lunes, 31 de enero de 2022

HOMILIA P. ANGEL Domingo Quinto del TIEMPO ORDINARIO cC (06 de febrero de 2022)

Primera: Isaías 6, 1-2a. 3-8; Salmo: Sal 137, 1-5. 7c-8; Segunda: 1Corintios 15, 1-11; Evangelio: Lucas 5, 1-11 Nexo entre las LECTURAS El misterio de la libre y gratuita elección de Dios está presente en las tres lecturas litúrgicas. Isaías es elegido durante una acción litúrgica en el templo de Jerusalén: “Oí la voz del Señor que me decía: ¿A quién enviaré?” (primera lectura). Pedro, por su parte, percibe la elección divina en el misterio de su oficio de pescador: “No temas, desde ahora serás pescador de hombres” (evangelio). Finalmente, Pablo evoca la aparición de Jesús resucitado, camino de Damasco, a él, “el menor de los apóstoles... pero por la gracia de Dios soy lo que soy”, aparición que sigue siendo viva y cierta en cada celebración de la Eucaristía (segunda lectura). Con el salmista la Iglesia nos invita a cantar y alabar a Dios por su “amor y fidelidad” acompañando a los que Él llama. Temas... Historias de Envío. El tema central de las lecturas de hoy es el envío, que literalmente significa: ser puesto en el camino. Tres cosas conviene reflexionar en este Domingo: quién envía, a quiénes envía, y qué caminos los envía. Empecemos sin embargo por los enviados. En la primera lectura se trata de Isaías, que se reconoce como "hombre de labios impuros", en el evangelio los llamados son unos pescadores sin mucho éxito. En esos personajes quedan bien representadas las dos grandes limitaciones humanas: el pecado y la insuficiencia o impotencia. Isaías se ve obligado a reconocer su situación de pecado ante la luz deslumbrante de Dios que lo llama. Los pescadores de Galilea, en cambio, no han obrado mal, sino que sencillamente no han sabido o no han podido lograr lo que querían. Solemos decir: no se les dieron las cosas. Si uno lo piensa bien, también el pecado es una clase de insuficiencia, aunque interna. Pecamos porque no soportamos el peso del camino. Queremos encontrar un atajo hacia la felicidad o asegurar que sí valemos, que nuestras cosas importan, que nuestras fuerzas y deseos pueden imponerse. Todas estas limitaciones de los que son enviados terminan por producir extrañeza: ¿por qué el Dios que todo lo puede quiere valerse de instrumentos tan frágiles, tan chatos, tan proclives al error y tan capaces de traición? La pregunta se hace más aguda si uno piensa en las historias vocacionales, a veces de final triste, que uno conoce en la Iglesia. Dios, que envía. Esa pregunta que Dios se hace en el pasaje que oímos de Isaías tiene una tensión y una profundidad inmensas. He aquí a Dios que pregunta: "¿A quién enviaré?" No le falta amor, pero sí le falta quién le ayude. Todos necesitan y es tanta su necesidad, que pocos están dispuestos para aliviar la necesidad de otros. El resultado es que Dios se queda como sin ayuda. Bueno, ¿y no podría Dios resolverlo todo, sanarlo todo, completarlo todo por sí mismo? Sí podría, pero a precio de negar uno de los rasgos que Él mismo quiso imprimir en su creatura racional, a saber, su dimensión social. Dios mismo nos creó capaces de interactuar unos con otros. Si Dios, sin intervención de ninguna otra causa, atendiera Él mismo a todas las necesidades y dolencias de cada ser humano, habría una dolencia y carencia que se quedaría sin atender, a saber, la carencia de amor y servicio entre nosotros. Esa parte nuestra quedaría enferma o atrofiada si nunca se diera el caso de que un ser humano sirve con genuina caridad a otro. Así pues, al crearnos como seres en sociedad, Dios en parte eligió tener que buscar "ayuda" en el ser humano para levantar y redimir al mismo ser humano. El Camino al que somos Enviados. Isaías grita: "¡Envíame a mí!" Sus labios han sido purificados por una brasa del santuario y por el ministerio de un Ángel, y siente en su corazón urgencia de servir. Quiere ser puesto en camino, aunque todavía no conoce ese camino. Algo parecido sucede en el evangelio de hoy: aquellos pescadores lo dejaron "todo", y lo siguieron. Quizá sabían lo que dejaban, pero en todo caso no parece que supieran exactamente lo que encontrarían. Parece ser ésta una ley del llamado que Dios hace. También Abraham, en Génesis 12, es llamado por Dios, y es puesto en camino, aunque de ese camino lo único que sabe es que Dios se lo mostrará (Génesis 12,1). Y en realidad eso es lo único que importa del camino: que Dios lo conoce bien. No interesa tanto saber por dónde voy sino con quién voy. Sugerencias... En la historia de la salvación aparece claro que Dios ha querido salvar a los hombres por medio (con la ayuda) de otros hombres. El único Salvador es Dios, pero los hombres somos sus manos para distribuir la salvación a todos los que la pidan, somos sus labios para predicar (la salvación) en las miles de lenguas de nuestro planeta, somos sus pies para llevarla a todos los rincones de la tierra, sobre todo allí donde todavía no la conocen, aunque la anhelen vivamente. ¡Es un gesto inmenso de la misericordia de Dios para con la humanidad… un gesto de su infinito amor hasta hacerse mendigo del hombre! Dios mendiga de ti, sacerdote o laico, religioso o voluntario, misionero o misionera, quiere que le ayudes: ¿vas a ayudar? ¿eh? Dios mendiga de ti, joven, tu juventud para ofrecer su salvación a los jóvenes del mundo, y quizás no sólo tu juventud, sino toda tu vida para salvar al hombre, para liberarlo de sí mismo, para ennoblecer su vida de hijo de Dios. Dios mendiga de ti, adulto, tu adultez, en el estado de vida en que te halles, para que colabores con Él en la salvación de ti mismo, en la salvación de quienes viven en tu entorno familiar, profesional, social, cultural. Dios mendiga de ti, jubilado, anciano, tu tiempo, tu experiencia humana y espiritual, tu sabiduría de la vida, para que la transmitas a los demás, para que contribuyas a construir un mundo más humano y más cristiano. ¿Escucharemos los hombres el grito de Dios que pide nuestra ayuda? Recemos especialmente por el aumento de las vocaciones. Nuestra Señora del SI, ruega por nosotros.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...