martes, 5 de diciembre de 2023

HOMILIA Solemnidad de la Inmaculada Concepción (8 de diciembre de 2023)

Primera: Génesis 3, 9-15.20; Salmo: Sal 97, 1. 2-3b. 3c-4; Segunda: Éfeso 1, 3-6. 11-12; Evangelio: Lucas 1, 26-38 Nexo entre las LECTURAS Las palabras del ángel a la Virgen María: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo" nos dan el sentido profundo de la solemnidad que hoy celebramos. El ángel se dirige a María como si su nombre fuese precisamente "la llena de gracia" (Evangelio). A lo largo de los siglos la Iglesia ha tomado conciencia de que María –"llena de gracia"– había sido redimida por Dios desde su concepción. Se trata de un singular don concedido a María para que pudiese dar el libre asentimiento de su fe al anuncio de su vocación. Era necesario que ella estuviese totalmente habitada por la gracia de Dios para responder adecuadamente al plan de Dios sobre ella (Prefacio). El Padre eligió a María "antes de la creación del mundo para que fuera santa e inmaculada en su presencia en el amor" (Cfr. Ef 1,4). El así llamado "protoevangelio" del libro del Génesis, por su parte, hace presente la promesa de un redentor: pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo, éste te aplastará la cabeza y tú le morderás el calcañal (1 Lectura). En la carta a los Efesios (2 Lectura) san Pablo indica cómo el Padre nos ha elegido desde la eternidad en Cristo para ser santos e inmaculados en su presencia en el amor. El primer fruto excelente de este plan salvífico es María, quien, en previsión de los méritos de Cristo, fue preservada de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción. Temas... La Inmaculada Concepción, signo del Adviento, raíz de Navidad. La solemnidad de la Inmaculada Concepción se celebra en su clima propio, el Adviento. Porque no podemos entrever el misterio del Mesías prometido sin vislumbrar el de su Madre. Una Madre que desde el principio tiene una misión de salvación en la que participa como beneficiaria y colaboradora. De hecho en la Inmaculada Concepción de María admiramos la gracia y la salvación de María desde el principio y su asociación al misterio salvador de su Hijo. Adviento es el tiempo litúrgico que hace memoria de los episodios y maravillas de la salvación que se desarrollan en los lentos siglos de espera de la venida del Mesías, el río de la historia, desde su fuente misma, Contemplar el misterio, fijado desde el principio, es reinterpretar la historia. No como una derrota de los planes de Dios con el pecado original, sino como una misteriosa tensión hacia la comunión de Dios con la humanidad en Cristo. Es ver en María realizada la ilusión de Dios, el proyecto de una humanidad nueva, que sin perder nada de su original configuración, ha sido exenta de toda sombra de pecado y aparece ante nosotros como el modelo, real e ideal a la vez, de una humanidad salvada y asociada a la salvación. El tríptico de la Palabra. El mensaje de la Palabra ofrece esta grandiosa perspectiva con un tríptico muy logrado con el proyecto inicial de Dios, la tentación y caída de la humanidad, el cumplimiento del proyecto y de las promesas en María. En el centro del tríptico hay que colocar la segunda lectura, el himno inicial de la carta a los Efesios, solemne bendición al Padre por el misterio de una salvación en Cristo, pletórica de bienes espirituales y celestiales. Pablo parece olvidarse del pecado de los orígenes para remontarse hasta el designio primitivo, nacido del amor eterno de Dios. Un designio con varias etapas: nos eligió para ser santos e irreprochables ante él por el amor; nos destinó a ser hijos, para que en nosotros resplandezca su gloria y nuestra respuesta redunde en alabanza suya. San Juan Pablo ll, inspirándose en este texto paulino de la liturgia, ha ilustrado el misterio de María en su Encíclica "Redemptoris Mater", a Partir de esta bendición original, Porque en María se cumple perfectamente lo que fue un proyecto para todos: elegida por Dios, destinada a ser esplendor de su gracia y alabanza de su gloria. Ella finalmente, en Cristo, fue santa e inmaculada por el amor. Desde el principio. La Inmaculada es realización cabal de este proyecto que no naufraga con el pecado original. En la parte izquierda del tríptico tenemos la narración de la tentación y de la caída en el paraíso. Presencia de Dios en el jardín donde ha puesto al hombre y a la mujer. Tentación satánica para el hombre: ser como Dios. Fruto amargo de un árbol que parecía de vida y es de muerte, y sólo posee la triste sabiduría de conocer el pecado. Pero a la vez, junto al castigo, hay una promesa de salvación. La estirpe de la mujer quebrantará la cabeza de la serpiente tentadora. Todo vislumbrado desde muy lejos, en una casi imperceptible realización que llegará muchos siglos más tarde y que sólo entonces podrá dar cabal explicación de este misterioso fracaso inicial del hombre, la mujer y su semilla: María y Cristo. Finalmente, contemplamos la parte derecha del tríptico con el evangelio de la Anunciación. Nazaret no es el jardín antiguo del pecado, es más bien el paraíso de la obediencia donde Dios planta en María el árbol de la vida. Ahí está la mujer de la que brota la semilla que quebrantará la cabeza de la serpiente. La primera victoria se la apunta Dios, con la colaboración de la humanidad. María es la Virgen obediente, la humanidad cómplice y colaboradora. Pero en las palabras del ángel hay alusión a ese principio inmaculado de su existencia que lleva la firma de su autor, Dios. María es la llena de gracia. Así la llama Dios, porque así la ha hecho, desde el principio. Y ese nombre no es sólo expresión de una ausencia de pecado. Dice más. Habla de bendición primordial y de comunicación inicial de vida divina. María está puesta al principio de la nueva creación como signo de la iniciativa de Dios, de su amor gratuito y preveniente. La belleza salvará el mundo. Esa exclusión de mancha o de pecado es sólo el revés de la medalla; el ángel la llama "llena de gracia", que es la pureza positiva, el volcarse de Dios en su amor sobre ella, la plenitud de los favores de Dios, la plenitud de la bendición, para que en ella se salve el proyecto divino. Los orientales llaman a la Virgen "la Toda santa"; la suponen impregnada de Espíritu Santo, plasmada por él, guiada por él, desde el principio, Dios quiso salvar al mundo por medio de la belleza. E hizo bella ante sus ojos a la Virgen María, No se cansa la Iglesia de contemplarla, como en un espejo, a la que expresa lo que todos ansiamos alcanzar, para que también en nosotros, al final, permanezca el designio inicial de Dios, recordado en esta fiesta: ser santos e inmaculados ante él por el amor. Esa belleza de María, belleza real y no ficticia, dentro de la normalidad de una criatura, puede ser para muchos hoy la nostalgia de esa belleza que salvará el mundo. Sugerencias... El cultivo de la vida de gracia. Al contemplar a María Inmaculada apreciamos la belleza sin par de la creatura sin pecado: "Toda hermosa eres María". La Gracia concedida a María inaugura todo el régimen de Gracia que animará a la humanidad hasta el fin de los tiempos. Al contemplar a María experimentamos al mismo tiempo la invitación de Dios para que, aunque heridos por el pecado original, vivamos en gracia, luchemos contra el pecado, contra el demonio y sus acechanzas. Los hombres tenemos necesidad de Dios, tenemos necesidad de vivir en gracia de Dios para ser realmente felices, para poder realizarnos como personas y ser verdaderamente humanos y solo se alcanza si somos cristianos (Papa Francisco). Y la gracia la tenemos en Cristo. En el misterio de la Redención el hombre es "confirmado" y en cierto modo es nuevamente creado. ¡Somos creados de nuevo! ... El hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo -no solamente según criterios y medidas del propio ser inmediatos, parciales, a veces superficiales e incluso aparentes- debe, con su inquietud, incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad, con su vida y con su muerte, acercarse a Cristo (san Juan Pablo II; Redemptor Hominis 10). Para vivir en gracia es necesario: orar y vigilar. La oración nos da la fuerza que viene de Dios. La vigilancia rechaza los ataques del enemigo. Vigilemos atentamente para rechazar las tentaciones que nos ofrece el mundo: el placer desordenado, el poder y la negación del servicio, la avaricia, el desenfreno sexual, las pasiones… Por el contrario, formemos una conciencia que busque, en todo, amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo en Dios. Nuestra participación en la obra de la redención. La peregrinación que nos corresponde vivir al inicio de este Año Litúrgico tiene mucho de peregrinación ascendente y de combate apostólico y de conquistas para la casa de Dios que es la Iglesia y el Mundo. Aquella enemistad anunciada en el protoevangelio sigue siendo hoy en día una dramática realidad, se trata de una especie de combate del espíritu, pues las fuerzas del mal se oponen al avance del Reino de Dios. Vemos que, por desgracia, sigue habiendo guerras, muertes, crímenes, olvido de los más pobres, débiles y sufrientes. Más aún, advertimos amenazas, en otro tiempo desconocidas, para el género humano: la manipulación genética, la corrupción del lenguaje, la amenaza de una destrucción total, el eclipse de la razón ante temas fundamentales como son la familia, la defensa de la vida desde su concepción hasta su término natural, el relativismo y el nihilismo que conducen a la pérdida total de los valores (San Pablo VI). Nuestro peregrinar cristiano por esta tierra, más que el paseo del curioso transeúnte tiene rasgos del hombre que conquista terreno para su ‘bandera’ (cfr.: Santo Cura Brochero). Nuestro peregrinar es un amor que no puede estar sin obrar por amor de Jesucristo, el Jefe supremo (San Ignacio de Loyola). Es anticipar la llegada del Reino de Dios por la caridad. Es avanzar dejando a las espaldas surcos regados de semilla. No nos cansemos de sembrar el bien en el puesto que la providencia nos ha asignado, no desertemos de nuestro puesto, que las futuras generaciones tienen necesidad de la semilla que hoy esparcimos por los campos de la Iglesia. Santa Teresa de Jesús que experimentó también la llamada de Dios para tomar parte en el singular combate del bien contra el mal, nos dejó en una de sus poesías una valiosa indicación de cómo el amor, cuando es verdadero, no puede estar sin actuar, sin entregarse, sin luchar por el ser querido. María Inmaculada, ruega por nosotros y por el mundo entero.

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