lunes, 6 de noviembre de 2017

HOMILIA DEL Domingo trigésimosegundo del TIEMPO ORDINARIO cA (12 de noviembre de 2017)

Domingo trigésimosegundo del TIEMPO ORDINARIO cA (12 de noviembre de 2017)
Primera: Sabiduría 6, 12-16; Salmo: Sal 62, 2-8; Segunda: 1 Tesalónica 4, 13-18; Evangelio: Mt 23, 1-13
Nexo entre las LECTURAS
Los textos litúrgicos nos invitan a tener una actitud de vigilancia en el mundo para llegar felices a la eternidad de Dios: "Vigilen, porque no saben el día ni la hora" (evangelio). Esta es la actitud propia del sabio, porque "meditar en la sabiduría es prudencia consumada, y el que por ella se desvela pronto estará libre de inquietud" (primera lectura). Así podremos concluir nuestra vida en paz, y estar siempre con el Señor (segunda lectura).
Temas...
La vigilancia es la virtud de los que esperan. Es propio de las esperanzas humanas estar atento, mirar hacia el horizonte del futuro, pero es más propio todavía de la esperanza cristiana. La esperanza cristiana se lleva a cabo tanto dentro de la historia, como sobre todo más allá de la historia. Dentro de la historia es la esperanza en la gracia y misericordia de Dios, es la esperanza en el progreso espiritual, es la esperanza en una conversión continua y creciente hasta el término de la vida, es la esperanza en la fidelidad y santidad de la Iglesia que nunca fallarán... Más allá de la historia es la esperanza en la posesión de Dios, tan deseada en nuestra vida terrena, y por fin realizada. Es la esperanza del abrazo del PADRE y de la comunión de los santos, satisfaciendo en plenitud el anhelo universal del amor fraterno, que abarca ahora todos los tiempos y todos los espacios. Es la esperanza en la consumación definitiva y gloriosa de la historia de la salvación, trazada por Dios desde la eternidad y finalmente cumplida.
La esperanza cristiana está estrechamente relacionada con otras virtudes. En primer lugar, con el amor, porque se espera lo que se ama y lo que se desea poseer total y definitivamente en el amor. Está muy unida a la oración, según la misma enseñanza de Jesús: "Vigilen y oren, para no entrar en tentación" (Mt 26, 41), sobre todo en la tentación extrema de la apostasía y pérdida de la fe. Se relaciona además con la virtud de la prudencia, sobre todo ante la tentación. La tentación forma parte de la trama humana, pero el trato con ella requiere de mucha prudencia. Si Adán y Eva en el paraíso, si David desde la terraza de su casa, si Pedro en el palacio de Anás... hubiesen realmente "vigilado", ¿habrían caído en la tentación? Finalmente, la vigilancia implica la virtud de la fortaleza para realizar eficazmente lo que el amor, la oración y la prudencia nos dictan como más conforme con la voluntad de Dios.
El premio a la vigilancia cristiana. Primeramente, el banquete con Cristo: "las que estaban preparadas entraron con él a la boda" (evangelio). Es decir, la intimidad con Dios vivida ya aquí en la tierra y llevada a su culminación en el cielo. Luego, la participación en el "triunfo" de Cristo, que entrará en la Jerusalén celeste como el Rey de reyes y el Señor de los señores. Participación, por tanto, en el poder y la gloria de Cristo, Señor de la historia y del universo. Y desde luego, un gozo indescriptible e inimaginable aquí en la tierra, pues sobrepuja toda capacidad mundana y cualquier gozo de este mundo palidece ante el júbilo de la gloria celeste. En todo esto esperamos y para lograrlo: vigilamos. Nos esforzamos para lograrlo, con la ayuda de la gracia, cada uno de nosotros individualmente, y a la vez en comunión, todos, como Iglesia en camino hacia la meta y premio de nuestra esperanza.
Sugerencias...
¿Es actual y necesaria la esperanza entre los fieles cristianos? Ciertamente hemos de responder: es muy necesaria. Necesaria frente al mundo interior de nuestras pasiones, que tratan de sobreponerse y explayarse en nuestro interior sin control y sin disciplina. Es también necesaria frente a las ideologías y a la mentalidad de la época, no siempre favorables de la virtud, de los valores y de la vida cristiana. Mucha ha de ser la vigilancia ante los medios masivos de comunicación y redes, antiguos y nuevos, para ponerlos al servicio de la información y educación del hombre y del cristiano, y no al servicio de su desinformación e inmoralidad. Se requiere también vigilancia de los padres respecto al ambiente escolar de sus hijos y a las amistades que frecuentan, porque un mal amigo es malo para un hijo. Vigilancia, por último, sobre el ambiente profesional en que se pasan largas horas del día, y que puede influir negativamente en ciertos casos respecto a nuestros valores y decisiones morales.
¿Por qué estar vigilantes? ¿Qué es lo que induce a los cristianos a la vigilancia? Ante todo, la simple conciencia de la atracción natural que el mal ejerce sobre todo hombre, también sobre el cristiano. Además, la necesidad de discernimiento para separar el bien del mal, la paja del trigo, el trigo de la cizaña, de modo que podamos escoger el bien y evitar el mal en toda ocasión.
Vigilancia en la esperanza… especialmente en la esperanza en el más allá, es decir, en el Cielo y en todo lo que el Cielo significa, según la enseñanza del catecismo de la Iglesia. ¿Hablamos, en nuestra predicación, o como guías de las almas, de la realidad, misteriosa pero verdadera, del Cielo? ¿Hacemos deseable a los cristianos, con nuestra predicación, el reino de los cielos? O, ¿acaso somos responsables de que lo consideren irreal o la culminación del aburrimiento? A lo largo del año la liturgia de la Iglesia nos ofrece varias ocasiones para hablar del Cielo: la fiesta de todos los santos, el día de todos los difuntos, la fiesta de la Ascensión del Señor y de la Asunción de la Virgen Santísima, algunos Domingos del tiempo ordinario, Misa por algún hermano difunto... El propio testimonio cristiano, ¿eleva la mirada de los fieles hacia la esperanza y la certeza del cielo?

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...