martes, 6 de marzo de 2018

HOMILIA Cuarto Domingo de CUARESMA cB (11 de marzo 2018)

Cuarto Domingo de CUARESMA cB (11 de marzo 2018)
Primera2Crónicas 36, 14-16.19-23; Salmo: Sal 136, 1-6; Segunda: Efesios 2, 4-10; Evangelio: Jn 3, 14-21
Nexo entre las LECTURAS
“Tanto amó Dios al mundo...”: aquí está el mensaje que la Iglesia nos transmite mediante los textos litúrgicos ya cercanos a la Semana Santa y Pascua de Resurrección. Ese amor infinito de Dios ha recorrido un largo camino en la historia de la salvación, antes de llegar a expresarse en forma definitiva y última en Jesucristo (Evangelio). La primera lectura nos muestra en acción el amor de Dios de un modo sorprendente, como ira y castigo, para así suscitar en el pueblo el arrepentimiento y la conversión (primera lectura). La carta a los Efesios resalta por una parte nuestra falta de amor que causa la muerte, y el amor de Dios que nos hace retornar a la vida junto con Jesucristo (segunda lectura). En todo y por encima de todo está y debe estar el amor misericordioso de Dios manifestado en Cristo Jesús.
Temas...
Jesucristo, el amor del Padre. “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único”. La historia de Dios con el hombre, como se presenta en la Biblia, es una historia genial (ingeniosa y maravillosa) de amor. Dios que por amor crea, da la vida, elige a un pueblo para hacerse presente entre los hombres, se hace ‘carne’ en Jesucristo para salvarnos desde la carne... y el hombre que por orgullo rechaza el amor buscando ‘autocrearse’, ‘autodonarse la vida’, ‘autoelegirse’ en el concierto de las naciones por su potencia y su imperial ambición, ‘autosalvarse’ con la ciencia y la técnica, con la parapsicología y religiones cósmicas, dice el Papa Francisco “autorreferenciarse”. Es tan grave esta manera de vivir y pensar que hasta creen -algunos- que pueden decidir que no vivan los que empiezan a vivir en el seno de una madre por amorosa designación del amor de Dios.  Parecería que el hombre gusta decidir al revés del gobierno providente y amoroso de Dios. Dios quiere enseñarnos a deletrear en nuestra mente y en nuestra vida el verdadero amor, y -nosotros, el hombre- llevados por el pecado sólo queremos pronunciar el egoísmo, el odio y hasta la indiferencia a lo que no sea el propio yo (cfr. Mensaje de Cuaresma del Papa 2015). ¿Qué sucede, en el corazón humano, para que no pueda descubrir en Jesucristo la plenitud del amor de Dios? ¿Qué será que nos pasa que parece más rápido, pronto y fácil el vicio o desorden?
El amor busca el bien de la persona amada. Ante el pueblo de corazón rebelde, cerrado al camino de Dios, el amor divino adquiere manifestaciones que buscan llevar al hombre a la reflexión, al arrepentimiento y a la conversión. Así nos lo muestra la primera lectura: la actitud altanera del pueblo y el amor de Dios que permite la toma de Jerusalén, la matanza, el saqueo, la esclavitud y el destierro a Babilonia, llamándolos a la alianza. Dios actuó de esta manera, manifestación suprema de su amor, porque quiere llevar a los habitantes de Jerusalén a una auténtica conversión mediante el reconocimiento del amor divino. Dios manifiesta su amor dándonos la gracia, el don de la salvación para quien la acoge y la hace fructificar. Dios nos da su gracia para que practiquemos las buenas obras, las obras del amor, con las que respondemos a Su alianza. Como formidable educador del hombre y de los pueblos, Dios Nuestro Señor, nos acompaña amándonos con el único interés de encontrar reciprocidad de amor en el hombre. Sabe muy bien -Dios- que sólo en el amar (a Dios y al hombre) y ser amado reside la grandeza y la felicidad del hombre. (cfr.: San Ireneo de Lyon)
Sugerencias...
Convertirse al Amor. Los textos litúrgicos nos han mostrado que el amor para Dios es darse, entregarse, buscar el bien de la persona amada. Este amor no es el más frecuente entre los hombres, ni resulta fácil. Es más frecuente encerrarse en el propio yo siendo uno mismo sujeto y objeto de su amor. Es más frecuente ‘aprovecharse’ del otro (esposo o esposa, padre o hijo, amigo o amiga, acreedor o cliente, alumno o maestro, párroco o parroquiano...) para satisfacción del propio yo, de los propios intereses, gustos, pasiones. Es más frecuente buscar nuestro bien, que querer el bien de los demás y servirlos hasta la entrega de la propia vida; querernos a nosotros mismos en lugar de hacer el bien al prójimo. Es más pronto la tentación a no darse, no hacer algo por los demás, no ayudar a quien sufre necesidad, no colaborar en las diversas actividades de la evangelización, no buscar formas concretas de amar a Dios, a la Virgen santísima, a nuestros seres queridos, a nuestros hermanos en la fe, a los hombres independientemente de su religión, raza o condición. Hasta, a veces, parece pesado y difícil leer el catecismo, cultivar y hacer crecer la fe. Con todo, en la mayoría de los casos lo que es más frecuente y fácil no es lo mejor para el hombre y su dignidad. Hemos de convertirnos al Amor: ese amor que actúa en nosotros porque Dios nos lo regala y nosotros lo recibimos con gozo. Hemos de convertirnos al Amor, que nos saca de nuestro propio yo y nos pone ‘indefensos’ ante los demás para que vivamos por la fuerza del Amor. El Papa nos invita a la revolución de la ternura.
Cristiano igual a humano. Expresión del Papa en la Evangelii Gaudium. Bien podría decirse: "Cristiano soy y nada de lo humano es ajeno a mí". El concilio Vaticano II nos ha enseñado que “Cristo revela el hombre al hombre”. La auténtica humanidad del ser humano no la vamos a encontrar en los programas de la TV o en los artículos de la prensa, en la invasión sonora de una discoteca o en las reuniones masivas con un cantante famoso, en la fugacidad de la bebida y de la droga o en la falsa consistencia de una relación degenerada...En todos estos campos está muy presente el hombre, pero muy poco lo humano, los valores que dimanan de nuestra dignidad de imagen e hijo de Dios. San Juan Pablo II gustaba de repetir que “el hombre es el camino de la Iglesia”; y se podría añadir también que “el cristiano es el camino del hombre” el discípulo-misionero hace presente a Cristo, para que en Cristo nuestros pueblos tengan vida (cfr.: Aparecida). Por eso, alguien se atrevió a decir que "el tercer milenio o será cristiano, o simplemente no será", pues el hombre terminaría autodestruyéndose. Si esto es verdad, y lo es, ¿no vale la pena vivir a fondo la vocación cristiana? ¿Por qué no luchar para instaurar en la sociedad un verdadero humanismo, es decir, un cristianismo vivido con autenticidad? Beato Papa Pablo VI, invitándonos a vivir la Civilización del Amor (cfr.: Un Nuevo Sol). La Virgen, Madre del Amor Hermoso, nos proteja y acompañe. ¡Que venga con nosotros, a caminar!

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...