lunes, 11 de diciembre de 2023

HOMILIA DEL Tercer Domingo de ADVIENTO cB (17 de diciembre 2023). Domingo del GAUDETE - IMAGEN DE MISIONEROS DIGITALES

Primera: Isaías 61, 1-2a. 10-11; Salmo: Lc 1, 46-48. 49-50. 53-54; Segunda: 1Tesalónica 5, 16-24; Evangelio: Juan 1, 6-8. 19-28 Nexo entre las LECTURAS "El espíritu del Señor me ha enviado para dar la buena nueva...me ha enviado para anunciar..." (Is 61,1-2). Un personaje, figura de Cristo, se siente investido de una misión liberadora y salvífica. También Juan Bautista, que reconoce honestamente su ‘misión’ en el plan de Dios, se sabe enviado no como suplantador ni usurpador, sino como testigo de la Luz, del Mesías por todos esperado (Evangelio). Finalmente, Pablo, apóstol-enviado, discípulo-misionero, de Cristo, lleva a cabo su misión mediante la predicación y mediante cartas. En ésta, a los tesalonicenses, les exhorta a vivir en conformidad con la salvación que Cristo, el enviado de Dios, nos ha conferido (segunda lectura). Temas... Un mensaje de liberación. Hoy es el Domingo Tercero de Adviento, Domingo de la alegría mesiánica por la cercanía del Salvador. Entramos en la espera inmediata de Navidad y es justo que pongamos nuestra mirada en aquel que sólo puede ser causa de nuestro gozo cumplido, el Señor que es fiel a sus promesas, que no falla, que no hace acepción de personas, que viene para los pobres, los que están tristes, los que en las noches oscuras de la fe y de la esperanza ponen su confianza sólo en él. Y de gozo nos hablan las lecturas. La del profeta Isaías nos recuerda la unción del Mesías con la fuerza del Espíritu y su misión universal: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido... Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren...". Son las palabras que Jesús mismo se aplica en la sinagoga de Nazaret al principio de su misión, según el evangelio de Lucas. Pocas palabras bíblicas han tenido tanta resonancia en la teología de los últimos decenios, especialmente lo subraya el Papa Francisco. El Papa ha sido capaz de plasmar una teología del pueblo y una espiritualidad liberadora de hondas raíces bíblicas. Y de consecuencias espirituales y sociales… y nos invita a dar ese paso. Y eso quiere decir que la dimensión del Adviento y de la salvación que estamos celebrando no es ficticia y no es sólo ritual; es real. Esperamos un Mesías que nos traiga la liberación y la plenitud de la vida divina. Allí donde hay sufrimiento, falta de libertad, opresión, injusticia, se despiertan los sentimientos del Adviento y se mira con esperanza la venida del Cristo libertador. Un mensaje jubilar (2025 y 2033). En la perspectiva de los Jubileos que están a las puertas, ese texto de Isaías que Jesús hace suyo, nos habla de la misión mesiánica del Salvador, hecha del anuncio del amor liberador del Padre y de la efectiva realización por parte de Cristo de un vasto programa de obras que manifiestan la presencia del Reino entre los pobres. Nos invita a tomarnos en serio estos Jubileos en los que tenemos que ser a la vez beneficiarios de la salvación y testigos de las palabras y de las obras de Dios iniciando este Tercer Milenio de la Redención. De gozo nos habla también Pablo. Mientras se va acercando el Mesías, la lectura de Pablo nos recomienda una serie de actitudes nobles de los cristianos que ponen su esperanza sólo en el Señor. Ante todo la alegría, siempre. Lo del siempre es lo más difícil, porque hay días en que vienen a faltar los estímulos más inmediatos para el gozo y hay muchas razones para el desánimo. Por eso hay que ahondar hasta reencontrar en el corazón la fuentecilla en la que mana siempre la alegría por lo que es siempre razón perenne de gozo, pase lo que pase: la cercanía de Dios en la vida. Y para ello hay que ahondar; en la oración constante, profunda, la que nos pone ante Dios, con la certeza absoluta de que él está con nosotros. Cristianos de esperanza son aquellos que no sólo aterrizan, siendo concretos con su vivir, sino sobre todo los que ahondan, los que no se quedan en la superficialidad, los que tratan de entender el misterio, desde el corazón. Sí, desde el corazón, y esto no es intimismo; porque los Advientos y las Navidades, o se realizan en el corazón y desde aquí salen a la vida, o es que no sucede nada importante en nuestra vida concreta. Y en el centro, entre el corazón y la vida, la certeza celebrada, compartida, en la acción de gracias, en la eucaristía. Donde celebramos la presencia de Cristo, el regalo de Dios cada día, y hacemos crecer la bondad del corazón cuando, juntos, aprendemos a reconocer los dones de Dios, a compartirlos. Todo desde esa actitud de gratuidad que tan lejos está de los intereses mezquinos, de ese "Cuánto cuesta esto" que parece resumir la cultura de lo económico que a veces predomina en nuestra sociedad. Una sabiduría carismática. Pablo nos dice además que el cristiano no debe ser apagafuegos del Espíritu, ni amordazador de profetas. No hay que apagar el Espíritu ni despreciar la profecía. Podríamos correr el riesgo de quedarnos sin el estímulo de la renovación que viene del Espíritu del Señor sin la palabra que orienta, aunque tenga su fuerza de conversión y hasta de denuncia. El cristiano más bien tiene que ser fino catador de espíritus, un especialista en el discernimiento, esa actitud, don del Espíritu, que san Pablo VI llamaba "el carisma de los carismas". El cristiano lo examina todo, sabe descubrir las semillas del Verbo y el soplo del Espíritu allí donde hay algo de verdadero, de bueno, de bello. Y sabe que todo, secretamente, viene de Dios, de su presencia en el mundo, más allá de nuestras fronteras confesionales o religiosas. Y espera que se cumplan las promesas de Dios, para un Adviento gozoso. Así era el gozo de Juan, el Precursor. Que no cedió a la tentación de quitarle el puesto a Jesús, ni envanecerse con un protagonismo falso. Cuando le preguntaron quién era dijo que no era la Palabra, sino la voz que la precedía. Que no era el Mesías Salvador, sino su siervo; no era el dador del Espíritu, sino apenas el que lo había recibido, Que sólo Jesús era el Mesías. Vivir el gozo del Adviento, con esa alegría profunda que viene de la humildad y de la caridad, es también dar paso al único Maestro, al único Señor, al único Santo. Sugerencias... Cristianos con misión. No se puede separar el nombre de cristiano de la misión y ahora el Papa nos ilumina agregando la de SINODALIDAD. Por definición, cristiano es el discípulo-misionero de Cristo, el que participa de la misma misión de Jesucristo. Los cristianos hemos de ser conscientes de la misión que tenemos en la Iglesia: santificar la vida y colaborar en la santificación de la de los demás. Los primeros destinatarios de la misión somos nosotros mismos (San Pablo VI), porque sólo cuando nosotros somos evangelizados podemos ayudar en la evangelización de otros. ¿Cómo ser "misioneros" de nosotros mismos? El Espíritu Santo, que nos habla al corazón mediante la Biblia –Palabra de Dios– y a través de las enseñanzas de la Iglesia, nos irá mostrando a cada uno las formas personales y concretas de conseguirlo. Somos “discípulos-misioneros” entre nuestros hermanos, todos, hagan lo que hagan, independientemente de las circunstancias existenciales en que se hallen (Papa Francisco). Somos "de Cristo", y enviados por el mismo Cristo a anunciar en la escuela, en la casa, en la oficina, en la calle, en el club, en el parlamento, etc., que Él es el Salvador de todos, que Él es la Luz del mundo que ilumina todas las oscuridades de la conciencia individual y de la existencia social y colectiva, que Jesucristo Salvador crea un hombre nuevo y un estilo de vida nuevo, dignos de vivirse (cfr.: Papa León XIII y Pío XI). Testimonio y Eucaristía. El “discípulo-misionero” vive en fidelidad su misión sobre todo cuando es testigo, es decir, cuando encarna en su vida de todos los días lo que va predicando de palabra en los diversos lugares y circunstancias diarias (San Pablo VI). El encuentro con Cristo Eucaristía consolida la vocación de testigo. En efecto, se da testimonio ante todo de que la Eucaristía es el centro de convergencia y punto de referencia de la fe y de la santidad, de todo el año, de toda la semana, de todo el día. Además, participando al misterio de la redención y alimentándonos con el Cuerpo y la Sangre del Señor, se recibe una fuerza espiritual inimaginable para ser testigo de Cristo Salvador, Luz del mundo y Rey de los corazones de los hombres. Finalmente, con la Eucaristía damos testimonio de pregustar ya al Señor que VIENE –en la Navidad mediante la actualización litúrgica del misterio– y VENDRÁ al fin de los tiempos para la plena comunión (abrazo definitivo) … misterio que ahora pregustamos sacramentalmente. María, causa de nuestra alegría, ruega por nosotros.

martes, 5 de diciembre de 2023

HOMILIA Segundo Domingo de ADVIENTO cB (10 de diciembre 2023)

Primera: Isaías 40, 1-5. 9-11; Salmo: Sal 84, 9-14; Segunda: 2 Pedro 3, 8-14; Evangelio: Marcos 1, 1-8 Nexo entre las LECTURAS La imagen del "desierto" aparece en la primera lectura y en el evangelio y en ella se compendia el mensaje litúrgico de este Domingo de Adviento. En el exilio babilónico, a punto ya de que se acabe, una voz grita: "Preparen en el desierto un camino al Señor" (primera lectura). En el evangelio la voz que así grita es la de Juan Bautista, el precursor del Mesías, cuya venida está ya cerca. También en el "desierto" el hombre debe prepararse para la Última Venida del Señor, en la que "esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva, en que habite la justicia" (segunda lectura). Temas... Un "desierto" necesario. En el mundo hay fenómenos nada evangélicos, nada cristianos. Como los judíos exiliados de Babilonia estaban encandilados por la grandeza del imperio y por la fastuosidad de sus ritos religiosos, los hombres de hoy sienten la seducción del progreso técnico, el prurito de otras religiones que no son cristianas, el reclamo de paraísos alucinantes en que reinan la droga, el sexo y el alcohol, la dulce y adormecedora inconciencia del pecado incluso ante las exigencias básicas de los diez mandamientos... (cfr. Francisco). En estas circunstancias surge la necesidad del "desierto": lugar o estado del espíritu donde recrear el ambiente propicio y favorable para encontrarse con Dios y con la propia dignidad de imagen e hijo de Dios, mediante el silencio interior y el recogimiento de los sentidos, mediante la meditación y la plegaria asiduas. Ante la pérdida del sentido de Dios y del sentido del pecado se requieren "espacios", sean exteriores o interiores, de recuperación de sentido, de readquisición de principios, valores y convicciones anclados en el mismo ser del hombre y del cristiano. La intervención divina. Dios desea intervenir en la historia y en la vida del hombre, día a día. El espíritu del mundo no acepta la intervención divina, es más, la niega. Por eso se nos llama a una actitud interior de "desierto", abandonarnos en las manos de Dios con confianza y fortalecer el deseo de la conversión. Sólo así nos daremos cuenta, como los judíos de Babilonia, que hay ‘valles que elevar’, ‘colinas que abajar’ y ‘caminos torcidos que enderezar’, y podremos encaminarnos a la tierra prometida (primera lectura) que ya no es en este mundo, sino en el Cielo. Sólo en este abandono en la Divina Providencia podremos escuchar la Palabra que nos llama a convertirnos y recibir el bautismo y, los ya bautizados, renovar las promesas bautismales. Dios continúa interviniendo en nuestros días -nos da su gracia- en la vida de cada uno y de los pueblos. No podemos reconocer y aceptar Su presencia si no vivimos la experiencia purificadora y meditativa del "desierto". El "desierto" florece. En el ambiente sereno y silencioso de "desierto" nos vamos empapando de la verdad de Dios, del sentido del tiempo, de la norma suprema de la existencia. Dios es nuestro rey que viene con poder y brazo dominador para liberarnos del pecado y de sus secuelas; Dios es nuestro Señor que trae consigo su salario de vida y salvación eternas; Dios es nuestro pastor, que reúne al rebaño y lo cuida amorosamente (primera lectura). En el "desierto" conoceremos que el día del Señor llega como un ladrón y que el cómputo del tiempo que Dios hace no coincide con el de los hombres. En el "desierto" sabremos que Dios no quiere que alguien se pierda, sino que todos se conviertan. En el "desierto" veremos con claridad que la espera de la venida del Señor debe llevar al hombre a una conducta santa y religiosa, es decir, al cumplimiento perfecto de la voluntad santísima de Dios (segunda lectura). Sugerencias... Un "desierto" en tu vida. La vida es movimiento, acción, ir y venir, hacer, proyectar, progresar, cambiar. El hombre contemporáneo, desde la mañana a la noche, está lleno de trabajos y tareas, de citas y reuniones, de contactos y relaciones, de ruido, smog, tensión nerviosa... (cfr. San Juan Pablo II). A veces se puede pensar que, más que vivir, uno es "vivido" por las cosas de cada día. ¿Cómo hay que vivir? ¿Cómo ser plenamente humano (cristiano)? ¿Cómo infundir espíritu cristiano a lo cotidiano, al materialismo que nos invade? Tenemos necesidad de “estar con Quien sabemos que nos ama” (Santa Teresa). Pidamos la gracia de la paciencia, para vivir el "desierto" y nos será posible vivir bien y prepararnos para una buena celebración de Navidad. ¿Sabes quién viene? La respuesta catequética: "El Verbo de Dios que se hizo hombre y nació de María la Virgen en Belén de Judá". La respuesta espiritual, la debe dar cada uno examinando como incide Jesucristo en su vida (pensamientos, decisiones, ideales, proyectos) y en la relación personal con Dios; y finalmente, la respuesta moral, la debo dar con los comportamientos virtuosos diarios según el estilo de Cristo, aceptando que Cristo modele mi forma de vivir y de actuar, todos los días, hasta el fin de los días. ...

HOMILIA Solemnidad de la Inmaculada Concepción (8 de diciembre de 2023)

Primera: Génesis 3, 9-15.20; Salmo: Sal 97, 1. 2-3b. 3c-4; Segunda: Éfeso 1, 3-6. 11-12; Evangelio: Lucas 1, 26-38 Nexo entre las LECTURAS Las palabras del ángel a la Virgen María: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo" nos dan el sentido profundo de la solemnidad que hoy celebramos. El ángel se dirige a María como si su nombre fuese precisamente "la llena de gracia" (Evangelio). A lo largo de los siglos la Iglesia ha tomado conciencia de que María –"llena de gracia"– había sido redimida por Dios desde su concepción. Se trata de un singular don concedido a María para que pudiese dar el libre asentimiento de su fe al anuncio de su vocación. Era necesario que ella estuviese totalmente habitada por la gracia de Dios para responder adecuadamente al plan de Dios sobre ella (Prefacio). El Padre eligió a María "antes de la creación del mundo para que fuera santa e inmaculada en su presencia en el amor" (Cfr. Ef 1,4). El así llamado "protoevangelio" del libro del Génesis, por su parte, hace presente la promesa de un redentor: pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo, éste te aplastará la cabeza y tú le morderás el calcañal (1 Lectura). En la carta a los Efesios (2 Lectura) san Pablo indica cómo el Padre nos ha elegido desde la eternidad en Cristo para ser santos e inmaculados en su presencia en el amor. El primer fruto excelente de este plan salvífico es María, quien, en previsión de los méritos de Cristo, fue preservada de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción. Temas... La Inmaculada Concepción, signo del Adviento, raíz de Navidad. La solemnidad de la Inmaculada Concepción se celebra en su clima propio, el Adviento. Porque no podemos entrever el misterio del Mesías prometido sin vislumbrar el de su Madre. Una Madre que desde el principio tiene una misión de salvación en la que participa como beneficiaria y colaboradora. De hecho en la Inmaculada Concepción de María admiramos la gracia y la salvación de María desde el principio y su asociación al misterio salvador de su Hijo. Adviento es el tiempo litúrgico que hace memoria de los episodios y maravillas de la salvación que se desarrollan en los lentos siglos de espera de la venida del Mesías, el río de la historia, desde su fuente misma, Contemplar el misterio, fijado desde el principio, es reinterpretar la historia. No como una derrota de los planes de Dios con el pecado original, sino como una misteriosa tensión hacia la comunión de Dios con la humanidad en Cristo. Es ver en María realizada la ilusión de Dios, el proyecto de una humanidad nueva, que sin perder nada de su original configuración, ha sido exenta de toda sombra de pecado y aparece ante nosotros como el modelo, real e ideal a la vez, de una humanidad salvada y asociada a la salvación. El tríptico de la Palabra. El mensaje de la Palabra ofrece esta grandiosa perspectiva con un tríptico muy logrado con el proyecto inicial de Dios, la tentación y caída de la humanidad, el cumplimiento del proyecto y de las promesas en María. En el centro del tríptico hay que colocar la segunda lectura, el himno inicial de la carta a los Efesios, solemne bendición al Padre por el misterio de una salvación en Cristo, pletórica de bienes espirituales y celestiales. Pablo parece olvidarse del pecado de los orígenes para remontarse hasta el designio primitivo, nacido del amor eterno de Dios. Un designio con varias etapas: nos eligió para ser santos e irreprochables ante él por el amor; nos destinó a ser hijos, para que en nosotros resplandezca su gloria y nuestra respuesta redunde en alabanza suya. San Juan Pablo ll, inspirándose en este texto paulino de la liturgia, ha ilustrado el misterio de María en su Encíclica "Redemptoris Mater", a Partir de esta bendición original, Porque en María se cumple perfectamente lo que fue un proyecto para todos: elegida por Dios, destinada a ser esplendor de su gracia y alabanza de su gloria. Ella finalmente, en Cristo, fue santa e inmaculada por el amor. Desde el principio. La Inmaculada es realización cabal de este proyecto que no naufraga con el pecado original. En la parte izquierda del tríptico tenemos la narración de la tentación y de la caída en el paraíso. Presencia de Dios en el jardín donde ha puesto al hombre y a la mujer. Tentación satánica para el hombre: ser como Dios. Fruto amargo de un árbol que parecía de vida y es de muerte, y sólo posee la triste sabiduría de conocer el pecado. Pero a la vez, junto al castigo, hay una promesa de salvación. La estirpe de la mujer quebrantará la cabeza de la serpiente tentadora. Todo vislumbrado desde muy lejos, en una casi imperceptible realización que llegará muchos siglos más tarde y que sólo entonces podrá dar cabal explicación de este misterioso fracaso inicial del hombre, la mujer y su semilla: María y Cristo. Finalmente, contemplamos la parte derecha del tríptico con el evangelio de la Anunciación. Nazaret no es el jardín antiguo del pecado, es más bien el paraíso de la obediencia donde Dios planta en María el árbol de la vida. Ahí está la mujer de la que brota la semilla que quebrantará la cabeza de la serpiente. La primera victoria se la apunta Dios, con la colaboración de la humanidad. María es la Virgen obediente, la humanidad cómplice y colaboradora. Pero en las palabras del ángel hay alusión a ese principio inmaculado de su existencia que lleva la firma de su autor, Dios. María es la llena de gracia. Así la llama Dios, porque así la ha hecho, desde el principio. Y ese nombre no es sólo expresión de una ausencia de pecado. Dice más. Habla de bendición primordial y de comunicación inicial de vida divina. María está puesta al principio de la nueva creación como signo de la iniciativa de Dios, de su amor gratuito y preveniente. La belleza salvará el mundo. Esa exclusión de mancha o de pecado es sólo el revés de la medalla; el ángel la llama "llena de gracia", que es la pureza positiva, el volcarse de Dios en su amor sobre ella, la plenitud de los favores de Dios, la plenitud de la bendición, para que en ella se salve el proyecto divino. Los orientales llaman a la Virgen "la Toda santa"; la suponen impregnada de Espíritu Santo, plasmada por él, guiada por él, desde el principio, Dios quiso salvar al mundo por medio de la belleza. E hizo bella ante sus ojos a la Virgen María, No se cansa la Iglesia de contemplarla, como en un espejo, a la que expresa lo que todos ansiamos alcanzar, para que también en nosotros, al final, permanezca el designio inicial de Dios, recordado en esta fiesta: ser santos e inmaculados ante él por el amor. Esa belleza de María, belleza real y no ficticia, dentro de la normalidad de una criatura, puede ser para muchos hoy la nostalgia de esa belleza que salvará el mundo. Sugerencias... El cultivo de la vida de gracia. Al contemplar a María Inmaculada apreciamos la belleza sin par de la creatura sin pecado: "Toda hermosa eres María". La Gracia concedida a María inaugura todo el régimen de Gracia que animará a la humanidad hasta el fin de los tiempos. Al contemplar a María experimentamos al mismo tiempo la invitación de Dios para que, aunque heridos por el pecado original, vivamos en gracia, luchemos contra el pecado, contra el demonio y sus acechanzas. Los hombres tenemos necesidad de Dios, tenemos necesidad de vivir en gracia de Dios para ser realmente felices, para poder realizarnos como personas y ser verdaderamente humanos y solo se alcanza si somos cristianos (Papa Francisco). Y la gracia la tenemos en Cristo. En el misterio de la Redención el hombre es "confirmado" y en cierto modo es nuevamente creado. ¡Somos creados de nuevo! ... El hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo -no solamente según criterios y medidas del propio ser inmediatos, parciales, a veces superficiales e incluso aparentes- debe, con su inquietud, incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad, con su vida y con su muerte, acercarse a Cristo (san Juan Pablo II; Redemptor Hominis 10). Para vivir en gracia es necesario: orar y vigilar. La oración nos da la fuerza que viene de Dios. La vigilancia rechaza los ataques del enemigo. Vigilemos atentamente para rechazar las tentaciones que nos ofrece el mundo: el placer desordenado, el poder y la negación del servicio, la avaricia, el desenfreno sexual, las pasiones… Por el contrario, formemos una conciencia que busque, en todo, amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo en Dios. Nuestra participación en la obra de la redención. La peregrinación que nos corresponde vivir al inicio de este Año Litúrgico tiene mucho de peregrinación ascendente y de combate apostólico y de conquistas para la casa de Dios que es la Iglesia y el Mundo. Aquella enemistad anunciada en el protoevangelio sigue siendo hoy en día una dramática realidad, se trata de una especie de combate del espíritu, pues las fuerzas del mal se oponen al avance del Reino de Dios. Vemos que, por desgracia, sigue habiendo guerras, muertes, crímenes, olvido de los más pobres, débiles y sufrientes. Más aún, advertimos amenazas, en otro tiempo desconocidas, para el género humano: la manipulación genética, la corrupción del lenguaje, la amenaza de una destrucción total, el eclipse de la razón ante temas fundamentales como son la familia, la defensa de la vida desde su concepción hasta su término natural, el relativismo y el nihilismo que conducen a la pérdida total de los valores (San Pablo VI). Nuestro peregrinar cristiano por esta tierra, más que el paseo del curioso transeúnte tiene rasgos del hombre que conquista terreno para su ‘bandera’ (cfr.: Santo Cura Brochero). Nuestro peregrinar es un amor que no puede estar sin obrar por amor de Jesucristo, el Jefe supremo (San Ignacio de Loyola). Es anticipar la llegada del Reino de Dios por la caridad. Es avanzar dejando a las espaldas surcos regados de semilla. No nos cansemos de sembrar el bien en el puesto que la providencia nos ha asignado, no desertemos de nuestro puesto, que las futuras generaciones tienen necesidad de la semilla que hoy esparcimos por los campos de la Iglesia. Santa Teresa de Jesús que experimentó también la llamada de Dios para tomar parte en el singular combate del bien contra el mal, nos dejó en una de sus poesías una valiosa indicación de cómo el amor, cuando es verdadero, no puede estar sin actuar, sin entregarse, sin luchar por el ser querido. María Inmaculada, ruega por nosotros y por el mundo entero.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...