lunes, 19 de diciembre de 2022

HOMILIA NATIVIDAD DEL SEÑOR. Solemnidad. Misa de la Noche (24 de diciembre 2022)

 NATIVIDAD DEL SEÑOR. Solemnidad. Misa de la Noche (24 de diciembre 2022)

PrimeraIsaías 9, 1-6; Salmo: Sal 95, 1-3. 11-13; Segunda: Tito 2, 11-14; Evangelio: Lucas 2, 1-14

Nexo entre las LECTURAS…

Entre los muchos puntos de contacto de las lecturas, propongo el del ‘Nacimiento’. El anuncio del ángel a los pastores es: “les traigo una buena noticia… Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador.” (Evangelio). El texto de san Lucas, eco del texto de Isaías proclama proféticamente el nacimiento del Mesías: “Un niño nos ha nacido”. En la segunda lectura Pablo, dentro de un contexto de exhortación, fundamenta y motiva a los discípulos misioneros a vivir en una vida virtuosa apoyados en la gracia de Dios, que se ha hecho visible en el nacimiento y en la vida de Jesucristo, mientras esperamos gozosamente su Última Venida.

Temas… Sugerencias...

Navidad. Tanto en el evangelio de Lucas, que se lee en la Misa de medianoche, como en el de Juan, que se lee en la del Día, se insiste en un dato sorprendente: Lucas afirma que cuando José y María llegaron a Belén no encontraron posada, teniendo que cobijarse fuera del pueblo, en una gruta para resguardar los ganados… y san Juan, da testimonio de que “vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”. Celebramos la Natividad, recordamos aquella que llamamos ‘primera Navidad’, cuando Dios —hecho hombre— nació y el mundo no quiso recibirlo… y ahora en el mundo, de nuevo, parece no haber sitio para Dios. Tampoco hay sitio o acogida para los elegidos de Dios: No hay vivienda para los sin techo, no hay trabajo para los parados, no hay alimentos para los que se mueren de hambre, no hay sitio para los inmigrantes, no hay respeto hacia los diferentes... y al contrario hay atropellos indignos por todos lados. En este mundo al que falta caridad, falta solidaridad, falta hospitalidad y sobra egoísmo, indiferencia, insolidaridad… el Papa nos invita a ponernos en manos del Padre de las Misericordias y reemprender el camino de la conversión, del amor, de servicio y de la paz.

Encarnación. Navidad es la ‘conmemoración’ del nacimiento de Jesús, el hijo de Dios que se hace carne. Es un misterio de encarnación. Dios se hace hombre, toma nuestra condición con todas sus consecuencias hasta la muerte, para que nosotros podamos asumir la condición de hijos de Dios, con todas sus consecuencias, también de inmortalidad y resurrección. Es un misterio, pues, de solidaridad, que funda una nueva relación de Dios con los hombres, y debe fundar también una nueva relación de solidaridad entre los hombres. En Jesús, Dios se hace solidario de nuestra causa, para que todos seamos en Jesús solidarios en la causa de los hombres, sobre todo, la de los pobres y excluidos. Dios está con nosotros, por nosotros, para nosotros, a fin de que también nosotros estemos los unos con los otros, por los otros, para los otros, para todos. Con la gracia de esta fiesta pedimos “Que la locura homicida no encuentre más espacios en nuestro mundo” (Papa Francisco)

Presencia. Que Dios esté con nosotros no significa que Dios esté contra los otros. Y mucho menos que los creyentes nos arroguemos una predilección divina contra otros pueblos o religiones. Al contrario, Dios-con-nosotros significa que Dios está en todos los seres humanos, está en nosotros para que seamos útiles a los otros, y también está en los otros para que le respetemos y escuchemos y amemos, como decía santa Teresa de Calcuta “nos pertenecemos”. De modo que nuestras relaciones interpersonales, las relaciones sociales, debemos ir conformándolas según esta nueva perspectiva de Navidad, como: relaciones de caridad-solidaridad, de disponibilidad, de colaboración y de ayuda hacia todos, pero de modo especial hacia aquellos que más necesitan de nosotros. Pidamos y pedimos la gracia de «La no violencia: un estilo de política para la paz» (Mensaje del Papa para la Paz, 1 de enero de 2017) para que Su presencia nos haga bien a todos… ¡A TODOS!

Pesebre. A los primeros testigos de la Navidad, a los pastores, los ángeles les dieron esta señal: “encontrarán un niño en pañales y acostado en un pesebre”. Dios se deja ver, sobre todo, en la debilidad, en la pobreza y en la realidad de un niño y acostado en el piso. Al hacerse niño —y estar en el suelo— se ha puesto al alcance de nuestro cariño y de nuestra ternura, ¿hay algo más amable que un niño de pocos días? Pero los niños pueden ser también fáciles víctimas de nuestra violencia y desconsideración (especialmente por los sufrimientos de los menores abusados hagamos una oración especial). De ahí la posibilidad de descubrirlo y amarlo y servirlo en los pobres, con los que ha querido identificarse; pero de ahí también el riesgo de que pasemos de largo, de que no lo veamos o no queramos verlo, e incluso de que lo rechacemos (Papa Francisco). Jesús, que es la Palabra de Dios, se ha hecho apenas balbuceo en el niño de Belén, y se hará silencio al morir en la cruz. Así se ha puesto en su sitio, para indicarnos el nuestro, el último lugar, a la cola, al servicio de todos. Que para eso estamos, para servir, para ser útiles, para amar.

Caridad-Solidaridad (San Juan Pablo II). La encarnación, la Navidad, al descubrirnos la misericordia de Dios con el hombre, funda la solidaridad entre los hombres. Frente a la cultura de la competitividad, que amenaza con convertir la convivencia en una lucha sin criterios de todos contra todos, debemos sentar las bases de una nueva cultura, la de solidaridad, la de la Civilización del Amor (San Pablo VI) que nos predisponga a todos en favor de todos. Más allá de la competitividad, entendida y practicada como selectiva y eliminatoria de los débiles, hay que apostar por la competencia, entendida y practicada como capacitación para un servicio cada vez mejor y más operativo y con todos. Trabajemos por la globalización de la Caridad (Benedicto XVI). Se trata, con la ayuda de la gracia, de ir eliminando de nuestra cultura —del mundo y eclesial— todos los rasgos de inhumanidad que hemos ido adquiriendo con la violencia, la explotación, la exclusión, la hostilidad y hostigamiento... y de ir arraigando nuevos rasgos de humanidad, de ayuda mutua, de comprensión y respeto, de tolerancia y cooperación, de solidaridad, de caridad, de no violencia, de paz.

Podemos preguntarnos: ¿Cómo celebramos la Navidad? ¿Qué celebramos, la Navidad o las navidades? ¿Un acontecimiento de salvación… unos días de vacaciones? ¿Creemos, con nuestra vida, que el Señor está con nosotros? Y en ese caso: ¿con quién estamos nosotros? ¿con Dios o con el dinero, con las superficialidades? ¿con los ricos o con los pobres? ¿con los poderosos o con los débiles?

¿Vivimos la encarnación? ¿Estamos encarnados para el bien y la virtud y la misericordia con nuestro mundo? Si Navidad es misericordia-solidaridad, ¿somos solidarios? ¿Sólo en las grandes (extremas) ocasiones? ¿Lo somos cada día, en los detalles, siempre y con todos?

Nuestra Señora de la Paz, ruega por nosotros, por la Iglesia y por todos…

lunes, 28 de noviembre de 2022

HOMILIA Segundo Domingo de ADVIENTO cA (04 de diciembre 2022)


 Segundo Domingo de ADVIENTO cA (04 de diciembre 2022)

Primera: Isaías 11, 1-10; Salmo: Sal 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17; SegundaRomanos 15, 4-9; Evangelio: Mateo 3, 1-12

Nexo entre las LECTURAS

El Espíritu es la Persona presente en la Liturgia y especialmente unificador este Domingo. Cuando el Espíritu sopla, hasta los huesos secos recobran vida, de los viejos troncos brotan retoños y toda la faz de la tierra rejuvenece (primera Lectura). No debemos desesperar. Por muy acabados y viejos que nos sintamos, se nos ha prometido un bautismo de Espíritu y fuego. Quien se deja empapar de este Espíritu, que es fuego, quema todo lo caduco y se abre a una vida nueva (san Pablo). Estas semanas de Adviento son, para todos nosotros, una llamada a abrirnos a la constante venida de Dios a nuestra vida. Por eso, cada año, en este segundo Domingo de Adviento, rememoramos como dichas ahora a nosotros las palabras (proféticas) de Juan el Bautista: «Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos» (Evangelio). Es, por tanto, una invitación personal a la conversión.

Temas...

El que está lleno del Espíritu. Dios viene ahora en una figura terrena, como el “renuevo del tronco de Jesé”. Pero su venida es única y definitiva. Según la primera lectura, tres ‘cosas’ caracterizan esta venida: en primer lugar, la plenitud del Espíritu del Señor que capacita al que viene para las otras dos ‘cosas’: para el juicio separador en favor de los pobres y desamparados contra los violentos y los pecadores, y para la instauración de una paz supra terrenal que transforma totalmente la naturaleza y la humanidad. El Espíritu de sabiduría y de conocimiento que llena al que viene, se derrama sobre el mundo, de modo que el mundo queda “lleno de la ciencia del Señor, como las aguas colman el mar”. Lo que el Mesías –que está lleno del Espíritu– es y tiene, lo ejerce juzgando; lo reparte llenando al mundo con su Espíritu. En la Biblia conocer a Dios es amarlo y experimentar vivamente que nos ama, es impregnarse totalmente de la comprensión íntima de lo que Dios es, que en su intimidad es misericordia; y este “conocimiento” anunciado por el profeta es la paz en Dios, la participación en la paz de Dios.

Bautismo con el Espíritu Santo y fuego. El evangelio presenta al precursor (Juan Bautista) en plena actividad. Prepara el camino al que viene, acompañando a los pecadores para que se conviertan y bautizándolos, a la espera del que viene detrás de él y que es más que él. Se preparan para acoger al que viene. No puede uno fiarse simplemente del pasado, de la pertenencia a la descendencia de Abrahán. Las palabras del Bautista: “Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras”, son extrañamente proféticas: para los judíos esas piedras son los pueblos paganos; el que está lleno del Espíritu (Jesús) y viene detrás de Juan puede convertirlos en hijos de Dios. Juan se prosterna ante Él en una actitud de profunda humildad. Porque, en vez de agua (con agua), Él bautizará con el Espíritu Santo y fuego. Un fuego que es Dios mismo, el fuego del amor divino que Él viene a “derramar sobre la tierra”, un fuego que consume todo egoísmo en las almas; el fuego del amor que será al mismo tiempo el fuego del juicio para los que no quieren amar, para los que son paja: “Quemará la paja en una hoguera que no se apaga”. “Dios es un fuego devorador”: quien no quiera arder en su llama de amor, se abrasará eternamente en ese fuego. El amor es más que la moral mezquina de los fariseos y saduceos. La moral mezquina de los que no creen en el Espíritu Santo, no resistirá ante el que tiene en Su mano la horquilla y limpiará su era.

“Acójanse mutuamente”. La llama de amor que trae el portador del Espíritu desborda los límites del pueblo de Israel y llega al mundo. Los judíos, elegidos desde antiguo, y los paganos, no elegidos, pero ahora admitidos a la salvación, formarán en lo sucesivo una unidad en el amor. Pablo exige de ambos –en la segunda lectura– que “se acojan mutuamente” como y porque Cristo “nos ha acogido” para gloria del Creador, que nos ha creado a todos con vistas a su Hijo. El Hijo realiza las dos cosas: la justicia de la alianza de Dios, pues en su existencia terrena cumple todas las profecías, y la misericordia divina para con todos aquellos que todavía no saben nada de la alianza. El portador del Espíritu que Isaías ve venir, instaurará una paz verdaderamente divina sobre la tierra. Si las naciones quisieran –como lo espera el profeta– buscar este «renuevo del tronco de Jesé», quedarían también ellas llenas del «Espíritu de la ciencia del Señor», en cuya paz «ya no se hace nada malo».

Sugerencias...

Prepararse a la Navidad, dejándose guiar por el Espíritu Santo. La liturgia dominical es un momento oportuno para renovar en nuestra conciencia –cristiana– la acción invisible pero real del Espíritu, su presencia en el alma por la gracia, su eficacia en el desarrollo y progreso de la vida espiritual. Momento igualmente oportuno para invitarnos a estar atentos a la voz del Espíritu que nos habla mediante los acontecimientos de la vida, las situaciones personales, las personas conocidas o amigas, las páginas de un libro, los medios de comunicación social o la misma naturaleza. Momento oportuno, igualmente, para aceptar y obedecer al Espíritu con docilidad y prontitud. Es el Espíritu de Dios quien mejor nos puede preparar para vivir mejor el misterio de la encarnación y del nacimiento de Jesucristo.

Los valores del Reino quizá nos sorprendan a primera vista; nos resulten demasiado elevados y bellos para ser creídos y realizados en una sociedad y en un ambiente en donde hay y tienen vigencia otras escalas de valores –muy opuestas a las del Mesías– y, si no opuestos, al menos muy diferentes. Sin embargo, hay muchos hombres y mujeres que ya viven las virtudes que nos propone el Señor y rigen su existencia por el Sermón del Monte y las obras de misericordia... ¡Pensemos en tantos laicos, familias, religiosos y sacerdotes que viven santamente! Es muy probable que muchos de entre nosotros mismos nos sentimos llamados a convertirnos diariamente a los valores del Reino... Hay que sostener esos esfuerzos, promover esos valores, trabajar con tesón para que todos los hombres vivamos la Civilización del Amor, el Reino del Mesías de Dios. Vayamos cambiando cada día… vayamos renovándonos cada día…

María, Virgen Inmaculada, ruega por nosotros.

lunes, 14 de noviembre de 2022

HOMILIA Domingo Trigésimo cuarto del TIEMPO ORDINARIO cC

 

Domingo Trigésimo cuarto del TIEMPO ORDINARIO cC  


Solemnidad de Nuestro señor Jesucristo Rey del Universo (20 de noviembre de 2022).

Primera: 2Samuel 5, 1-3; Salmo: Sal 121, 1-2. 4-5; Segunda: Colosenses 1, 12-20; Evangelio: Lc 23, 35-43

Nexo entre las LECTURAS…

"Rey de Israel, rey de los judíos, reino del Hijo" son las expresiones con que la liturgia nos recuerda solemnemente la gozosa realidad de Jesucristo, Rey del universo, Rey universal. El título de la cruz sobre la que Jesús murió para redimir a los hombres era el siguiente: "Jesús nazareno, rey de los judíos" (Evangelio). Históricamente, este título se remontaba hasta David, rey de Israel, (Primera lectura), de quien Jesús descendía según la carne. Recordando Pablo a los colosenses la obra redentora de Cristo les escribe: "El Padre nos trasladó al Reino de su Hijo querido, en quien tenemos la redención: el perdón de los pecados" (Segunda lectura).

Temas...

«Este es el Rey de los judíos». El letrero colocado sobre la cabeza del Crucificado: «Este es el Rey de los judíos», ha sido formulado por Pilato como ‘provocación’ a los judíos; los soldados que lo leen se burlan de Él, al igual que las «autoridades» del pueblo, diciendo: «Si eres tú el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo». Pero en el evangelio de Lucas hay al menos uno que toma en serio este letrero, uno de los dos malhechores crucificados con Jesús, quien se dirige a Él en estos términos: «Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». La inscripción colocada sobre la cruz indica que el reino de Dios tradicional se entiende aquí por primera vez como un reino de Cristo, y que el antiguo «Dios es rey» de los salmos se trasforma ahora en «Cristo es rey». Poco importa cómo el ‘buen ladrón’ se imagina este reinado de Jesús; en todo caso parece claro que piensa que este Rey puede ayudarle a Él, un pobre agonizante. Se trata del ‘primer acto’ de la soberanía regia de Jesús sobre el mundo entero.

«Ungieron a David como rey de Israel». La primera lectura recuerda brevemente que David como rey es el antepasado de Jesús; David había sido ya ungido por Samuel cuando no era más que un joven pastor y en una época en que todavía reinaba Saúl; aquí es reconocido oficialmente por todas las tribus de Israel como el pastor de todo el pueblo. Es una imagen anticipada de lo que sucede en la cruz: Jesús era desde el principio el Ungido (Mesías), pero en la cruz es proclamado Rey oficialmente (en las tres lenguas del mundo, según Juan).

«Todo se mantiene en Él... Por la sangre de su cruz». La segunda lectura amplía el presentimiento del ‘buen’ ladrón hasta lo ilimitado, sin abandonar el centro de esta realeza de Jesús, su cruz. La creación entera está sometida a Él como Rey, porque sin Él ella simplemente no existiría. Toda ella «se mantiene» en Él. El Padre ha concebido el mundo desde un principio de modo que debe llegar a convertirse en el «reino de su Hijo querido», y esto por así decirlo no a partir de sí mismo, sino expresamente de modo que por Jesús «sean reconciliados todos los seres» y todos recibamos por Él «la redención, el perdón de los pecados», y de modo que esta «paz» entre todos los seres, los del cielo y los de la tierra, sólo debe fundarse en «la sangre de su cruz». Sólo en esta entrega suprema, bajo las burlas de judíos y paganos y la huida y la negación cobardes de los cristianos, se manifestó en el Hijo todo el amor de Dios al mundo, de tal manera que este amor divino en la figura del Hijo puede obtener ahora la soberanía sobre todas las cosas.

Sugerencias...

"El condicional de la duda: ‘Si eres rey...’": he ahí la perpetua tentación del hombre hundido en su miseria e indigencia. "Si eres el Hijo de Dios...", así el tentador y así tantos hombres a lo largo de la historia. "Si eres bueno..., ¿por qué reina tanto mal a nuestro alrededor?". "Si me amas..., ¿por qué en lugar de que reine tu amor en mí, reina, al contrario, el desorden de las pasiones, el desenfreno del egoísmo?". "Si eres rey..., ¿cómo es posible que haya gobiernos descreídos y ateos, que persiguen, encarcelan y asesinan a tus súbditos?". "Si eres rey..., ¿qué clase de reinado es el tuyo que se oculta hasta el punto de que se desvanece y llega casi a desaparecer?". "Si eres rey...". La duda nos importuna y nos sacude interiormente. El condicional nos muerde el alma hasta la herida mortal. "Eso de Cristo Rey, ¿no será un cuento o una de tantas utopías que recorren la historia?". "Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera, Cristo ama-salva", cree la Iglesia. "¿Es esto verdad o más bien un exagerado triunfalismo?". ¡Seamos valientes! Quitemos de una vez por todas el "sí" condicional de nuestra amistad con Jesucristo Rey. En lugar de dudar, agradezcamos al Padre que no haya querido instaurar un reino como hubiésemos querido los hombres, a la medida de nuestros deseos y de nuestras mezquinas concepciones de las cosas. Cristo reina según su designio y su medida, no según la nuestra. El Reino de Cristo se recibe como un regalo, como una revelación del cielo; no es fruto de una mente humana privilegiada ni del acuerdo razonable de los hombres. El Reino de Cristo se instala en la vida de los hombres, pero no es algo ya hecho, sino una realidad que crece. Desde el momento que ponemos el reino de Cristo bajo la ley del condicional, estemos seguros de que estamos corriendo el riesgo de no entenderlo y de quedarnos fuera.

¡Venga tu Reino! Tertuliano en su comentario al padrenuestro escribe: "Que tu Reino venga lo antes posible es el deseo de los cristianos, es la confusión para las naciones. Nosotros sufrimos por esto, más aún nosotros rezamos por su llegada". Es un deseo que los cristianos venimos repitiendo desde los primeros siglos. Venga a nuestra tierra tu reino de paz en los Balcanes, en la tierra de Israel, en Malasia, en Ucrania, en el cuerno de África o de los grandes lagos, en todas las naciones... en todos nuestros lugares. Venga a nuestra Patria, a nuestra tierra tu reino de justicia frente a la corrupción relativista, frene a tantas diferencias sociales y económicas, frente a tanta degradación moral. Venga tu reino de amor entre los esposos, entre padres e hijos, entre miembros de diferentes razas o religiones; de amor hacia los niños y hacia los ancianos, hacia los pobres y enfermos, hacia todos los más necesitados de atención, cariño, ternura. Sabemos que el Reino de Cristo vive en una situación de tensión permanente, porque lo exige su mismo crecimiento, porque encuentra resistencias a su acción transformadora. Porque llegue este reino de paz, de justicia y de amor trabajamos, sufrimos, oramos los cristianos y todos los hombres de buena voluntad. ¡Venga tu Reino! Sea ese el grito con el que amanezcamos a un nuevo día y con el que cerremos el duro ofrecer-trabajo de la jornada. "Para que, digamos con san Cipriano, nosotros que lo hemos servido en esta vida, reinemos en la otra con Cristo Rey, como Él mismo nos ha prometido".

lunes, 7 de noviembre de 2022

homilia Domingo Trigésimo tercero del TIEMPO ORDINARIO cC (13 de noviembre de 2022).

Domingo Trigésimo tercero del TIEMPO ORDINARIO cC (13 de noviembre de 2022).

Primera: Malaquías 3, 19-20a; Salmo: Sal 97, 5-9; Segunda: 2Tesalónica 3, 6-12; Evangelio: Lc 21, 5-19

 

MENSAJE DEL SANTO PADRE para la VI Jornada Mundial de los Pobres, del 13 de noviembre de 2022, Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, ‘Jesucristo se hizo pobre por ustedes’ (cf. 2 Co 8,9)

1. “Jesucristo se hizo pobre por ustedes” (cf. 2 Co 8,9). Con estas palabras el apóstol Pablo se dirige a los primeros cristianos de Corinto, para dar fundamento a su compromiso solidario con los hermanos necesitados. La Jornada Mundial de los Pobres se presenta también este año como una sana provocación para ayudarnos a reflexionar sobre nuestro estilo de vida y sobre tantas pobrezas del momento presente.

“Que esta VI Jornada Mundial de los Pobres se convierta en una oportunidad de gracia, para hacer un examen de conciencia personal y comunitario, y preguntarnos si la pobreza de Jesucristo es nuestra fiel compañera de vida”. Este es el deseo que el papa Francisco ha expresado hoy en su Mensaje para esta Jornada que se celebrará el próximo 13 de noviembre de 2022 y que lleva por título ‘Jesucristo se hizo pobre por ustedes’ (cf. 2 Co 8,9).

 

Nexo entre las LECTURAS…

El presente y el futuro son dos categorías que despuntan de alguna manera en este penúltimo Domingo del ciclo litúrgico. Los "arrogantes y los que hacen el mal" del presente serán arrancados de raíz el Día de Yahvé, mientras que los "que temen mi Nombre" serán iluminados por el sol de justicia (Primera lectura). Las tribulaciones y las desgracias del presente no deben perturbar la paz de los discípulos misioneros, porque, mediante su perseverancia en la fe, recibirán la salvación (Evangelio). San Pablo invita a los tesalonicenses a imitarle en su dedicación al trabajo, aquí en la tierra, para recibir luego en el mundo futuro la corona que no se marchita (Segunda lectura).

Temas...

Ciudadanos de dos mundos. Todos estamos inscriptos en el registro de dos mundos diversos. Uno es el mundo presente, la tierra que pisamos y el aire que respiramos, un mundo pasajero, sellado por el límite y la caducidad. El otro, es el mundo en el que reinan Cristo, la Virgen y todos los Santos hacia el cual nos dirigimos, nos encaminamos haciendo el bien en el tiempo presente. Lo interesante es que estos dos mundos no se suceden cronológicamente, se entrecruzan y entrelazan en la vida de los hombres. Ninguno de ellos nos es ajeno, en ninguno vivimos como si el otro no existiera. En el mundo presente no podemos dejar de pensar en el futuro, y el mundo futuro será la coronación (don de la gracia) del amor y servicio hecho a Dios y al prójimo en el presente tal como Cristo nos enseña. Las vicisitudes de la historia, sus conflictos y sus penas nos remiten, con la asistencia del amor misericordioso de Dios hacia el futuro. La dicha y la plenitud del mundo futuro solicitarán nuestro interés porque todos los hombres de este mundo puedan alcanzarla, santa Teresa del Niño Jesús señalaba con gozo que desde el cielo nos hará mucho bien. Como ciudadanos del presente hemos de estar ocupados y dedicados en la tarea del crecimiento, del progreso, de la justicia, del avance en humanismo y solidaridad, y en el crecimiento de las virtudes. Como ciudadanos de la Jerusalén Celestial tenemos que ocuparnos por la instauración del Reino de Cristo y por la santidad de todos. El presente en que vivimos es tarea de elección y de renuncia, el futuro será tiempo de posesión y de gozo (beata Tránsito Cabanillas). El presente es tiempo de ideales y de realizaciones, el futuro será de encuentro y de intimidad (Santa Isabel de la Trinidad). El presente es tiempo de constancia en la lucha, el futuro será de descanso en la paz. El presente es tiempo de esperanza en la fe y en el amor, el futuro será de triunfo pleno del amor perfecto (Santa Teresa de Calcuta). Dos mundos distintos, pero no distantes, sino unidos en el corazón del hombre. Dos mundos en los que el cristiano ha de vivir en entrega, haciendo honor a su nombre de hijo de Dios y hermano de todos. No es día para hablar de las postrimerías, sino para alegrarnos en la amistad de Dios que nos acompaña en el tiempo para atravesar (como Él) la pasión -en la perseverancia- y alcanzar la resurrección, la vida bienaventurada.

La luz de la justicia. En este mundo no siempre brilla con todo su esplendor la luz de la justicia. Hay también mucha tiniebla de injusticia, estamos marcados profundamente por el pecado original. Y por eso al hombre honrado y bueno, al discípulo misionero, le acecha la tentación de decir: "¡Es inútil servir a Dios! ¿Qué ganamos con guardar sus mandamientos?" (Primera lectura y varios salmos). Tal vez llegan a nuestros oídos voces de falsos profetas que gritan: "¡Yo soy!" o que predicen con presunción: "El tiempo está por llegar" (Evangelio). Y llegan a ‘preocuparnos’ esas voces y crean en los cristianos algo de perplejidad. Oscurecidos sobre el futuro, había también entre los cristianos de Tesalónica algunos que "no trabajaban y se metían en todo" (Segunda lectura). Hoy, equivocadamente también, muchos buscan su ‘suerte’ en adivinos, horóscopos y otras maneras de aferrarse a palabras que no son la Palabra. Evidentemente creaban confusión y perturbaban la vida y la paz de la comunidad. Esa tiniebla de injusticia no es propia sólo del tiempo del Antiguo o del Nuevo Testamento, sigue actualísima en nuestro tiempo. ¿Crees en el triunfo del Bien y de la Vida? Hay quienes no creen en la resurrección de la carne y en la Vida Eterna y atemorizan a la gente, sobre todo a los de la periferia existencial, hablando de revelaciones recibidas sobre el fin del mundo y su pronta venida… alejándolos de la misericordia del Padre. ¿No abundan falsos profetas y doctores, que merodean aquí y allá enseñando doctrinas erróneas? La revelación de Dios, recogida en los textos litúrgicos de este Domingo, nos recuerda: "Dios hará brillar la luz de la justicia". Esa luz, que amorosamente ya comienza a brillar en este mundo, ciertamente es el Sol de justicia que irradiará sus rayos de luz en el mundo futuro, Él es el Sol que nace de lo alto y Él la luz de la Jerusalén definitiva. El cristiano, por tanto, en medio de las injusticias y de las persecuciones, ha de mantenerse tranquilo, paciente y con gran paz, porque Dios intervendrá a su tiempo. "Con la perseverancia, nos dice Jesucristo en el evangelio, salvaremos nuestras almas".

Sugerencias...

El tiempo de la Iglesia. Entre Pentecostés y el final de la historia está, lo que podemos llamar: el tiempo de la Iglesia. Esta Iglesia que tiene ya más de 20 siglos de historia, y vive el presente queriendo ser fiel a su Esposo-Fundador, y mira al futuro con esperanza. Jesucristo a la Iglesia no le ha ahorrado tribulaciones. Pero tampoco ha sido indiferente con Ella en consolaciones. En su historia pasada y presente vemos una innumerable fila de hombres y mujeres fieles a su Señor … a lo largo de los siglos, en muchos lugares donde no había paz, los cristianos santos han sembrado paz y concordia entre los hombres. También ha habido cristianos, en esos mismos siglos, que han esparcido discordia, guerra, revolución, desavenencias en la familia, en los grupos humanos, entre las naciones. Ha habido en la larga historia del cristianismo reyes y gobernantes cristianos, sumamente santos y que han hecho tanto bien. A su lado, ha habido igualmente y continúa habiendo reyes y gobernantes que han perseguido a sus hermanos en la fe por motivos políticos o por intereses ideológicos, por celos religiosos y mal llamados piadosos. En la historia están también los enemigos de Dios y de su Iglesia. Recordemos a los emperadores que, durante tres siglos, con mayor o menor intensidad, persiguieron el cristianismo como religión ilícita y consideraban a los cristianos como ateos porque no adoraban a los dioses del Imperio. Pensemos en los tormentos que sufrieron los hijos de la Iglesia en Japón y en China, México, España, y ahora en muchos países de Oriente y África, por considerar el cristianismo como extranjero y como ajeno completamente a las propias tradiciones religiosas. ¿Y qué decir de la brutal persecución y hostigamiento del comunismo hacia los cristianos allí donde el socialismo real fue o continúa siendo una triste y horrenda pesadilla de la humanidad en su historia, tal como el ISIS? El tiempo de la Iglesia ha sido y continuará siendo así hasta el final: tiempo de tribulación, y tiempo de consolación y paz. ¡Esta es la Iglesia en que vivimos, a la que amamos, y en la que trabajamos por el Reino de Dios, la Civilización del Amor! (San Pablo VI, papa).

Vivir el presente desde el AMOR. Frecuentemente se piensa que hay que vivir el presente con un ojo en el pasado, para aprender del mismo, puesto que "la historia es maestra de la vida". No quitar lo que esto tiene de verdad. Pero es bueno señalar un aspecto propio de nuestra fe cristiana: Hay que vivir el presente como quien ya hubiera recorrido el camino de la vida y se hallara en el mundo futuro, pues Cristo, nuestra Pascua, ya ha vencido, ha resucitado y en la Eucaristía tenemos la prenda cierta de su Victoria… es Él el que nos visita y alimenta... también la bienaventurada Virgen María es muestra del destino final de la humanidad y de la Historia. Está claro que, con la ayuda del Cielo, las perspectivas y el modo de vivir el presente serían muy diversos. Desde la eternidad (consideremos el ejemplo de los santos): ¿cómo hubiese querido vivir el día de hoy, esta situación familiar, este momento personal de crisis, esta relación afectiva, este ambiente en el trabajo? Ese futuro, la Bienaventuranza eterna, el Banquete de las Bodas del Cordero, crea ‘una distancia’ entre nosotros y nuestro presente, y al mirar desde esa distancia podemos comprender las cosas con mayor paz y objetividad. Ese futuro nos mete en el mundo de Dios y de esta manera nos otorga el poder -la gracia- de pensar en las diversas situaciones del presente y de la vida con el mismo modo de pensar de Dios. Desde el futuro conocemos mejor y sabemos aplicar con mayor exactitud y coherencia al presente la enseñanza de nuestra fe y la medida de nuestra conducta. Con la ayuda de la gracia y el deseo del Cielo es suficiente para encender en el alma nuevo ardor y entusiasmo… como decía san José Sánchez del Río: “que nunca fue tan fácil, como ahora, ganar el Cielo”.

 

lunes, 31 de octubre de 2022

HOMILIA TODOS LOS SANTOS, solemnidad. Martes (01 de noviembre de 2022)

GENTILEZA FOTO ACIPRENSA

 TODOS LOS SANTOS, solemnidad. Martes (01 de noviembre de 2022)

Primera: Apocalipsis 7, 2-4.9-14; Salmo: Sal 23, 1-6; Segunda: 1Juan 3, 1-3; Evangelio: Mateo 5, 1-12a

Nexo entre las LECTURAS…

La antífona de entrada es quien nos sugiere el nexo y el tema y las sugerencias: «Alegrémonos todos en el Señor al celebrar este día de fiesta en honor de todos los Santos. Los ángeles se alegran de esta solemnidad y alaban a una al Hijo de Dios» (Entrada).

Temas… Sugerencias…

Con la ayuda de meditaciones del Papa Francisco.

En esta celebración nos recogemos y pensamos en nuestro futuro, pensamos en todos aquellos que se han ido, que nos han precedido en la vida y están en el Señor.

Es muy bella la visión del Cielo que hemos escuchado en la primera lectura: el Señor Dios, la belleza, la bondad, la verdad, la ternura, el amor pleno. Nos espera todo esto. Quienes nos precedieron y están muertos en el Señor están allí. Ellos proclaman que fueron salvados no por sus obras también hicieron obras buenas— sino que fueron salvados por el Señor: «La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero» (Ap 7, 10). Es Él quien nos salva, es Él quien al final de nuestra vida nos lleva de la mano como un papá, precisamente a ese Cielo donde están nuestros antepasados, los que nos precedieron en el regreso a CASA. Uno de los ancianos hace una pregunta: «Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?» (v. 13). ¿Quiénes son estos justos, estos santos que están en el Cielo? La respuesta: «Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero» (v. 14).

En el Cielo (en CASA) podemos entrar sólo gracias a la sangre del Cordero, gracias a la sangre de Cristo. Es precisamente la sangre de Cristo la que nos justificó, nos abrió las puertas del Cielo. Y si hoy recordamos a estos hermanos y hermanas nuestros que nos precedieron en la vida y están en el Cielo, es porque ellos fueron lavados por la sangre de Cristo. Esta es nuestra esperanza: la esperanza de la sangre de Cristo. Una esperanza que no defrauda. Si caminamos en la vida con el Señor, Él no decepciona jamás.

Hemos escuchado en la segunda Lectura lo que el apóstol Juan decía a sus discípulos: «Miren qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce... Somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es» (1 Jn 3, 1-2). Ver a Dios, ser semejantes a Dios: ésta es nuestra esperanza. Y hoy, precisamente en el día de los santos —y antes del día de los muertos—, es necesario pensar un poco en la esperanza: esta esperanza que nos acompaña en la vida. Los primeros cristianos pintaban la esperanza con un ancla, como si la vida fuese el ancla lanzada a la orilla del Cielo y todos nosotros en camino hacia esa orilla, agarrados a la cuerda del ancla. Es una hermosa imagen de la esperanza: tener el corazón anclado allí donde están nuestros antepasados, donde están los santos, donde está Jesús, donde está Dios. Esta es la esperanza que no decepciona; hoy —y mañana— son días de esperanza.

La esperanza es un poco como la levadura, que ensancha el alma; hay momentos difíciles en la vida, pero con la esperanza el alma sigue adelante y mira a lo que nos espera. Hoy es un día de esperanza. Nuestros hermanos y hermanas están en la presencia de Dios y también nosotros estaremos allí, por pura gracia del Señor, si caminamos por la senda de Jesús. Concluye el apóstol Juan: «Todo el que tiene esta esperanza en Él se purifica a sí mismo» (v.3). También la esperanza nos purifica, nos aligera; esta purificación en la esperanza en Jesucristo nos hace ir de prisa, con prontitud. En este preatarceder de hoy, cada uno de nosotros puede pensar en el ocaso de su vida: «¿Cómo será mi ocaso?». Todos nosotros tendremos un ocaso, todos. ¿Lo miro con esperanza? ¿Lo miro con la alegría de ser acogido por el Señor? Esto es un pensamiento cristiano, que nos da paz.

Hoy es un día de alegría, pero de una alegría serena, tranquila, de la alegría de la paz. Pensemos en el ocaso de tantos hermanos y hermanas que nos precedieron, pensemos en nuestro ocaso, cuando llegará. Y pensemos en nuestro corazón y preguntémonos: «¿Dónde está anclado mi corazón?». Si no estuviese bien anclado, anclémoslo allá, en esa orilla, sabiendo que la esperanza no defrauda porque el Señor Jesús no decepciona.

Todos los santos, rueguen por nosotros.

¡Feliz día!

HOMILIA Domingo Trigésimo segundo del TIEMPO ORDINARIO cC (06 de noviembre de 2022).

 Domingo Trigésimo segundo del TIEMPO ORDINARIO cC (06 de noviembre de 2022).

Primera: 2Macabeos 6,1; 7, 1-2. 9-14; Salmo: Sal 16, 1. 5-6. 8b y 15; Segunda: 2Tesalónica 2, 16 – 3, 5; Evangelio: Lucas 20, 27-38

Nexo entre las LECTURAS…

¿Cuál y cómo es el destino último del hombre? A esta inquietante pregunta trata de ‘responder’ la Liturgia de este Domingo. Jesús nos enseña que el destino es la vida, y que esa vida en el ‘más allá’ no se iguala a la vida terrena (Evangelio). El martirio de la madre y de sus siete hijos en tiempo de los Macabeos ofrece al autor sagrado la ocasión para proclamar vigorosamente la fe en la resurrección para la vida (Primera lectura). Pablo pide oraciones a los tesalonicenses para que "la palabra del Señor siga propagándose y adquiriendo gloria" (Segunda lectura), una palabra que incluye la vocación final de los hombres ante el Juez supremo, que es Dios.

Temas...

Misterio y realidad. Conviene afirmar siempre que el destino final del hombre no es claro como un teorema matemático ni cognoscible como la composición química del agua. Jesús, en su razonamiento con los saduceos (=saduceos, conocidos como zadokitas, eran los descendientes del sumo sacerdote Sadoq, de la época de Salomón.   Caifás era un saduceo. Se consideraban justos y rectos. Era un grupo belicoso, de gente rica y poderosa, se les conocía como groseros en sus interacciones sociales. En la época de Jesús habían perdido su influencia religiosa, que había pasado a manos de los fariseos. Sostenían que Dios premiaba a los buenos en esta vida, por lo que ellos –siendo ricos– eran los buenos. No había otra vida), sostiene que es un misterio y por eso no acude al raciocinio, sino a la revelación. "El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob es un Dios de vivos, no de muertos". La historia de la salvación nos ayuda a comprender que, siendo misterio, no ha sido objeto de un conocimiento natural o de una revelación inmediata. Más bien, ha habido un proceso largo y pedagógico de revelación desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo. Los saduceos exageran tanto el carácter misterioso de la resurrección, que simplemente la niegan. Es tal vez una solución fácil, pero impropia del hombre que es un eterno buscador de la verdad (fiestas del 1 y 2 de noviembre). Procurar entrar en el misterio, sin destruirlo, ahí está la grandeza del ser humano sobre la tierra y a esto nos ayuda la Misa de este Domingo. La resurrección es cierta, es realidad. Una realidad que no es perceptible con los ojos de la carne, sino únicamente con los ojos de la fe. Ya Horacio había llegado a formular, con su sola razón, la creencia en la inmortalidad: ‘no he de morir totalmente’. Los cristianos podemos formular nuestra fe en la resurrección: ‘viviré todo entero’, en cuerpo y alma, en toda mi realidad completa (Job 19, 26-27). Evidentemente no se tiene que resaltar tanto la resurrección corporal que llegue a imaginarse la vida terrena en su grado máximo de perfección. "No pueden ya morir, porque son como ángeles" (Evangelio). El hombre será transformado y, sin dejar de ser hombre, experimentará y vivirá su humanidad de un modo adecuado a un mundo espiritual y eterno. El destino del hombre es la vida bienaventurada.

Martirio y vida. La madre y los siete hijos de los que nos habla la primera lectura han sido para los judíos y para los cristianos un ejemplo permanente de fortaleza espiritual y de fe en la resurrección. "El Rey del mundo, a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna", así formula su fe el segundo de los hermanos. El martirio de tantos cientos de miles de cristianos a lo largo de los siglos es signo de credibilidad de la resurrección de los muertos, como decía san José Sánchez del Río, mártir cristero de 14 años: “Mamá, nunca como ahora es tan fácil ganarnos el cielo”. Un martirio que radica en el gran Martirio de Jesucristo en la cruz para redimirnos del pecado y alcanzarnos la vida eterna. La "corta pena" del sufrimiento se trueca en "vida perenne" y sin fin (Primera lectura). Junto al martirio de sangre está el martirio de la vida, el testimonio diario de la fe que da sustancia y peso a la última verdad del Credo: "Creo en la resurrección de los muertos y en la vida futura". Porque en verdad mártir es quien prefiere al Dios de la vida sobre el amor de la vida, quien está dispuesto a cerrar la puerta de la vida por fidelidad a Dios y a abrir la puerta del Paraíso para estar siempre con el Señor. Ésta es la Palabra del Señor que debemos anunciar y que hemos de propagar por todas partes. En un mundo no poco secularizado y bastante miope para las cosas de la fe, es muy necesario que los cristianos sellemos nuestra fidelidad a la vida, en esta tierra en que estamos y en la eternidad, con una vida de fidelidad. Así es el testimonio de san José Gabriel del Rosario: “Pero es un grandísimo favor el que me ha hecho Dios Nuestro Señor en desocuparme por completo de la vida activa y dejarme con la vida pasiva, quiero decir que Dios me da la ocupación de buscar mi último fin y de orar por los hombres pasados, por los presentes y por los que han de venir hasta el fin del mundo.” Busquemos con verdad y caridad nuestro último fin.

Sugerencias...

Continuidad, no igualdad. Nuestra fe nos dice que el ser humano resucitará. Hay, por tanto, una continuidad innegable entre el hombre histórico, que muere y vuelve al polvo, y el hombre resucitado. No resucitará una idea humana, sino el hombre (el varón y la mujer) que ha pisado esta tierra, que ha amado, que ha hecho el bien, que ha procreado y educado a sus hijos, que ha trabajado para poder vivir, que ha muerto besando un crucifijo o rezando el rosario. Si alguien pusiese en duda o negase esta continuidad, ¿en qué consistiría entonces la resurrección de los muertos? ¿No sería tal expresión un simple sonido sin sentido? Al mismo tiempo nuestra fe nos dice que la continuidad no equivale a igualdad. Nuestro polvo revivirá, pero distinto. Seremos íntegramente hombres, pero nuestra vida no estará ya sometida a la condición histórica. En la eternidad ni se trabaja, ni se come, ni se procrea ni se muere. "Serán como los ángeles" (Evangelio). Resucitaremos idénticos, pero diversos en razón de la misma diversidad del mundo en el que se entra y en el que se vivirá para siempre. El hombre entero vivirá en la condición de los ángeles, porque su misma dimensión corpórea quedará creada y transformada por la acción del Espíritu de Dios. Todo esto es importante para la catequesis, la predicación, y el acompañamiento espiritual. No está mal que a los niños se les hable del cielo en lenguaje imaginativo y sensorial. Creo que hay que ir elevándolos gradualmente de una concepción sensorial a una concepción cada vez más espiritual de la vida eterna. Efectivamente, querer plantar la tierra en el cielo ha sido siempre una gran tentación del hombre. No hacer una buena catequesis desde temprana edad es una, entre otras causas, por las cuales está en crisis la fe en la resurrección de los muertos y en la vida futura, la vida bienaventurada.

Un mensaje de esperanza. Si razonamos con fe, no cabe duda de que la resurrección de los muertos es un mensaje de esperanza. Para el creyente, el tesoro más precioso no es la vida que se tiene, sino la que se espera. La vida actual es preciosísima. ¿Cómo no va a serlo, si en ella el hombre se juega toda la eternidad? La esperanza cristiana no nos hace vivir ajenos a la realidad del mundo ni de la historia, sino enteramente entregados a hacer historia: historia de salvación. Construir la historia no es tarea de los no creyentes, es todavía con mayor razón tarea de quien cree en el Señor de la historia y en la marcha de la historia a su desembocadura final. Sí, como cristiano, espero que Dios abrirá las puertas de la eternidad a mi mente, a mi corazón, a mi cuerpo, a mi vida. Porque la esperanza cristiana en la resurrección es mensaje de vida en plenitud, de presencia viva ante el mismo Dios vivo. Es vivir sin reloj ni cronología, estando siempre con el Señor, como sumergidos en el océano mismo de la Vida. El mensaje cristiano es un mensaje de esperanza, porque anuncia el triunfo de la vida sobre el tiempo y sobre el mal, el triunfo de Dios sobre todos sus enemigos, el último del cual es la muerte... esto en un camino de amor, de servicio expresado por el Papa san Pablo VI, como ‘Civilización del Amor’: “¡lo sabemos el camino es el amor!”.  Este mensaje no se lo ha inventado la Iglesia, proviene del Dios "que nos ha dado gratuitamente una consolación eterna y una esperanza dichosa" (Segunda lectura). ¡Vale la pena testimoniar con palabras y obras este mensaje de esperanza!

 

lunes, 24 de octubre de 2022

HOMILIA Domingo Trigésimo primero del TIEMPO ORDINARIO cC (30 de octubre de 2022).

 

FOTO GENTILEZA SILENCIO Y VIDA

Domingo Trigésimo primero del TIEMPO ORDINARIO cC (30 de octubre de 2022).

Primera: Sabiduría 11, 22 – 12,2; Salmo: Sal 144, 1-2. 8-11. 13c-14; Segunda: 2 Tesalónica 1, 11 – 2, 2; Evangelio: Lucas 19, 1-10

Nexo entre las LECTURAS…

La Liturgia presenta el amor de Dios como el motivo más profundo e invencible, de la confianza y de la esperanza cristianas. Primero, el amor de Dios a todas las criaturas, porque todas tienen en el amor de Dios su razón de ser (Primera lectura). Y después, el amor de Dios por todos los hombres, sin distinción alguna, porque todos son sus hijos (Evangelio). Finalmente, se habla del amor de Dios hacia los discípulos-misioneros (Aparecida), "para que el nombre de Jesús sea glorificado en ustedes, y ustedes en Él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo" (Segunda lectura).

Temas...

«A todos perdonas, porque son tuyos». La maravillosa afirmación de la primera lectura es que Dios ama todo lo que ha creado, pues si no, no lo habría creado. Muchos hombres, incluso muchos cristianos, no quieren creer esto debido a los males innumerables que existen en el mundo. Pero la prueba que el libro de la Sabiduría aporta, para sostener su afirmación, es tan simple y clara que no se la puede rechazar sin negar a Dios o, al menos, de acusarlo de contradicción interna. «Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado». Ciertamente existe el pecado, que debe ser necesariamente amonestado… pero, como el pecador también pertenece a Dios, no es ‘castigado’ según la pura justicia, sino que es «perdonado» y amonestado de manera que puede reconocer, en ello, al mismo tiempo una exhortación a la conversión. La admirable sabiduría de este libro del Antiguo Testamento se encuentra en la declaración de que Dios ama a todos los seres y por eso sólo amonesta a los pecadores por amor y para propiciar su conversión al amor.

«No pierdan fácilmente la cabeza». Parece como si la segunda lectura quisiera recordar la enseñanza de la primera. Dios, que «corrige, poco a poco a los pecadores», nos da tiempo para cumplir todos «los buenos deseos y la tarea de la fe». Por eso no hay que «alarmarse» por el anuncio del fin inminente del mundo, aunque esto se asegure mediante «supuestas» revelaciones o profecías, sino que hay que proseguir con tranquilidad y sin pánico alguno la tarea cristiana, el discipulado misionero. El Señor no es solamente el que viene hacia nosotros desde el futuro como una amenaza, sino que es el que vino (el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros) y el que nos acompaña constantemente en nuestro camino hacia el Cielo, nos ilumina con su presencia (como a los discípulos de Emaús) y nos libra de todo miedo que pudiera haber en nosotros.

«Zaqueo, baja en seguida». El Evangelio nos presenta una escena del todo singular: un hombre rico que se sube a un sicomoro para ver a Jesús. Zaqueo es considerado como un gran pecador, pues no en vano es «jefe de publicanos»; pero es precisamente en su casa donde Jesús quiere hospedarse. Y Jesús sabe que allí donde va, lleva consigo su gracia: «Hoy ha sido la salvación de esta casa». Y esto «porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido». Jesús quiere entrar en casa de Zaqueo porque allí hay algo que salvar. Es decir, no porque allí se practiquen las buenas obras y haya que recompensarlas, sino porque «también este hombre es un hijo de Abrahán» que no está excluido de la fidelidad y del amor de Dios. Por eso resulta inútil tratar de esclarecer si, cuando Zaqueo asegura que «da la mitad de sus bienes a los pobres», se está refiriendo a algo anterior o es una consecuencia de la gracia que le ha sido manifestada ahora. El evangelista no está interesado en eso, sino únicamente en la salvación que Jesús trae a esta casa. Es bueno saber que Jesús entra también en las casas de los ‘ricos’ cuando debe llevarles la salvación cristiana. Hay pobres que son ricos en el espíritu (de codicia) y hay ricos que son pobres en el espíritu (y que «ayudan con sus bienes»: Lc 8,3). Que el testimonio de vida pobre y entregada de los santos, por ejemplo de san José Gabriel, de Artémides Zatti, Angelelli, nos estimule a vivir mejor nuestra respuesta de hijos de Dios y hermanos de todos.

Sugerencias...

Rezar el proceso del encuentro entre Zaqueo y Jesús y aplicarlo a nosotros: Jesús pasa (¡Jesús siempre pasa!). Zaqueo tiene interés (no sólo pura curiosidad) en verlo. Jesús toma la iniciativa del encuentro, y una iniciativa tan fuerte como es entrar en casa de un publicano (un pecador público, un colaboracionista, un extorsionador). Y Zaqueo responde generosamente a la iniciativa de Jesús. RezamosPrimero, preguntarnos qué interés tenemos nosotros, cristianos de toda la vida, en ver "pasar" a Jesús, en escucharlo, en sentir que continúa siendo una "novedad" para nosotros, en notar que continúa teniendo muchas cosas que decir a nuestra vida. Segundo, darnos cuenta que la iniciativa de venir a nuestra casa es suya, siempre es suya, y gratuita; ante esta iniciativa, Zaqueo se siente infinitamente sorprendido y agradecido, a veces nosotros lo tenemos como la cosa más normal del mundo (comulgar, ir a Misa, visitar el Templo, leer la Biblia) y, a veces no tan normal encontrarlo en la práctica de las obras de misericordia, y allí también nos visita. ¿Queremos esta constante iniciativa salvadora de Jesús que quiere renovarnos como renovó a Zaqueo? Y tercero, nuestra respuesta ¿es generosa?

¿Es nuestra respuesta generosa? El Domingo pasado, con el publicano expresamos la confesión de nuestros pecados y de nuestra debilidad… hoy nos pide el Señor un paso más… “la conversión”. La conversión de Zaqueo puede ser rezada en dos partes: primero, “caridad”, independientemente de la legalidad de las ganancias, da la mitad a los pobres (toda acumulación de riqueza, mientras haya pobres, es inmoral, por más que sea legal); después, “justicia”, se dispone a restituir con creces todas las estafas cometidas.

La Iglesia, casa y escuela de Comunión. Llamado a la sinoladidad. El evangelio de Zaqueo es un texto típico de las Misas de dedicación de una Iglesia. Y sin que tengamos que explicar necesariamente esa ‘peculiaridad’ litúrgica a la asamblea, sí que se puede plantear el valor que tienen las Iglesias, las "casas de la Iglesia". Son nuestra casa comunitaria, y Jesús entra y permanece en ella. Sería bueno preguntarnos si valoramos el tiempo de oración personal ante el Santísimo, o todo tiempo de plegaria privada… y, sobre todo, si valoras el momento en el que la Iglesia realiza más su misterio: la celebración de la Eucaristía… preguntarnos si la vivimos como una presencia de Jesús en medio de nosotros, a través de la Palabra, del Pan y el Vino consagrados… ¿valoramos la posibilidad de silencio interior vivido en comunidad?, ¿valoramos el momento de los cantos...? ¿Preguntarnos si respondemos a la visita que Jesús nos hace en la Eucaristía como Zaqueo respondió: con ansias de vivir más auténticamente el camino del Evangelio…? ¿es nuestra comunidad, casa y escuela de Comunión y es vivida así frente a todos en el barrio o pueblo? ¿nos damos cuenta que queremos ser una iglesia sinodal (en sínodo)?

 

lunes, 17 de octubre de 2022

HOMILIA Domingo Trigésimo del TIEMPO ORDINARIO cC (23 de octubre de 2022).


 Domingo Trigésimo del TIEMPO ORDINARIO cC (23 de octubre de 2022).

Primera: Eclesiástico 35, 12-14. 16-18; Salmo: Sal 33, 2-3. 17-19. 23; Segunda: 2Timoteo 4, 6-8. 16-18; Evangelio: Lucas 18, 9-14

Nexo entre las LECTURAS…

Para darnos a conocer cuál ha de ser la actitud que debemos de tener para con Dios y los hombres, la Liturgia de este Domingo presenta la "justicia y oración", que se unen muy bien en las lecturas de hoy y unifican la enseñanza del Señor en su palabra de amor (de misericordia) y salvación. Estamos llamados a ser orantes y justos.  En la parábola, del Evangelio, tanto el fariseo como el publicano oran en el templo, y Dios muestra su justicia (amor) y sólo el último es justificado. El autor de la primera lectura, aplica la justicia divina a la oración y enseña que Dios, justo juez, no tiene acepción de personas y por eso escucha la oración del oprimido... así lo rezamos (también) con el salmista: “Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha”. Finalmente, san Pablo confía en Timoteo manifestándole sus sentimientos y deseos más íntimos: "Me aguarda la corona de la justicia que aquel Día me entregará el Señor, el justo juez" (Segunda lectura).

Temas...

Actitudes del ORANTE ante Dios. La oración, que es un “estar y conversar” entre personas que se aman. Hace bien tanto al que ora como a Dios que es quien recibe la plegaria. Fijemos la atención en el ORANTE que está ante Dios. ¿Cuáles son las actitudes orantes que en la liturgia nos muestra Dios (hoy)?

En primer lugar, una observación de traducción. Tanto el fariseo como el publicano oran de pie, aunque la traducción litúrgica no lo diga del publicano. Era ésta la postura que adoptaban los judíos para dirigirse a Dios. No es, pues, la postura lo que hace cuestionable la actitud del fariseo. El adjetivo "erguido" de la traducción litúrgica no parece exacto. Por lo que respecta ya al texto, su sentido es muy claro desde que el propio autor ha explicitado la finalidad de la parábola. Se trata de una parábola crítica, dirigida a los que son buenos y ‘se lo creen’, de manera peyorativa. Se mueve dentro del terreno de la oración, cuya necesidad veíamos el Domingo pasado, de manera particular con el ejemplo de la Viuda que recurre al Juez de manera insistente. De nuevo un fariseo y un publicano, es decir, un bueno y un malo en la apreciación social. De nuevo un cambio de papeles en la apreciación divina. "Hay últimos que son primeros y primeros que son últimos". Otra cosa sorprendente en la historia que Jesús cuenta es que tanto el fariseo como el publicano se sirven de los salmos a la hora de hacer su oración. Este hecho hace más profunda y compleja la enseñanza misericordiosa de la misericordia del Señor.

Seguimos... desde hace varios Domingos nos las tenemos que ver con textos ‘exclusivos de Lucas’, es decir, que no existen en los otros evangelistas. Y un denominador común a muchos de ellos es la actuación positiva de personas social y religiosamente descalificadas (ambos aspectos estaban estrechamente relacionados). Son los marginados, los etiquetados, los excluidos, los de la periferia, diría el Santo Padre. ¡Qué actualidad tiene esta enseñanza! y corremos el riesgo de echar por tierra el alcance de este hecho cuando consideramos a fariseos y publicanos como personas de un pasado judío. Perdemos fácilmente de vista que Lucas no escribía sólo mirando hacia atrás sino también hacia adelante. Fariseo y publicano son también personajes, encarnan tipos de religiosidad continuamente reeditables. El fariseo encarna al personaje consciente de su buen comportamiento, que compara y enjuicia en base precisamente a su cumplimiento. No es tanto un personaje orgulloso cuanto un personaje “que reza y se comporta desde sus derechos”. Exige porque cumple. Los mismos salmos, formas tradicionales de oración, parecen darle la razón: se sirve de ellos para dirigirse a Dios.

Verdad y humildad… Nada de lo que le dice a Dios es mentira. El fariseo, en definitiva, es el personaje de los derechos, de la necesidad, de la rigidez y “cortedad de mente”. El fariseo parece que quiere que Dios sea fariseo no Dios. El publicano encarna al personaje consciente de su situación que incluye su mal comportamiento. Por ello mismo ni compara ni enjuicia, sencillamente se muestra y pide perdón, sirviéndose también de los salmos. El publicano es el personaje de la súplica arrepentida, de la entrega y la espontaneidad, de la fluidez de corazón, como dice el Papa de los santos de la puerta de al lado. El publicano quiere que Dios sea Dios y se alegra vivamente de eso y confía en Él. No es él el problemático, como tampoco lo era el hijo menor o pródigo, ni el mismo Lázaro que estaba a la puerta del rico… el problemático y difícil es el fariseo, el hijo mayor o cumplidor, el rico de espléndidos banquetes.

El texto de hoy nos descubre unas áreas de la personalidad religiosa mucho más hondas que las de la simple soberbia o humildad. Nos asoma el complejo e intrincado mundo de las motivaciones… de lo que hay en el corazón (pues eso es lo que sale de cada uno), aquello que de verdad se esconde tras lo que pensamos o decimos cuando oramos. La oración es ciertamente necesaria, pero ¡atención a la oración! Lo que rezamos es lo que creemos. Por eso, la corona que Pablo espera no es fruto del mérito personal, sino justicia (misericordia) de Dios para con él y para con todos los que son imitadores suyos en el servicio al Evangelio (Segunda lectura).

 

Sugerencias...

- La parábola de los dos hombres que subieron al templo a orar, el fariseo y el publicano, nos muestra cuál es la oración que une con Dios. Ya el lugar que ocupa cada uno de ellos en el templo muestra la diferencia. Uno en la parte delantera, como si el templo le perteneciera, el otro en cambio se queda «atrás» como si hubiese traspasado el umbral de una casa que no es la suya. El primero ora «junto a sí» (aquí traducido y suavizado con la expresión «en su interior»): en el fondo no reza a Dios, sino que se hace a sí mismo una enumeración de sus muchas virtudes, presumiendo que, si él mismo las ve, Dios no podrá dejar de verlas, de tenerlas en cuenta y de admirarlas. Y hace esto distinguiéndose precisamente de «los demás hombres», que no han alcanzado su presunto grado de perfección. Transita por un camino que conduce directamente al encuentro de sí mismo, pero ése es precisamente el camino que lleva a la pérdida de Dios. El publicano, por el contrario, no encuentra en sí más que pecado, un vacío de Dios que en su oración de súplica («ten compasión de este pecador») se convierte en un vacío para que lo llene Dios. El hombre que tiene como meta última su propia perfección, no encontrará a Dios; el que tiene la humildad de dejar que la perfección de Dios actúe en su propio vacío –no pasivamente, sino trabajando con los talentos que se le han concedido– será siempre un «amigo» para Dios.

- El pobre en este caso (textos) no es el que no tiene dinero, sino el que sabe, con la ayuda de la gracia, que es pobre en virtud, que no corresponde a lo que Dios quiere de él. Pero, de nuevo, este vacío no basta, sino que más bien se precisa: el pobre que sirve a Dios «consigue el favor del Señor». Se trata de un servicio en la humildad del «siervo pobre», pero no de la espera ociosa del «negligente y holgazán» que esconde bajo tierra su talento. Es el servicio que se presta sabiendo que se trabaja con el talento regalado por Dios, y que se confía para que realmente produzca frutos para el Señor. A este pobre Dios le hará «justicia» como «juez justo/misericordioso» que es.

- Si tomamos la segunda lectura, que muestra a Pablo en prisión y ante los tribunales, él es el pobre que no tiene ya ninguna perspectiva terrena, porque su muerte es inminente, y que sin embargo «ha combatido bien su combate», no sólo cuando era libre, sino también ahora, en su pobreza actual, pues todos le han abandonado (como el testimonio de vida que conocimos en el santo Cura Brochero y otros muchos, ahora san Artémides Zatti, enfermero de la Patagonia). La autodefensa de Pablo ante el tribunal se convierte precisamente en su último y decisivo «anuncio», el mensaje que oirán «todos los gentiles». Al dar gloria sólo a Dios (como el publicano del templo), el Señor le «salvará y le llevará a su reino del cielo». El publicano que sube al templo a orar queda «justificado», Pablo recibe la «corona de la justicia», y ciertamente, como él mismo repitió incansablemente, no de su propia justicia, sino de la justicia de Dios.

Virgen Purísima, ruega por nosotros.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...