lunes, 9 de diciembre de 2019

HOMILIA Tercer Domingo de ADVIENTO cA (15 de diciembre 2019)

Tercer Domingo de ADVIENTO cA (15 de diciembre 2019) Primera: Isaías 35, 1-6a.10; Salmo: Sal 145, 7. 8-9a. 9bc-10; Segunda: Santiago 5, 7-10; Evangelio: Mateo 11, 2-11 Nexo entre las LECTURAS En marcha hacia la venida de Cristo y después de la Gran Solemnidad de la Inmaculada, la liturgia nos sitúa hoy entre la espera y la esperanza. Juan Bautista era consciente de su misión de precursor, y vivía en la ‘esperanza' del Mesías, cuyo camino él preparaba; pero la esperanza no le daba certeza. Por eso, envió a Jesús una embajada: "¿Eres tú el que tenía que venir, o hemos de esperar a otro?" (Evangelio). Jesús satisface la pregunta del Bautista citando parte de uno de los poemas más bellos de la esperanza mesiánica: "Los ciegos ven, los cojos andan... y a los pobres se les anuncia la buena noticia" (Primera lectura y Evangelio). Santiago, en la segunda lectura, nos exhorta a la espera paciente de la venida del Señor, al igual que el labrador espera las lluvias que harán fructificar la siembra... (en Judea esas lluvias son tempraneras -inicio del otoño- y tardías -inicio de la primavera-). Temas... "¿Eres tú?". El que Juan el Bautista tenga que soportar en la cárcel esta oscuridad que Dios le impone, forma parte de su futuro testimonio de sangre. Él había esperado un hombre poderoso, que bautiza con Espíritu y fuego. Y en el evangelio aparece ahora un hombre dulce que «no apaga el pábilo vacilante». Jesús calma su inquietud mostrándole que la profecía se cumple en Él: en milagros discretos que aumentan la fe que persevera: «Dichoso el que no se sienta defraudado por mí». Quizá sea precisamente esta oscuridad impuesta al testigo, la razón por la que Jesús le alaba ante la multitud: Juan se ha comprendido-a sí mismo- como lo que realmente es, como el mensajero enviado delante de Jesús, el que le ha preparado el camino. Juan se ha designado a sí mismo como simple voz que grita en el desierto, anunciando el milagro de lo Nuevo que ha de venir; y efectivamente: el más pequeño en el reino que viene es más grande que él, que se ha considerado como perteneciente a lo Antiguo, y que sin embargo, como «amigo del Esposo», precisamente por tener la humildad de ceder el sitio y eclipsarse, ha sido iluminado por la luz de la nueva gracia. En algunos iconos del Bautista, éste aparece con María, la Madre de Jesús, que procede también de la Antigua Alianza y como pasan a la Nueva, están a derecha e izquierda del Juez del mundo. «El desierto se regocijará». En la primera lectura Isaías describe la transformación del desierto en tierra fértil como consecuencia de la venida de Dios. «Miren a nuestro Dios». El desierto es el mundo que Dios no ha visitado todavía; pero ahora Dios viene. El hombre es ciego, sordo, cojo y mudo, cuando todavía no ha sido visitado por Dios. Pero ahora los sentidos se abren y los miembros se sueltan. Los ídolos que se adoraban en lugar del Dios vivo eran, tal y como nos los describen los salmos y los libros sapienciales, ciegos, sordos, cojos y mudos; y sus adoradores eran semejantes a ellos. Estaban alejados del Dios vivo, pero ahora «vuelven los rescatados del Señor», son liberados de la muerte espiritual y renacen a la verdadera vida. Es a esto precisamente a lo que alude Jesús en el evangelio cuando describe su acción. Paciencia. Pero el retorno a Dios con motivo de su venida a nosotros, exige -como indica Santiago en la segunda lectura- la espera paciente. El labrador y la actitud paciente que normalmente le caracterizan, se nos ponen como ejemplo. El labrador aguarda pacientemente el fruto de la tierra, que, como dice Jesús en una parábola, crece por sí solo, «sin que él sepa cómo» (Mc 4,27). No atrae la lluvia con magia, «espera pacientemente la lluvia temprana y tardía». Santiago sabe que la paciencia cristiana no es una espera ociosa, sino que exige un «fortalecimiento del corazón», y esto no en un entrenamiento autógeno, sino «porque la venida del Señor está próxima». Paciencia significa no precipitar nada, no acelerar nada artificialmente, sino dejar venir sobre nosotros todo lo que Dios ha dispuesto (cfr. Is 28,16). Saber que «el Juez está ya a la puerta», no nos da derecho a abrirla bruscamente. Con gran sabiduría, a los cristianos impacientes, que no pueden esperar con paciencia la venida del Señor, se les dice que tomen como ejemplo a los profetas y su paciencia perseverante. Con el mismo derecho se podría invocar el ejemplo de la paciencia de María en su Adviento. La mujer encinta no puede ni debe precipitarse. También la Iglesia está encinta, pero no se sabe cuándo le llegará el momento de dar a luz. Sugerencias... Lo que Dios quiere para nosotros, también en este año 2019, es que “algo” cambie en nuestra vida. Si celebramos la venida de Jesús, una vez más, es porque queremos, confiamos y pedimos que repita sus signos mesiánicos ‘aquí y ahora’. En los días pasados se nos viene invitando a crecer en paz y en justicia. ¿Qué va a cambiar esta semana en nuestra persona, en nuestra familia, en la comunidad religiosa, en la parroquia? Porque los signos no pueden consistir sólo en palabras. De discursos ya estamos todos cansados. Tampoco Cristo Jesús respondió con un discurso a la pregunta del Bautista, sino apelando a las obras que hacía. En estos años: ¿Renovaste tu corazón con las obras de misericordia o con las Bienaventuranzas? ¿elegiste algún propósito para una vida nueva, para mostrar el amor de Dios a otros? Para nosotros será ‘buen Adviento’ y luego ‘buena Navidad’, o sea, celebraremos en profundidad la Venida del Señor, si en verdad entre nosotros alguien recobra la vista, la valentía, la esperanza. Si los que sufren sienten una mano amiga que les fortalece, si los que no saben lo que es amor lo experimentan estos días, si crece la ilusión de vivir en la Iglesia y en la sociedad, en las familias y en las personas. El retrato de los tiempos mesiánicos quiere repetirse hoy. Y, además, Dios quiere que los discípulos-misioneros no sólo nos podamos gozar que en nosotros mismos cambia algo, sino que seamos portavoces, anunciadores, colaboradores del cambio en este mundo, precursores de Cristo y de su Reino en esta sociedad en la que vivimos. Si ahora la gente volviera a preguntarse sobre Jesús: ¿es éste el que esperamos?, sería hermoso que se les pudiera contestar: "ahora a Cristo Jesús no le vemos ni le oímos, ahora no anda por la calle curando enfermos y resucitando muertos: pero miren a la Iglesia, mirad a esta familia cristiana, a esta comunidad de religiosas, miren a este cristiano sencillo pero valiente, miren a sus obras, observen cómo a su lado crece la esperanza y la gente se siente amada por Dios, y se les van curando sus heridas y su desencanto" (Santa Teresa de Calcuta, San Juan Pablo II). Esas son las señales de la Venida del Salvador. Eso es el Adviento y la Navidad. Cristo que viene y salva, ahora también a través de su comunidad de cristianos. Los tiempos mesiánicos empezaron miles de años, pero todavía tiene todo un programa a realizar. Nosotros, los cristianos, somos los que colaboramos con Cristo y la ayuda de su gracia para que se cumpla. Navidad viene con fuerza: Dios quiere transformar, consolar, cambiar, curar. Si cada uno de nosotros pone ‘su granito de arena’, la venida de Jesús Salvador será más clara en medio de este mundo, y la Navidad nuevamente es la gracia que renueva al hombre y al mundo, a la Iglesia y a todos.. La sociedad será más fraterna; la Iglesia, más gozosa; las parroquias más vivas: cada persona, más llena de esperanza. Virgen de la esperanza, ruega por nosotros

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...