lunes, 15 de mayo de 2023

HOMILIA Solemnidad de la ASCENSIÓN DEL SEÑOR cA (21 de mayo 2023)

 

Solemnidad de la ASCENSIÓN DEL SEÑOR cA (21 de mayo 2023)

Primera: Hechos 1, 1-11; Salmo: Sal 46, 2-3. 6-9; Segunda: Efesios 1, 17-23; Evangelio: Mateo 28, 16-20

Nexo entre las LECTURAS

El nexo de las


Lecturas de este Domingo es la presencia… el fin de una manera de presencia y el inicio de una nueva manera de presencia. En la despedida de Jesús resucitado, Él se dirige a sus discípulos con estas palabras: "Dios me ha dado autoridad plena sobre cielo y tierra" (Evangelio). Al inicio de los Hechos de los Apóstoles, los discípulos preguntan a Jesús si es ahora cuando va a restablecer el reino de Israel, a lo que Jesús responde: "No les toca a ustedes conocer los tiempos o momentos que el Padre ha fijado con su poder. Ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo y serán mis testigos..." (primera lectura).

También es nexo la revelación y gloria de la Santísima Trinidad: el poder del Padre y fuerza del Espíritu, que son prerrogativas de las que Jesucristo glorioso también participa. En la carta a los de Éfeso, san Pablo pide que Dios nos conceda una revelación que nos permita conocerlo plenamente, que nos permita conocer que Cristo resucitado "está sentado a su derecha en los cielos, por encima de todo principado, potestad, poder y señorío... y que todo lo ha puesto Dios bajo los pies de Cristo" (segunda lectura).

Debemos ser de aquellos que invitan a los demás a esta fiesta divina, como lo hace el salmista: Pueblo elegido... Pueblo escogido... Pueblos de la tierra... Todos los pueblos... Gritos de alegría... aplausos... participar alegremente en esta aclamación de Dios… se trata de una reunión libre, de una "fiesta"… ¿participamos? ¿invitamos a otros a participar con nuestra vida y con nuestras palabras?... venimos de grandes fiestas, Domingo de Ramos, Semana Santa, Pascua de Resurrección, Buen Pastor… y seguimos de fiesta: Ascensión, Pentecostés, Cuerpo y Sangre de Cristo, Sagrado Corazón de Jesús, Santísima Trinidad, la misma fiesta de los Apóstoles san Pedro y san Pablo… ea!!!! hasta el Cielo no paramos.

Temas...

La Ascensión. Ascensión significa subida: hacemos una ascensión al pico de un monte. Jesús "sube" a la derecha del Padre "por encima de todo nombre conocido". Uno de nosotros (Cristo glorificado) ha sido introducido en el mismo ámbito de Dios: ¡claro que está por encima de todas las grandezas que los hombres ambicionamos: fama, autoridad, influencia...! Es cima no por poder/dominio, sino por mayor amor, amor sublime, amor misericordioso.

Y subió al cielo... Jesús no se elevó como los globos o barriletes que entusiasman a los pequeños, como un avión o una nave espacial. Así como la tierra es nuestra casa, llamamos CIELO a la "casa" de Dios: "Padre nuestro que estás en los cielos". Modos de decir: Dios no tiene una casa y una patria; está presente en todas partes. Jesús no fue arriba, ni abajo, ni adentro. Murió (con la muerte dejó, como cada uno de nosotros, nuestro mundo: este modo de vivir y de amar que conocemos y experimentamos) y pasó al modo de vivir y de amar de Dios, que está muy por encima de nuestras realidades. Por eso decimos que "subió al cielo". Y añadimos "está sentado a la derecha del Padre", asociado íntimamente a su vida y a su gloria.

Pascua y Ascensión. Celebramos la Pascua durante siete semanas. Hasta ese momento ponemos el acento en el hecho de que Jesús vive –es el Viviente por excelencia–, no nos ha dejado, está con nosotros. La Ascensión subraya su glorificación. La primera lectura lo describe con una hermosa pieza literaria; la segunda lectura afirma como profesión de fe: el Padre resucitó a Cristo de entre los muertos y lo sentó a su derecha (Resurrección y Ascensión constituyen un único acontecimiento); el evangelio, como en un cuadro magnifico, presenta al Señor de la gloria ejerciendo su soberanía: "Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra".

La Ascensión de Cristo es también nuestra elevación. En la Pascua celebramos la resurrección de Cristo y la nuestra; en la Ascensión, su exaltación y la nuestra: Él es totalmente para nosotros, los hombres. Los cristianos fuimos incorporados a Él por el bautismo. La segunda lectura lo afirma claramente: "la extraordinaria grandeza de su poder (del Padre) para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha". Estas celebraciones son fuente de vida, de gozo y de esperanza inagotables.

¿Qué hacen ahí plantados mirando al cielo? Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos. La Ascensión no nos evade de la vida cotidiana. No debemos embelesarnos mirando al cielo ni encerrarnos en la propia intimidad y gozar egoístamente del don de Dios. "El mismo Jesús volverá" y nos llevará con Él.

Entretanto debemos ser testigos de lo que vivimos y proclamar las maravillas que hizo Dios para que más gente de todas partes se hagan discípulos de Cristo, como bien lo anima el Salmo Responsorial. Recordemos que estamos en esta vida para amar y servir en obediencia a los mandamientos y gozar en la vida bienaventurada/eterna.

Sugerencias…

Misión cumplida: el triunfo de Cristo ¡"Jesús, el Señor, el rey de la gloria, vencedor del pecado y de la muerte, mediador entre Dios y los hombres, juez de vivos y muertos"! Esto es lo que afirmaremos de Jesús en el prefacio de esta fiesta de la Ascensión. Jesús ha triunfado. Ha sido glorificado. Ha cumplido su misión. Ha seguido su camino hasta el final, incluida la muerte... y ahora ha llegado a su plenitud y se muestra como cabeza de la nueva humanidad, constituido por encima de toda la creación y cabeza de la Iglesia. Como nos ha dicho san Pablo, "el Padre ha desplegado la eficacia de su fuerza poderosa en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo".

Es también fiesta para nosotros. Alegrémonos en este día de gloria para Cristo Jesús. Es también fiesta para nosotros, que somos sus discípulos misioneros, los miembros de su Cuerpo que es la Iglesia. El triunfo de Jesús nos reúne –uniéndonos– a todos para la vida en el tiempo y en la eternidad. Su Ascensión es ya nuestra victoria, nos ofrece la garantía de que también nosotros estamos destinados a los bienes del cielo. En Cristo Jesús nuestra naturaleza humana ha sido enaltecida y participa ya de algún modo de su misma gloria. Él nos ha precedido como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino (prefacio).

La fiesta de hoy nos debe llenar de optimismo. San Pablo nos ha invitado, en su carta, a comprender cuál es la esperanza a la que nos llama Dios, y cuál la riqueza de gloria que nos da en herencia a los que creemos en Cristo Jesús e intentamos seguirle en nuestra vida. Más aún: se puede decir que es fiesta y motivo de esperanza para la humanidad entera. Todos estamos incluidos en la victoria de Jesús, que nos da la medida del amor de Dios y de la capacidad de respuesta del hombre. La Ascensión nos señala el camino y la meta final: un destino de vida, no de muerte, aunque el camino sea a veces difícil y oscuro. El motivo principal de este optimismo es la promesa que nos hizo Jesús en su despedida, y que hemos escuchado en el evangelio de Mateo: ‘Sepan, conozcan, que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los días’. No se trata, por tanto, de una despedida, sino de una presencia continuada, aunque sea invisible. Su presencia, y además el don de su Espíritu, es lo que da fuerza a nuestra fe. Como dirá el prefacio, "no se ha ido para desentenderse de este mundo". La Ascensión no es un movimiento contrario a la Navidad (entonces "bajó" y ahora "sube y se va"): desde su existencia gloriosa, libre ya de todo límite de espacio y de tiempo, es cuando más presente nos está Jesús, el Señor, como nos ha prometido.

Tenemos una tarea como comunidad cristiana. Además de ser un motivo de fiesta, la Ascensión es también el recuerdo de que Jesús ha dejado a sus discípulos, a nosotros, una tarea a realizar en este mundo. Los ángeles invitaron a los apóstoles a que no se quedaran mirando al cielo. Recibieron el encargo de continuar la misión de Jesús: hacer discípulos, bautizar, enseñar... Así como Cristo ha sido el gran testigo del Padre, ahora los cristianos lo tenemos que ser en cada generación, sinodalmente y con corazón misionero, animados por el Espíritu de Jesús: ‘Cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, recibirán fuerza para ser mis testigos’. Vivimos el tiempo que va desde la Ascensión hasta la venida gloriosa final de Cristo. Un tiempo de trabajo y responsabilidad, de tarea y compromiso (Beata Madre Tránsito). Los cristianos, amados por Dios y animados por la presencia de Cristo Jesús y de su Espíritu, debemos comunicar a los demás, de palabra y de obra, con un estilo de vida que resulte creíble y elocuente a todos, el mismo mensaje de Cristo (Beato Angelelli).

Se nos pide que seamos testigos de alegría y esperanza … que mostremos un amor desinteresado practicando las obras de misericordia… que seamos virtuosos, aferrándonos a la vida de Dios y al servicio del prójimo (Santos Jacinta y Francisco). Esto es para TODOS: sacerdotes, religiosos y los misioneros. Todos: los padres para con los hijos y los hijos para con los padres, los mayores y los jóvenes, los políticos, sindicalistas, choferes, profesionales de la salud y los escritores cristianos, alumnos y docentes, comunidad educativa, sindicatos y partidos políticos. Todos estamos llamados a seguir escribiendo esa historia que empezó hace como dos mil años y que será celebrado como Jubileo en el 2033. Lo que proclamamos estos Domingos en el libro de los Hechos de los Apóstoles fue como el primer capítulo. Nosotros, ahora, en el inicio del tercer milenio (san Juan Pablo II) tenemos que difundir, en el mundo, generación tras generación, la buena noticia del amor de Dios, de la salvación de Cristo y de su estilo de vida.

Miremos a Cristo glorificado, que se nos ofrece como alimento en la Eucaristía, y esto nos da fuerzas para seguir cumpliendo la tarea que nos ha encomendado… anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡VEN SEÑOR, JESÚS! … no soy digno que entres en mi casa, pero una palabra tuya BASTARÁ PARA SANARME. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección… ¡VEN SEÑOR JESÚS!.

FATIMA

 Las apariciones de 1917, precedidas por las del ángel (1915-1916): Oración del Ángel: “Dios mío, creo, os adoro y vos amo”. Oraciones y sacrificios por pecadores. Devoción trinitaria y eucarística.


(13 mayo 1917) Cueva de Iría. La Virgen les dice que aparecerá el día 13 de cada mes. Pide rezar el Rosario y hacer sacrificios por los pecadores: Dios está muy ofendido. Los tres irán al cielo. “Tendréis que padecer mucho, pero la gracia de Dios será vuestra fuerza”.


(13 junio) Algunas personas presentes. La Virgen pide rezar el Rosario diariamente. “Jesús quiere establecer en el mundo la devoción a mi Corazón Inmaculado”. “Os queréis ofrecer a Dios?” Muestra su Corazón en su mano derecha, con espinas. Después de la aparición, comienzan las dificultades.


(13 julio) Pide rezar el Rosario por la paz. Según narraciones posteriores de Lucía (las tres partes del secreto): Visión del infierno, hacer la consagración del mundo al Corazón de María, paz y guerra, persecuciones y martirio: “Mi Corazón triunfará” (lo pueden contar a Francisco y a nadie más). Jaculatoria: “Oh Jesús, por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Corazón Inmaculado de María”. Aumentan las dificultades.


(17 agosto) Después de ser liberados (fueron apresados el 13). La Virgen pide ir diariamente a la Cueva de Iría a rezar el Rosario. Promete un milagro para el mes de octubre.


(13 septiembre) Pide rezar el Rosario. Acude muchedumbre; algunos piden curaciones: La Virgen curará algunos durante año si se convierten. “En octubre… haré el milagro para que todos crean”.


(13 octubre) 50 mil personas. “Que no ofendan a Dios que ya está muy ofendido”. Pide Capilla. “Soy la Virgen del Rosario”, “la guerra terminará”. Lucía pide por los enfermos: algunos curarán si piden perdón. Se les aparece San José y el Niño Jesús bendiciendo el mundo. El sol se movió bruscamente muchas veces (numerosos testigos). Reacciones positivas y negativas.


Los tres videntes y sus vivencias (gracias) peculiares): Lucía veía y escuchaba, hablando con la Virgen; Jacinta veía y escuchaba; Francisco solamente veía (y después se lo contaban). Los tres hicieron un camino de transformación espiritual. No pedían curación para ellos. El mensaje y el buen ejemplo de los pastorcitos convenció a todos.


Jacinta: Jacinta muere en 1920 (nació en 1910). Se conmovía al oír hablar de Cristo crucificado y de la pasión. “Murió por nosotros”. Preguntaba: “Por qué fue clavado en la cruz?… Explícamelo cómo fue… No quiero que Jesús sufra más”. Su amor a María. Sacrificios por pecadores. En el proceso de canonización: alegre y servicial. Caridad con los pobres (daba su merienda). Hacía rezar el Rosario en casa. Enferma 14 meses. Confianza en Dios y en María (cuando enferma, tuvo aparición mariana y se lo contó a Lucía). Encargó a Lucía propagar la devoción a Corazón de María.


Francisco: Murió en 1919 (nació en 1908). Gozaba recordando a Jesús y María. Se sentía lleno de la luz de Dios en el alma. Muy sensible a que Dios había sido ofendido: “Me da mucha pena que esté triste… Si no pudiera consolarle… Sufro para consolar a Ntro. Señor y a Ntra. Señora… Lo ofrezco todo por los pecadores y por el Santo Padre… Ya me falta poco para ir a cielo y allí podré consolar a Ntro. Señor y Ntra. Señora”. En el proceso de canonización: contemplativo, callado, deseoso de Eucaristía, sacrificios, caridad con los pobres. Sensible al pecado del mundo, consolar a Dios.


Lucia: Nació en 1907. A los 14 años inició su formación primaria con las Doroteas y luego pasó a España, Tuy y Pontevera, 1921 y siguientes; profesión perpetua en 1934; regresa a Portugal en 1946; entró en las Carmelitas de Coimbra (1948). Fue a Fátima en la visita de Pablo VI y Juan Pablo II (murió en 2005). Depositaria del testimonio de los dos hermanitos. Anuncia “el misterio de amor de Dios… todos somos hijos del mismo Dios”. Ofrece la propia vida para superar el mal. Propaga devoción al Corazón Inmaculado de María. Escribe 20 años después de las apariciones siempre por obediencia: cuatro “memorias” sobre las apariciones de Fátima (1935, 1937, 1941 dos memorias). La redacción del tercer secreto (por obediencia) fue en 1944. Se expresa según su cultura y peculiaridad, con variantes, pero siempre coherente y objetiva en lo esencial.


La actitud de la Iglesia y la invitación de los Papas (visitas y mensajes): Aprobación inicial de los obispos portugueses. Actuaciones pontificias laudatorias: desde Pío XI a Papa Francisco.


La consagración del mundo al Corazón de María: Obispos portugueses (1931). Pío XII (1942, etc.), Juan Pablo II (1981, etc). Los “secretos” de Fátima (publicación del tercer secreto: 2000)


Resumen: Mensaje claro y concreto, oración (Rosario), sacrifico (reparación). En un contexto cultural e histórico, pero va más allá del tiempo y del lugar (pecado y persecuciones). Impacto permanente, local y universal. Una experiencia mística y un mensaje profético, con expresiones personales. Invitación (motivaciones) para vivir el Evangelio hoy (miserias y pecados de la humanidad), desde el amor de Dios (revelado en Cristo y expresado en el Corazón de su Madre).




HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...