lunes, 14 de diciembre de 2020

HOMILIA Cuarto Domingo de ADVIENTO cB (20 de diciembre 2020)

Cuarto Domingo de ADVIENTO cB (20 de diciembre 2020) Primera: 2 Samuel 7, 1-5. 8b-12. 14a. 16; Salmo: Sal 88, 2-5. 27. 29; Segunda: Romanos 16, 25-27; Evangelio: Lucas 1, 26-38 Nexo entre las LECTURAS Dios muestra a David su gratuidad anunciándole que le construiría una casa, es decir, una dinastía y que sería para él y sus descendientes como un padre (primera lectura). La misma gratuidad divina se hace evidente en el anuncio del ángel Gabriel a María sobre su vocación de Madre de Dios por obra del Espíritu Santo. María será la ‘nueva casa’, la ‘nueva arca’ construida por Dios en la plenitud de los tiempos (evangelio). La acción gratuita de Dios se manifiesta siempre en su poder para consolidar a los hombres en la fe, en su revelación del misterio mantenido en secreto desde la eternidad, y ahora dado a conocer a todas las naciones para que respondan a esta revelación con la fe (segunda lectura). Temas... Hagamos una Casa. En un brío de piedad David quiere hacerle una casa al arca de la alianza; una casa para Dios. Le parece poca cosa una tienda de campaña, sobre todo si la compara con la casa de cedro que él mismo habita. De algún modo David se siente fuerte en su magnífica casa y quiere darle de su fortaleza y esplendor a la humilde casa de la alianza. Humanamente este proyecto le suena de lo más razonable a Natán, pero no es ese el pensamiento del Espíritu, y Natán tiene que retractarse. Hay una hermosa lógica en el nuevo mensaje que Natán tiene que darle a su rey. Es Dios quien ha guardado a David y David debe recordarlo hasta el final de sus días. "Yo te daré una casa a ti", le dice el Señor, y así brota por primera vez la maravillosa promesa davídica que marca toda la historia de Judá hasta Cristo mismo. En el fondo el mensaje dice: "¿quién da la fortaleza?". El mensaje honra la soberanía de Dios y canta su fidelidad y su gracia a la vez. Puede entenderse de otro modo, sin embargo. Las tiendas de campaña son la vivienda propia del desierto. En el desierto no se construye con cedro porque hay que permanecer en camino. David ya se estableció, Dios no. Dios sigue en camino, Él es el Eterno Peregrino. Además, el desierto es el gran lugar de la alianza, como lo proclama sobre todo Oseas (cf. Os 2,14). Allí, sin la estorbosa competencia de los ídolos, sin la prepotencia que dan las riquezas, sin la suficiencia que da el poder, David fue más David que nunca, y Dios no olvida eso ni quiere que David lo olvide. La estirpe de David. La promesa pronunciada por Natán atraviesa la esperanza de todo el Antiguo Testamento y finalmente desemboca, de modo inesperado y maravilloso, en otra promesa, la del ángel Gabriel a la bienaventurada Virgen María: "Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús... el Señor Dios le dará el trono de David, su padre" (Lc 1,31-32). ¡Qué maravillosa unidad, qué magnífica belleza toma la historia humana leída a la luz de esta promesa, que tensa nuestro adviento hasta darle música y encanto de cielo! En la primera lectura vemos cómo Dios rechaza que se le haga una casa. Después, es Él mismo quien dispone cómo se ha de edificar el templo, a cuidado del gran Salomón. Pero el templo verdadero no lo hará Salomón, sino el Espíritu Santo, y no en Jerusalén, sino en María. "El templo era su cuerpo...", anota Juan refiriéndose a Cristo (Jn 2,21). Y este es principio que podemos aplicar a tantas cosas: sólo Dios hace obras dignas de Dios; sólo Dios sabe cómo se alaba a Dios, cómo se sirve a Dios, cómo se ama a Dios. Nada somos, nada podemos en su honor si Él mismo no viene con su Espíritu a darnos la luz, la voluntad y la constancia. El templo era su Cuerpo. El templo es su Cuerpo. Ese Cuerpo bendito, ese Cuerpo glorioso que contempla nuestra fe en los altares, que come nuestra boca en cada Eucaristía. El Cuerpo tejido de amores en María; el Cuerpo y Templo y Casa que David hubiera querido ver, ese es el Cuerpo que comulgamos, esa es la verdad que nos sacia, ese es el Amor que nos colma de alegría y de gozo. Sugerencias... - La liturgia de la palabra nos presenta, en este Domingo, una de las más transcendentales profecías mesiánicas y su cumplimiento. El rey David deseaba construir una «casa, un templo al Señor; pero el Señor le hace decir por el profeta Natán que su voluntad es otra: que más bien Dios mismo se ocupará de la «casa de David, es decir, de prolongar su descendencia, porque de ella deberá nacer el Salvador. «Permanente será tu casa y tu reino para siempre ante mi rostro, y tu trono estable por la eternidad» (2Sam 7, 16). Muchas veces a través de las incidencias de las decisiones personales en la historia pareció que la estirpe davídica estuviese para extinguirse, pero Dios la salvó siempre, hasta que en ella tuvo origen «José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo» (Mt 1, 16): a él «dará el Señor Dios el trono de David, su padre, y reinará... por los siglos, y su reino no tendrá fin» (Lc 1, 32-33). Todo lo que Dios había prometido se cumplió, a pesar de las alternativas contrarias en la historia: los pecados de los hombres… las culpas e impiedad de los mismos sucesores de David... ¡Qué buena noticia! Dios es siempre fiel: «He hecho alianza con mi elegido, he jurado a David mi siervo... Yo guardaré con él eternamente mi piedad, y mi alianza con él será fiel» (Sal 89, 4. 29). ¡Eh! Arriba, Ánimo, Adelante “DIOS NO FRACASA” aunque el hombre malogre los dones con sus decisiones. - Paralela a la fidelidad de Dios la liturgia nos presenta la fidelidad de María, ¡otra gran noticia!, en quien se cumplieron las Escrituras. lodo estaba previsto en el plan eterno de Dios y todo estaba ya dispuesto para la encarnación del Verbo en el seno de una virgen descendiente de la casa de David; pero para el momento en que este plan debía hacerse historia, «el Padre de las misericordias quiso que precediera a la encarnación la aceptación por parte de la Madre predestinada» (LG 56 San Lucas refiere el diálogo sublime entre el ángel y Mars que se concluye con la humilde e incondicionada aceptación por parte suya: «He aquí a la sierva del Señor, hágase en mi según tu palabra» (Lc 1, 38). El «hágase» de Dios creó de la nada todas las cosas; el «hágase» de María dio curso a la redención de todas las criaturas. María es el templo de la Nueva Alianza, inmensamente más precioso que el que David deseaba construir al Señor, templo vivo que encierra en sí no el arca santa, sino al Hijo de Dios. María es la fidelísima abierta y totalmente disponible a la voluntad del Altísimo; y precisamente con el concurso de su fidelidad se actúa el misterio de la salvación universal en Cristo Jesús. - San Pablo se llena de gozo ante este misterio que estaba en secreto en los tiempos eternos, pero se ha manifestado ahora mediante los escritos proféticos, conforme a la disposición de Dios bueno y a todas las gentes y no es solo para la salvación del pueblo de Israel sino, ordenado, a la salvación de todos los pueblos. Y precisa que el fin de tal revelación es para que todos los hombres vivamos en la obediencia de la fe porque sólo la fe hace al hombre capaz de acoger, en adoración, el misterio de un Dios hecho hombre. Nuestra fe debe modelarse a imitación de la fe de la Virgen María, que aceptó lo increíble y lo imposible para el ser humano “ser Madre permaneciendo virgen”, Madre del Hijo de Dios. María, humilde sierva profesa tan grande fe sin mezcla de duda alguna. Por eso, san Pablo, escribe: «A Dios, el único sabio» sea «por Jesucristo» la gloria por este gran misterio de salvación, Y hoy, con la Liturgia decimos también gloria a la humilde Virgen de Nazaret, dulce instrumento para la actuación del plan divino… esto es lo que reconocemos todos los que somos salvados por Jesucristo. ¡Bendito sea Dios! Y que tengamos una buena preparación para el NACIMIENTO y para una vida santa y piadosa hasta el fin de nuestros días.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...