jueves, 3 de mayo de 2018

HOMILIA DOMINGO SEXTO DE PASCUA cB (06 de mayo 2018)

DOMINGO SEXTO DE PASCUA cB (06 de mayo 2018)
Primera: Hechos 10, 25-27.34-35.44-48; Salmo: Sal 97, 1-4; Segunda: 1Juan 4,7-10; Evangelio: Juan 15, 9-17
Nexo entre las LECTURAS
La palabra clave de los textos de los pasados Domingos ha sido “vida”, la palabra clave del texto de hoy es “amor”. El amor del Padre se manifiesta en Jesús. Manifestar el amor de Jesús a la humanidad es responder a su amor y la misión de sus seguidores y seguidoras. "Quien no ama no conoce a Dios porque Dios es amor". Hermosa síntesis de la presente liturgia. La vida cristiana se desenvuelve en el círculo del amor, que comienza en Dios, se hace visible en Jesucristo, se dilata entre los hombres y retorna al mismo Dios. Siendo Dios amor, en Él está el inicio de todo movimiento de amor (segunda lectura). Jesucristo, encarnación de Dios Amor, llama a sus discípulos amigos, es decir, creados por el amor y para el amor (evangelio). El amor de Dios en Cristo a los hombres es abierto y universal, pues en el amor de Dios no hay acepción de personas, y a todos los quiere hacer partícipes de su Espíritu, fuerza y presencia (primera lectura).
Temas...
El ‘círculo’ del amor. "El amor consiste en que Él nos amó a nosotros" (1Jn 4,10). No se origina el amor en el corazón del hombre, sino en el de Dios. Dios es la fuente inextinguible y única del amor. Lejos de Él, el amor no merece tal nombre. Y todo amor verdadero ha nacido de Dios, y retorna a Dios, al modo del ciclo del agua que se evapora, llueve, nutre el caudal de los ríos y regresan, tras un largo recorrido, a su mismo origen. Dios está en el principio de todo amor, pero el amor cristiano pasa por Jesucristo…. el Padre descarga todo su amor en el Hijo, y el Hijo a su vez lo comunica a sus discípulos. "Como el Padre me ha amado, así los he amado yo a ustedes". Amigos de Jesucristo, ya no siervos, estamos ‘capacitados’ para amarnos mutuamente, con el amor nuevo e incontaminado del Padre, que nos concede ser hermanos de su Hijo. Dada la vocación del hombre a la vida y, dada la eternidad del amor, éste se orienta, ya en este mundo y sobre todo en el más allá, hacia su origen que coincide ahora con su fin: Dios mismo. Allí obtendremos el conocimiento verdadero de Dios y de todas las cosas en Él, que nos será concedido por la fuerza incontenible del amor.
Las características del amor. Un amor, primeramente, inmerecido. El amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios (segunda lectura), ni en que nosotros hayamos tomado la iniciativa de elegir a Jesucristo, como maestro y modelo de nuestra vida (evangelio), ni en que Cornelio y su familia eran dignos de recibir el evangelio y la fe en Jesucristo. Si así fuera, el amor no tendría su definición en Dios, sino en el hombre. Entonces, ¡qué distinta, qué pobre sería la definición del amor! En realidad, el amor se define desde Dios, quien nos lo concede gratuitamente, como la existencia, como la misión, como el destino último de la vida. Si mereciéramos el amor, no sería amor sino recompensa debida.
El amor además es creativo y universal, es sacrificado y gozoso. Crea la amistad, esa capacidad extraordinaria de amor mutuo y desinteresado, como el de Jesús a sus discípulos, como el de los discípulos hacia Jesús. Crea también la vocación, sea a la fe en el mensaje y en la persona de Cristo (primera lectura), sea al discipulado y al seguimiento de su estilo de vida y de su misión (evangelio). El amor es universal, porque no hace distinciones ni de temperamentos, ni de razas, ni de culturas, ni de cualidades. Se ama porque se ama, sin más, sin acepción alguna de personas (segunda lectura). El amor sabe de sacrificio, "porque nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos" y porque el amor exige la obediencia a los mandamientos del amado (evangelio). ¿Y no tuvo que sacrificar Pedro su mentalidad judía cuando, ante el don del Espíritu Santo a Cornelio y su familia, manda que sean bautizados en el nombre de Jesucristo? ¿Y acaso no debe sacrificarse el cristiano a quien se dirige la primera carta de Juan para poner por encima del conocimiento (la razón) el amor? El amor, finalmente, es gozoso. El gozo que siente Jesucristo de ser amado y amar a su Padre; el gozo de los discípulos, al saberse amados y al poder amar con el mismo amor de Dios. El gozo de Cornelio y los suyos que, investidos del Espíritu Santo, ensalzan con alegría la grandeza de Dios.
Sugerencias...
Amor y responsabilidad. ¡Palabras que evocan un libro de san Juan Pablo II sobre el amor humano, especialmente en el matrimonio y en la familia! Dos palabras que en la experiencia cristiana se entrecruzan y mutuamente se requieren: el amor por fuerza de su naturaleza es responsable; la responsabilidad auténtica se funda y mantiene sólo a base de amor. Una responsabilidad, que en el caso del amor cristiano, se configura en primer lugar como oración de súplica a Dios: "Señor, dame, concédenos el don del amor", porque en el amor no existen los autodidactas, somos eternos aprendices de Dios, nuestro único Maestro. Una responsabilidad que adquiere la forma de la constancia en el amor, porque no se contempla en el espejo de los amores solo sensoriales del gusto o de las novelas ni del me gusta… sino en las fuentes del amor permanente y fiel del mismo Dios. Una responsabilidad en el amor, nada fácil, y por ello, ha de apoyarse y fortalecerse en la acción del Espíritu Santo, que posee en sí la fuerza del amor. Al finalizar el período de Pascua nos viene bien, seguramente, un pequeño examen sobre el amor. Y luego... ¡manos a la obra!
En la ‘órbita’ del amor. La psicología enseña que el hombre busca un centro en torno al cual hacer girar su existencia terrena. Cuando ha logrado ese centro, que puede ser muy variado, adquiere la vida humana estabilidad, significado y una cierta armonía y felicidad. Cuando el centro en cuya órbita giramos es el amor, todo en la vida, todo sin excepción, queda enamorado, es decir, impregnado, embebido por el amor. Y entonces el sol del amor resplandece en el firmamento de nuestras horas y nuestros días, haciéndolos brillar con una luz duradera, regocijante, rejuvenecedora y gratificante. ¿Qué no puede hacer el amor, sobre todo si proviene del mismo Dios? Se ama en la escuela y en el trabajo, en la familia y en la vida social, en la enfermedad y en la vejez, en los momentos de dolor y en las horas de gozo. Se ama a los propios seres queridos, al vecino que pertenece a otro movimiento político, al compañero de trabajo que no va a Misa aunque es católico, al jefe de la oficina con su mal carácter, al chusma a quien todos los días encuentro en la parada del colectivo o en el súper, al policía que me llama al orden... No dejes pasar ocasión alguna para ejercitarte en el amor de verdad.
María, Madre del AMOR HERMOSO, ruega por nosotros que recurrimos a Vos.
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