martes, 24 de noviembre de 2020

HOMILIA Primer Domingo de ADVIENTO cB (29 de noviembre 2020)

Primer Domingo de ADVIENTO cB (29 de noviembre 2020) Primera: Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2-7; Salmo: Sal 79, 2ac. 3b. 15-16. 18-19; Segunda: 1Corintios 1, 3-9; Evangelio: Marcos 13, 33-37 Nexo entre las LECTURAS Actitud vigilante entre la espera y la esperanza: aquí está el tema de las lecturas. El evangelio repite por tres veces: "estén prevenidos", porque no saben cuándo llegará el momento, cuándo llegará el dueño de la casa. En la primera carta a los corintios, Pablo habla de esperar la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que "los mantendrá firmes hasta el fin". La bellísima invocación a Dios del llamado ‘tercer’ Isaías (primera lectura) expresa el deseo de que el Señor irrumpa con su poder en la historia, como si se tratase de un nuevo Éxodo, recordando que "Tú, Señor, eres nuestro padre… y Tú, nuestro alfarero". Con el salmista pedimos la restauración, mucho mas necesaria, cuanto mucho nos duelen las injusticias, los proyectos de ley injustos que tienden a eliminar al prójimo, la cuarentena y esta pandemia que debilita nuestra voluntad: "Escucha, Pastor de Israel, tú que tienes el trono sobre los querubines, reafirma tu poder y ven a salvarnos". Temas... Una oración escuchada. ¡Qué grato es volver los ojos al pasado, a nuestro pasado en Israel, porque todos hemos nacido a la fe gracias a Israel, y reconocer nuestra voz en ese gemido del profeta: "ojalá rasgaras el cielo y bajaras" (Is 64,1)! Así suplica el corazón oprimido por la tristeza; así ruega el alma agotada en su esfuerzo; así se queja el hombre que ha palpado su límite y sabe que nada le queda, sino el horizonte de Dios. Aparentemente se trata de un mensaje de desesperación, pero es todo lo contrario. Cuando el hombre sólo cuenta con sus recursos y estos se le terminan llega la desesperación; pero si ese hombre cree en Dios, hace de su angustia un camino que le lleva más allá de sí mismo. Pues tal es la condición del ser humano: desesperarse en la cárcel de sí mismo, o trascender arrojándose en las manos de su Creador. El profeta nos enseña a escoger. Y lo más hermoso de esa oración es que sabemos que fue y que será escuchada. Fue escuchada ya, podemos decir si miramos el misterio del Verbo Encarnado, pues Él rasgó los cielos y bajó. Pero además será escuchada una vez más, la última y gloriosa, la definitiva, cuando el Cristo glorioso rompa los cielos, cuando los recoja como una tienda (cf. Is 40,22) y brille su majestad infinita el día último. Esta súplica, pues, abre el adviento de modo único, porque recuerda la primera venida y ya anuncia la última. Somos hechura de tus manos. Todo el adviento, que hoy empieza, va sellado con un tono de ‘bendita esperanza’. La esperanza no es simple ilusión; la esperanza no es simple proyecto. La esperanza nace en el borde mismo en donde nace también la desesperanza, esto es, allí donde sabemos cruda y profundamente qué somos y qué quisiéramos ser. Desde la conciencia viva de lo que somos aprendemos la distancia hasta lo que queremos ser. Las dos cosas se perciben en la meditación de Isaías: "nosotros pecábamos y te éramos siempre rebeldes" (Is 64,5): esto es lo que hemos sido; "sin embargo, Señor, tú eres nuestro Padre" (Is 64,8): este es el principio de lo que podemos ser. De aquí aprendemos varias cosas. Primera: nuestro pecado no destruye nuestro vínculo con Dios. Pecadores como somos, seguimos estando en sus manos, y él sigue siendo nuestro alfarero. El pecado no anula la soberanía de Dios. Segunda: el que nos hizo es quien sabe rehacernos. No haya para el hombre otra alternativa, porque no hay otro Creador. Tercera: si en las consecuencias del pecado aparece la injusticia, en la victoria sobre el pecado brillan la gracia y la misericordia. Por ello no hay modo de escapar de Dios. Como Él mismo dijo a santa Catalina de Siena: "en mis manos están para justicia y misericordia". Permanecer despiertos. Isaías pide la llegada de Dios; Jesucristo nos advierte sobre lo incierto de su visita. Todo sucede como diciendo que mientras unos sufren porque se retrasa otros viven como si nunca fuera a venir el Señor. Así vive el mundo, y las dos cosas las hemos visto una y otra vez. La visita de Dios se parece a la de un ladrón porque arrebata lo que creíamos poseer. Y la razón es que no somos poseedores sino administradores, como Jesús enseñó en más de un lugar. Para quien se cree dueño, Dios sólo puede ser un ladrón y su llegada es como un robo. Para quien se siente administrador, en cambio, la llegada de Dios es el término de sus fatigas; es el momento de cesar en su labor y pasar al banquete. Como sucede en la Eucaristía. Sugerencias... ¡Vigilancia! Llega la Navidad (faltan 26 días). En nuestra sociedad corremos el peligro de "pasar bien" la Navidad, como se pasan bien las vacaciones o un día de fiesta nacional. Es decir, vamos quizá a la Misa, porque "tradición obliga", adornamos nuestra casa con un arbolito de luces y un belén, festejamos en familia con un buen banquete, vemos en televisión algún programa relativo a las fiestas navideñas, hacemos hermosos regalos a nuestros amigos y seres queridos y recibimos regalos de ellos, reavivamos los lazos familiares en torno al hogar... ¡todas ellas, cosas buenas! Pero la sustancia de la Navidad, el misterio más sublime de la historia: Dios entre nosotros, Enmanuel, se nos escapa como agua entre los dedos de las manos o se diluye como el humo en nuestra mente superficial y poco propensa a la meditación profunda de las cosas que realmente valen la pena. Hoy la liturgia nos dice: ¡Atentos! Vigilen para no perder la ocasión de meditar en algo importante, de valorar debidamente el misterio que vamos a celebrar. ¡Vigilancia! Somos pecadores. No sabemos ni el día ni la hora en que vendrá el Señor al término de la historia, pero sí conocemos su venida en Belén. No vivamos no ocupados y ajenos del todo al Niño divino de Belén y al Señor de la gloria. Somos pecadores y por eso llevamos en nosotros la herencia al pecado y la posibilidad de atender al llamado de Dios. No dejemos de vigilar y que la llegada del Señor nos encuentre preparados, engalanados con el vestido adecuado para entrar en la boda. Somos pecadores: y la Navidad nos recuerda que el Hijo de Dios se ha hecho hombre para redimir al hombre de la esclavitud del pecado ¡Recordemos! ¡Vigilemos! Que la venida histórica de Dios entre los hombres reavive nuestra conciencia y nuestra necesidad de salvación. La Navidad no es sólo tiempo para sentimientos de ternura, de intimidad, de fiesta; lo es también para despertar del letargo nuestra conciencia y "hacer nacer" a Dios en nuestro corazón.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...