martes, 31 de octubre de 2017

HOMILÍA CONMEMORACIÓN DE LOS DIFUNTOS

Conmemoración de todos los DIFUNTOS, jueves (02 de noviembre de 2017)
La liturgia de la Palabra de este día tiene varias opciones
Nexo entre las LECTURAS
Los textos litúrgicos hacen referencia, de modo diverso, a la esperanza cristiana. El gran apocalipsis de Isaías (Is 24-27) nos dice que Yahvéh destruirá la muerte para siempre y los redimidos celebrarán un gran festín (Is 25, 6-7). San Pablo nos habla de los cristianos que "justificados por su sangre, seremos salvados de la ira" (Rom 5,10). Finalmente, Jesús nos dice que "su (de Dios) voluntad es que yo no pierda a ninguno de los que él me ha dado, sino que los resucite en el último día" (Jn 6,39).
Temas...
En la fe de la Iglesia, LA VIDA, no la muerte, es quien tiene la última palabra. Por eso, la muerte es vista no sólo como un término natural de la existencia, sino como un inicio de un modo nuevo de vivir en un mundo que nos es desconocido, pero en el que Dios nuestro Padre habita. Frente a la visión materialista del ser humano (todo acaba con la muerte; no existe nada después de ella), para el cristiano la muerte es un puente, una pasarela hacia la otra ribera de la vida, donde se encontrará en un abrazo con Dios y de nuevo con sus hermanos en la fe, que le han precedido en el tiempo. Como se dice en la recomendación del alma: "Y al dejar esta vida, salgan a tu encuentro la Virgen María y todos los ángeles y santos".
La destrucción definitiva de la muerte tendrá lugar con el fin de la historia. Con la victoria sobre la muerte, Cristo inaugurará su reino de vida sin fin, que es también reino de verdad y de felicidad. Sólo Dios sabe cómo y cuándo se verificará todo esto, pero nuestra ignorancia del modo y del tiempo, no disminuye en lo más mínimo nuestra certeza y confianza de que se realizará. "Al final de los tiempos -nos enseña el catecismo 1042- el Reino de Dios llegará a su plenitud. Después del juicio final, los justos reinarán para siempre con Cristo, glorificados en cuerpo y alma, y el mismo universo será renovado".
Inmortalidad, resurrección, salvación. "Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna" (CIC 1022). La resurrección de la "carne", tal como la entiende la Iglesia no es inmediata a la muerte, sino sólo al fin de los tiempos. En la muerte, el cuerpo del hombre (cadáver) cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera de reunirse con su cuerpo glorificado (cf. CIC 997). La resurrección aporta a la inmortalidad plenitud y totalidad, puesto que el alma es el alma de un ser humano con su propia historia, del que el cuerpo continúa siendo un elemento constitutivo por naturaleza. El alma no alcanzará totalidad ni plenitud hasta unirse de nuevo con su cuerpo, en la resurrección de los muertos. El cristiano, y cualquier ser humano, resucitará para la salvación o para la condenación, según sus obras: "Tú pagas a cada uno según sus obras" (Sal 62,13). Con palabras del catecismo: "Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo" (1023); pero "morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección" (1033).
Sugerencias...
El ‘culto’ cristiano a los difuntos. Es algo inscrito en el corazón del hombre el recuerdo y afecto de los vivos hacia sus seres queridos difuntos, pero el culto cristiano a los que ya murieron es algo más. Es creer que están vivos y que podemos continuar espiritualmente unidos a ellos. Es confiar-esperar en que algún día nos volveremos a encontrar en la eternidad y volveremos a renovar nuestro amor y comunión. Es tener la certeza de que desde el cielo nos acompañan e interceden por nosotros ante Dios en nuestras necesidades y tribulaciones de la vida. Es creer que participan ya del amor y de la gloria de Cristo resucitado y viven en una estable y permanente felicidad en compañía de los redimidos... aun cuando, estando en el Purgatorio, ellos mismos están en espera de esta plenitud. Por todo ello, celebramos exequias cristianas por los difuntos, visitamos y honramos sus tumbas, les traemos flores en diversas ocasiones del año, nos convocamos en celebrar una Misa en el aniversario de la muerte... Las formas de expresión cultual a los difuntos varían mucho de país a país, de cultura a cultura; lo importante es que, a través de esas formas, se exprese la única y misma fe de la Iglesia.
La actitud del cristiano ante la enfermedad grave y muerte de un hombre, sobre todo de los seres queridos. En medio del dolor y las lágrimas por la muerte del ser querido, el cristiano se ha de mostrar fuerte en la fe y de gran entereza humana y espiritual. Ha de intensificar en esos momentos su esperanza en la vida eterna y su amor al pariente enfermo y a Dios Nuestro Señor. ¿Cómo se puede manifestar ese amor? Mediante la presencia y cercanía al enfermo, sobre todo mediante la oración humilde para que se haga la voluntad de Dios, por más penosa que nos resulte. Es necesario no tener "miedo" de llamar al sacerdote, cuando sea el caso, y pedirle que atienda espiritualmente al enfermo y le administre el sacramento de la Unción de los Enfermos, si éste así lo desea. Con la seguridad de que el enfermo cristiano agradecerá esta muestra de amor de sus seres queridos. Tampoco se ha de tener "miedo" de hablar claramente al enfermo sobre sus condiciones de salud, sobre la proximidad de su partida de este mundo. Así el enfermo se preparará con serenidad a bien morir que es bien vivir y podrá, consciente y libremente, ofrecer su vida al Dios que se la dio, unirse en su dolor y muerte a Jesucristo que sufre y muere sobre el madero de la cruz.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...