final de cada día, cada cristiano examinara su conciencia sobre este amor "nuevo" y se propusiera ir progresando día tras día en el amor, la vivencia del cristianismo mejoraría en muchos de nosotros y mejoraría el lugar donde vivimos, pues seremos de verdad una página del evangelio para los demás. Lo más significativo de estos dos amores, vertical y horizontal, es que constituyan una cruz y no una cómoda butaca. La experiencia y la vida de Jesucristo nos dicen elocuentemente que el amor cristiano, llevado a sus últimas consecuencias, termina en una cruz. Desde esa cruz el amor se abre a los cuatro puntos cardinales, se hace universal. Amor y Eucaristía. El amor de Jesucristo al Padre y a los hombres hasta la cruz y la resurrección se renueva hora tras hora en cada altar donde se celebra la Eucaristía. El amor vertical y horizontal de Jesús, su amor universal, no ha pasado a la historia, sino que la cruza hora tras hora y día tras día hasta el fin de los tiempos. La Eucaristía es el amor redentor de Jesús memorializado, más allá de las condiciones históricas de su pasión y muerte. Tenemos que eucaristizar nuestra vida. En la Eucaristía se repite, bajo el velo de sacramento, su pasión de amor en el corazón de la historia. A esta luz se comprenden dos urgencias pastorales: 1) Una catequesis generalizada y permanente, desde los niños hasta los adultos, sobre la riqueza de significado y sobre los frutos estupendos de la Eucaristía. Quien logre descubrir la profundidad del amor de Jesucristo en la Eucaristía, se enamorará de ella seguramente. 2) El despertar en la conciencia de los cristianos que la Eucaristía de Jesús es inseparable de la eucaristía de los cristianos. Es decir, que el amor de Jesucristo a Dios y a los hombres en la Eucaristía es un imperativo ineludible para que el cristiano se juegue su vida a la única carta del amor a Dios y al prójimo (cfr.: beato Calo Acutis). 2 archivos adjuntos

lunes, 11 de octubre de 2021

Domingo Vigesimonoveno del TIEMPO ORDINARIO cB (17 de octubre de 2021)

Domingo Vigesimonoveno del TIEMPO ORDINARIO cB (17 de octubre de 2021) Primera: Isaías 53, 2a.3a.10-11; Salmo: Sal 32, 4-5. 18-20. 22; Segunda: Hebreos 4, 14-16; Evangelio: Marcos 10, 35-45 Nexo entre las LECTURAS Las tres lecturas nos llevan a centrar nuestra atención en Jesucristo, el que ha venido a servir y a dar la vida por todos, y en lo que significa ‘eso’ para todo hombre. "El que quiera llegar a ser grande entre ustedes, será el servidor, y el que quiera ser el primero entre ustedes, será servidor (esclavo), nos dice Jesús en el evangelio. La primera lectura dice que Jesús nos precede a todos en el servicio, realizando –en sí– la figura del siervo de Yahvéh, despreciado, marginado, hombre doliente y enfermo, que se da a sí mismo en expiación. Y en la segunda lectura se nos anuncia la figura de Sumo Sacerdote que puede compadecerse de nuestras flaquezas porque ha sido tentado en todo como nosotros, excepto en el pecado. Temas... Entre ustedes no debe suceder así. La presentación que Jesús hace en el evangelio del sentido de su misión aparece como respuesta a una discusión con Santiago y Juan y el resto de los apóstoles. Y esa respuesta de Jesús ofrece una ayuda importante de discernimiento (sinodo) sobre la tarea misionera de la Iglesia. Los apóstoles están muy marcados por lo que podríamos llamar "el estilo del mundo": situaciones de influencia, espacios de poder... Jesús es contundente, para ellos y para sus seguidores futuros, discípulos-misioneros: "Entre ustedes no debe suceder así". La fe siempre deberá ser una propuesta libre, que de ningún modo y en ningún sentido intentará imponerse, ni pretenderá invocar posibles "derechos". La carta de presentación de la fe, su "poder", será la entrega fiel –hasta la muerte si es necesario– de los seguidores de Jesús. Juan y Santiago, y los demás apóstoles, lo vivieron así, y la tarea de la Iglesia también es así: la entrega personal, constante, al servicio de todo lo que sea vida para el hombre. La fe, un gran bien. Un tema para la homilía de hoy estaría también en las oraciones de la Misa: la fe es un gran bien. Hoy puede ser muy útil hablar de la importancia que tiene para nosotros la fe, y la importancia que puede tener para todos aquellos que aún no la conocen. Nuestro servicio a la Iglesia y al mundo para gloria de Dios es ‘ofrecer el don de la fe’ (cfr. Benedicto XVI). Aspectos de la fe como gran bien: 1) la salvación, la transformación profunda que Dios realiza en el hombre de modo visible por la fe y los sacramentos; 2) la revelación de la "verdad", el sentido pleno del camino humano, que da plenitud a todo el amor y la bondad que el hombre anhela; 3) la congregación de una comunidad que debe ser sostén y fortaleza en el camino, y que no está dejada a sus solas fuerzas sino que está conducida por el Espíritu... así nos ayuda también a reflexionar sobre el valor que nosotros le damos a nuestra propia fe. Sugerencias... Sentido de la Humildad cristiana. Digamos de entrada, hermanos, que Cristo no condena el deseo de ser importante ni habla mal de quien quiere tener el primer puesto. Por lo menos en el evangelio de hoy no es ese su propósito. Más bien se trata de mostrar en dónde radica la verdadera "importancia" y cuál es el "primer puesto" al que hay que aspirar. Esto es muy importante para poder entender en qué consiste la humildad cristiana: no es tanto "hacer de cuenta" que no me interesa lo que en realidad sí me interesa, sino encauzar ese interés según la mente de quien mejor me conoce y ama, que es Dios. La grandeza del Servicio. Por otro lado, ya en la primera lectura Dios nos empuja a cambiar nuestros parámetros. Grande es el que hace algo grande. La grandeza no está en lo que cada uno dice de sí mismo, ni en lo que obliga a otros a decir, sino en las obras, en la realidad, en los hechos. Por eso el Siervo de Yahvé, en la primera lectura, es presentado como un modelo de dolor, pero sobre todo como un modelo de fecundidad, y es esto lo que se enfatiza: "verá su descendencia", "prolongará sus años", "por medio de él prosperarán los designios del Señor". En ningún caso es una actitud de "el dolor por el dolor". No hay aquí una actitud de complejo ni de cobardía, como calumnian algunos, sino más bien una conciencia del precio que tiene el bien futuro, y de la inmenso fruto que brota del amor cuando es consecuente. Día de la Madre: motivo para el agradecimiento No considerando el Día de la Madre, por su situación comercial ni utilitarista, como hecho para el consumo masivo o para beneficiarnos de algunas comodidades, estaría bueno aprovechar este acontecimiento para dirigir una mirada agradecida a las madres, a las familias: padres e hijos, pues “el futuro de la humanidad se fragua en la familia”. San Juan Pablo II, señala que "el humano engendrar es común al hombre y a la mujer. Sin embargo, aunque los dos sean padres de su niño, la maternidad de la mujer constituye una parte especial de este ser padres en común, así como la parte más cualificada. Aunque el hecho de ser padres pertenece a los dos, es una realidad más profunda en la mujer, especialmente en el periodo prenatal. La mujer es la que ‘paga’ directamente por este común engendrar, que absorbe literalmente las energías de su cuerpo y de su alma. Por consiguiente, es necesario que el varón sea plenamente consciente de que en este ser padres en común, él contrae una deuda especial con la mujer". (MD, 18). Gracias por todo ello, mujeres, madres.

lunes, 19 de julio de 2021

HOMILIA Domingo Decimoséptimo del TIEMPO ORDINARIO cB (25 de julio de 2021)

Domingo Decimoséptimo del TIEMPO ORDINARIO cB (25 de julio de 2021) Primera: 2Reyes 4, 42-44; Salmo: Sal 144, 10-11. 15-18; Segunda: Efesios 4, 1-6; Evangelio: Juan 6, 1-15 Nexo entre las LECTURAS Uno de los principios básicos de la fe cristiana es la "sobreabundancia" de parte de Dios para con el universo y particularmente para con el hombre. Este principio predomina como tema de los textos litúrgicos. En la primera lectura, a Eliseo le son suficientes veinte panes para alimentar a cien hombres. Jesucristo, por su parte, en el evangelio sacia el hambre de 5000 personas con cinco panes y dos peces y, además, "recogieron doce canastos llenos de trozos de pan y de lo que sobró del pescado". Finalmente, en la segunda lectura la unidad de la comunidad cristiana (Iglesia) es fruto sobreabundante del amor de Dios que llega a todos los cristianos en cualquier lugar donde se encuentren. Temas... El obrar divino. Si repasamos la obra de Dios, la cosa más sorprendente es precisamente la prodigalidad divina con la creación y particularmente con el hombre. Una prodigalidad que podría parecer excesiva, si la medimos con criterios humanos. Los conocimientos astronómicos actuales (la misma nave que llego a Plutón) nos permiten maravillarnos mucho por la generosidad de Dios con la creación. No menor admiración provoca los estudios sobre el microcosmos de los cuerpos, en especial del cuerpo humano y los avances de la medicina para ayudar al bienestar verdadero del ser humano. ¿No es acaso cada célula, cada neurona del hombre un prodigio de generosidad divina? Por otra parte, el principio que ha regido la acción divina en la creación, ha sido igualmente el principio rector de su actuación histórica. Como nos dice san Pablo, "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia". La historia, con todas y cada una de sus intrincadas vicisitudes, es la historia del pecado humano, pero mucha más es la historia de la sobreabundancia de la misericordia divina. Dios fue sobreabundante en su misericordia con el género humano en Noé, con el pueblo de Israel en Abrahán, con la monarquía israelítica en David, con la humanidad entera en Jesucristo redentor. La sobreabundancia del pan, en las lecturas de este Domingo, es una expresión más de esta verdad. La sobreabundancia divina. Es bueno que quede claro que la sobreabundancia proviene de Dios y que el hombre es instrumento. Porque, como en el caso de Eliseo y de Jesús, Dios parte de lo que le ofrecen, no crea el pan, sino que lo multiplica. Dios puede partir de dos, de cinco o de veinte (la cantidad no importa mucho a Dios), pero ha querido partir de algo. ¡Es hermoso este querer de Dios! Como es igualmente estupendo que Dios quiera la mediación de los hombres a la hora de distribuir su sobreabundancia. No lo hace directamente. Yahvéh se sirvió de la mediación de Eliseo y éste a su vez de la de un hombre de Baalsalisá. Jesucristo medió la sobreabundancia de Dios y a su vez los apóstoles mediaron entre Jesús y la multitud. Todo cristiano, pero sobre todo el Presbítero, es mediador de la generosidad de Dios para con los hombres. ¡Maravilla de la gracia! ¡Reclamo a la generosidad y a la responsabilidad! Recemos por nuestros sacerdotes y por el aumento de las vocaciones sacerdotales. Los destinatarios de la sobreabundancia divina. La sobreabundancia divina está destinada "a la gente" (primera lectura), "a un gran gentío, venido de todos los pueblos" (evangelio), especialmente a los ‘marginales’. Dios muestra su sobreabundancia también en el destino de la misma: no unos cuantos privilegiados, sino todos. Absolutamente nadie está excluido del "pan" divino. Sólo quien no lo acepta, por estar saciado por otros "panes" o por presunción ya que el pan de Jesús es el pan de todos, especialmente de los pobres, de la gente ‘común’. Ese pan divino es su Palabra de vida, que vivifica a quien lo recibe; es el pan de la caridad (el cristiano que mediante su caridad se convierte en pan para los demás) que satisface las necesidades vitales elementales de todo ser humano, es sobre todo el pan de la Eucaristía, prefigurada en la multiplicación de los panes como nos enseña el catecismo (CIC 1335). La sobreabundancia divina es el supremo igualador del hombre; suprime toda diferencia, porque no hay quién no esté necesitado de la generosidad de Dios. Sugerencias... Panes y profetas. Hay un nexo evidente entre la primera lectura y el evangelio: en ambos casos se trata de multiplicación de panes. Hay también otro nexo, más profundo: Eliseo es un profeta y Jesús, después de alimentar a la multitud es llamado "el profeta que tenía que venir al mundo." Y hay todavía otro detalle en común: es la palabra de Eliseo la que hace el milagro, y por eso la repartición misma del pan es encomendada a un criado; de modo análogo, es la palabra de Jesús la que hace el milagro, y la repartición se encomienda a los apóstoles. Esta distancia entre la realización del milagro y la repartición material del alimento viene a subrayar en ambos casos que es el poder de la palabra, venida de Dios, quien realiza el prodigio, lo cual refluye sobre lo ya dicho: estamos ante gestos propios de profetas, cuyo ministerio propio es la predicación, la Palabra. Elocuencia de las sobras. Tal vez en este milagro nosotros nos admiramos de la producción de una realidad nueva, esto es, de nuevos panes. Pero es probable que el énfasis debamos ponerlo en otra parte, pues si la Palabra tiene tanta importancia en ambos casos no será para que nos quedemos mirando panes. Para encontrar ese significado puede servir que notemos que tanto Eliseo como Jesús son conscientes de las sobras, es decir, que hay o que habrá sobras. Nuestro Señor explícitamente pide que sean recogidas. ¿Por qué? Puede suponerse que es como una señal de valoración del alimento humano, o de respeto ante los pobres que carecen de ese pan, pero lo más posible es que haya aquí un significado más hondo. Las sobras son señal inequívoca de la saciedad y también signo elocuente de la abundancia. El profeta está anunciando que, cuando se cree en la Palabra, Dios es capaz de saciar a todos con abundancia que supera todos nuestros cálculos. El lenguaje de la abundancia contrasta con el modo humano usual de razonar. Cuando uno piensa mucho en el dinero que tiene ahorrado o en los alimentos que guarda en su despensa, casi siempre presiente que no le va a alcanzar. Dios razona de otro modo. Dios piensa desde el poder de amor y poder de creación que le es propio. Si nuestra mezquindad anuncia cuán limitados somos, su largueza proclama que él no tiene límites.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...