lunes, 29 de abril de 2019

VIDEO BEATIFICACION - LA RIOJA 2019

HOMILIA DE LA BEATIFICACION DE ENRIQUE ANGELELLI Y COMPAÑEROS

Diócesis de La Rioja – ARGENTINA Beatificación de Monseñor Enrique Angelelli, de los Sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville y del laico Wenceslao Pedernera HOMILÍA Excelentísimo Cardenal Ángelo Becciu Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos La Rioja, sábado 27 de abril de 2019 “Este es el día que hizo el Señor: Alegrémonos y regocijémonos”. Queridos hermanos y hermanas, La invitación que la Liturgia nos renueva constantemente en este tiempo de Pascua, encuentra hoy en nosotros, reunidos en el solemne rito de la beatificación de cuatro mártires, una respuesta particularmente pronta y alegre. Nos alegramos y nos regocijamos en el Señor por el don de los nuevos Beatos. Son hombres que han dado valientemente su testimonio de Cristo, mereciendo ser propuestos por la Iglesia a la admiración e imitación de todos los fieles. Cada uno de ellos puede repetir las palabras del libro de la Apocalipsis, proclamadas en la primera lectura: “Ya llegó la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios y la soberanía de su Mesías” (Ap 12,10): el poder de Cristo resucitado, que, a lo largo de los siglos, por medio de su Espíritu, continúa viviendo y actuando en los creyentes, para impulsarlos hacia la plena realización del mensaje evangélico. Conscientes de esto, los nuevos Beatos siempre contaron con la ayuda de Dios, incluso cuando tuvieron que “sufrir por la justicia” (1Pe 3,14), de modo que siempre estaban dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pidiese razón de la esperanza que ellos tenían (cfr 1Pe 3,15). Se ofrecieron a Dios y al prójimo en un heroico testimonio cristiano, que tuvo su culmen en el martirio. Hoy a la Iglesia se complace en reconocer que Enrique Ángel Angelelli, Obispo de La Rioja, Carlos de Dios Murias, franciscano conventual, Gabriel Longueville, sacerdote misionero fidei donum, y el catequista Wenceslao Pedernera, padre de familia, fueron insultados y perseguidos a causa de Jesús y de la justicia evangélica (cfr Mt 5, 10-11), y han alcanzado una “gran recompensa en el cielo” (Mt 5,12). “¡Felices ustedes!” (Mt 5,11; 1Pe 3,13). ¿Cómo podríamos no escuchar dirigida a nuestros cuatro Beatos esta sugestiva manifestación de alabanza? Ellos fueron testigos fieles del Evangelio y se mantuvieron firmes en su amor a Cristo y a su Iglesia a costa de sufrimientos y del sacrificio extremo de la vida. Fueron asesinados en 1976 [mil novecientos setenta y seis], durante el período de la dictadura militar, marcado por un clima político y social incandescente, que también tenía claros rasgos de persecución religiosa. El régimen dictatorial, vigente desde hacía pocos meses en Argentina, consideraba sospechosa cualquier forma de defensa de la justicia social. Los cuatro Beatos desarrollaban una acción pastoral abierta a los nuevos desafíos pastorales; atentos a la promoción de los estratos más débiles, a la defensa de su dignidad y a la formación de las conciencias, en el marco de la Doctrina Social de la Iglesia. Todo esto, para intentar ofrecer soluciones a los múltiples problemas sociales. Se trataba de una obra de formación en la fe, de un fuerte compromiso religioso y social, anclado en el Evangelio, en favor de los más pobres y explotados, y realizado a la luz de la novedad del Concilio Ecuménico Vaticano II, en el fuerte deseo de implementar las enseñanzas conciliares. Podríamos definirlos, en cierto sentido, como “mártires de los decretos conciliares”. Fueron asesinados debido a su diligente actividad de promoción de la justicia cristiana. De hecho, en aquella época, el compromiso en favor de una justicia social y de la promoción de la dignidad de la persona humana se vio obstaculizado con todas las fuerzas de las autoridades civiles. Oficialmente, el poder político se profesaba respetuoso, incluso defensor, de la religión cristiana, e intentaba instrumentalizarla, pretendiendo una actitud servil por parte del clero y pasiva por parte de los fieles, invitados por la fuerza a externalizar su fe solo en manifestaciones litúrgicas y de culto. Pero los nuevos Beatos se esforzaron por trabajar en favor de una fe que también incidiese en la vida; de modo que el Evangelio se convirtiese en fermento en la sociedad de una nueva humanidad fundada en la justicia, la solidaridad y la igualdad. El Beato Enrique Ángel Angelelli fue un pastor valiente y celoso que, nada más llegar a La Rioja, empezó a trabajar con gran celo para socorrer a una población muy pobre y víctima de injusticias. La clave de su servicio episcopal reside en la acción social en favor de los más necesitados y explotados, así como en valorar la piedad popular como un antídoto contra la opresión. Icono del buen pastor, fue un enamorado de Cristo y del prójimo, dispuesto a dar su vida por los hermanos. Los sacerdotes Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville fueron capaces de individuar y responder a los desafíos concretos de la evangelización siendo cercanos a las franjas más desfavorecidas de la población. El primero, religioso franciscano, se distinguió por su espíritu de oración y un auténtico desapego de los bienes materiales; el segundo, por ser hombre de la Eucaristía. Wenceslao Pedernera, catequista y miembro activo del movimiento católico rural, se dedicó apasionadamente a una generosa actividad social alimentada por la fe. Humilde y caritativo con todos. Estos cuatro Beatos son modelos de vida cristiana. El ejemplo del Obispo enseña a los pastores de hoy a ejercer el ministerio con ardiente caridad, siendo fuertes en la fe ante las dificultades. Los dos sacerdotes exhortan a los presbíteros de hoy a ser asiduos en la oración y a hallar, en el encuentro con Jesús y en el amor por Él, la fuerza para no escatimar nunca en el ministerio sacerdotal: no entrar en componendas con la fe, permanecer fieles a toda costa a la misión, dispuestos a abrazar la cruz. El padre de familia enseña a los laicos a distinguirse por la transparencia de la fe, dejándose guiar por ella en las decisiones más importantes de la vida. Vivieron y murieron por amor. El significado de los Mártires hoy reside en el hecho de que su testimonio anula la pretensión de vivir de forma egoísta o de construir un modelo de sociedad cerrada y sin referencia a los valores morales y espirituales. Los Mártires nos exhortan, tanto a nosotros como a las generaciones futuras, a abrir el corazón a Dios y a los hermanos, a ser heraldos de paz, a trabajar por la justicia, a ser testigos de solidaridad, a pesar de las incomprensiones, las pruebas y los cansancios. Los cuatro Mártires de esta diócesis, a quienes hoy contemplamos en su beatitud, nos recuerdan que “es preferible sufrir haciendo el bien, si esta es la voluntad de Dios, que haciendo el mal” (1 Pe 3,17), como nos ha recordado el apóstol Pedro en la segunda lectura. Los admiramos por su valentía. Les agradecemos su fidelidad en circunstancias difíciles, una fidelidad que es más que un ejemplo: es un legado para esta diócesis y para todo el pueblo argentino y una responsabilidad que debe vivirse en todas las épocas. El ejemplo y la oración de estos cuatro Beatos nos ayuden a ser cada vez más hombres de fe, testigos del Evangelio, constructores de comunidad, promotores de una Iglesia comprometida en testimoniar el Evangelio en todos los ámbitos de la sociedad, levantando puentes y derribando los muros de la indiferencia. Confiamos a su intercesión esta ciudad y toda la nación: sus esperanzas y sus alegrías, sus necesidades y dificultades. Que todos puedan alegrarse del honor ofrecido a estos testigos de la fe. Dios los sostuvo en los sufrimientos, les ofreció el consuelo y la corona de la victoria. Que el Señor sostenga, con la fuerza del Espíritu Santo, a quienes hoy trabajan en favor del auténtico progreso y de la construcción de la civilización del amor. Beato Enrique Ángel Angelelli y tres compañeros mártires, ¡rogad por nosotros! Cardenal Ángelo Becciu Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos La Rioja, sábado 27 de abril de 2019 _________________ Oficina de Prensa Conferencia Episcopal Argentina

HOMILIA DOMINGO TERCERO DE PASCUA cC (5 de mayo 2019)

DOMINGO TERCERO DE PASCUA cC (5 de mayo 2019) Primera: Hechos 5, 27-32.40-41; Salmo: Sal 29, 2. 4-6. 11-12a. 13b; Segunda: Apocalipsis 5, 11-14; Evangelio: Juan 21, 1-19 Nexo entre las LECTURAS Cada Domingo (como dicen los textos) debería ser, una experiencia de encuentro con el Señor, con consecuencias concretas en el estilo de vida durante toda la semana… y así todas las semanas del Año. ¿Quiénes somos la comunidad cristiana?: a) somos unos creyentes -pecadores, pero creyentes- que nos reunimos cada primer día de la semana (el Domingo) en torno a Cristo Jesús; b) escuchamos su Palabra y nos alimentamos de Él mismo, en el Pan y Vino consagrados; c) alzamos la mirada hacia el Cielo, prefigurado en esa asamblea del Apocalipsis, que celebra con entusiasmo el triunfo del Señor, así nos unimos a sus himnos de victoria (por ejemplo, el Santo Santo Santo que lo cantamos en unión con los ángeles y los santos). Y a continuación… d) nos sentimos «enviados» para vivir la Caridad en nuestras ocupaciones diarias, como signo profético en medio del mundo, para dar testimonio de esta «aparición pascual» de nuestro Señor, y ser, en nuestros ambientes, levadura, fermento y sal: un espacio de libertad, de esperanza y de entrega fraterna. Signos, nosotros mismos, del Señor Resucitado. Si es así, echaremos las redes y no será en vano… y el mundo exclamará: ¡ES EL SEÑOR! Temas... La misión de la Iglesia. Cada evangelista muestra, a su manera, la misión universal de la Iglesia. San Juan en el evangelio de hoy recurre, siguiendo su estilo propio, a los símbolos. a) El mar como imagen del mundo y del conjunto de los hombres. b) Era común -en tiempos de Jesús y del evangelista-; e igualmente común, al menos entre griegos y romanos, la imagen de la nave... Los primeros cristianos, basándose en algunos textos del Nuevo Testamento (Lc 5,3; Mt 8, 23; Mc 1,17; Jn 21, 1-14), hablaron de la nave de la Iglesia. c) Hay otro símbolo que es exclusivo de Juan… al número de peces recogidos: 153. (Es conocido que, en la cultura contemporánea de Jesús, el símbolo numérico tenía un gran valor y era usado con no poca frecuencia. Ciento cincuenta y tres indica plenitud y totalidad. Se suele explicar de dos modos: 1 + 3 + 5 es igual a 9, que siendo múltiplo de 3 subraya la plenitud en grado sumo (3x3). Otro modo de explicar el valor pleno y total de este número es el siguiente: el múltiplo de 12 es 144; si a 144 sumamos 9 obtenemos 153. Es una manera de acentuar todavía más la totalidad). En resumen, la misión de la Iglesia, en el mar del mundo, no es otra sino la de ser pescadores de todos los hombres sin excepción y llevarlos al puerto seguro de la fe y de la eternidad. d) A esta imagen de la nave y de la pesca, sigue a continuación otra: la del pastor y las ovejas. Jesucristo, Buen Pastor, encomienda a Pedro: "Apacienta mis ovejas". Ezequiel había hablado del Dios como Pastor de Israel; ahora Jesús recurre a la misma imagen para hablar de sí mismo como Pastor de la Iglesia, y da a Pedro su misma misión. Buen Pastor es aquél que cuida, ama, protege, llama (Palabra) y apacienta a sus ovejas, y las defiende de los lobos hasta dar la vida (ser comido en la Eucaristía) por ellas. La misión de Pedro y de los pastores en la Iglesia es acompañar/ayudar para que todas las ovejas alcancen la salvación de Dios. Llamados a realizar la misión. En los Hechos de los Apóstoles (primera lectura) se realiza la misión mediante la predicación. Los apóstoles han predicado a Jesucristo, sobre todo el grande misterio de su muerte y resurrección, y las redes comienzan a llenarse de peces. Es tal la eficacia de la predicación, que las autoridades judías se asustan y meten a los apóstoles en la cárcel. "Pero Pedro y los apóstoles respondieron: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres". Quien ha recibido la misma misión de Jesucristo, ¿podrá renunciar a ella? ¿podrá igualarla a cualquier otra misión en la vida? A los apóstoles les parece imposible, y no tienen miedo a pagar cualquier precio por realizar su misión. Pero no se puede llevar a cabo la misión sin el culto, particularmente la actitud de adoración hacia Jesucristo, el Cordero degollado. "Digno es el Cordero degollado, de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza" (segunda lectura). Para que la misión de los apóstoles se realice plenamente, la predicación tiene que desembocar en el culto y del culto nace la misión (Concilio Vaticano II, beato mártir Enrique Angelelli). Conocer que Cristo ha muerto y resucitado por nosotros, sin llegar a adorarle como nuestro Dios y Señor, es dejar incompleta la misión, es no misionar. Sugerencias… La misión en el mundo. El mundo ha llegado a ser, en nuestros días, una aldea global. Para los medios de la información, de las finanzas, de las ideas y de las redes sociales, no existen fronteras. Una celebración/ceremonia pontificia puede verse/seguirse simultáneamente en cualquier rincón de la tierra y, gracias a internet, puedes entablar un chat sobre cualquier tema con hombres y mujeres a miles de kilómetros de distancia de tu habitación. Los cristianos, mediante todos estos instrumentos, entramos en contacto con personas que tienen otra visión de la vida, que viven según otros modelos de existencia, que practican otra ‘religión’ y aceptan otras creencias. Este fenómeno puede suscitar cierto estado de crisis en los discípulos misioneros (católicos)… puede, incluso hacernos caer en un cierto relativismo religioso… pero puede ser por mejor UNA ESTUPENDA OCASIÓN para poner en práctica, en grandísima escala y con los medios más avanzados, la misión universal de la Iglesia. ¿Cuándo ha tenido la Iglesia más medios para predicar a Cristo desde los tejados, con sus numerosísimas antenas? Estamos quizá ante el desafío histórico más imponente en la obra misionera universal de la Iglesia. Esta gran misión universal no la llevan a cabo unos pocos misioneros en tierras no evangelizadas; la puede llevar cualquier cristiano, tú mismo la puedes llevar adelante, desde tu casa o desde tu despacho, desde el lugar de trabajo o de descanso. Se ve claro que la misión universal de la Iglesia requiere que cada cristiano sea un hombre creyente que ame a Dios y a los demás como Cristo nos enseñó, y esté preparado para dar razón de la esperanza a quien se lo pida: en la calle, en la oficina, o en internet… en su vida, dando la vida… intentarán callar a los cristianos, pero no podrán callar el Evangelio (beato Carlos Murias, mártir). El culto de adoración. Tal vez se ha puesto el acento en Jesucristo amigo, maestro, modelo en cuanto hombre igual que nosotros, y se ha dejado un poco en el silencio la figura de Jesucristo, como nuestro Dios y Señor, el Cordero sacrificado que nos redime. Estas u otras razones, tal vez cada uno conozca muchas otras, han hecho bajar el sentido cristiano de la adoración. Esta semana debería ser una ocasión magnífica para renovar y recuperar el espíritu de adoración debida a Jesucristo. Nos dice el catecismo: "Por la profundización de la fe en la presencia real de Cristo en su Eucaristía, la iglesia tomó conciencia del sentido de la adoración silenciosa del Señor presente bajo las especies eucarísticas" (CEC 1379). ¿No habrá que avivar y reavivar la conciencia de esta presencia de Jesucristo Dios en la Eucaristía? El mismo catecismo añade en el no. 2145: "La predicación y la catequesis deben estar penetradas de adoración y de respeto hacia el nombre de Nuestro Señor Jesucristo". ¡Un momento de reflexión y examen para los catequistas y predicadores! El mundo, para renovarse, tiene necesidad de una Iglesia más adorante. María, Virgen y Madre, ruega por nosotros y acompáñanos en la misión… ven con nosotros a caminar… Área de archivos adjuntos

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...