martes, 19 de marzo de 2024

HOMILIA Domingo de RAMOS en la PASIÓN DEL SEÑOR cB (24 de marzo 2024)

 Domingo de RAMOS en la PASIÓN DEL SEÑOR cB (24 de marzo 2024)

Primera: Isaías 50, 4-7; Salmo: Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24; Segunda: Filipenses 2, 6-11; Evangelio: Marcos 14, 1 – 15, 47

Nexo entre las LECTURAS

La liturgia de hoy nos ayuda a ‘entrar’ en el misterio de la entrega y sufrimiento de Jesucristo por la salvación de muchos. “En su condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz” (2 L). En los labios de Jesús hemos escuchado: "Abba, Padre. Todo te es posible. Aparta de mí esta copa de amargura. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres Tú" (Evangelio). Siglos antes, el siervo de Yahvéh, figura de Jesucristo, había pronunciado proféticamente estas palabras: “El Señor me ha abierto el oído, y yo no me he resistido ni me he echado atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, mi mejilla a los que mesaban mi barba; no volví la cara ante los insultos y salivazos” (1 L).

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Nuestra confesión de fe: Jesús es el Hijo de Dios. Con la celebración de este Domingo empezamos los días santos, para los que nos hemos ido preparando durante toda la Cuaresma. Y hoy nuestra atención debe estar en este relato de la pasión y muerte del Señor que acabamos de proclamar. Su meditación debería hacer que surgiese de nuestro corazón aquella misma profesión de fe del centurión ante Jesús clavado en la cruz: "Realmente este hombre era Hijo de Dios". Todo el relato de la pasión según Marcos lleva a este acto de fe.

La pasión de Jesús: una escuela de fe y de humanidad. Cada paso, cada momento, cada gesto y palabra de Jesús en su pasión es una lección de fe y de humanidad para nosotros; es un descubrimiento del sentido que podemos dar a la vida; es un acto de fe en Dios que, aunque el misterio del mal y de la muerte nos rodee por todos lados, nos acompaña en todo momento, no nos deja de amar nunca y nos libra del mal. La pasión y la muerte de Jesús nos despierta a la vez la solidaridad por tantas y tantas personas, tantos y tantos pueblos y colectivos que han vivido y viven ahora en su propia carne esta pasión y muerte.

En Getsemaní, Jesús vive la tentación del miedo, de no encontrar sentido a la prueba que se le echa encima, la tentación de claudicar. Nos enseña a asumir toda realidad sufriente con la confianza de tener siempre en nosotros el Espíritu de Dios que nos da fuerza en el momento de la prueba.

Aquella noche Jesús comparte con muchos pueblos de la tierra, con muchos hombres y mujeres de nuestra historia, la pérdida de la libertad, la pérdida de sus derechos, la traición, el abandono, la infidelidad de los amigos, fruto de tantos miedos a la fidelidad de las personas, a dar la vida por los demás. Y nos dice que se encuentra del lado de los que como él pasan y deben pasar por las mismas experiencias.

A Jesús se le quita la dignidad y la vida, es equiparado a un delincuente, es torturado, burlado y asesinado, como tantos otros que ayer y hoy siguen su misma suerte y como él no han claudicado. Cuando los demás se niegan a dar la cara por él, Jesús se mantiene firme, da testimonio de sí mismo y de su misión.

Cada personaje que aparece en la pasión de Jesús es imagen de cada uno de nosotros, es modelo de las posibles actitudes existentes en nosotros ante el hermano, es modelo de humanidad o de deshumanización: abandono por parte de los discípulos; traición de Judas y desesperación; uso de la violencia, negación y arrepentimiento de Pedro; burla, prepotencia y abuso de poder de los sacerdotes y autoridades; presencia amorosa e impotente por parte de las mujeres; indiferencia y frialdad de los ejecutores; insulto de los que pasaban y de los mismos condenados como él; fe por parte del centurión; veneración servicial de José de Arimatea.

La Eucaristía, comunión con Jesús sufriente y con todos los sufrientes. En la Eucaristía tenemos a este Jesús entregado a la muerte, que se nos da a todos, que nos ama dándose. Que la contemplación y la comunión con Jesús en su camino hacia la cruz nos lleve a la contemplación y comunión con todas las pasiones existentes en nuestro mundo; al acto de fe en Dios que salva a su Hijo y nos salva en Jesús, porque nos ama en él y en cada sufriente. De esta profesión de fe nace la Iglesia.

Sugerencias...

Una soledad acompañada. En la actual sociedad no son pocas las personas que viven en soledad y la sienten como una pesada losa sobre sus vidas, a pesar de la multiplicación increíble de los medios de comunicación que se han desarrollado. Los ancianos que se sienten solos, abandonados quizás por su misma familia. Los niños huérfanos, y los abandonados por sus padres a la puerta de un hospital o en el atrio de una Iglesia (y en el mismísimo aborto). Los mendigos que carecen de familia y de techo bajo el cual cobijarse. Los jóvenes que viven "solos" y no pocas veces con angustia los primeros problemas de la existencia: el vacío de sentido, la imposibilidad de un trabajo, la angustia ante el futuro, el escape fugaz y engañoso de la droga, el sexo, el alcohol... La soledad de los inmigrantes, arrancados de sus raíces culturales, de su patria y familia, y no pocas veces maltratados (Catequesis del Papa en las audiencias de los miércoles). Estos solitarios forzados, y todos los demás que pueda haber en nuestro ambiente, tienen que hallar en los cristianos una compañía buena y sincera, una acogida fraterna, una ayuda eficaz, una solidaridad abierta e incluso contra corriente, una compasión verdaderamente cordial. Sepan además éstos solitarios forzados que Jesucristo les acompaña en su soledad y en cierta manera la vive y comparte con ellos; no sólo eso, sino que también Cristo asume y redime su soledad con la suya propia a lo largo de la pasión y muerte en la cruz. Cristo en su gran soledad desde la Cruz se supo acompañado misteriosamente por el Padre, por su madre María, por las santas mujeres... En la más inclemente soledad el hombre ha de saber que alguien le acompaña y reza por él, que Alguien está a su lado.

Confianza en el dolor. Es una de las maravillosas enseñanzas que Jesucristo nos deja sobre el Gólgota. Él ha sufrido y en medio del sufrimiento, ha confiado. A quien cree, el dolor no le hace perder la confianza. Cuando sufres, ¿cómo reaccionas? Dime cómo sufres, y te diré quién eres. A quienes somos cristianos, nos ilumine la actitud confiada de Cristo en su Padre celestial y de cara al futuro. Nos sostenga la bienaventurada Virgen María, que estuvo de pie al pie de la Cruz.

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HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...