martes, 1 de abril de 2014

Kasper se explica: “No existen pecados que no puedan ser perdonados”

Kasper se explica: “No existen pecados que no puedan ser perdonados”

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El Cardenal ha aclarado su postura en una entrevista: “Lo que se puede hacer es reflexionar sobre la diferencia entre doctrina y disciplina y, por lo tanto, entender -como es una antigua tradición de la Iglesia- como actuar con los divorciados en segunda unión.”
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En su conferencia, usted explicó que hay un abismo entre la doctrina de la Iglesia sobre la familia y la vivencia real de los cristianos. ¿Cómo llenarlo?
Sí, ese abismo obviamente existe, y no sólo en Italia. Pero ya existía aún durante la vida de Jesús. Aún los apóstoles se quedaban muy sorprendidos con sus palabras. Pero, cuando Jesús dice que aquello que Dios unió el hombre no puede deshacer, él también dice que es Dios que conecta, que abraza las dos personas, que quiere ayudarlas para que puedan tener éxito en su proyecto de vida. Tal vez debiéramos comprender, interpretar y explicar bien la doctrina de la Iglesia. La doctrina no quiere ser un fardo, un peso, pero sí una invitación y también una ayuda para encontrar la felicidad. Eso no significa que no haya problemas. Existen muchas dificultades y no solo morales; hay problemas de economía, de condiciones de trabajo. Y hay también una tarea social de la Iglesia que debe contribuir para que nuestra sociedad moderna sea más amigable para las familias.
Usted defiende que no es preciso partir de una lista de enseñanzas y mandamientos, ni fijarse en las cuestiones controversiales ¿Cómo actuar, entonces?
Los mandamientos de Dios quieren ayudar a encontrar la libertad, la felicidad. Nosotros debemos explicar eso. Y es una enseñanza que podemos ofrecer, pero no imponer. Yo creo que debemos mostrar la belleza de la familia, la belleza de la vida cristiana. La belleza convence, no los mandamientos impuestos al otro.
Sin embargo, esos mandamientos, a veces, son percibidos como un peso. Especialmente cuando una unión fracasa.
El fracaso también es posible para un cristiano, y vemos que hoy, infelizmente, hay muchos matrimonios que fracasan. Pero, aún en esas situaciones, la Iglesia debe estar cerca, ayudar, aconsejar, animar. El gran problema que estamos debatiendo es cómo hacer todo eso sin alejarse de la doctrina. Porque debemos ser claros: la doctrina no puede ser evadida, y no se puede cambiar la palabra de Jesús, que es vinculante. Lo que se puede hacer es reflexionar sobre la diferencia entre doctrina y disciplina y, por lo tanto, entender -como es una antigua tradición de la Iglesia- como actuar con los divorciados en segunda unión. Me gustaría decir también que no existen “los divorciados” en segunda unión.
¿En qué sentido?
Quiero decir que no es posible una solución única, porque las situaciones son muy pero muy diversas. Es preciso discernimiento, prudencia y sabiduría para ayudar a esas personas. Me pregunto, por ejemplo, qué hacer con una mujer abandonada por el marido con hijos, que tiene una nueva situación, tal vez con otros hijos. El primer matrimonio fracasó, no pudo realizar lo que prometió delante de Dios, de la Iglesia y de los hombres. Pero, ahora, ella no puede volver a la primera situación, y abandonar la segunda también sería una nueva culpa. Sin embargo, yo me pregunto, si ella hace lo que puede hacer, si vive una buena vida cristiana, si educa a sus hijos en la fe, ¿se le puede negar la absolución del pecado? Todo pecado puede ser perdonado si el pecador lo pide. A mi parecer, delante de Dios, no es posible que haya una situación en que alguien se encuentre inmerso en un agujero sin salida. Eso está contra la misericordia de Dios. No existen pecados que no puedan ser perdonados.
Concretamente, ¿eso significa que es posible aproximarse nuevamente a los sacramentos?
Es una pregunta que yo hago. Si esa persona cree en el perdón de los pecados, aunque se encuentre en esa situación, ¿puede aproximarse nuevamente a la mesa del Señor? Pero yo no puedo dar una respuesta, no soy yo quien puede decidir, es la Iglesia la que debe decidir. Habrá un Sínodo extraordinario y, después, uno ordinario sobre la familia, y el Sínodo, con el Papa, va a decidir sobre ese punto. Hay muchas personas que esperan una solución. Repito. La respuesta no puede ser general, porque las situaciones son diferentes. Pero demos una solución para las personas que viven en nuestras parroquias, que se comprometen, que tienen un deseo sincero por ese sacramento. No buscamos una solución fácil para quien vive esas cosas de modo muy superficial, muy distante de la Iglesia. Es preciso una ayuda de misericordia, sin tocar la doctrina y en la palabra de Jesús. No sería una ayuda para que las personas abandonen la doctrina. Pero el fracaso es posible, todos nosotros somos pecadores y necesitamos del perdón de Dios todos los días. Sobre eso abrimos un debate libre, abierto, incluso público, como quiere el Papa. Y aún si alguien intentó impedirlo, eso no es posible. Es una cuestión que afecta muchas personas.
Se habló también de nulidad. ¿Eso es un problema?
Muchos curas de almas están convencidos de que muchos matrimonios, en sentido canónico, no son válidos. El matrimonio es un sacramento y presupone la fe, y si la fe no existe, el matrimonio en el sentido canónico es nulo. Es preciso pedir que los procedimientos para la declaración de nulidad sean más rápidos, más simplificados. Con relación a eso, hay un consenso creciente entre los obispos. Y, después, debemos pensar en la catequesis. Muchos son bautizados, pero no evangelizados; son bautizados, pero, de hecho, no son verdaderos cristianos; son bautizados, pero son paganos. Y, si se casan en la Iglesia sin la fe, el sacramento no es posible. Por eso, es preciso mejorar la preparación prematrimonial partiendo ya de antes, de la pastoral juvenil.
La entrevista es de Annachiara Valle, publicada en la revista Famiglia Cristiana el pasado 15 de marzo. Traducción del blog Buena Voz

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