viernes, 10 de junio de 2011

EN BARILOCHE SE CREO O UN SATELITE

http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=7gzolvkjdhs#t=501s

JUBILADOS JAPONESES


arcelona (Redacción).- "Tengo 72 años y la probabilidad de vivir entre 13 y 15 más. En el caso de que la radiación me afecte, el cáncer tardaría entre 20 y 30 años en aparecer". Quien habla es Yasuteru Yamada, un jubilado japonés que ha decidido dar un paso adelante y se ha propuesto como voluntario para ayudar en la limpieza de la central nuclear de Fukushima. Sus argumentos no dejan lugar a dudas y asegura que ahora su generación tiene la obligación de pasar a la acción.

Según ha relatado a la BBC, Yamada se ha puesto en contacto por correo electrónico y por Twitter con viejos amigos de su quinta y con ellos ha creado el Cuerpo de Veteranos Especializados, que es el nombre que engloba a más de 200 ingenieros jubilados y otros profesionales, todos ellos de más de 60 años.

El grupo está creado y dispuesto a ayudar pero todavía tiene que convencer al gobierno japonés para que les permita actuar en la planta nuclear que sufrió el azote de un terremoto y su posterior tsunami el pasado 11 de marzo. Por lo que ha podido desvelar Yamada a la cadena británica, actualmente cuenta con el apoyo de un par de parlamentarios. "En este momento lo que puedo decir es que estoy hablando con muchos altos cargos del gobierno y de Tepco (la empresa que opera la planta)", revela. "Pero no puedo decir mucho más en este momento. Es un asunto políticamente muy, muy sensible".

La situación en Fukushima hoy, casi tres meses después del seísmo, es que sigue emitiendo radiación, que está previsto su cierre definitivo para enero de 2012 (aunque muchos tildan la previsión de excesivamente optimista) y que al menos tres de sus trabajadores se han expuesto a niveles de radiación mucho mayores a los asumibles por el cuerpo humano.

"No creo que yo sea particularmente especial", ha afirmado. "La mayoría de los japoneses tienen ese sentimiento solidario. La cuestión es si dar un paso adelante o quedarse aparte y observar", ha asegurado a la BBC. "Para dar ese paso necesitas muchas agallas, pero espero que sea una gran experiencia. La mayoría de los japoneses quieren ayudar de cualquier forma posible". En cuanto a la comparación con los kamikazes de la Segunda Guerra Mundial, Yamada simplemente sonríe y asegura: "No somos kamikaze. Los kamikaze fueron algo extraño, no hacían ninguna evaluación del riesgo. Iban a morir. Pero nosotros vamos a volver. Tenemos que trabajar pero morir nunca".

LA ENVIDIA


La envidia


La envidia es un pozo en el alma. No deja de ser una experiencia muy dolorosa para el envidioso (hemos hablado en algunas oportunidades de la tortura del envidiar), pero no lo es menos para el envidiado.

En los salmos hay muchas alusiones a esta experiencia, varios momentos en que los salmistas hablan de lo que uno podría pensar en una persecución fruto de la envidia. Por ej: “Afilan la lengua como la serpiente, esconden en sus labios veneno de víbora. Cuídame Señor de las manos del malvado” Sal 140. “Muchos son los que me odian sin motivo, los que me devuelven mal por bien y me acusan cuando busco el bien. No me abandones, Señor” Sal 38. “Todo el día retuercen mis palabras” Sal 56. ¿quién no ha tenido la experiencia de que por envidia o por lo que fuera, las palabras de uno son retorcidas, son cambiadas. Aún cuando se respete la literalidad de la palabra, se la interpreta para cualquier lado. “Solo planean daño contra mí, se ocultan, siguen mis pasos”. El envidiado también habitualmente es una persona observada por el envidioso.

Hay una experiencia dura en la vida que es justamente padecer las consecuencias de la envidia, y en este tiempo en que se ve mucha literatura en torno a la toxicidad en las relaciones, a la manipulación en las relaciones, a niveles tóxicos altos en los vínculos, me da la impresión de que esto ha aumentado como fenómeno, o está mas a la luz. O por lo menos, los estragos que genera la envidia son más nítidos, están más claros, más perceptibles.

Creo que ha aumentado la envidia porque ha aumentado la soledad. Y al aumentar la soledad fruto de esta sociedad individualista, esta experiencia de vacío, de sin sentido, de no ser, de inseguridad, de insatisfacción a veces nos interpela de manera compulsiva a envidiar los lugares, los roles, el brillo, la luminosidad de una persona que es amada o que es admirada, o que tiene bienes de algún tipo, en los cuales yo he depositado la esperanza de ser: de ser tenido en cuenta, de ser valorado, de ser querido.

Entonces, en el fondo, lo que se juega para el envidioso, es su propia baja autoestima, su propia experiencia de carencias de amor.

Lamentablemente, la literatura de autoayuda actual, no enfoca del todo el problema del envidioso desde esta perspectiva. No envidia el que quiere sino el que puede. En ese sentido, la envidia tiene un sustrato. Tiene atrás una cruz, una herida, una carencia fuerte. Y habitualmente lo que percibo en la literatura de autoayuda es la mirada hacia el envidioso como la de alguien que en absoluta libertad elige el camino del daño. Varias veces he intentado plantear el tema de si existen las personas malas. Para algunos sí existen. Para otros no: lo que existen son personas heridas que se vuelven malas a consecuencia de un gran dolor o de una gran carencia, o de algo que sobró.

Pero a veces cuando vemos el desempeño de algunas personas generalmente envidiosas o muy competitivas que caminan por la vida generando daño o dejando tras de si una estela de mucho dolor y sufrimiento, uno vuelve a recordar esas páginas en las que se trata de la toxicidad de estas personas como personas verdaderamente peligrosas, dañinas.

Vamos a hablar sobre este daño que hace la envidia. Está tan metida en este momento, que mucha gente va a buscar en prácticas esotéricas o mágicas o parapsicológicas, desactivar el daño que la gente presume que se le ha hecho a raíz de la envidia. Está en la piel de todos en este momento, y es bueno conversar sobre ello.



En nuestra conducta, en nuestro modo de ser, capaz que encontramos motivos para que los demás o alguien en particular nos envidie. Me refiero a los motivos que podemos llegar a analizar y cambiar. Si alguien es envidiado por la belleza física, no es algo que deba ser cambiado para que no lo envidien, pero hay personas hermosas que han ido opacándose a lo largo de la vida porque prefirieron no lucir su belleza para no soportar las consecuencias de la envidia, es decir, para no quedarse solos. Lo mismo pasa con personas muy inteligentes o que se destacan por algún talento en especial, y se van dando cuenta de que se van quedando solos porque están en medio del ‘veneno de víboras’, perciben estar en una red donde continuamente le tienden trampas, como hacían con Jesús, en este caso por la enorme influencia que El ejercía en el alma de las personas.

Motivos para que nos envidien puede haber siempre, porque en el intercambio de bienes espirituales, emocionales, intelectuales, físicos en la sociedad siempre va a haber alguien que puede llegar a desear lo que yo tengo, de la misma manera que puede haber alguien que tiene lo que yo deseo.

Pero me estoy refiriendo a analizar motivos para las personas que nos envidian que pueden ser modificados. Por ejemplo: hablamos demasiado de nosotros mismos, o somos demasiado vanidosos, o demasiado indiferentes, o soberbios, y tal vez sin intención o sin darnos cuenta, las personas que nos envidian han quedado como atrapadas en esta especie de conducta que nosotros tenemos y que podemos revisar. Quizá haya algo en nuestra forma de ser que irrite a los demás y no nos damos cuenta, quizá nuestra manera de hablar o de mirar , o nuestros comentarios pueden ser molestos. Hay por ejemplo muchas personas egoístas que tienen suerte en lo económico, y son objeto de envidia (¿por qué esta persona tan mala tiene tantos bienes que no se merece?): suscita en los demás una sensación de injusticia y eso hace que a esta persona se la comience a mirar mal, a criticarla, a envidiarla.

A la hora de descubrir que somos objeto de envidia de los demás, debemos estar atentos para darnos cuenta de qué es lo que incomoda de nosotros a los demás. Si no, podemos preguntárselo a los demás, incluso al que nos envidia, o pedirle a Dios que nos ilumine para descubrirlo. Al que nos envidia, es medio peligroso, porque justamente si alguien tiene una mirada distorsionada de nosotros por la envidia, puede que no sea muy lúcida ni muy objetiva su mirada. Pero también puede ser una pista para que nosotros también nos involucremos en la limpieza, en la purificación de este sentimiento, que a veces es muy destructor en la sociedad.

Muchas veces, tratando de hablar con esas personas con dulzura, tratando de acercarnos a ellas, o incluso si son vínculos más fuertes, podemos hablar sobre esas cuestiones y podemos así llegar a entender mejor ese rencor o esa envidia de que somos objeto. Y hacer eso antes que ir a un brujo a una parapsicóloga para que desaten el daño, tenemos nosotros mismos, en nuestra propia introspección, en nuestra propia reflexión, en nuestra propia inteligencia y en la inteligencia de los demás, la posibilidad de desatar los nudos con nuestra voluntad. Pero también es cierto que a veces hemos sido discretos, no pretendemos parecer superiores a los demás, no hemos sido competitivos ni egoístas, y sin embargo nuestros logros molestan.



Como aquella leyenda de la serpiente que perseguía a la luciérnaga para terminar con ella, porque no soportaba verla brillar, este es un pecado capital que los Padres de la iglesia llamaron “asedia”. Es la envidia ya no por bienes externos sino internos, que están en la identidad, en la esencia, en el perfume del otro. De ninguna manera la luciérnaga puede dejar de brillar. Y sencillamente porque brilla, suscita la feroz envidia de la serpiente que la quiere matar.



No ya desde el que envidia sino del que es envidiado: hay personas que le tienen mucho miedo a esta experiencia, y dejan de brillar con tal de no ser envidiadas, porque el envidioso suele desplegar armas bastante dolorosas, duras. Hay envidiosos torpes, y los hay refinados, que tienen una habilidad especial para detectar el punto donde va a doler más el comentario o la herida, o la actitud… Cual sea la estrategia que el envidioso desarrolla para comerse el brillo del otro, tiene una atención especial. A veces la envidia, cuando está demasiado tiempo trabajando en el alma de las personas, desarrolla hasta una inteligencia, una estrategia para destruir. Porque el envidiado es su enemigo. La envidia es capaz de cegar tanto como la ira. Y quienes han percibido los efectos devastadores que puede tener la envidia (incluso inconscientemente), dejan de brillar. Es un acto de autodefensa o de comodidad muchas veces: las personas no son naturales con sus dones o con sus bienes –y no se trata de ser vanidoso ni nada de eso-, no lucen lo que tienen, mas bien lo esconden. Y hasta las buenas noticias a veces no se comentan, o se comentan sin el agregado de la alegría que me producen, porque hay miedo a la envidia del otro. Obviamente, no vas a contar plata en la mesa del pobre, porque sería ser un desubicado. Pero muchas veces nosotros vivimos situaciones como las de la luciérnaga, y nos preguntamos por qué nos pasa esto si no hicimos daño a nadie, si lo único que hicimos fue seguir nuestro camino lo mas generosamente posible, y nos vamos a encontrar con aquellos que no soportan vernos brillar. Y cuando esto nos pase, no tenemos que dejar de brillar, no tenemos que dejar de ser nosotros mismos, no tenemos que abandonar nuestro camino para corrernos de la influencia de la envidia, porque eso es justamente lo que se busca. Tenemos que seguir siendo lo mejor de nosotros mismos, sin olvidarnos de aquellas cosas en las que somos lo peor. Sin olvidarnos de nuestras sombras, hay que seguir brillando, porque nuestra misión en la vida es encender una luz. Desde el momento en que fuimos concebidos, fuimos llamados a encender una luz, aunque sea pequeña, como la de la luciérnaga.



El fin muy cerca está, lo afrontaré serenamente, ya ves, yo he sido así, te lo diré sinceramente
Viví la intensidad y no encontré jamás fronteras jugué sin descansar y a mi manera.
Jamás viví un amor que para mí fuera importante tomé solo la flor y lo mejor de cada instante
Viajé y disfruté, no se si más que otro cualquiera si bien, todo eso fue a mi manera.

Tal vez lloré, tal vez reí, tal vez gané o tal vez perdí
ahora sé que fuí feliz, que si lloré también amé y todo fue, puedo decir, a mi manera.

Quizás también dudé cuando mejor me divertía quizás yo desprecié aquello que no comprendía
hoy sé que infierno fuí y que afronté ser como era y así logré seguir, a mi manera.
Porque ya sabrás que el hombre al fin conocerás por su vivir
no hay porque hablar, ni que decir, ni recordar, ni hay que fingir
puedo llegar hasta el final, A MI MANERA



'MÁS QUE MI DESTINO'

Abel Pintos


Un sueño, es mas que un sueño...es el deseo y la razón

es el camino más directo al centro de tu corazón.

Como una puerta que se abre...al mañana pero hoy...

la vida, no se termina...nunca se llega hasta el final...

tu mente quedara dormida...pero tu esencia seguirá...

buscando un tiempo y una forma y a mi lado volverás.......



volverás, a mi lado volverás, si me buscas y te busco

y me esperas y te espero volverás, a mi lado volverás

eres parte de mi alma y en tu cielo soy eterno

Es todo....así termino , no tengo más para decir

AMARTE ES MAS QUE MI DESTINO...y la razón de mi existir



Y si una lágrima derramo cuando canto ésta canción......

No la detengo porque es mi alma...que se va, se va con vos.











Tenemos algunas citas del Evangelio donde se describen estrategias sobre todo de los fariseos por la envidia que generaba Jesús. Jn 7,32, Jn 12,18-19 y muchas más, dejan advertir el corazón, el núcleo duro de la envidia: la envidia de la esencia de un ser. Eso es lo más dañino. Los fariseos han sido maestros de cómo se va tejiendo la estrategia de la envidia. El Evangelio nos dice “…permanentemente trataban de hacerle daño… o de tenderle trampas…porque no soportaban que se diera a conocer, que tuviera influencia en las personas.

En estos tiempos vivimos una demanda enorme de atención. Hay hasta quienes ponen en riesgo su vida con tal de despertar la atención de los demás sobre su persona. Creo que también en todos los lugares donde se producen fenómenos masivos –festivales por ejemplo- surge esta cosa compulsiva de llamar la atención de alguna manera, de ser mirado, de ser reconocido, aún cuando fuera a través de gestos o de actitudes negativas. Hay quienes sostienen que hasta se llega a delinquir con tal de obtener una limosna de atención o de fama. Y aunque esto en el fondo nos pueda generar mucha rabia, en realidad, y para pasar por la puerta correcta, lo que debiera suscitar, si es que no perdemos nuestra luz, es una profunda compasión, una gran pena de pensar hasta dónde puede deformarse una persona con tal de tener un mendrugo de afecto.

Para el que es objeto de envidia, lamentablemente lo más común y más cómodo es entrar en una suerte de ‘apagón’, sobre todo las personas que no tienen una personalidad agresiva o luchadora, sino que son pacíficas y/o les cuesta soportar el combate con otro cualquiera sea. Incluso a veces mantienen los vínculos por los que circula la envidia, y esas personas lo saben, pero tratando de proteger todo lo que pueda suscitar. Ese es un camino errado, porque cuando la persona comienza a transitar el camino de la envidia, es muy difícil que alguien pueda hacer algo desde uno para modificarlo, y entonces lo único que logramos achicándonos, es dejar al mundo sin nuestra luz, dejar de irradiar nuestro perfume, resignar nuestra esencia, nuestra misión en el mundo. En definitiva, es esclavizarnos. Y eso es lo que el mal quiere: ir tragando en su red lo bueno, lo noble, lo verdadero, lo bello, ya sea por miedo, ya sea por torcer la voluntad del que ama.

Son duras las experiencias de ser envidiado y de soportar el veneno y toda la cantidad de trampas que el envidioso teje en torno al envidiado, sobre todo en vínculos cercanos, o donde hay convivencia. Pero “No nos cansemos de hacer el bien, porque la cosecha llegará a su tiempo si no desfallecemos.” (Gal 6,9). El camino de retroceder, de achicarse, de acomodarse, de amoldarse al molde que el envidioso nos propone para dejar de brillar, no es un camino verdadero.

Está también el otro camino: el de devolver mal por mal: en cuanto detectamos que somos objeto de envidia (incluso a veces detectamos mal o percibimos exageradamente), muchas veces, no hacemos nada por tratar de descubrir si lo que estamos percibiendo es verdadero. Porque muchas veces yo soy el envidioso y proyecto sobre los demás esa tendencia a la envidia. O al revés: soy vanidoso, soberbio, y hasta me gusta que me envidien-. Hay gente que disfruta de ser admirada pero casi pisando el territorio de la envidia, y necesita de esa mirada envidiosa como una especie de adrenalina y estímulo para continuar en su carrera ascensora.

En definitiva: hay distintas patologías en torno a esta cuestión. Pero la más común suele ser la declaración de guerra, a veces implícita o tácita, a veces explícitas. En definitiva es como caer en la trampa y entonces nuestro brillo comienza a opacarse por esta actitud.

¿cómo pararnos entonces frente a la envidia de los demás? ¿Dónde encontrar los modelos para manejar esto que puede llegar a ser también doloroso y peligroso?

Una de las cosas que se propone desde la espiritualidad cristiana es la entrega: poner en manos de Dios estas heridas, este orgullo lastimado, este miedo a que nos hieran, este dolor de ser criticado a veces de manera difamante. Así como también hay otros sufrimientos que nos quitan la paz, como la enfermedad física, la humillación de un fracaso, una ilusión que se rompe… podemos tomar el camino de entregar en manos de Dios este soportar la envidia de los demás en lugar de alimentar el odio y dejarnos contagiar por el rencor.

“Ofrézcanse como una víctima viva, santa y agradable a Dios que sea el culto de ustedes, y no se acomoden al mundo presente. Mejor, transfórmense por la renovación interior” (Rom 12)



Ser envidiado es realmente una cruz, y el camino de la cruz está claramente marcado por Jesús. Yo creo que este es un mensaje universal. De diversos modos lo dicen las distintas religiones, y no debe haber otro camino, porque la armonía profunda de la vida es el amor, y si no entramos por el camino del amor, indudablemente nos vamos apartando del camino de la vida. Esto quiere decir que es posible la actitud del perdón a priori, es decir, aún cuando la persona que nos envidia no nos pida perdón. Hay que acudir y entrar en el territorio de la reconciliación. Perdonar es de alguna manera aceptar dignamente esa cruz, ese dolor que nos genera, y no responder desde la reacción sino desde la comprensión del problema. La reacción suele ser o fuga o lucha (rencor, odio, ira). Y cuando se comprende profundamente la vida, se descubre que la estructura activa de la vida y lo que únicamente vive es lo que produce vida, que es el amor. Lo que produce muerte muere. Por eso hay que perseverar. Porque en algún momento llegarán los frutos de esa perseverancia si tenemos paciencia para esperar y ver que la vida produce vida, y que el amor y el perdón producen una acogida que está por encima de cualquiera de las rupturas introducidas por el pecado. Por eso digo que hay que apelar al poder más grande, que no es la reacción, el rencor, sino el amor, en este caso manifestado a través del perdón.

Es posible incluso no solo aceptar el dolor de la herida que nos produce la envidia, sino también aceptar al envidioso, al que nos produce esta herida. Propiciar una reconciliación con quien está produciendo rupturas y daños no es una forma refinada de escapismo. No es que ‘aparento ser magnánima’, ni tampoco es una ‘venganza transfigurada’ (si así fuera, es el rencor y no el amor, o es la vanidad la que está motorizando esta actitud). La actitud que propongo es la que nace de un profundo convencimiento y una absoluta confianza en que solo el amor y el perdón pueden restablecer la armonía perdida en esta creación que está deteriorada y rota. También para los que odian o crean cruces para los demás, el amor es una fuerza unitiva, puedan o no recibirlo, puedan o no aceptarlo, puedan o no a lo largo de toda su vida abrirse a una experiencia amorosa. Yo tengo la convicción de que no hay ningún pecado histórico que pueda sofocar esa llama: la llama que se enciende en los crucificados que aceptan con dignidad y grandeza ese dolor, esa cruz y no permiten que la fuerza del rencor, de la envidia o de la destrucción, les tuerza el brillo que llevan en el corazón.

El perdón, la alabanza y la bendición son armas para protegerse de la envidia.

El perdón: decir vivir en una actitud de reconciliación, abrazar el bien por el bien mismo, no por lo que la fe nos da a ‘contraprestación’. Es ir mas allá de la fe útil, que busca una ventaja para nosotros mismos. Aquí es donde realmente se juega la fe como convicción de que el amor es la fuerza superior que mueve al mundo. Y eso es lo que Jesús ha venido a decir: la vida está construida sobre los cimientos del amor, y cuando hablamos de perdonar, y de aceptar y trascender los sufrimientos que la envidia nos provoca, incluso por amor al enemigo, ahí estamos comenzando recién a dar los primeros pasos en la fe, y a sustituir la reacción por la comprensión. Estamos llamados a algo más todavía, y es a ‘coser lo que el otro está rompiendo’ con su envidia.

La alabanza como forma de restablecer el orden de Dios: alabar a Dios por esa persona que nos tiene envidia es una oración maravillosa, porque levanta el corazón hacia Dios y lo saca de las angustias interiores y de las tristezas, y de los temores. Son los Salmos los que más describen el daño que puede hacer la envidia, y también los que más alaban al Señor.

La bendición. “bendigan a los que los maldicen”, dice Jesús. Hay que entrar por esa puerta estrecha, aunque da la impresión de que la fuerza de la envidia es muy grande.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...