jueves, 26 de julio de 2018

SANTOS JOAQUIN Y ANA - DIA DE LOS ABUELOS

San Joaquín y Santa Ana, Memoria. MEDITACIÓN Hoy la Iglesia celebra a los padres de la Virgen María, los abuelos de Jesús: los santos Joaquín y Ana. En su casa vino al mundo María, trayendo consigo el extraordinario misterio de la Inmaculada Concepción; en su casa creció acompañada por su amor y su fe; en su casa aprendió a escuchar al Señor y a seguir su voluntad. Los santos Joaquín y Ana forman parte de esa larga cadena que ha transmitido la fe y el amor de Dios, en el calor de la familia, hasta María que acogió en su seno al Hijo de Dios y lo dio al mundo, nos los ha dado a nosotros. ¡Qué precioso es el valor de la familia, como lugar privilegiado para transmitir la fe! Refiriéndome al ambiente familiar quisiera subrayar una cosa: hoy, en esta fiesta de los santos Joaquín y Ana, se celebra, tanto en Brasil como en otros países, la fiesta de los abuelos. Qué importantes son en la vida de la familia para comunicar ese patrimonio de humanidad y de fe que es esencial para toda sociedad. Y qué importante es el encuentro y el diálogo intergeneracional, sobre todo dentro de la familia. El Documento conclusivo de Aparecida nos lo recuerda: “Niños y ancianos construyen el futuro de los pueblos. Los niños porque llevarán adelante la historia, los ancianos porque transmiten la experiencia y la sabiduría de su vida” (n. 447). Esta relación, este diálogo entre las generaciones, es un tesoro que tenemos que preservar y alimentar. En estas Jornadas de la Juventud, los jóvenes quieren saludar a los abuelos. Los saludan con todo cariño. Los abuelos. Saludemos a los abuelos. Ellos, los jóvenes, saludan a sus abuelos con mucho afecto y les agradecen el testimonio de sabiduría que nos ofrecen continuamente. Y ahora, en esta Plaza, en sus calles adyacentes, en las casas que viven con nosotros este momento de oración, sintámonos como una gran familia y dirijámonos a María para que proteja a nuestras familias, las haga hogares de fe y de amor, en los que se sienta la presencia de su Hijo Jesús. VIAJE APOSTÓLICO A RÍO DE JANEIRO. CON OCASIÓN DE LA XXVIII JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD. PAPA FRANCISCO. ÁNGELUS / LA HORA DE MARÍA. Balcón del Palacio arzobispal, Río de Janeiro. Viernes 26 de julio de 2013

lunes, 23 de julio de 2018

Por Jesús M. Silveyra Escritor* Madagascar es una isla (la cuarta en tamaño del mundo), que se encuentra en el Océano Índico, a unos cuatrocientos kilómetros frente a Mozambique. Esta ex colonia francesa, que alcanzó su independencia en 1960, tiene una población de 25 millones de habitantes. Ubicado entre los diez países más pobres del mundo, con el 71% de la población debajo de la línea de pobreza y tres cuartas partes que vive con menos de 500 dólares al año, tiene el cincuenta por ciento de los niños mal nutridos y el cincuenta y uno por ciento tiene problemas de acceso al agua potable. Cifras del Banco Mundial que hablan por sí solas del nivel de marginalidad y pobreza. El misionero de la Congregación de San Vicente de Paul, Pedro Pablo Opeka, en 1970, con tan sólo veintidós años de edad, llegó por primera vez a la isla. Este sacerdote argentino, hijo de eslovenos (que emigraron a nuestro país luego de la segunda guerra mundial), comenzó así una historia de vida consagrada a los pobres que se extendería por más de cuarenta años de estancia en Madagascar. Luego de dos años de misión en el sur de la isla, viajó a Europa para completar sus estudios teológicos y en 1975 fue ordenado sacerdote en la Basílica de Luján, para retornar definitivamente y hacerse cargo de una parroquia en el sur de la isla. Desde muy chico aprendió el oficio de albañil de su padre y durante los quince años que pasó en aquél perdido lugar no sólo se ocupó de la formación de cientos de grupos de jóvenes (tanto en la espiritualidad como en el deporte, ya que Pedro era un eximio jugador de fútbol), sino que construyó escuelas, dispensarios e iglesias. En 1989, con su salud quebrantada por el paludismo (malaria), fue elegido para hacerse cargo del seminario en Antananarivo, la capital del país. El primer impacto que le produjo la ciudad fue la miseria circundante: gente viviendo en las calles y en los basurales de los suburbios en condiciones infrahumanas, donde los niños peleaban con los cerdos por un trozo de comida. Fue en ese momento que Pedro se dijo: “tengo que hacer algo, esta gente no puede vivir así, Dios no lo quiere, son los hombres los que lo permiten”. Así, según me diría: “cuando más débil me sentía, actuó más fuerte la Providencia”. Una mañana, a mediados de 1989, Pedro fue a las colinas de Ambohimahitsy, donde la gente vivía en casas de cartón próximos al basurero municipal, en un estado que describiría como de un verdadero “infierno”. La violencia, prostitución, el consumo de drogas y el alcoholismo, eran moneda corriente para aquella gente que repartía su vida entre los vicios, la mendicidad y el cirujeo en los basurales. “Un hombre me hizo pasar a su casucha de cartón de un metro veinte de altura”. Allí dentro, frente a un pequeño grupo, Pedro les dijo: “Si están dispuestos a trabajar, yo los voy a ayudar”. Y la gente aceptó la propuesta, dando comienzo “una historia de amor o aventura divina para salir de la pobreza”, como la definiría el padre Opeka. Con la colaboración de un grupo de jóvenes universitarios, nació la Asociación Humanitaria Akamasoa (que en lengua malgache significa: “Los buenos amigos”). Pedro consiguió tierras fiscales y ayuda económica para comprar materiales, alimentos, herramientas y semillas. Un grupo de las familias fue trasladado al campo para iniciar una nueva vida, naciendo así el primer pueblo de la Asociación, al que llamaron: “Don del creador”. Con las restantes familias que permanecían en los suburbios de la capital, iniciaron la construcción del segundo pueblo, llamado Manantenasoa (“Lugar de Esperanza”), comenzando a explotar una cantera y a levantar viviendas dignas para la gente. Hoy, luego de veintisiete años de intenso esfuerzo, los números reflejan los resultados obtenidos. Más de veinte mil personas viven en los cinco pueblos de la Asociación. Miles de chicos asisten a las escuelas y otros miles de personas trabajan en las distintas actividades de Akamasoa que van desde la explotación de canteras, fabricación de muebles y artesanías, hasta la prestación de los servicios comunitarios: educación, salud, y mantenimiento. Cada pueblo cuenta con su dispensario y tienen un hospital. Asimismo, desde su fundación más de quinientas mil personas han pasado por su Centro de Acogida, donde reciben ayuda temporal y son encaminados a reorientar sus vidas. A mediados de 2004, viajé al lugar para escribir un libro sobre la vida del padre Opeka. Su personalidad me impactó desde el primer momento, lo mismo que le ha ocurrido a quienes lo han propuesto varias veces para el “Premio Nobel de la Paz”. Pedro es un líder nato que combina valentía con dulzura, porque como dice él “ambas van de la mano”. A su condición de sacerdote misionero, agrega las de deportista, constructor y filósofo de la promoción social. “El asistencialismo, cuando se vuelve permanente (excepto en los casos de ancianidad, niñez o incapacidad) termina convirtiendo en dependiente al sujeto de la asistencia y Dios vino al mundo para hacernos libres, no esclavos”. Según Pedro, no existe una receta única para salir de la pobreza. “Se sale con el corazón y la voluntad, con el trabajo duro y el esfuerzo”. Para él, la única forma de que los pobres y excluidos recuperen su dignidad es “a través del trabajo y la educación”. De allí que en Akamasoa todo esté centrado en ello. El gran secreto de esta obra humanitaria, ha sido saber canalizar los recursos recibidos en obras concretas y perdurables en el tiempo, generando, a la vez, fuentes de empleo para los habitantes de los pueblos, pero sin cerrar la comunidad. De allí que muchos de los miembros de Akamasoa trabajen fuera de la Asociación y que miles de niños y enfermos venidos de afuera sean atendidos y educados por ellos. “Lo que ocurre en muchos países en vías de desarrollo es que los recursos disponibles para la acción social son mal utilizados por el Estado”, afirma Pedro. En cambio, en Akamasoa, cada donación que ingresa tiene un destino prefijado y controlable por parte de sus benefactores. El objetivo es ser autosustentables y es lo que impulsa a toda la comunidad a vivir en la esperanza basada en los resultados obtenidos, donde cada piedra, puerta, habitación, sala o techo, ha sido cimentada por el propio esfuerzo de los habitantes del proyecto. “Hay que combatir el asistencialismo hasta en la propia familia. Porque si no, no dejamos crecer a los hijos y los acostumbramos a recibir todo de los padres. Asistir a alguien sin ninguna exigencia es matarle su espíritu de iniciativa". Pedro apuesta fundamentalmente a las nuevas generaciones nacidas y educadas en Akamasoa. Ellos son la mejor prueba de que salir de la pobreza es posible si al ser humano se le dan oportunidades y herramientas para lograrlo. “Prefiero que un día me echen de aquí por haberlos hecho trabajar, a que me levanten un monumento diciendo que el padre era muy bueno y nos daba todo sin exigirnos nada a cambio”. (*) El autor es escritor del libro “Un viaje a la Esperanza”, sobre la obra de Pedro Opeka (editado por Lumen).

HOMILIA Domingo Decimoséptimo del TIEMPO ORDINARIO cB (29 de julio de 2018)



Domingo Decimoséptimo del TIEMPO ORDINARIO cB (29 de julio de 2018)
Primera: 2Reyes 4, 42-44; Salmo: Sal 144, 10-11. 15-18; Segunda: Efesios 4, 1-6; Evangelio: Juan 6, 1-15
Nexo entre las LECTURAS
Uno de los principios básicos de la fe cristiana es la "sobreabundancia" del amor de Dios para con el universo y particularmente para con el hombre. Este principio predomina como tema en los textos litúrgicos. En la primera lectura, a Eliseo le son suficientes veinte panes para alimentar a cien hombres. Jesucristo, por su parte, en el evangelio sacia el hambre de 5000 personas con cinco panes y dos peces y, además, "recogieron doce canastos llenos de trozos de pan y de lo que sobró del pescado". Finalmente, en la segunda lectura, la unidad de la comunidad cristiana (Iglesia) es fruto sobreabundante del amor de Dios que llega a todos en cualquier lugar donde nos encontremos.
Temas...
El obrar divino. Si repasamos la obra de Dios, la cosa más sorprendente es precisamente la prodigalidad divina con la creación y particularmente con el hombre. Una prodigalidad que podría parecer excesiva, si la medimos con criterios humanos. Los conocimientos astronómicos actuales (el hombre llegó con una maquina a Plutón) nos permiten maravillarnos mucho por la generosidad de Dios con la creación. No menor admiración provocan los estudios sobre el microcosmos de los cuerpos, en especial del cuerpo humano y los avances de la medicina para ayudar al bienestar verdadero del ser humano (Laudato Si). ¿No es acaso cada célula, cada neurona del hombre un prodigio de generosidad divina? Por otra parte, el principio que ha regido la acción divina en la creación, ha sido igualmente el principio rector de su actuación histórica. Como nos dice san Pablo, "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia". La historia, con todas y cada una de sus intrincadas vicisitudes, es la historia del pecado humano, pero mucha más es la historia de la sobreabundancia de la misericordia divina (Misericordiae Vultus). Dios fue sobreabundante en su misericordia con el género humano en Noé, con el pueblo de Israel en Abrahán, con la monarquía israelítica en David, con la humanidad entera en Jesucristo redentor. La sobreabundancia del pan, en las lecturas de este Domingo, es una expresión más de esta verdad.
La sobreabundancia divina. Es bueno que quede claro que la sobreabundancia proviene de Dios y que el hombre es instrumento. Porque, como en el caso de Eliseo y de Jesús, Dios parte de lo que le ofrecen, no crea el pan, sino que lo multiplica. Dios puede partir de dos, de cinco o de veinte (la cantidad no importa mucho a Dios), pero ha querido partir de algo. ¡Es hermoso este querer de Dios! Como es igualmente estupendo que Dios quiera la mediación de los hombres a la hora de distribuir su sobreabundancia. No lo hace directamente. Yahvéh se sirvió de la mediación de Eliseo y éste a su vez de la de un hombre de Baal Salisá. Jesucristo medió la sobreabundancia de Dios y a su vez los apóstoles mediaron entre Jesús y la multitud. Todo cristiano, pero sobre todo el Presbítero, es mediador de la generosidad de Dios para con los hombres. ¡Maravilla de la gracia! ¡Reclamo a la generosidad y a la responsabilidad! Recemos por nuestros sacerdotes y por el aumento de las vocaciones sacerdotales.
Los destinatarios de la sobreabundancia divina. La sobreabundancia divina está destinada "a la gente" (primera lectura), "a un gran gentío, venido de todos los pueblos" (evangelio), especialmente a los ‘marginales’ (Papa Francisco). Dios muestra su sobreabundancia también en el destino de la humanidad: no unos cuantos privilegiados, sino todos. Absolutamente nadie está excluido del "pan" divino. Sólo quien no lo acepta, por estar saciado por otros "panes" o por presunción ya que el pan de Jesús es el pan de todos, especialmente de los pobres, de la gente ‘común’. Ese pan divino es su Palabra de vida, que vivifica a quien lo recibe; es el pan de la caridad (el cristiano que mediante su caridad se convierte en pan para los demás) que satisface las necesidades vitales elementales de todo ser humano, es sobre todo el pan de la Eucaristía, prefigurada en la multiplicación de los panes como nos enseña el catecismo (CIC 1335). La sobreabundancia divina es el supremo igualador del hombre; suprime toda diferencia, porque no hay quién no esté necesitado de la generosidad de Dios.
Sugerencias...
El pan que nos une. Sociológicamente hablando, el pan es un factor de igualdad y de unión. Hay una gran variedad de pan, y cada país tiene sus formas propias de hacerlo, pero es pan para todos y lo es por igual. En la mesa del rico o del pobre, en la de un tunecino o en la de un colombiano, en la de un banquero o en la de un albañil ‘hay siempre’ pan; ese pan que es fruto de la tierra y del trabajo del hombre. Pero en nuestro mundo actual, ¿no hay mesas, no hay manos sin pan? No debería haberlas, porque la sobreabundancia de pan es grande. Sin embargo, las hay. ¿Quién de nosotros no tiene en su recuerdo esos ojos grandes, como dos hogazas, de niños hambrientos que imploran clemencia, que suspiran por un pedazo de pan? ¿Será posible que el pan que nos une se convierta en el pan que nos separa? (X Congreso Eucarístico Nacional)
El pan que nos une es sobre todo el pan eucarístico: el Cuerpo de Cristo. Ese pan maravilloso que evidencia en la historia la sobreabundancia del amor de Cristo hacia los que creen en Él. Ese Pan se nos ofrece a todos los creyentes, día a día, semana tras semana, en la misma mesa: el Altar del sacrificio redentor. Y rezamos con asombro: ¿por qué los hombres, tan hambrientos de lo espiritual, no se acercan con más frecuencia a ese "Pan divino y gracioso", que los puede saciar?
Memoria y esperanza. La sobreabundancia del pan es "memoria" de los prodigios realizados por Dios con los israelitas durante los cuarenta años de peregrinación por el desierto en que les dio a comer el maná, "pan de ángeles". Es necesario recordar, para agradecer, para estar seguros que Dios sigue obrando prodigios también entre nosotros, dándonos el pan de su Palabra y de su Eucaristía. Pero además de recordar hay que esperar. Esperar que Dios lleve a cabo maravillas aún mejores. Después del éxodo de Egipto Moisés inaugura la pascua judía, Jesús inaugura la pascua cristiana, prefigurada en la multiplicación de los panes. El monte Sinaí es reemplazado por el monte al que Jesús se retira a orar. A los israelitas el mar les abrió un camino para que lo atravesaran, Jesús camina en la noche sobre la superficie de las aguas del mar de Galilea. Moisés se retiró a la soledad para recibir de Dios el decálogo, Jesús se retiró a la soledad para mantener la fidelidad a su misión y defenderse de todo triunfalismo político. Discípulos-misioneros, hagamos memoria del pasado para agradecer, pedir perdón. Pero sobre todo mirar con confianza hacia el futuro para consagrarlo al Señor y vivirlo con la esperanza que no defrauda.
María, Virgen de la esperanza, ruega por nosotros.

martes, 10 de julio de 2018

HOMILÍA Domingo Decimoquinto del TIEMPO ORDINARIO cB (15 de julio de 2018)

Domingo Decimoquinto del TIEMPO ORDINARIO cB (15 de julio de 2018)
PrimeraAmos 7, 12-15; Salmo: Sal 84, 9ab. 10-14; Segunda: Efesios 1, 3-14; Evangelio: Marcos 6, 7-13
Nexo entre las LECTURAS
El punto de encuentro de las lecturas ES LA MISIÓN. El evangelio habla de la misión que Jesús da a los Doce: "Comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos". El profeta Amós, en la primera lectura, subraya que profetiza, no por voluntad o iniciativa personal, sino "el Señor me sacó de detrás del rebaño y me dijo: 'Ve a profetizar a mi pueblo Israel'". El himno cristológico de la carta a los efesios (segunda lectura), canta los frutos de la misión en la conciencia de los cristianos: la bendición de Dios Padre, la elección en Cristo, la adopción filial, la redención y el perdón de los pecados, la revelación de los designios de Dios sobre la historia, el bautismo en el Espíritu Santo.
Temas...
La misión en la Iglesia-comunión. La eclesiología del Vaticano II ha resaltado la concepción de la Iglesia-comunión; y esta concepción de la Iglesia se va desarrollado notablemente entre nosotros. La Iglesia comunión es Iglesia en misión, en salida (Francisco). En las palabras y enseñanzas de Jesús encontramos ambas: "Padre, que todos sean uno..." (Jn 17, 21); "esto les mando que se amen unos a otros" (Jn 15,17), por una parte; y por otra, "Eligió a Doce para enviarlos a predicar" (Mc 3, 14); "Comenzó a enviarlos de dos en dos" (Mc 6, 7); "Vayan y prediquen" (Mt 28,19). En la comunión eclesial debe prevalecer el bien supremo de toda la Iglesia, sobre el bien particular de una Iglesia local. La comunión dentro de cada Iglesia local pide igualmente un marcado sentido de misión y un notable espíritu misionero para evangelizar y promover la evangelización de los fieles cristianos. La Iglesia comunión nos ayuda a comprendernos discípulos-misioneros para gloria y alabanza de la Santísima Trinidad.
Misión de Jesús - Misión de la Iglesia. El evangelista Marcos pone de relieve que la misión de los Doce (ahora, de la Iglesia) es la misma misión de Jesús. En efecto, en Mc 6,13 nos dice que los Doce "predicaban la conversión, expulsaban demonios, curaban". Esto corresponde a la misión de Jesús: "Conviértanse y crean en el evangelio" (Mc 1, 15); "había curado a muchos, y cuantos padecían dolencias se le echaban encima para tocarlo" (3, 10) y finalmente "se fue a predicar en sus sinagogas por toda Galilea, expulsando los demonios" (Mc 1, 39). De los Doce se añade que "ungían a los enfermos con aceite". Se trata quizás de una referencia a la costumbre entre los primeros cristianos de la "unción de los enfermos en nombre del Señor, por parte de los presbíteros de la Iglesia", como exhorta la carta de Santiago en 5, 14. Por medio de todas esas acciones Jesús primero, y luego los Doce, nos mostraron los signos reveladores de la presencia del Reino de Dios entre los hombres.
Características de la misión. 1) Se pide a los Doce -y a todos los hombres en misión- la comunión (de dos en dos), la pobreza (no tomar nada para el camino, excepto un bastón), la coherencia en una conducta humilde (quedarse en la casa, sin buscar mejores...), en libertad de espíritu (si en algún sitio no los reciben, salgan y sacudan el polvo...); en valentía y audacia (Amós que profetiza, aun con peligro de su vida...). 2) Los Doce en la misión encontrarán las mismas dificultades que ha encontrado Jesús. Como no han recibido ni han escuchado a Jesús, así tampoco en ocasiones recibirán o escucharán a los Doce. Ocho siglos antes sucedió lo mismo al profeta Amós, cuyo mensaje de justicia social y de crítica al culto exterior fue también rechazado por el sacerdote de Betel, Amasías... ahora, al parecer, el mundo ha recibido con buen ánimo las enseñanzas del Papa, leamos lo que nos dice y ayudemos a otros a hacer lo mismo para cambiar el mundo y nuestros corazones. 3) La misión se caracteriza por los frutos, por los resultados, mediante la creación de comunidades de fe, en las que se bendice a Dios Padre, porque nos ha elegido en Cristo, nos ha hecho hijos adoptivos, nos ha redimido en su Hijo, nos ha dado a conocer los misterios de su voluntad y nos ha sellado con el Espíritu mediante el bautismo (segunda lectura).
Sugerencias...
"La misión de la Iglesia se halla todavía en sus comienzos" (san Juan Pablo II, Redemptoris Missio 1). Estas palabras pueden ser pronunciadas en cada generación y en cada época histórica, porque es necesario estar siempre yendo, saliendo, iniciando. En efecto, siendo el Evangelio para todos, cuando llegan nuevos hombres a nuestro planeta hay que comenzar con ellos la labor de evangelización. El Papa Francisco nos anima a comprender que esta es la hora de la misericordia de Dios para todos los pueblos, sobre todo los que no conocen que Dios nos ama. Como discípulos misioneros tenemos que vivir "en estado de misión". Los padres de familia son "misioneros" de sus hijos; los maestros de sus alumnos; los médicos y enfermeros de sus pacientes; los voluntarios de aquéllos a quienes asisten; los párrocos y sus colaboradores de la feligresía... En esta hora de Dios ¡no nos quedemos cruzados de brazos!
Libres para la misión. Para ser "misioneros" se requiere ser libres. Libres PARA: -aceptar esta dimensión propia de la vocación cristiana; -responder a Dios con generosidad, sin ataduras de instintos y pasiones egoístas; -seguir dócilmente las luces y los movimientos del Espíritu Santo dentro de nosotros mismos. Se nos pide ser libres DE: -todo apego a los bienes y medios materiales; -todo orgullo y ansia de poder, con la conciencia clara de que somos servidores del hombre. Se nos pide, ayudados por la gracia, estar únicamente ‘equipados’ con: -un gran amor a Jesucristo, nuestro modelo; -el Evangelio hecho vida; -la confianza en Dios y -la esperanza en la acción del Espíritu Santo en el corazón de los hombres.
María, Estrella de la Evangelización, ruega por nosotros.

martes, 3 de julio de 2018

Los misterios de la tilma de Guadalupe (de nazaret.tv)

HOMILÍA Domingo Decimocuarto del TIEMPO ORDINARIO cB (08 de julio de 2018)

PrimeraEzequiel 2, 2-5; Salmo: Sal 122, 1-4; Segunda: 2Corintios 12, 7-10; Evangelio: Marcos 6, 1-6
Nexo entre las LECTURAS
El Domingo anterior los textos litúrgicos se centraban en la potencia de la fe. El presente Domingo están centrados en las dificultades para creer y en la actitud de los hombres ante ellas. Los israelitas, a los que dirige su palabra el profeta Ezequiel, dudan de la fidelidad de Dios que les ha abandonado a su propia suerte en el exilio de Babilonia. Ante esta situación se rebelan y su corazón se endurece para las cosas de Dios (primera lectura). Los nazaretanos sufren también una crisis de fe ante Jesús que, por un lado, ha obrado grandes signos y milagros, y, por otro, es uno más entre los habitantes de Nazaret, es "el hijo del carpintero" (evangelio). Pablo no está exento de dificultades en su fe, pero se mantiene firme porque una voz en su interior le repite: "Te basta mi gracia" (segunda lectura).
Temas...
El don de la fe. Creer es aceptar la irrupción de Dios en la propia vida y en la historia. Es aceptar que el hombre, con toda su técnica y todo su saber, no tiene todos los hilos de los acontecimientos en sus manos (Laudato Si). Creer es aceptar el compromiso de que Alguien te indique el camino, que tú no ves. En este sentido, la fe es un auténtico misterio de amistad y diálogo del hombre con Dios. Creer es un llamado a la humildad… a la santidad (Gaudete et exsultate)
- A los israelitas del siglo VI a.C. les ‘chocó’ y se les hizo un verdadero drama el ver que Jerusalén era conquistada por los babilonios, que le deportaron en gran número a su propio país. ¿Dónde está la fidelidad de Yahvéh a sus promesas? ¿Dónde está -se preguntaban los israelitas- el brazo poderoso de Yahvéh? ¿No se ha mostrado más poderoso Marduk (dios babilonio) que Yahvéh? Parece que Yahvéh nos ha abandonado. ¡El escándalo debió ser imponente!... llamados a creer y a renovar la fe en el Dios de los padres se quedaron con sus razonamientos.
- No menor debió ser el escándalo de los nazaretanos. Ellos conocían la familia de Jesús, una familia absolutamente igual a las demás del pueblo. Ellos conocían muy bien a Jesús: su infancia y juventud, a sus padres, su oficio, sus parientes; lo habían visto crecer como uno entre tantos... No, no podemos creer lo que nos cuentan de Él. Les debe haber sucedido algo extraño a su razón. Llamados a creer se quedaron con la sola luz de la razón y no renovaron su fe en el Dios de la alianza.
- La fe de Pablo es probada también. Él ha sido "arrebatado" hasta el tercer cielo, es decir, a una experiencia de Dios absolutamente sobrecogedora y profunda. Con todo, esa experiencia no lo libra del aguijón de la "carne" (¿una enfermedad? ¿la conciencia de su debilidad ante la misión? ¿la conciencia del abismo entre él con todas sus limitaciones y Dios con toda su grandeza? ¿el sentir el peso del propio pecado?). ¿Cómo es esto posible? ¿Por qué Dios no le libra de esa espina que le atormenta? También Pablo pasó por la prueba para madurar su fe.
Actitudes ante el don de la fe. La Liturgia presenta a nuestra consideración tres actitudes ante el misterio de Dios. (a) La primera es la de los israelitas. Es la actitud de rebelión, de obstinación, de dureza de corazón. En lugar de buscar solución a sus dudas sobre la fidelidad de Dios, se aferran a sus razonamientos, en ellos se encierran y con ello su corazón se endurece ante la voz de Dios que les llega por el profeta Ezequiel. En lugar de buscar resolver sus dudas de fe, se hunden más en ellas. (b) La segunda actitud es la de los habitantes de Nazaret. Ellos no pueden dudar de los signos y prodigios que ha hecho Jesús en Cafarnaúm y en los pueblos de su alrededor. Pero no pueden creer que este hombre de su pueblo, Jesús, logre hacer tales cosas. Ellos se habrían dado cuenta desde antes. ¡No son tan tontos! ¡Algo raro y extraño ha sucedido, aunque no sepan qué es! (c) La tercera actitud, que se nos propone como modelo a imitar, es la de Pablo. La experiencia de Damasco ha marcado para siempre su vida. Lo que le pasa lo comprende desde esa experiencia. Y así, desde la experiencia de fe, llega a dos conclusiones: 1) Ante las crisis de fe está presente la gracia de Cristo para enfrentarse a ellas con decisión y valentía; 2) En la debilidad, es donde soy más fuerte, pero no con mi fuerza, sino con la fuerza de Dios. La ‘prueba’ de la fe es un momento extraordinario para acrecentarla y consolidarla.
Sugerencias...
Las dificultades de la fe hoy. El creer encuentra dificultades en cualquier época y en cualquier punto de la tierra. ¿Cuáles son las dificultades que hoy encuentran nuestros contemporáneos en su camino de fe? las de siempre, pues la fe es un don y hay que acogerlo en la oración y con humildad. En nuestros días se han acentuado algunas dificultades. Por ejemplo, el desinterés por la vida del niño no nacido por parte de un sector del poder político y muchos ciudadanos, el desinterés más o menos marcado por lo que no sea inmediato y aporte algo útil al hombre hoy, aquí y ahora; la excesiva confianza en la razón científica, en prejuicio de la razón filosófica que predispone para la fe; el espíritu relativista dominante en amplios sectores de la sociedad, en el que "Dios" es un punto más de vista en concurrencia con otros aparentemente más atractivos; no pocas veces se menciona también la imagen de una Iglesia retrógrada, enrocada en el pasado en la propuesta de algunas verdades dogmáticas o morales (Lineamentos del Sínodo de la juventud). Hay todavía quien dice no creer porque la fe le aliena y le hace soñar en un mundo inexistente, quitándole energías para trabajar en el mundo en que vive; o quien piensa que la fe es cosa de "viejas o aburridos o fracasados"... Bueno, imagino que cada uno podrá añadir algunas dificultades más a corregir las expresiones según el uso del lugar...
"Fuertes en la fe". Si mil tentaciones no hacen una caída, tampoco mil dificultades hacen una sola duda de fe. No. Las dificultades son "magníficas" para fortalecer nuestra fe, si las sabemos afrontar con valentía y con decidida coherencia, miremos y nos unamos a la Virgen al pie de la Cruz (Lumen Gentium, cap. 8). ¿Viene una dificultad? Ora, en primer lugar y acércate a Dios: en la Palabra, en la Eucaristía y en la práctica de la Caridad tanto en dar algo de ti como en pedir ayuda a los demás y recibir de ellos la fortaleza de la ´comunión’. Pide la gracia del aumento de la fe y ‘la cruz’ te ayudará a madurar tu fe, porque una virtud no probada siempre será una virtud inmadura. No te olvides, por otra parte, de estar vigilante, porque, si vigilas, verás venir la tentación de la duda de la fe y buscarás el modo de defenderte y de atacarla. No te olvides tampoco que no eres el único en tener esa dificultad y que antes que tú ha habido muchos que la han tenido y con la ayuda de la gracia la han superado; además ahora mismo, mientras lees este escrito y que tú puedes tener esa dificultad de fe la están teniendo otros como en alguna parte de nuestro planeta, y están luchando -como tú- para vencerla. Hay que acudir a alguien que te nos ‘de’ una mano, alguien experto en estas cosas de fe, como puede ser un sacerdote amigo, una religiosa que trabaja en tu parroquia, un parroquiano que ha pasado por tu misma prueba y la ha superado felizmente. ¡Es hermoso sentir la caridad, la compañía, el apoyo humano y espiritual de una persona amiga!
Virgen María, feliz porque has creído: ruega por nosotros.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...