lunes, 5 de agosto de 2019

HOMILIA Domingo Decimonoveno del TIEMPO ORDINARIO cC (11 de agosto de 2019).

Domingo Decimonoveno del TIEMPO ORDINARIO cC (11 de agosto de 2019). Primera: Sabiduría 18, 3.6-9; Salmo: Sal 32, 1. 12. 18-20. 22; Segunda: Hebreos 11, 1-2.8-19; Evangelio: Lucas 12, 32-48 Nexo entre las LECTURAS… "En confiada y vigilante espera", así puede resumirse el contenido principal del mensaje litúrgico de hoy. Esta es la actitud de Abraham y Sara, y de todos aquellos que murieron en espera de la promesa hecha por Dios (segunda lectura). Esta es la actitud de los descendientes de los patriarcas, esperando con confianza, en medio de duros trabajos, la noche de la liberación (primera lectura). Esta es la actitud del cristiano en este mundo, entregado a sus quehaceres diarios, esperando con corazón vigilante la llegada de su Señor (evangelio). Es lo que rezamos gozosos con el salmo, feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia… nuestra alma espera en el Señor: Él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Temas... Los textos de esta celebración nos exigen vivir en movimiento, en tensión, en un continuo éxodo, desinstalados, en estado de peregrinación; en una palabra: vivir en vela, en razón de la promesa de Dios, en razón de las cuentas que habremos de rendir... «La fe es seguridad de lo que se espera». La segunda lectura llama a esta existencia desinstalada simplemente «fe». La fe se apoya en una palabra recibida de Dios que anuncia una realidad invisible y futura. Esto se muestra en la existencia de Israel, que comienza con el éxodo de Abraham y se continúa a través de los siglos; esta fe puede ser sometida a duras pruebas, como cuando se exige a Abraham que sacrifique a su hijo, como demuestra también el hecho de que todos los representantes de la Antigua Alianza «murieron sin haber recibido la tierra prometida». Estos aprendieron, casi más drásticamente que los cristianos, lo que significa vivir «como huéspedes y peregrinos en la tierra», y buscar una Patria que está más allá de toda su existencia perecedera. Porque en el misterio de Jesús y en la recepción del Espíritu Santo los cristianos no solamente «hemos visto y saludado de lejos» la Patria Celeste, sino que, como dice Juan, «han oído, visto y palpado la Palabra que es la vida eterna», y según Pablo: hemos recibido el Espíritu Santo como prenda, como arras o garantía de lo que esperan, por lo que pueden y deben ir al encuentro del cumplimiento de la promesa con mayor seguridad, y por ello, también, con mayor responsabilidad. «La noche de la liberación se les anunció de antemano». La primera lectura muestra que ya en la Antigua Alianza la fe no estaba desprovista de signos, de toda garantía: hubo anuncios que se cumplieron, como el de la noche de la comida pascual o la promesa de Dios al rey David, como la predicción de los profetas sobre el exilio y su duración. Todo hombre atento recibe tales/muchas señales. Dios muestra así, de alguna manera, que se está en el buen camino; y exige de él la fe. Dios no nos deja en la incertidumbre, aunque a veces sea sometido a una dura prueba como Abraham o algunos profetas, pues en último término su fe no puede apoyarse sobre señales y milagros, sino sobre la fidelidad de Dios, que mantiene su palabra de modo inquebrantable. «Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá». En el evangelio aparecen múltiples variantes de la exigencia dirigida a los cristianos de vivir siempre preparados, en vela/atentos. Y esto tanto más cuanto mayores son los dones y tareas que Dios nos ha dado (y encomendado). Las tareas encomendadas por Dios se cumplen de la mejor manera cuando el criado no pierde de vista que en cualquier momento puede ser llamado a ‘rendir cuentas’. Por tanto, cada uno de los momentos temporales deben ser vividos y configurados de cara a la eternidad. Si el cristiano olvida esta inmediatez, olvida también el contenido de su tarea terrena en el amor y el servicio, también olvida el de la justicia que esto implica («empieza a pegarles servidores y a las sirvientas»); ahora queda claro que el cristiano no practicará la caridad y la justicia, si no es capaz de mirar más allá del mundo para poner sus ojos en las exigencias de la justicia eterna, que no es una sola «idea», sino el Señor viviente cuya aparición gloriosa esperamos. Sugerencias... Mirar el presente con ojos de fe. El discípulo-misionero no es un soñador desconectado del presente… sino que vive el realismo del presente, con las pequeñas tareas de cada día, con los pequeños o grandes proyectos, con las luchas por la vida y la supervivencia de tantos hombres, con la crónica negra de las noticias, con las pequeñas sorpresas que de vez en cuando llaman a la puerta. En realidad, la vida se vive en presente y servicio o no se vive. El presente es lo único a nuestra disposición, porque el pasado ya no está y hay que dejarlo a la misericordia infinita de Dios y el futuro carece todavía de consistencia propia y hay que prepararlo con esperanza. El presente es el hoy en el que se me da la tarea de amar y servir -a Dios y al prójimo- para gozar con Dios después de santa muerte. No hemos de tener miedo al presente, hemos de trabajar con la paz que nos da el Señor para que vivamos practicando las virtudes, practicando las obras de misericordia. El presente, así vivido, está abierto al futuro que, paso a paso, se convierte en presente… por eso hay que mirar el presente con ojos lejanos. El presente abierto ve ya la espiga dorada en la semilla apenas arrojada en la tierra. El presente abierto y cristiano lanza su mirada hacia adelante, cada vez más y más hasta hacerla entrar en la morada misma de Dios. Miremos las cosas de cada día (la tierra) con la enseñanza del Cielo y miremos el Cielo haciendo la voluntad de Dios en la tierra. La vigilancia no es opcional. El hombre prudente, sensato, no considera la actitud vigilante algo simplemente posible, una entre otras muchas opciones. La vigilancia es la mejor opción. Vigilar para que el futuro no nos sorprenda… ¿quieres saber si te salvarás?, ¡obra como salvado y te salvarás! (San Agustín). Vigilar para ser capaces de dominar los acontecimientos, en lugar de ser dominados por ellos. Vigilar para no perder jamás la paz, ni siquiera ante el desencadenamiento más duro de pruebas y experiencias adversas. En realidad, quien vigila ya ha mirado hacia la meta, y está preparado para llegar al fin. Vigilar para descubrir la escritura de Dios en las páginas de la historia. Vigilar para saber descubrir la acción del Espíritu en tu interior, en el interior de los hombres. Vigilar para mantener íntegras la fe, la esperanza y la caridad, "cuando Él venga". La vigilancia no es opcional, es necesaria para vivir. Nuestra Señora de la espera, ruega por nosotros. ...

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...