lunes, 4 de septiembre de 2023

HOMILIA Domingo vigesimotercero del TIEMPO ORDINARIO cA (10 de septiembre de 2023)

 Domingo vigesimotercero del TIEMPO ORDINARIO cA (10 de septiembre de 2023)

Primera: Ezequiel 33, 7-9; Salmo: Sal 94, 1-2. 6-9; Segunda: Rom 13, 8-10; Evangelio: Mateo 18, 15-20


Nexo entre las LECTURAS

El catecismo, basándose en el Concilio Vaticano II, presenta varios símbolos de la Iglesia: Redil, Labranza, Construcción, Templo, Familia, Cuerpo Místico de Cristo, Pueblo de Dios (cf. 753-757). La celebración litúrgica de hoy muestra una: la Iglesia-comunión. El texto evangélico elegido para este Domingo, está tomado del llamado discurso eclesial, cuyo núcleo es el amor fraterno. En la primera lectura, Ezequiel, constituido centinela del pueblo de Israel, siente la responsabilidad de corregir al hermano extraviado, para ser fiel a su vocación de vigía de la comunidad. San Pablo, dirigiéndose a los cristianos de Roma, no duda en afirmar rotundamente: "El amor es la plenitud de la ley".

Temas...

¿Corregir al hermano? "Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano". Es un consejo difícil el que nos da aquí Jesús.

Por una parte, nos cuesta sentirnos responsables de los demás. En general preferimos "dejarles en paz y ocuparnos de lo nuestro", tanto en la vida civil como en la eclesial. Es la postura típica de los que no quieren participar en la   vida de la comunidad, ni creen que deban ayudar a los que se van desviando del recto camino. Fue la postura de Caín: ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano? Y sin embargo, Jesús nos ha enseñado la importancia de la corrección fraterna oportuna.

Al profeta Ezequiel le urge Dios para que no calle, porque callando se hará responsable de la ruina de su pueblo. Dios le ha hecho "centinela" que ayude a sus hermanos, que sepa dar la alarma cuando vea que es necesario, y les recuerde que no se han de desviar de los caminos del Señor. ¿Para qué sirve un centinela que no avisa? ¿para qué sirve un perro guardián que no ladra cuando vienen los extraños?

Jesús concreta esta obligación de un hermano para con su hermano, de un miembro de la comunidad para con otro. Nadie es extraño para mí: me debo sentir corresponsable del bien de los demás. Si mi hermano va por mal camino, debo buscar el mejor modo de ponerle en guardia y animarle a que recapacite. El procedimiento lo detalla el mismo Jesús, empezando por el diálogo de tú a tú, o sea, a modo de hermanos, sin agresividad, buscando el bien de la persona, no hablando a espaldas, ni aireando a los cuatro vientos los defectos de los demás, sino teniendo la valentía de hablar a la persona concreta.

Somos hermanos. El amor al hermano no se muestra sólo diciéndole palabras amables y de alabanza –que es de esperar que sean las más–, sino también, cuando haga falta, con una palabra de ánimo o de corrección. El silencio a veces puede ser complicidad. Eso les pasa, en un nivel eclesial, al Papa o a los pastores de la Iglesia cuando en conciencia tienen que llamar la atención sobre direcciones peligrosas que van en contra del evangelio o de la dignidad humana.

Pero también nos puede suceder en niveles más domésticos:

*      en la vida de una comunidad cristiana tenemos que participar y sentirnos corresponsables, porque no somos "sociedad anónima"; tenemos muchas ocasiones de colaborar con nuestra voz y nuestro trabajo a mejorar las cosas (¿equipos parroquiales, consejos parroquiales?);

*      en la vida de familia, el marido y la mujer pueden ayudarse con la oportuna palabra de ánimo y con una corrección hecha desde el amor; el diálogo entre padres e hijos puede ser enriquecedor y correctivo, en ambas direcciones;

* en una comunidad religiosa, una palabra a tiempo puede a veces evitar desvíos que llevarían a consecuencias irreparables;

*      los amigos son buenos amigos también cuando contribuyen a que el amigo madure, recapacite y vaya corrigiendo sus defectos.

También habrá que recordar que cuando somos nosotros los que recibimos algún día una palabra de corrección, tendremos que reaccionar bien: de momento nos suele saber mal que nos digan que algo no va bien, pero seguro que nos ayudará a mejorar. Nuestros defectos, muchas veces, los conocen mucho mejor los demás que nosotros mismos.

Desde el amor. Eso sí, la corrección fraterna debemos hacerla con amabilidad. No se corrige al hermano echándole en cara sus defectos. Una cosa es mostrarse indiferente, descuidando la caridad fraterna, y otra convertirse en inquisidores entrometidos o que actúan por despecho. Una cosa es ser centinela que avisa –se supone que en contadas ocasiones– del peligro que acecha, y otra erigirse en juez moralizador o en dueño del bien y del mal.

La clave nos la da Pablo en la segunda lectura: el amor, la ley fundamental del cristiano: "A nadie le deban nada, más que amor... amarás a tu prójimo como a ti mismo. Uno que ama a su prójimo, no le hace daño". El que ama sí que puede corregir al hermano, porque lo hará con delicadeza, lo hará no para herir, sino para curar, y sabrá encontrar el momento y las palabras. No sólo verá los defectos sino también las virtudes. Y por eso, porque ama y se preocupa de su hermano, se atreve a corregirle y ayudarle. Como un padre no siempre calla, sino que habla y anima a sus hijos, y, si es el caso, les corrige, ayudándoles a cambiar y haciéndoles fácil la rehabilitación. Como el educador hace lo mismo con sus alumnos y el amigo con su amigo.

Con ello imitamos a Jesús, que supo corregir con delicadeza y vigor a sus discípulos, en particular a Pedro, y logró que fueran madurando en la dirección justa. Con amor y desde al amor.

Sugerencias...

El amor es la plenitud de la ley. Cada parroquia, cada comunidad eclesial, cada familia, es auténtica si hay entre sus miembros verdadero amor a Dios y verdadero amor recíproco. Debemos ser, ante todo, un proyecto visible de la respuesta de amor de los hombres a Dios y mostrar el amor de Dios al hombre. La primera ocupación del párroco y de los parroquianos, de un padre de familia, de un empleador cristiano habrá de ser, no que funcionen bien ‘las actividades’, sino que cada uno abra su mente y su corazón a Dios y lo escuche en el interior de su conciencia. Después vendrá todo lo demás, como por añadidura: asistencia a la Misa dominical, recepción de los sacramentos, amor sincero a los hermanos e interés por su bien y felicidad, organización de actividades, acción benéfica y solidaridad con los necesitados, beneficencia, espíritu de colaboración, buen salario, servicio entre todos, buen descanso, las obras de misericordia, etcétera.

La corrección fraterna. En la enseñanza de Cristo, la corrección fraterna hace concreto el amor a los hermanos. En una diócesis, en una parroquia, en una comunidad religiosa, en un barrio –entre cristianos– no todo ni todos/todas serán perfectos y siempre habrá cosas y comportamientos que se puedan mejorar. La corrección fraterna tiene aquí su razón de ser: responder, como individuos y como comunidad, lo mejor posible a la vocación cristiana y eclesial que hemos recibido. ¿Cómo? No parece acertado el camino de la murmuración, de la maledicencia o de la rebeldía, ni el del chisme, (Papa Francisco) que ciertamente no es nada cristiano. La respuesta al cómo admite muchísimas variaciones, que serán todas buenas si se realizan con respeto, prudencia y caridad sincera. "El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley".

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

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