lunes, 27 de julio de 2020

HOMILIA Domingo decimoctavo del TIEMPO ORDINARIO cA (02 de agosto de 2020)

Domingo decimoctavo del TIEMPO ORDINARIO cA (02 de agosto de 2020) INDULGENCIA PLENARIA de la PORCIÚNCULA Primera: Isaías 55, 1-3; Salmo: Sal 144, 8-9. 15-16. 17-18; Segunda: Rom 8, 35. 37-39; Evangelio: Mateo 14, 13-21 Nexo entre las LECTURAS Aunque la palabra no aparezca en los textos litúrgicos, la generosidad de Dios es tal vez la clave de los mismos. Generosidad de Dios que invita a participar gratuitamente en el banquete mesiánico: "Vengan, aunque no tengan dinero, compren trigo y coman sin pagar" (Is 55,1). Generosidad de Dios, revelada por Jesucristo al multiplicar los pocos panes y peces para miles de personas, saciar su hambre y todavía recoger doce canastos de sobras (Evangelio). Ante la generosidad de Dios, Pablo piensa que nada puede haber, ni en el cielo ni en la tierra, que pueda separarnos del amor del Padre manifestado en Cristo Jesús (cf. Rom 8, 38-39). Temas... 1. Abundancia, Regalo, Gracia - Las tres lecturas de hoy repican como campanas de pascua el tema del amor abundante de Dios. Nuestro Dios no es tacaño ni mezquino; es generoso, más allá de todo lo que podemos imaginar o afirmar. Y tal es su munificencia que a menudo da sin cobrar. La palabra clave del Nuevo Testamento y quizá de toda la Biblia lleva ese sello de lo gratis. Hablamos de la palabra gracia. - Esta idea del Dios dadivoso y magnánimo contrasta mucho con la idea del Dios de mente estrecha que muchos cristianos parecen tener en su cabeza. Según tal concepto, Dios estaría solamente a la caza de nuestros errores para llevar meticulosa cuenta de lo que hacemos mal o en qué fallamos. Está difundida la imagen de un Dios al acecho, amargado con la imperfección de su obra, mal dispuesto contra el hombre y predispuesto a condenarlo sumaria y definitivamente. Es una fuerte enseñanza de los satélites del mal (relativismo). - Frente a tal idea nos encontramos hoy con una invitación asombrosa y un llamado a la evangelización: “los que no tienen dinero, vengan, tomen trigo y coman; tomen leche y vino sin pagar”. Nuestro Dios es un Dios que conoce dos cosas: que necesitamos y que no podemos dar nada a cambio de lo que necesitamos. Es un Dios compasivo del cual quedó escrito en el evangelio: “vio Jesús a la muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos”. Amamos a Dios y Él multiplica panes, regala perdón, ofrece alimento a los hambrientos y enseña sabiduría sin cobrar. 2. Sí a las Necesidades, No a los Caprichos - ¿Por qué entonces estrechamos la idea de Dios? ¿Por qué la encogemos haciéndole como si pensara igual o peor que nosotros? Una razón es porque estos regalos de Dios tienen el propósito no sólo de calmar nuestras penurias sino de transformarnos a nosotros mismos. Y a veces pasa que queremos satisfacer el apetito, pero a la vez seguir siendo las personas que hemos sido. Queremos no un Dios generoso sino un Dios a nuestro antojo. No un Dios para responder a nuestras necesidades sino a nuestros caprichos. Por supuesto, el Señor no se presta a ese juego. - Si creer significa aceptar no sólo lo que Dios nos da sino, sobre todo, aceptar al Dios que nos lo da, uno entiende que no es posible acoger la gracia de Dios sin llegar a ser creaturas nuevas, dispuestas a vivir no según la lógica antigua del egoísmo y la satisfacción sino a la manera nueva, con la lógica de la donación y la santidad, como nos mostró Cristo. Y ahora especialmente nueva después de la pandemia y de la cuarentena. - El amor que Dios nos ha dado tiene expresión en regalos concretos, como el pan multiplicado o el perdón ofrecido, pero es ante todo un amor que quiere QUEDARSE en nosotros, habitar en nosotros. Ese amor es el don mismo del Espíritu Santo y de la Eucaristía, y de ese amor nada puede separarnos, como bien explica Pablo en la segunda lectura (de hoy). Sugerencias... El tema de la Providencia (abundancia, regalo, gracia) que se inclina con amor hacia las necesidades del hombre asoma en la Liturgia del día. El punto de partida es un trozo de Isaías (55, 1-3) que contiene la apremiante invitación divina dirigida a los hebreos desterrados en Babilonia para que no demoren volver a la patria por miedo a encontrarse en estrecheces. Dios proveerá largamente sus necesidades: «¡Vengan a tomar agua, todos los sedientos, y el que no tenga dinero, venga también! Coman gratuitamente su ración de trigo, y sin pagar, tomen vino y leche» (ib 1). Pero más allá de la comida y la bebida material es fácil presentir los bienes mesiánicos, que con frecuencia en el Antiguo Testamento se simbolizan en la abundancia de agua, vino, leche y grasa-mantequilla. Esto queda más claro aún en los versículos siguientes: «Presten atención y vengan a mí, escuchen bien y vivirán. Yo haré con ustedes una alianza eterna, obra de mi inquebrantable amor a David» (ib 3). Sí, Dios provee a las necesidades materiales de los hombres, pero mucho más a las espirituales; y ésta es la gran promesa reservada a los que, escuchando su invitación, acuden a Él; Dios establecerá con ellos una alianza eterna que tendrá su cumplimiento en Jesús, el Mesías. El Evangelio del día (Mt 14, 13-21), en un cuadro sumamente pintoresco, presenta la realización de esa promesa. Jesús, desembarcando en lugar solitario, se ve rodeado de una muchedumbre de gente (pobre) que lo ha seguido hasta allí llevando consigo a los enfermos con la secreta esperanza de hallar en Él la comprensión y el socorro que tanto necesitan. Así vienen HOY todavía al Señor en la Iglesia en los días dolorosos de la “cuarentena”. Y el Señor «compadeciéndose de ella, sanó a los enfermos» (ib 14). Los sana sin que se lo pidan (así debemos estar solícitos nosotros ahora especialmente), porque llevar hasta aquel lugar alejado a los enfermos es una buena acción y una tácita expresión de fe. Entretanto atardece y los discípulos le dicen preocupados: «Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos» (ib 15). Para ellos era el modo más sencillo y natural de remediar el hambre de aquella gente; pero Jesús tiene otro mucho más sencillo y caritativo, que sólo Él está en situación de facilitar. No manda a comprar, sino proveer; y así los discípulos oyen que les dice: «No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos» (ib 16). Sólo tienen cinco panes y dos peces; que los entreguen a Jesús y verán cómo producen no el ciento, sino el mil por uno: «pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse» (ib 19-20). Aunque el hombre, por su limitación y pobreza, pueda hacer poco en favor de sus hermanos, Dios quiere que este poco lo haga enteramente y con todo el corazón; Él se ocupará de multiplicarlo. Nos ayuda a meditar el texto de la Segunda Lectura (Rm 8, 35): La esperanza de la muchedumbre que había seguido a Cristo olvidada del hambre no quedó malograda; se realizó para ella la palabra de Isaías: «compren y coman sin pagar»; y no sólo en sentido material, porque Jesús al mismo tiempo que multiplicaba los panes para alimentar los cuerpos, dispensaba su palabra para alimentar los espíritus. El que sigue resueltamente a Cristo halla en Él todo lo que precisa para la vida terrena y para la eterna. Pero hay que seguirlo con fe inquebrantable, apoyado en la certeza de su amor infinito. Entonces se comprende el grito apasionado del Apóstol: «¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?». Ni las adversidades de la vida personal, ni los trabajos afrontados por el apostolado podrán arrancar al discípulo de su Maestro, porque está convencido de que en su amor hallará la fortaleza para vencer cualquier dificultad. María, Virgen llena de gracia y modelo de esperanza, ruega por nosotros.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...