domingo, 21 de febrero de 2021

HOMILIA Segundo Domingo de CUARESMA cB (28 de febrero 2021)

Segundo Domingo de CUARESMA cB (28 de febrero 2021) Primera: Génesis 22, 1-2.9.10-13; Salmo: Sal 115, 10. 15-19; Segunda: Romanos 8, 31-34; Evangelio: Marcos 9, 2-10 Nexo entre las LECTURAS El amor de Dios al hombre y del hombre a Dios, recapitula la liturgia de hoy. El amor de Dios a los discípulos que, después del primer anuncio de la pasión, les revela el esplendor de su divinidad (Evangelio). Amor misterioso, de Dios a Abraham, al infundirle una absoluta confianza en su providencia, frente al mandato de sacrificar a su hijo Isaac (primera lectura). Amor de Dios que no perdonó a su propio Hijo, antes bien lo entregó a la muerte por todos nosotros (segunda lectura). Amor, por otra parte, de Abraham a Dios, al estar dispuesto a sacrificar a su hijo único en obediencia amorosa (primera lectura). Amor de los discípulos en la disponibilidad para obedecer al Padre que les dice: Éste es mi Hijo muy amado. Escúchenlo (Evangelio). Amor de Jesús que nos salvó mediante su muerte e intercede por nosotros desde su trono a la derecha de Dios (segunda lectura). Temas... Un papá y un hijo. Las lecturas de hoy nos hacen meditar en la entrañable relación que une a un hijo con su padre. Era costumbre, ciertamente salvaje, de los pueblos de la antigua Palestina sacrificar a sus hijos como un medio de congraciarse con sus dioses. Los métodos de sacrificio eran horrendos en grado sumo, e incluían, por ejemplo, quemarlos vivos. El "escogido" para esta bárbara práctica solía ser el primogénito, porque en él se reunía no sólo el amor paterno sino la victoria sobre la esterilidad. Al parecer lo que subyace aquí es que un acto supremo de dolor al ofrecer algo debía "comprometer" al dios o los dioses para que también ellos cumplieran "su parte" en proteger o bendecir a los que hacían tales cosas. Ello explica por qué en la Biblia aparece tantas veces la prohibición, para nosotros obvia, de sacrificar a los hijos. Uno puede leer por ejemplo Dt 18,10-11: "No sea hallado en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni hechicería, o sea agorero, o hechicero, o encantador, o médium, o espiritista, ni quien consulte a los muertos". Aquí se condenan juntamente dos prácticas que eran comunes en Canaán. Otro caso es el de Jefté que sacrificó a su hija (Jue 11,30-40) o el de Acaz que quemó a su hijo (2 Re 16,3), lo mismo que el espantoso Manasés (2 Re 21,6). En ese contexto y rodeado de ese mundo Abrahán siente una exigencia de llegar, de una manera casi inhumana, a su propio límite, y siente asimismo que está dispuesto a obedecer hasta el extremo. Y obedece. Abrahán obedece hasta el extremo. Por otra parte: es fácil escandalizarnos y murmurar de las bárbaras prácticas de otras sociedades. "¡Qué salvajes! ¡Sacrificar a un niño inocente para asegurar el éxito de un proyecto de su padre!". Pero es lo mismo que hoy se hace en muchas partes, todos los días. Ejemplo, dolorosamente común: una mujer adelanta estudios universitarios. Queda embarazada. ¿Solución? ¡Que aborte!. Dicen…ese niño no puede dañarle la carrera a ella. El niño es sacrificado atrozmente para que el proyecto personal de la madre, o del que embarazó a la madre, no se dañe. Seguimos en Canaán. Tanto dolor… hay necesidad de actos de amor, reparación y desagravio, podemos vivir con esta intención la penitencia propia de esta Cuaresma 2021. Un hijo y un papá. En el evangelio de hoy aparece en otra clave el tema de papás e hijos. Esta vez se trata del Papá por excelencia y del Hijo por excelencia. La transfiguración nos deja entrever el misterio de este Hijo en quien brilla la donación de amor que le ha hecho su Padre, y el misterio de este Padre en la donación de amor que le hace su Hijo. Este precioso misterio, que ha sido llamado "luminoso" por el Papa san Juan Pablo II, nos introduce en la dinámica de la donación de vida y donación de amor propias del ser de la Trinidad. Y en ese misterio se gesta nuestra propia salvación. La palabra "Padre" es la palabra que sella la obra de la redención. Cuando Dios es mi Padre, mi Papá, mi Papito, mi Abbá, ¡se acabaron las distancias! Ya Dios no es mi rival ni mi estorbo; ya no es una idea lejana ni una energía sin nombre, ya no es un recuerdo de otra cultura ni una ideología para dominarme. Cuando Jesús me introduce en su modo de amar al Padre y en el modo de amar de Dios, mi Padre, ha quedado rota la mentira de suspicacia con que la serpiente satánica pretendía que yo desconfiara de mi Creador. Jesús conmigo, contigo… inicia la CIVILIZACIÓN del AMOR. Por eso nos dice también san Pablo: "Si Dios está a nuestro favor, ¿quién estará en contra nuestra? El que no nos escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no va a estar dispuesto a dárnoslo todo, junto con su Hijo?" (Rom 8,31-32). Con esta certeza bien sembrada en el alma ya no caben los engaños del demonio, ya no tienen encanto las mieles del mundo, ya pierden su fuerza las seducciones de la carne. ¡Oh, gloria a Dios, que es Padre, y nos envió a su Hijo para mostrarnos su rostro, de modo que en Él se rehiciera la imagen perdida por el pecado! Sugerencias... La alianza entre Dios y Abrahán. El Antiguo Testamento está lleno de personas que se enfrentaron cara a cara con la invitación que les hacía Dios a vivir en comunión con Él, a colaborar con Él, a cumplir sus planes en favor de los demás. El Domingo pasado recordábamos la alianza de Dios con Noé, después del diluvio. Hoy estamos ‘admirando’ a Abrahán, "el padre de los creyentes": Dios le pidió cosas difíciles: que saliera de su tierra, para peregrinar a lo desconocido; que abandonara su religión pagana; que se fiara de su promesa de que le daría un hijo, a pesar de su avanzada edad; y cuando tuvo el hijo, Dios le puso de nuevo a prueba pidiéndole que se lo sacrificara. Abrahán lo aceptó, con obediencia total. Su disponibilidad tuvo el premio, la promesa de la bendición para él y su descendencia: "por haber hecho eso, por no haberte reservado tu hijo, te bendeciré... todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido". Misteriosos los caminos de Dios. Admirable la actitud de Abrahán. Diálogo difícil que se ha repetido a lo largo de la historia en tantas y tantas personas que han dicho "Sí" a Dios no solo en los días en que todo les iba bien, sino también en las pruebas y dificultades… mucho se nota en verdaderos mártires que en la pandemia del COVID siguen amando y sirviendo a los demás a pedido de DIOS. La verdadera Alianza por la obediencia de Jesús. Nosotros ‘admiramos’ todavía más la profundidad de la alianza en Cristo Jesús. El amor de Dios y la disponibilidad de Jesús llegan a la totalidad. Si al hijo de Abrahán, Isaac, se le perdona la vida, el plan de salvación de Dios y su nueva Alianza se cumplen con plena generosidad. Para salvar a la humanidad de su mal y de su pecado, Dios encuentra un camino asombroso: asume nuestro pecado, toma para sí nuestro castigo, reedifica los puentes rotos por nuestro pecado, restablece la amistad interrumpida por nosotros. El amor profundo de Dios vence a nuestro pecado con su propio dolor. El Hijo se entrega hasta el final, consiguiéndonos el perdón y la Nueva Alianza. Tenemos buen patrocinador/paráclito ante Dios. Podemos alegrarnos de la garantía que Él nos da. San Pablo ha cantado con entusiasmo un himno a este amor de Dios: "Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, ¿cómo no nos dará todo con El? ¿Quién nos condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, que está a la derecha de Dios y que intercede por nosotros?". Por parte de Dios la Alianza es firme. Y nunca como en el tiempo de Cuaresma lo recordamos más gozosamente: la entrega absoluta de Jesús en la Cruz y la apuesta por la vida que Dios hace resucitándole para nuestra salvación. La alianza es siempre costosa. Ahora bien, a Jesús le costó su obediencia. Le costó sudor de sangre, miedo a la muerte, soledad, lágrimas. También para nosotros el camino de la alianza con Dios puede resultarnos a veces oscuro y difícil. Abrahán no debió ‘entender’ los motivos por los que Dios le pedía el sacrificio de su hijo. Los apóstoles no lograron entender por qué Jesús les anunciaba tantas veces su muerte. Por eso la escena de la Transfiguración que hemos escuchado hoy puede interpretarse como una ayuda que Jesús hace a los suyos (nos hace), como una lectura anticipada del sentido de su Pascua. Y es que la Alianza pasa por la Pascua, y el camino de la Pascua es un camino serio. Como lo es el camino de toda amistad y de todo amor. La amistad y el amor no sólo saben de sonrisas y cercanías, sino también de entrega, fidelidad, sacrificio. No son buenos modelos de alianza los que encontramos en las relaciones humanas. No parecen muy creíbles y estables las varias alianzas políticas, o comerciales, o incluso -a veces- las matrimoniales. La Alianza que Dios ha sellado con la humanidad en Cristo Jesús sí es una Alianza firme, a la que en esta Cuaresma somos invitados a sumarnos con mayor claridad que en años anteriores. Cada año, en la Vigilia Pascual (3 de abril), somos interrogados sobre la lucidez con la que seguimos esta Alianza: ¿Crees en Dios, crees en su Hijo Cristo Jesús? ¿renuncias al pecado, al mal, a lo que no es Pascua, a lo que es antievangélico? La Pascua, para poder ser celebrada legítimamente, comporta esta actitud, sumándonos a la actitud de obediencia y novedad de vida de Cristo Jesús. La Eucaristía, viático hacia la Pascua. A nosotros, para animarnos en nuestro camino, no se nos aparece Jesús, rodeado de Elías y Moisés, en el monte de la transfiguración. Pero sí nos sale al camino como a los discípulos desanimados de Emaús, ofreciéndonos el alimento de la Eucaristía, el alimento de su Palabra y de su Cuerpo y Sangre. La Eucaristía, una Pascua ‘concentrada’, es nuestro "viático" para el camino. Para que, recibiendo como alimento al mismo Señor Resucitado, vayamos asimilando su Vida y su Alianza Nueva.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...